Núria Espert, premio Max de Honor 2024: "No creo que deje un legado, solo mi trabajo"
A sus casi 90 años de edad, la actriz recibirá el primer Max de su carrera: "Parecía extraño no tenerlo…, pero lo que distingue a este galardón es que ha sido otorgado por mis compañeros y quiero decirles que me hacía falta"
Pese a los numerosos premios, el Princesa de Asturias, los infinitos aplausos, Núria Espert, (Hospitalet de Llobregat, 1945), la última gran dama del teatro español, nunca había ganado un Max. La papeleta se ha resuelto ahora con el Max de Honor, que la actriz, de casi 90 años de edad, recibirá el próximo 1 de julio en la gala que se celebrará en Tenerife. Lo ha encajado con deportividad y también alegría: “Parecía extraño no tenerlo…, pero lo que distingue a este galardón es que ha sido otorgado por mis compañeros y quiero decirles que me hacía falta, que lo quiero, que lo amo, que me pone contentísima y que deseo que lo compartan conmigo todos los actores y actrices”, señaló ayer en un encuentro con periodistas.
La distinción aplaude la trayectoria de una actriz que empezó en los años cuarenta en el Romea de Barcelona con solo 13 años y que desde entonces ha pisado los mejores teatros, ha dirigido óperas y se ha encargado de papeles míticos como la famosa Medea que la encumbró con 19 años y ya no la bajaría nunca más de las tablas. “El teatro es muy poderoso y cuando nos tiene agarrados no nos suelta. A mí me dijo ‘tú no te vas a librar de mí’ y así fue”, resaltó. Lo ha dicho muchas veces y debe ser verdad: “El teatro es mi vida”.
"El teatro es muy poderoso y cuando nos tiene agarrados no nos suelta. A mí me dijo ‘tú no te vas a librar de mí’ y así fue"
No obstante, pese a que en ella ha habido estas Medeas, Yermas, Doñas Rositas o Bernardas -tiene una singular relación con Lorca- comentó que “no creo que deje un legado, solo mi trabajo”, lo cual es bastante descriptivo de un arte que suele ser efímero. Toda función es irrepetible. Por eso, para ella el teatro es ese artilugio que “me ha servido para navegar, flotar y respirar”, si bien ni siquiera los éxitos pudieron con sus “inseguridades”. “Tranquilidad la verdad es que no da, más bien al contrario. Te espabila, te dice ‘¡venga, ya!’. ¡Ay, cuánto dinero darías cuando estás enferma sobre el escenario y no quieres salir! Encima yo, con todas las inseguridades que he tenido a lo largo de mi vida… El teatro para eso es implacable”.
De su trayectoria se entrevé que si ha sido miedosa, también ha tenido atrevimiento. Primero para jugarse su propio dinero con la compañía Núria Espert que montó en 1959 junto a su marido Armando Moreno y que le deparó éxitos, pero también unos cuantos dolores de cabeza.
Segundo, como codirectora del Centro Dramático Nacional entre 1979 y 1981 junto a José Luis Gómez y Ramón Tamayo. «He decidido dejar el Centro Dramático, eso es todo», manifestó en aquel momento, aunque las formas de gestión del centro nacional, que venían de la época anterior a la democracia hicieron que los tres directores arrojaran la toalla, según se señaló también entonces.
Tercero, para dirigir óperas, como hizo en los ochenta. De su mano salieron Madama Buterfly, Elektra, Rigoletto, La Traviata, Carmen o Turandot en plazas como el Liceu de Barcelona, Covent Garden, Lyric Hammersmith de Londres, Royal Theatre de Glasgow, Los Angeles Opera, La Monnaine de Bruselas o Maestranza de Sevilla, entre otros, compartiendo responsabilidad con directores musicales como Plácido Domingo o Zubin Metha. El último trabajo como directora de escena fue Tosca para el Teatro Real de Madrid y el Tokyo Opera House.
“En esos momentos me acerqué por primera vez a cosas que estaban llenas de peligros y recuerdo que salieron bien. Me habían propuesto dirigir alguna vez, pero yo no me atrevía. Armando había estado trabajando conmigo para que aceptara y me dio la fuerza para hacerlo, confiaba en mí. Me lancé y tuve colaboradores extraordinarios. Las óperas que hice circularon por todo el mundo”, recalcó este lunes. A sus órdenes estuvieron actrices como Glenda Jackson, Joan Plowright (La casa de Bernarda Alba) en Londres, Irene Papas (Medea) en Barcelona o Tamasaburo Bando (Contradanza) en Tokyo.
Y a sus casi 90 años sigue sobre los escenarios. Su última obra es La isla del aire, dirigida por Mario Gas -con quien ha compartido muchísimas funciones a lo largo de su vida- y basada en la novela de Alejandro Palomas. "La cosa sigue. Yo pensaba que había hecho de todo, pero entonces me llegó el texto de La isla del aire, con Mario Gas. Una obra que me da la oportunidad de ser divertida, de ser malvada y de reírme de mi sombra. Y todo esto coincide con el Premio Max y me hace una ilusión extraordinaria", zanjó.
Pese a los numerosos premios, el Princesa de Asturias, los infinitos aplausos, Núria Espert, (Hospitalet de Llobregat, 1945), la última gran dama del teatro español, nunca había ganado un Max. La papeleta se ha resuelto ahora con el Max de Honor, que la actriz, de casi 90 años de edad, recibirá el próximo 1 de julio en la gala que se celebrará en Tenerife. Lo ha encajado con deportividad y también alegría: “Parecía extraño no tenerlo…, pero lo que distingue a este galardón es que ha sido otorgado por mis compañeros y quiero decirles que me hacía falta, que lo quiero, que lo amo, que me pone contentísima y que deseo que lo compartan conmigo todos los actores y actrices”, señaló ayer en un encuentro con periodistas.