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Han borrado de internet la música de todos estos grupos porque tienen pocas reproducciones
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"¿Dónde queda la vendida democratización?"

Han borrado de internet la música de todos estos grupos porque tienen pocas reproducciones

La decisión de una distribuidora digital española que ha dejado a muchos artistas tirados con sus canciones fuera de plataformas como Spotify es el primer aviso de los cambios que se vienen en la industria

Foto: Integrantes del grupo Vuelve Zinc. (Cedida)
Integrantes del grupo Vuelve Zinc. (Cedida)

Guille Jové sigue sin entender bien el mail que recibió este lunes. Cerca de grabar su nuevo disco, este cantautor castellano se dio de bruces con que de la noche a la mañana su música dejaría de estar online en las principales plataformas de streaming. Lo supo porque su distribuidora, la empresa que se encargaba de compartir toda su música por internet (salvo excepciones como Bandcamp), había decidido de manera unilateral romper su contrato con él y dejarle sin servicio. ¿Los motivos? Según el propio mensaje, su música no era rentable para la empresa. La suya ni la de decenas de compositores más que se han quedado con la misma cara después de leer el mismo correo electrónico en su bandeja.

La distribuidora es Altafonte, una de las más importantes de nuestro país y también con una importante huella en Latinoamérica, hizo saltar las alarmas de la industria musical esta semana. Sin advertencias ni avisos anteriores, la compañía decidió romper sus contratos con decenas de artistas como Jové y lo hizo a través de un mail genérico, sumando a estos músicos a una larga lista que ya había empezado unos cuantos meses antes. Un goteo de cancelaciones de contratos que los artistas no entienden y que la empresa justifica por la subida de los costes y la inflación, pero que también tiene una lectura más profunda. La industria musical, tras años de guerra por el streaming, está avanzando sin freno hacia el siguiente giro. Y muchos de estos pequeños artistas se pueden quedar por el camino.

Foto: Spotify. (EFE)

"En mi caso, el contrato con Altafonte es un premio conseguido tras ganar un concurso de bandas. Migré mi contenido con ellos hace un año, rompiendo el resto de contratos con otras distribuidoras. Y ahora me encuentro con esto sin tener ningún aviso previo", explica Jové. Él, como tantos otros, no se imaginaba una situación así y, asegura, en ningún momento de la relación con la empresa se habló de número de reproducciones ni de rentabilidad. Hasta ahora. "No recuerdo todos los detalles del contrato, pero estoy casi seguro de que no venía nada de tener que cumplir con un número exacto de reproducciones ni nada parecido. Sin embargo, en él dicen que lo recaudado por mi música era poco y dan excusas cutres de que los costes y la inflación les han hecho ajustar sus criterios", añade. Desde El Confidencial nos hemos puesto en contacto con la empresa, pero no hemos recibido respuesta al cierre de este artículo.

Este cambio en la situación ha pillado a muchos por sorpresa, pero encaja a la perfección con los vientos que soplan en la industria desde hace meses. En medio de las subidas de tipos y los recortes de inversión, gigantes como Spotify o Universal han comenzado a hablar de que el modelo del streaming actual, tal y como está planteado, no es rentable y hay que actuar. La idea de que todo artista pueda subir su música gratis y cobrar por cada reproducción no se sostiene, ha llenado los servidores de ruido y hay que empezar a poner límites. Apoyados, además, en la mala praxis, como la música realizada por IA, venden este nuevo cambio como una limpieza de las plataformas que ayudará a que el dinero que va a los artistas se distribuya mejor y se acabe con el pirateo. El problema es que nadie tiene claro cómo hacerlo.

Tras los anuncios de Spotify que iban en esa línea, la última en mover ficha, hace solo unos días, fue Dreezer. Aliada con Universal, anunció que experimentarían con una limitación del cobro a los artistas que no superen las 1.000 reproducciones mensuales. La idea, que se probará en Francia, es clara, limitar el dinero que se pierde entre pequeñas cuentas, IA o simplemente ruidos para que la pool de dinero se concentre en artistas reconocidos. Esperan que con la medida los ingresos de los artistas profesionales mejoren en un 10% y la empresa lo vendió como una forma de poner en valor las canciones, porque es injusto que cobre lo mismo por una reproducción Harry Styles que el sonido de una lavadora. Claro que, ¿qué pasa con los artistas serios que no lleguen a esas cifras?

Esa es la pregunta que se hace Chisco Sanchís, cantante del grupo Vuelve Zinc. A ellos, Altafonte los dejó un poco antes y, asegura, con mejores modales, pero sufrieron el mismo desasosiego. "La idea que te queda es que no sirves, que tu música no tiene calidad y no vale. Es algo duro", comenta. Dice entender el cambio para intentar acabar con las malas prácticas y apoyar a los artistas, pero no sabe cómo deja esto a grupos como el suyo. "¿Dónde queda la vendida democratización de la música? Se volverá a un modelo en el que los grandes nombres tengan hueco y el resto pues tengamos que movernos por lugares minoritarios", reflexiona.

Una industria en busca de un modelo

De momento, el aviso de Altafonte no parece haber cundido entre otras distribuidoras y gente como el grupo de Sanchís ha encontrado empresas y compañeros que les han ayudado a volver al mercado. "Ahora estamos con otra distribuidora que se llama Gran Sol y nos trata bastante bien. También hubo sellos que cuando contamos lo que nos había pasado no dudaron en ofrecernos ayuda", añade.

Entre las distribuidoras que siguen con su misma estrategia está MusicAdders, donde siguen apostando por buscar nuevos talentos que quieran triunfar en este mundo. "Nosotros seguimos con ese modelo. Al final sabes que muchos artistas te darán poco dinero, como es lógico porque están empezando o no despuntan, pero la inversión merece la pena por los que sí que lo acaban haciendo. Así, compensas los éxitos con los que no llegan, es el modelo", comenta Javier de Esteban, su CEO y cofundador.

De Esteban, además, repite algo que suena entre los artistas a los que les llama la atención cómo algo relativo a la cultura se ha convertido solo en números. Es cierto que a eso han ayudado empresas como la suya, que al final se parecen más a una tecnológica que a una compañía de música, pero siempre tratan de mantener esas diferencias. "Obviamente, tú das un servicio y hay mucha gente que no gana ni 50 céntimos al mes por la música, pero hay que saber dónde estás y los costes que tienes. Nosotros damos el servicio y, por ejemplo, tenemos un mínimo de pago de 50 euros para no volvernos locos con las transacciones a artistas; pero si un grupo te dice que necesita el dinero se lo das, aunque sea menos, porque es suyo y sabes dónde estás", detalla el empresario.

placeholder Daniel Ek, CEO de Spotify. (Reuters)
Daniel Ek, CEO de Spotify. (Reuters)

Sin embargo, los datos son los que son. Y el modelo actual no es rentable. Spotify, su máximo exponente, movió en el segundo trimestre de este año, según los últimos resultados dados en julio, 3.200 millones de euros, un 11% más que en el mismo periodo del año anterior, pero tras los costes da pérdidas. El trimestre acabó 112 millones de euros de pérdida operativa. De ahí que en un instante en el que la inversión se ha frenado muchísimo estén intentando cambiar su dinámica. ¿Eso pasa por vaciar servidores? Es una forma de reducir costes y rascar, aunque sea poco, como ocurre con las subidas de precios.

Hasta ahora, el streaming se había vendido como el modelo más democrático para los artistas, y en buena parte lo ha sido, pero muchas voces llevan tiempo solicitando cambios. El reparto de una sola pool entre todos los artistas beneficiaba a unos más que a otros y se ha visto que venía muy bien para los fraudes o inventos como la IA generativa, pero la alternativa no está clara. Algunas asociaciones de artistas piden que lo que cada usuario paga por la plataforma se divida solo entre los artistas que escucha, pero eso también puede dejar a muchos pequeños nombres sin nada. "Al menos nos queda Bandcamp", termina Sanchís.

Guille Jové sigue sin entender bien el mail que recibió este lunes. Cerca de grabar su nuevo disco, este cantautor castellano se dio de bruces con que de la noche a la mañana su música dejaría de estar online en las principales plataformas de streaming. Lo supo porque su distribuidora, la empresa que se encargaba de compartir toda su música por internet (salvo excepciones como Bandcamp), había decidido de manera unilateral romper su contrato con él y dejarle sin servicio. ¿Los motivos? Según el propio mensaje, su música no era rentable para la empresa. La suya ni la de decenas de compositores más que se han quedado con la misma cara después de leer el mismo correo electrónico en su bandeja.

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