Los hijos de García Márquez: "No estaba en sus cabales cuando se negó a publicar esta novela"

Suena a cliché aunque es cierto: un 17 de abril de 2014 Macondo se quedó vacío y sus habitantes un poco huérfanos. Pero como sucede con muchos escritores, por fortuna no fue para siempre, (que se lo digan si no a Stefan Zweig, Irène Némirovsky y tantos otros que mucho tiempo después de muertos siguen publicando nuevos títulos que sorprenden a sus lectores). Los seguidores de Gabriel García Márquez solo han tenido que esperar diez años para poder asomarse de nuevo a sus páginas. Con motivo del nacimiento del colombiano (un 6 de marzo de 1927, en esa Aracataca de su infancia que le ayudaría a concebir tantas historias mágicas), se publica la novela póstuma En agosto nos vemos. Una suerte de título profético, pues nos veremos con él incluso antes, hoy en librerías.

La noticia de la publicación venía cargada de cierta polémica, puesto que el escritor no consideró en vida que la historia fuera suficientemente buena como para ver la luz. Sus hijos (Gonzalo y Rodrigo García Barcha), sin embargo, han opinado diferente, como han señalado en rueda de prensa junto a la directora literaria de Alfaguara, Pilar Reyes. "A mí me deja más tranquilo pensar que es una obra que tarde o temprano iba a salir, por eso creemos que es necesario sacar el libro a la luz", ha señalado Gonzalo. "Cuando mi padre dijo que no estaba para publicarse, en realidad pensamos que no estaba en sus cabales para decidirlo". "Él nos dijo que cuando muriese hiciéramos lo que quisiéramos con sus libros, así que pensar eso nos ayuda a dormir mejor", ha bromeado Rodrigo. "Finalmente serán los lectores los que decidirán sobre el libro, pero nosotros lo sacamos a la luz porque pensamos que merece la pena".

La novela en concreto se encontraba entre los papeles depositados en el Harry Ransom Centre, donde existían hasta cinco versiones de la misma, algo no muy descabellado pues como ellos mismos han confesado, de Memoria de mis putas tristes había más de 10. La premisa tiene tintes del Márquez más remoto y quizá caribeño, al estilo Del amor y otros demonios: cada mes de agosto, Ana Magdalena Bach toma el transbordador hacia la isla donde está enterrada su madre para visitar la tumba en la que yace, viajes que le ayudan a convertirse en una persona distinta durante una noche al año. En todos los países de lengua española lo edita el sello Random House, salvo en México (donde lo hace Planeta).

"En agosto nos vemos es una prueba de que un escritor no puede dejar de describir" ha confesado Reyes durante la rueda de prensa. "El interés que sigue suscitando demuestra que es uno de los grandes novelistas de la historia y una figura de primer orden. Aunque el autor hizo varias versiones de la novela, si ahora tenemos el privilegio de leerla es gracias a los herederos, que han decidido publicarla".

La novela comenzó a fraguarse en 1999, pero Márquez la concibió como cinco relatos cortos e independientes con una protagonista común

Lo cierto es que esta es una historia que llevaba fraguándose desde 1999, cuando los lectores de Márquez recibieron la noticia de que estaba trabajando en un nuevo libro -lo confesó en Madrid, en una mesa compartida con Saramago- que, en aquel momento, se concibió como cinco relatos autónomos que solo compartían a Ana Magdalena Bach como protagonista. Es decir, aunque Memoria de mis putas tristes fue la última historia que el colombiano publicó en vida, durante más de diez años estuvo trabajando en este misterioso personaje, del que dio escasas pistas hasta su muerte.

"La pérdida de la memoria fue lo que le llevó a escribir historias más cortas, contra viento y marea y contra sus propias limitaciones", ha asegurado Reyes. "En este libro nos encontramos con un texto consistente con su mundo narrativo y con la exploración que hizo sobre el universo femenino, especialmente en los últimos años". Ha querido señalar de igual manera que el amor y el deseo son los temas principales de la novela: "Como lo es en toda la obra de Márquez", ha apuntalado. "La novela está completa, el texto es integral, aunque para su autor no fuera definitiva".

"Cristóbal Pera ha hecho trabajo de arqueología entre todos los manuscritos que existían, pero no se ha añadido nada"

Los hijos del autor han recalcado que que no se ha agregado nada que no estuviera en los múltiples originales que dejó el colombiano en la novela: “No está tan pulido como sus otros libros pero tiene sus grandes características, y además nos gustaba que fuera una historia tan feminista, hacía un buen trío con sus últimas historias cortas. En algún momento se señaló que carecía de un final, pero Cristóbal Pera nos confirmó que conversando con Gabo este le dijo que lo tenía y lo leyeron juntos. No se ha hecho un trabajo de edición hasta el punto de tener que agregar frases, la novela estaba si acaso un poco dispersa pero completa. Lo que ha hecho Pera es un trabajo de arqueología entre todos los manuscritos que existían hasta llegar a un original final”.

Los hijos del autor también han querido establecer una imagen de su padre tal y como le recordaban: "Los sueños, las premoniciones, las supersticiones fueron muy importantes para él", ha señalado Gonzalo. "Era una persona muy práctica pero también provenía de una cultura donde el instinto era un factor importantísimo. Uno de los síntomas de su enfermedad en la vejez fue que llegó un momento en que no recordaba sus sueños y esa fue una de las señales de que iba a tener muchas limitaciones para seguir escribiendo, porque eran vitales para él".

"Fue un padre muy presente, aunque siempre llevó una vida muy cosmopolita", han asegurado los hijos del autor, confesando que también en su juventud acabaron un poco hartos de Cien años de soledad. "Siempre es una pregunta ineludible, ¿qué se siente al ser hijo de Gabriel García Márquez? La respuesta cambia con los años, pero siempre decimos lo mismo: es mucho más fácil ser hijo de una persona exitosa que de un mal padre. Toda la familia echa de menos a Gabriel y a Mercedes, son personas que siguen muy presentes en nosotros, aunque estemos acostumbrados a vivir sin ellos".