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Cuando la religión supera la ficción
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contra los ataques a la libertad de expresión

Cuando la religión supera la ficción

El cine siempre se ha visto atacado por las diferentes religiones, que han querido prohibir ciertas películas como 'El evangelio según San Mateo', de Pasolini

Foto: Paco Rabal en un fotograma de 'Así en el cielo como en la tierra' de José Luis Cuerda
Paco Rabal en un fotograma de 'Así en el cielo como en la tierra' de José Luis Cuerda

El asesinato en París de los caricaturistas de Charlie Hebdo ha desencadenado un debate a nivel mundial sobre la libertad de expresión de forma tan acalorada, irreflexiva y, en la mayoría de los casos, tan pobre en argumentos que ha provocado que, para muchos de nosotros, el Papa Francisco haya perdido los papeles y que se haya cuestionado incluso su infalibilidad.

Nada más falso. El Papa ha hecho una gran aportación al lenguaje cinematográfico, reivindicando al mejor John Wayne y proponiendo una hostia como reacción normal ante un insulto. El insulto a una madre. Magnífica escena de cine: el Papa, remangado liándose a golpes contra una colección de musulmanes, protestantes e incluso agnósticos.

Desde que este hizo su aparición, todas las Iglesias (a causa de la rigidez de sus dogmas) miraron con aprensión a aquellos payasos como Harold Lloyd, Buster Keaton e incluso otro Charlie –Chaplin– que se tiraban tartas a la cara ante la mirada atónita de vampiresas interpretadas por Clara Bow o Lillian Gish. Pero ha sido la Iglesia cristiana, especialmente la católica, la que ha intentado conseguir el control de las pantallas cinematográficas como arma para sus estrategias apostólicas.

Después de la I Guerra Mundial se estuvieron celebrando unas Jornadas de Estudios Cinematográficos, organizadas por el Vaticano, en las que se expresaba la enorme preocupación de la Iglesia por "los grandes problemas que, para la moralidad pública, representaban las nuevas técnicas audiovisuales".

Sus Santidades formulaban sus votos para que se encontraran formas de evitar que se difundieran ciertas películas. Es decir, ¡para limitar la Libertad de Expresión! ¡Esta misma libertad que pretendemos que respeten los asesinos yihadistas!

Afortunadamente, la intolerancia no ha podido evitar que cineastas del mundo entero realizaran muchas y variadas películas, críticas unas y elogiosas otras para con las Iglesias y sus símbolos. Entre las más recientes: Yo te saludo, María, de Jean-Luc Godard; Campo de Batalla: la Tierra, con John Travolta; Dogma, de Kevin Smith; La última tentación de Cristo, de Martin Scorsese; La Pasión de Cristo, de Mel Gibson; Mahoma, el mensajero de Dios, con Anthony Quinn; In the Name of Buddha, de Rajesh Touchriver; La vida de Brian, con los Monty Python; El Evangelio según San Mateo, de Pier Paolo Pasolini oEl código Da Vinci, de Ron Howard.

Vídeo: Trailer de'La última tentación de Cristo', deMartin Scorsese

Películas rechazadas por cristiano-católicos, hinduistas, musulmanes, seguidores de la Cienciología, etc.Estas cintas provocaron manifestaciones públicas y amenazas, pero sólo un cineasta ha muerto directamente como resultado de haber realizado una película: el holandésTheo van Gogh, autor del corto de 10 minutosSubmission, que fue asesinado por su compatriota holandés, de origen marroquí y religión musulmana,Mohammed Bouyeri.

Quienes mantienen que la libertad de expresión tiene como único límite el Código Penal se equivocan, porque ¿cuál aplicamos? ¿El vigente en España? ¿O el de la India? ¿Y por qué no el de Baréin? ¿O el del país donde se cometan los delitos? Todo esto es muy discutible y, mientras no existan unas Leyes Universales promovidas por Naciones Unidas y aceptadas por todos sus países miembros, seguirá siendo motivo de enfrentamientos y discusiones y, por desgracia, causa de muertes. Mientras tanto, lo que debemos hacer es respetar el derecho a la vida: no matar a nadie por ninguna razón ni permitir que nadie lo haga.

Por lo tanto hay que procurar que tales leyes existan. Esta es la verdadera obligación de esos grandes líderes que hace días se manifestaron en París y, por supuesto, la de tantos otros que no lo hicieron. Reivindicamos el derecho de escritores, dibujantes, cineastas y todo tipo de artistas y ciudadanos a expresarse como les dicte su conciencia. Es imprescindible que se cree urgentemente, con la colaboración y aceptación de todos los países, una Legislación Penal Universal que proteja el derecho a pensar, rezar, predicar y difundir cualquier idea sin que nadie pueda agredir las creencias de otros.

Sería hermoso que se considerara un nuevo culto el acto religioso de acudir los fieles al cine a sus templos (las salas de proyección) a adorar sus imágenes. O a reírse, sencillamente.

En cualquier caso, y pese a lo trágico de los acontecimientos recientes, es de agradecer el agudo sentido del humor tanto de Charlie Hebdo como del Papa Francisco.

El asesinato en París de los caricaturistas de Charlie Hebdo ha desencadenado un debate a nivel mundial sobre la libertad de expresión de forma tan acalorada, irreflexiva y, en la mayoría de los casos, tan pobre en argumentos que ha provocado que, para muchos de nosotros, el Papa Francisco haya perdido los papeles y que se haya cuestionado incluso su infalibilidad.

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