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Divorcio a la israelí
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estreno de 'Gett: El divorcio de Viviane Amsalem'

Divorcio a la israelí

Los hermanos Ronit y Shlomi Elkabetz cierran su trilogía sobre este personaje femenino y la represión hacia la mujer con un filme judicial que llega hoy a las salas

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“El principal punto en común entre las tres grandes religiones monoteístas es la discriminación de la mujer”, sentenciaba años ha el director israelí Amos Gitai durante la presentación en el Festival de Cannes de Kadosh (1999), su film ambientado en el barrio ultraortodoxo de Jerusalén sobre la crisis de un matrimonio unido por el amor en que el esposo se ve obligado a repudiar a la mujer porque no han conseguido tener descendencia.

A los responsables de Gett: El divorcio de Viviane Amsalem, los hermanos Ronit y Shlomi Elkabetz, no les ha hecho falta adentrarse en una comunidad jaredí para poner en evidencia las leyes patriarcales que rigen la unión entre hombres y mujeres en su país. Como deja claro el título, Gett resigue el proceso de la protagonista Viviane Amsalem (encarnada por la también directora Ronit Elkabetz, uno de los rostros más internacionales del cine israelí) para conseguir la separación de su marido. En Israel no existe la posibilidad de contraer matrimonio por lo civil. Por lo que el divorcio también depende de las llamadas cortes rabínicas y está sometido a la halajá, la legislación religiosa judía, que dicta que es el marido quien tiene la última palabra a la hora de concedérselo o no a la mujer.

Toda esta información de contexto puede inferirse fácilmente de la propia película, un drama matrimonial que se inscribe dentro de las dinámicas del film judicial. Desde su arranque, Gett no se mueve en ningún momento de las dependencias en las que los protagonistas pasan más de cinco años en litigio. Al cuarto de hora ya llevamos año y medio de juicio, por lo que la duración interna de la historia se convierte en uno de los mecanismos que utilizan los directores para transmitir la idea de infierno judicial de nunca acabar en que se convierte a veces una petición de divorcio por parte de una mujer en Israel.

Gett es la última entrega en una trilogía de películas con que los hermanos Elkabetz han narrado la relación del matrimonio Ansalem. En To Take a Wife (2004) ya se presentaba la frustración de Viviane, una mujer obligada a casarse a los 15 años con un hombre de profundas convicciones religiosas, frente una forma de vida en la que ella puede tomar pocas decisiones. El film mostraba la presión que ejercían los miembros masculinos de su familia, judíos de origen marroquí, para que ella se acoplara a lo que dicta la tradición. Los Siete Días (2008) se centraba en la semana de luto prescriptiva tras el fallecimiento de uno de los hermanos de Viviane, con la primera Guerra del Golfo como telón de fondo, para señalar una vez más cómo las rutinas religiosas interfieren en la organización de la vida privada de las personas.

En Gett, Viviane ha tomado la resolución de divorciarse, pero ni tan siquiera los rabinos del tribunal pueden fallar a su favor si Elisha, su marido, se niega. Él se escuda tras la religión para exculpar su postura. ¿No pretenderán que escoja entre la estabilidad del hogar y la tora? Ante los jueces, no existe una causa evidente para el divorcio: Elisha jamás la ha maltratado, ni le ha sido infiel, ni ha dilapidado la economía familiar ni ha dejado de ser un buen padre. La fuerza del film reside en que Viviane se quiere separar porque esa es su voluntad, porque no ama a su esposo. Ella reivindica el derecho de la mujer al divorcio per se, y no ligado a una causa objetiva que lo justifique.

La vida privada de los interesados, desde sus relaciones sexuales al cumplimiento de sus supuestas obligaciones como marido y esposa, queda expuesta en la corte a través del testimonio de familiares, vecinos y los suyos propios. En una sociedad donde la ley no distingue la frontera entre práctica religiosa y privacidad individual, el drama entre ambos no se manifiesta en el ámbito de lo íntimo sino en una esfera pública.

Situada en una localización única, la película se nutre de este estira-y-afloja relacional entre ambas partes, y siempre aparece algún elemento para añadir dramatismo o tensión al conflicto. También se añaden puntuales pinceladas de ese humor costumbrista de aroma típicamente mediterráneo: rencillas familiares discutidas con tanta pasión que resultan humorísticas, cuñadas que hablan sin pelos en la lengua... Como actriz, Ronit Elkabetz podría ser la reencarnación hebrea de Anna Magnani: una intérprete cuya intensidad dramática alcanza un voltaje muy alto a lo largo de todo el film.

Pertenecientes a ese grupo de cineastas israelíes, en el que también se incluiría Nadav Lapid (que estrenó la semana pasada Policía en Israel), que no teme posicionarse críticamente frente a la forma de funcionar de su país, los hermanos Elkabetz presentan con Gett el reverso dramático de tantas comedias románticas en que un personaje debe convencer al otro para que diga que sí ante un juez. ¿Acaba pronunciando Elisha el “sí quiero” que devuelve la libertad a Viviane?

“El principal punto en común entre las tres grandes religiones monoteístas es la discriminación de la mujer”, sentenciaba años ha el director israelí Amos Gitai durante la presentación en el Festival de Cannes de Kadosh (1999), su film ambientado en el barrio ultraortodoxo de Jerusalén sobre la crisis de un matrimonio unido por el amor en que el esposo se ve obligado a repudiar a la mujer porque no han conseguido tener descendencia.

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