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El libro infantil póstumo del Hematocrítico alerta del abuso de pantallas en los niños
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El libro infantil póstumo del Hematocrítico alerta del abuso de pantallas en los niños

Miguel López falleció el pasado lunes, pero dejó publicado 'Leo no sabe jugar', sobre la distopía de un mundo en el que los más pequeños no sepan ni siquiera qué es divertirse en el parque

Foto: 'Leo no sabe jugar', de El Hematocrítico y Lyona
'Leo no sabe jugar', de El Hematocrítico y Lyona

A Miguel López, El Hematocrítico (A Coruña, 1976- Navia, 2023), era fácil encontrárselo en la Feria del Libro de Madrid. En los últimos años, este profesor de Educación Infantil, Inglés y Primaria se había convertido en uno de los escritores de libros infantiles más respetados y queridos por sus lectores. Fue un autor muy prolífico: más de 20 libros en los últimos diez años que le habían aupado a las listas de ventas (hasta 100.000 ejemplares vendidos, según los datos ofrecidos estos días). El Hematocrítico tenía agudeza e ingenio más que suficiente para llegar a los niños y, de paso, pegar un buen pescozón a los adultos por la basura de mundo que muchas veces les creamos.

Ha querido la gran mala suerte que su último libro, Leo no sabe jugar (Zenith), se haya publicado este miércoles, solo dos días después de su fallecimiento por un infarto de miocardio a los 47 años. En él alerta de un tema que está bastante de actualidad, también en los colegios: la proliferación y abuso de las pantallas entre los niños.

La historia está ambientada en el futuro (quizá no demasiado lejano) y comienza con Leo, una niña que en el colegio se encuentra pegada a un portátil, incluido el recreo. Las pantallas no desaparecen tampoco más tarde, ya que en el parque se sienta junto a sus amigos en la hierba, se ponen una gafas virtuales y a disfrutar (o a hacer que disfrutan).

Fue un autor muy prolífico: más de 20 libros en los últimos diez años que le habían aupado a las listas de ventas (hasta 100.000 ejemplares vendidos)

Hasta que un día la máquina de las gafas se rompe porque un gato se ha hecho pis en ella. Los niños, pasmados, se quedan sin saber qué hacer. Se aburren. Y en ese aburrimiento, en ese darle vueltas, poco a poco se inventan juegos como el escondite inglés (ya que no sabían ni siquiera qué era eso). En esas, el tiempo pasa volando y cuando la máquina está por fin arreglada no quieren volver a usar las gafas virtuales.

El mensaje es obvio: el abuso de las pantallas en los niños no está bien.

Escuchar a los niños

Los libros de El Hematocrítico solían ser de este cariz. Ocurrió con el primero de ellos, Feliz Feroz (2014), en el que Lobito, el hijo del Lobo Feroz, quería ser de todo menos Feroz. Una flecha directa a todo el asunto de las identidades. Lo publicó cuando había alcanzado un gran reconocimiento en aquel primer Twitter que parecía que iba a ser el ágora democrática griega y, además, aderezada con bastante humor. Es decir, mucho antes de la polarización extrema, los mensajes falsos, los odios y los insultos. Porque si tenía predicamento entre los niños este no era menor entre los adultos.

placeholder Miguel López. (Ediciones Paidós)
Miguel López. (Ediciones Paidós)

En su otra serie, la de Max Burbuja (2021), criticaba el abuso de las clases extraescolares, ya que según él, había que dejar que los niños se aburrieran, no tuvieran que ir de aquí para allá para que aprendieran a gestionar su tiempo. El aburrimiento puede ser muy creativo. Como señaló en una entrevista con El País: “No les enseñamos a aburrirse. Antes te llevaban a casa de tu tía y cuando preguntabas ‘¿Qué hago?’, te decían: ‘No tocar los cojones’. Y te buscabas la vida”. En estos libros también adentró a los más pequeños en el mundo de las pandemias virales.

Para adultos, en 2022 publicó Escúchalos. Por una crianza con empatía, en el que abogaba por lo que dice el título. Es decir, más o menos lo mismo que el anterior, pero para los padres: más acompañamiento, más ternura, menos extraescolares, menos pantallas, menos juegos sexistas. También hablaba del lenguaje violento o de la muerte. Y con un apunte: no se trata de crear niños competitivos, sino personas “tranquilas, seguras y felices”.

El Hematocrítico publicaba en gallego y en castellano. Muchos de sus libros están en la editorial gallega Xerais -hasta 17 títulos-. En Galicia era una persona muy querida. Él mismo se definía como “demasiado gallego”. Por eso ayer también hubo un homenaje civil en el Tanatorio Albia de A Coruña. El último adiós a un escritor que hizo felices a niños y adultos.

A Miguel López, El Hematocrítico (A Coruña, 1976- Navia, 2023), era fácil encontrárselo en la Feria del Libro de Madrid. En los últimos años, este profesor de Educación Infantil, Inglés y Primaria se había convertido en uno de los escritores de libros infantiles más respetados y queridos por sus lectores. Fue un autor muy prolífico: más de 20 libros en los últimos diez años que le habían aupado a las listas de ventas (hasta 100.000 ejemplares vendidos, según los datos ofrecidos estos días). El Hematocrítico tenía agudeza e ingenio más que suficiente para llegar a los niños y, de paso, pegar un buen pescozón a los adultos por la basura de mundo que muchas veces les creamos.

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