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La sociedad del 'pequeño extra': el libro que cambia la mirada sobre la política
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Esteban Hernández

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La sociedad del 'pequeño extra': el libro que cambia la mirada sobre la política

¿Qué ocurre cuando ese dinero que sobra a fin de mes y permite salir a un restaurante o a tomar unas copas con los amigos comienza a faltar? Es una de las preguntas que Fourquet formula en su nueva obra

Foto: Un centro comercial. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
Un centro comercial. (EFE/Juan Ignacio Roncoroni)
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Con La France d’après, su nuevo libro, Jérôme Fourquet finaliza una trilogía indispensable para conocer la Francia contemporánea. Fourquet dirige el departamento de Opinión pública y estrategia corporativa de IFOP, por lo que su tarea cotidiana le permite obtener numerosos y detallados datos de su país, pero el conocimiento que extrae de ellos va mucho más allá de lo que un puñado de preguntas y respuestas predeterminadas ofrecen. La atención que presta a las variables históricas, a la geografía, a las recomposiciones sociales y a las nuevas costumbres le otorgan una comprensión de Francia mucho más realista e interesante, y que ofrece más pistas para el futuro político que la habitual atención en la edad, el sexo y el posicionamiento ideológico como instrumento de lectura social. Contiene otra forma de leer la política y la sociedad.

La France d’après, junto con sus precedentes, L’archipel français y La France sous nous yeux, coescrito con Jean-Laurent Cassely, ofrecen una radiografía tremendamente interesante de un tiempo y un país. Como afirmaba Cassely, los cambios en la sociedad francesa desde los años 40 a los 80 fueron tremendamente significativos y resultaban muy evidentes para los integrantes de esas sociedades. Los vividos desde entonces hasta ahora, otros 40 años, son igualmente relevantes, pero han sido mucho menos constatados. En España, por cierto, ha ocurrido igual.

El pan y el café como elemento de clase

Fourquet señala grandes tendencias presentes en la política y en la economía de su país, pero también sabe prestar atención a aquellos territorios que no encajan en el mapa dominante. Hay zonas cuyo voto muestra derivas respecto de lo esperado, que cuentan con particularidades y que se definen por características específicas. Su repaso por la dorsal del Oeste Interior, por las diferencias entre Burdeos y Toulouse o sobre el porqué del voto en los Pirineos orientales es muy revelador.

Las batallas culturales tienen lugar muy a menudo en el consumo

Como lo son algunos detalles aparentemente menores: con la inauguración de un Lidl en la pequeña ciudad de Aouste-sur-Sye, subraya la tensión política existente entre las poblaciones con menos recursos de la zona, que deseaban la apertura de la tienda, y los neorrurales ecologistas que practican el comercio de proximidad. Es uno más de los muchos aspectos que muestran cómo las batallas culturales tienen lugar muy a menudo en el consumo: desde el tipo de pan que se compra o la clase de café o de vino que se toma.

Los principales empleadores

En esa transformación, hay algunos elementos estructurales. Hasta la década de los 80, el modelo francés estaba organizado en torno a la producción y a los sectores industrial y agrícola. A partir de entonces, viró hacia la economía basada en consumo, servicios y turismo: los principales empleadores en pequeñas y medianas ciudades son hoy el hospital y los hipermercados en lugar de las fábricas. La relación con el trabajo ha cambiado sustancialmente, en lo relativo a la decepción, a no encontrarle sentido o al cansancio respecto del corto plazo permanente.

Si el poder adquisitivo decae, se percibe como un ataque a un derecho fundamental

Uno de los muchos aspectos que recoge es cómo el consumo aparece como el elemento que otorga el estatus social, porque la definición de uno mismo está vinculada a las marcas que se pueden adquirir y los lugares que se pueden frecuentar. En ese contexto, afirma Fourquet, si el poder adquisitivo se ve obstaculizado, ya sea por una presión fiscal excesiva o en nombre del imperativo ecológico, se percibe como un ataque a un derecho fundamental.

Este elemento es mucho más significativo de lo que parece, porque puede enfocarse como parte de un cambio sociológico individualista; como una forma de percibir a los demás y de autopercibirse desde una posición groseramente materialista: el valor personal quedaría determinado por aquello que la apariencia y sus señales muestran.

Lo que nos queda

Pero los fenómenos no son unidireccionales, y el caso del pequeño extra es prueba de ello. Fourquet denomina “pequeño extra” a esa cantidad sobrante que permite salir a cenar a un restaurante con la pareja, o ir con la familia al cine o a un parque de atracciones. Cuando las economías privadas se contraen y hay que eliminar esa clase de gastos, la gente suele vivirlo "como una renuncia y como un ataque insoportable a la soberanía como consumidor, algo que convierte en un ciudadano de segunda".

Son gastos relacionados con la autoestima y con la sensación de tener cierto control vital, algo cada vez más ausente de nuestras sociedades

Hay una Francia que no llega a fin de mes, y cuya relación con el consumo no es aspiracional, sino de supervivencia. Hay otra que llega ajustada al día 30, pero a la que le queda un remanente que gasta en pequeños placeres. Cuando hay que hacer ajustes y se ha de prescindir de esos extras, el humor cambia sustancialmente. Son gastos relacionados con la autoestima, con la sensación de poseer algún margen y de tener cierto control, algo cada vez más ausente de nuestras sociedades. Conforman esa parte de la vida que va más allá de conseguir los recursos precisos para la subsistencia, que se sale de las obligaciones laborales y que ofrece ciertas compensaciones a la existencia. Cuando se carece de ello, la vida es diferente, porque no hay más que esfuerzo, sacrificio (o abatimiento, en el caso de los parados) y ninguna recompensa.

El motor del malestar social

El pequeño extra es importante, mucho más allá de que haya quienes cometan excesos, quienes gasten con el propósito de aparentar o resuelvan su identidad en términos puramente aspiracionales. La gran mayoría de la gente que no cuenta con grandes recursos encuentra en ese pequeño extra una de las pocas compensaciones que le ofrece una vida sacrificada, de poco tiempo libre y muchos inconvenientes diarios. Carecer de ese margen señala hasta qué punto las promesas de la sociedad del consumo se están rompiendo, lo que constituye el motor del malestar social. Cuando decayó la seguridad del viejo Estado del Bienestar, emergió el mundo brillante del crecimiento aspiracional, basado en un nuevo tipo de economía. Señales de esta clase subrayan cómo esas bases económicas no funcionan para una mayoría de la gente.

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Es llamativo que las clases medias y una parte no menor de las medias altas vivan ya en la sociedad del pequeño extra. Incluso con salarios por encima de la media, muchas de ellas consumen sus recursos, notables en comparación, en mantener gastos corrientes: vivienda, ropa, colegios, alimentación, etc., y pueden ahorrar poco. Si no poseen rentas familiares, sus salarios les permiten un nivel de vida satisfactorio, pero no les conceden seguridad ni les permiten grandes inversiones que aseguren su futuro. Por eso se vuelcan aún más en el consumo ocasional: es un mecanismo compensatorio del que depende su autopercepción.

De modo que, junto a esa parte de la sociedad que no puede afrontar un gasto imprevisto de 400 euros y llegar a fin de mes, también está la que ya no puede disponer de un extra. Son señales perturbadoras que indican una incesante erosión en nuestro nivel de vida. Desde luego, la inflación actual complica mucho las cosas, pero no es la causa primera. El cambio tiene un fondo mayor y tiene implicaciones culturales y sociales profundas.

Con La France d’après, su nuevo libro, Jérôme Fourquet finaliza una trilogía indispensable para conocer la Francia contemporánea. Fourquet dirige el departamento de Opinión pública y estrategia corporativa de IFOP, por lo que su tarea cotidiana le permite obtener numerosos y detallados datos de su país, pero el conocimiento que extrae de ellos va mucho más allá de lo que un puñado de preguntas y respuestas predeterminadas ofrecen. La atención que presta a las variables históricas, a la geografía, a las recomposiciones sociales y a las nuevas costumbres le otorgan una comprensión de Francia mucho más realista e interesante, y que ofrece más pistas para el futuro político que la habitual atención en la edad, el sexo y el posicionamiento ideológico como instrumento de lectura social. Contiene otra forma de leer la política y la sociedad.

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