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Los hombres que solo se relacionan con otros hombres
  1. Cultura
Héctor G. Barnés

Por

'TRINCHERA CULTURAL'

Los hombres que solo se relacionan con otros hombres

Aún existen los hombres que nunca se relacionan con una mujer, para los que es imposible la amistad entre géneros. Hombres a los que les da miedo hablar de sus sentimientos

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Se los atisba fácilmente, en alguna terraza con trescientos botellines sobre la mesa, de tardeo, con las camisetas de fútbol puestas, las gafas de sol sobre la frente, el móvil rulando de mano en mano para enseñar el meme de turno ("tienes que ver lo que me ha llegado", aunque ya se lo hayan mandado veinte veces) y un léxico sacado de una película de Santiago Segura. Parecen una despedida de soltero pero no lo son, porque su vida es una constante despedida de soltero. Simplemente, es un sábado más en el grupo de hombres que solo se relacionan con otros hombres.

Lo que uno echará de menos rápidamente es cualquier presencia femenina. Es posible que en el grupo de amigotes haya alguna chica o dos. Pero incluso en ese caso, uno puede hacer la prueba de preguntarle a uno de esos hombres sobre la vida personal de su aparente amiga (¿qué anhela, qué le preocupa, de qué trabaja, cómo se llama?) y no sabrá responder. Porque el objetivo del grupo de amigotes no es abrirse con nadie, sino precisamente todo lo contrario: el grupo de hombres que solo se relaciona con hombres lo que persigue es sortear, de todas las formas posibles, cualquier conato de intimidad.

Para estos hombres, es inconcebible tener intimidad que no pase por lo sexual

Ocurre cada vez menos, pero aún existen los hombres que nunca se relacionan con una mujer salvo por obligación. Es decir, que intentan sortear toda relación social con cualquier mujer que no sea compañera de trabajo, madre o hija. Suelen ser, de hecho, los mismos que alegan que son muy feministas porque tienen una compañera de trabajo, una madre o una hija. La figura que suele quedar al margen de esta ecuación es la amiga, porque no las tienen. Y con amigas me refiero a esa persona con la que podrían quedar a solas para contarse la vida, no un bulto en el grupo de amigos. Porque para los hombres que solo se relacionan con otros hombres, es inconcebible tener cierto grado de intimidad con una mujer que no pase por lo sexual.

Ah, la vieja discusión de si es posible la amistad entre hombres y mujeres, y que solo se lo plantean ellos. Para muchos hombres que solo se relacionan con otros hombres, la mujer no-familiar solo existe como potencial para ser algo más, y si no lo es, no merece la pena. En esa visión de las cosas, la amistad (incluso la mejor de las amistades) es un fracaso, algo muy inferior al triste polvo. La amistad es la historia de un fracaso. Ellos se lo pierden.

placeholder ¿Pareja o amigos? (Reuters/Manuel Silvestri)
¿Pareja o amigos? (Reuters/Manuel Silvestri)

Incluso en el caso de que creyesen en la amistad entre hombres y mujeres, les resultaría problemática. No hay nada más que asistir a una conversación entre dos hombres para entender por qué. Una amiga pensaba que le estaba vacilando cuando me preguntaba qué había estado hablando durante horas con uno de mis mejores amigos y le respondía que una mezcla de chistes privados, viejas anécdotas y referencias al fútbol de los años noventa. No, es que de esas otras cosas no hablamos.

Los hombres haremos cualquier cosa para esquivar cualquier conversación incómoda o en la que nos veamos obligados a exponer nuestros sentimientos, salvo que ya no quede otra y se produzca ese momento de catarsis que ocurre cada cinco años. Hemos desarrollado un gran talento para hablar horas y horas sin tocar de refilón ningún tema mínimamente serio o, mejor dicho, que pueda exhibir nuestra vulnerabilidad. Lo personal, sentimental o íntimo es tabú: creo que he tenido más conversaciones sobre sexo con mis amigas que con mis amigos, a los que les causa mucha inquietud este asunto, así que preferirnos preguntarnos quién era el delantero titular del Betis en la temporada 1996-1997. (Era Alfonso)

Si necesito hablar de algo importante, suelo hacerlo con una amiga, no con un amigo

Sé que soy una rara avis porque desde pequeño he tenido más y mejores amigas que amigos. Entre otras razones, por un lado, porque nunca supe muy bien interactuar en esos grupos masculinos que suelen funcionar a base de indirectas, alardes y de hacer sangre del más débil, y por otro, porque si quería hablar con alguien de asuntos importantes, tenía que hacerlo con una chica. Hoy puedo contar con los dedos de una mano (amputada) los amigos varones a los que puedo contarles los asuntos importantes de mi vida, y con los dedos de dos manos (generosas) las mujeres a las que puedo contarle cualquier cosa.

Quizá porque con ellas el lenguaje íntimo resulta mucho más natural. Tal vez se trate de un prejuicio, pero sospecho que los hombres que no tienen amigas tampoco disponen, en la mayoría de casos, de la posibilidad de contrastar sus intimidades con otra persona o, de hacerlo, lo hacen con el miedo a ser juzgados. No sé a quién le contarán sus penas los hombres que solo se relacionan con otros hombres, pero algo me dice que probablemente no será a otro hombre que solo se relaciona con otros hombres.

Mujeres, me gustáis

Así pasa luego, que para muchos hombres, las mujeres siguen siendo un universo desconocido o, en el mejor de los casos, un mundo que no se puede entender en los mismos términos que el de los hombres. Una de las cosas buenas que tiene la amistad es que sitúa al mismo nivel a los dos miembros de la misma, es recíproca y desinteresada y, como tal, permite entender mucho mejor al otro que una relación familiar o de pareja, siempre enturbiada con los vicios de las dinámicas de poder.

placeholder Un grupo de amigos. (EFE/Ballesteros)
Un grupo de amigos. (EFE/Ballesteros)

Al final, esos grupos de hombres que solo se relacionan con otros hombres son los verdaderos espacios seguros, los puntos violeta de la masculinidad, donde los varones no se ven sometidos a esa mirada escrutadora femenina y se sienten libres para soltar la primera sobrada que se les pase por la cabeza. La mujer es la que arruina la diversión, la que les obliga a cortarse (muchas mujeres se sorprenden cuando descubren hasta dónde pueden llegar los hombres si no hay una mujer delante), la que representa el feminismo y el cambio social, la que viene a desestabilizar ese compadreo masculino. La que provoca el "joder, es que ya no se puede decir nada".

Esos grupos de hombres que solo se relacionan con otros hombres son la versión colectiva de la man cave, ese santuario masculino donde el hombre se aísla en teoría ante el mundo, en realidad, ante la intrusiva esposa: reductos de nostalgia y complicidades vacuas. El rubialismo en particular y el machismo en general no dejan de ser otra expresión de esa incapacidad de entender a las mujeres más que en roles femeninos de madre, pareja, hija o cuidadora. ¿Una amiga? ¿Para qué?

Qué varón mayor de 50 no tiene miedo a hablar de sus sentimientos

Aún he vivido cenas en las que los hombres se sentaban por un lado y las mujeres por otro o, mejor dicho, los novios por un lado y las novias por otro, porque la única relación entre unos y otros no era la amistad, sino el amor, o más bien, la convivencia.

Es la expresión más terrible de esa incapacidad de algunos hombres de convivir como iguales a una mujer, lo que provoca que solo encuentren su zona de confort con otros hombres. De aquellos polvos estos lodos: qué varón mayor de 50 años no sigue teniendo miedo de hablar de sus sentimientos, precisamente aquellos mismos que no entienden que se pueda tener una amiga con la que quedar de vez en cuanto para contarse la vida, a las que le molesta tener una mujer como compañera. Los mismos que de repente se sienten deprimidos o mal, pero no tienen palabras para expresarlo. Los que nunca tuvieron una amiga porque eso es de mariquitas. Los que, en el fondo, están aterrados ante la posibilidad de estar con una mujer a solas.

Se los atisba fácilmente, en alguna terraza con trescientos botellines sobre la mesa, de tardeo, con las camisetas de fútbol puestas, las gafas de sol sobre la frente, el móvil rulando de mano en mano para enseñar el meme de turno ("tienes que ver lo que me ha llegado", aunque ya se lo hayan mandado veinte veces) y un léxico sacado de una película de Santiago Segura. Parecen una despedida de soltero pero no lo son, porque su vida es una constante despedida de soltero. Simplemente, es un sábado más en el grupo de hombres que solo se relacionan con otros hombres.

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