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El embajador franquista que salvó al asesor de Allende (y a muchos más) de la muerte
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El embajador franquista que salvó al asesor de Allende (y a muchos más) de la muerte

Enrique Pérez-Hernández acogió en la embajada española en Santiago de Chile a Joan Garcés, asesor político personal del ya ex presidente Allende, y a otros de sus colaboradores

Foto: Enrique Pérez-Hernández, presentando credenciales como embajador español en Chile ante Allende. (Familia Pérez-Hernández)
Enrique Pérez-Hernández, presentando credenciales como embajador español en Chile ante Allende. (Familia Pérez-Hernández)

"Un constante fuego de ametralladoras, carros de combate, bazookas, y armas automáticas de todos los calibres…". Apenas han transcurrido 48 horas del golpe de Estado y aún se escuchan tiros en Santiago de Chile. Ya de noche, una patrulla de las fuerzas armadas, con un capitán y un teniente al frente, rodea la residencia de la cancillería española y se enfrenta al embajador, Enrique Pérez-Hernández, que les recibe tenso y absolutamente firme…

Debe ser la madrugada del 12 al 13 de septiembre de 1973—el embajador no lo deja del todo claro—**, pero se deduce de su carta a España del 21, custodiada en los archivos estatales y a la que ha tenido acceso El Confidencial: "Los días 11, 12, y 13 fueron realmente duros, toque de queda permanente, servicios telefónicos de mala calidad (…) cada noche hay muchas víctimas entre personas que no lo obedecen por inadvertencia o apresuramiento", escribe, mientras se sigue torturando y matando a miles de personas en el Estadio Nacional de la capital. Una represión que duraría varios meses.

placeholder Carta de 21 de septiembe de 1973 del embajador español en Chile al subsecretario de Asuntos Exteriores. (Cedida)
Carta de 21 de septiembe de 1973 del embajador español en Chile al subsecretario de Asuntos Exteriores. (Cedida)

¿A quién van a buscar en la embajada española en plena noche de esa forma urgente que solo puede preceder a una muerte a tiros? Nada menos que a Joan Garcés, español, y asesor político personal del ya ex presidente Salvador Allende, quien se ha volado la cabeza con una ametralladora durante el asalto al Palacio de la Moneda el mediodía del día 11. Es muy importante para el embajador Pérez-Hernández lo primero —que Garcés es español—y es muy importante también lo segundo, porque era amigo del presidente Allende. El diálogo a las puertas de la cancillería española, rodeada, debió de ser escueto:

—Venimos a buscar a Joan Garcés— espetan los militares— ¿Se encuentra aquí?

—Aquí no está Garcés.

Lo explica Pérez-Hernández en la misma misiva. Literalmente: “Me inquirieron en tono severo si tenía asilado a Joan Garcés. Lo negué como Judas, tras lo cual se fueron rezongando", se lee en su carta al subsecretario de Asuntos Exteriores Gabriel Fernández de Valderrama, custodiada en el archivo General de la Administración, Chile, Sig. 12/09510.

Pero claro que estaba Garcés en la embajada, y también su hermano Vicente, además del ex ministro chileno de Agricultura de Unidad Popular Ernesto Torrealba y el periodista Luis Ángel Fernández. Los buscaban para torturarlos y matarlos. El plan fue sacarlos in extremis de Chile en un vuelo de la compañía privada española Spantax a instancias del embajador…

Españoles y chilenos de izquierdas

No serían los únicos. Desde la embajada española también se ayudó al escritor republicano exiliado Fernando Giner de los Ríos, pariente del fundador de la Institución de Libre de Enseñanza, y a Jiménez Rosado. Todos refugiados en la embajada o protegidos por esta. Todos de izquierdas, españoles, también otros chilenos, daba igual, había que defenderlos.

Esto último lo explica a El Confidencial el hijo del embajador Enrique Pérez Hernández, también él llamado Enrique, un 8 de septiembre en Madrid, exactamente 50 años después de que su padre le metiera en un avión con destino a España ante lo que se cocía. "De mis innumerables telegramas y despachos puede colegirse que tal movimiento se hallaba en gestación, pero nadie tenía idea de la fecha concreta…ni aún las propias familias de las cabezas máximas", señalaba el embajador en la carta 12/09510. AGA.

No se sabía la fecha exacta, pero sí que estaba al caer. Pregunto a Enrique sobre la situación de esos días, la relación de la embajada española con Unidad Popular, el partido del gobierno, y de su padre con el propio presidente Allende.

placeholder El hijo del que fuera embajador español en Chile Enrique Pérez-Hernandez, con una imagen del álbum de fotos familiar en la ue se ve a su padre con Pinochet. (Cedida)
El hijo del que fuera embajador español en Chile Enrique Pérez-Hernandez, con una imagen del álbum de fotos familiar en la ue se ve a su padre con Pinochet. (Cedida)

—Al comienzo de la carta tu padre escribe: "Doy cuenta de mis impresiones políticas acerca del Movimiento que derrocó a Allende y ha salvado a Chile del marxismo…". Pero tu padre también salvó a alguien tan significado como Garcés...

—Tenía mucha simpatía por Salvador Allende, siempre le decía que tuviera cuidado con que se pudiera significar con el marxismo, existía una muy buena relación. Ojo que mi padre había luchado en la Guerra Civil en el bando nacional y era representante en el extranjero del régimen de Franco —por quien sin duda sentían una gran afinidad y simpatía los militares golpistas chilenos—, pero también era muy liberal, aunque todo eso daba igual, porque seguía la máxima de defender a su país, a sus conciudanos fueran los que fueran.

—¿Era entonces amigo de Allende?

—Siempre tuvo una comunicación muy buena. Allende podía ser lo que se llamó entonces gauche divine, le gustaba mucho ir a Madrid, se alojaba en el Ritz, camisas de seda de los mejores sastres… Pero tenía una pasión increíble por reformar su país y se fue alineando poco a poco con ideas marxistas. Su ideólogo era precisamente Joan Garcés, catedrático de Economía, un hombre de izquierdas muy radical que buscó enseguida refugio en la embajada. Mi padre, que había combatido con los franquistas y había vivido el aislamiento internacional, siempre le decía a Allende que no se juntara con los marxistas: "No te margines", le aconsejaba. Cuando tiene lugar el golpe, el hombre más buscado fue Altamirano, secretario general del Partido Comunista y después de él, Joan Garcés.

placeholder Vista de la estatua de Salvador Allende ubicada frente al Palacio de La Moneda en Santiago de Chile. (EFE)
Vista de la estatua de Salvador Allende ubicada frente al Palacio de La Moneda en Santiago de Chile. (EFE)

Lo cierto es que la España franquista tenía buenas relaciones con la Unión Popular (UP) de Salvador Allende, en parte por la personalidad del embajador de España en Santiago, Enrique Pérez Hernández, pero también, según Cristina Luz García Gutiérrez, porque existían grandes inversiones en Chile: "No porque hubiese afinidad con el régimen existente o porque los españoles aceptaran el régimen político de la UP. España como nación que ha hecho grandes avances en su desarrollo y con enormes necesidad de mercados para sus productos industriales, no desaprovechó la oportunidad que le abría Chile al iniciarse el gobierno de la Unidad Popular. A medida que se producía un distanciamiento de las relaciones chileno-norteamericanas, era cada vez más palpable el apoyo español", escribe García Gutiérrez en La reacción de España ante el golpe militar en Chile.

Lo corrobora Enrique, que explica: "En los años 70 las empresas españolas se introdujeron en Chile intensamente, como la de transportes ENASA (Pegaso) —su presidente era Claudio Boada—, Telefónica, etc". Había muchos intereses entre España y Chile también que no se rompieron con el golpe.

La lealtad de Pinochet y Leigh

Pero volvamos al 8 de septiembre, el día decisivo, según el experto Mario Amorós, que acaba de publicar Salvador Allende. Biografía política, semblanza humana (Capitan Swing): "El 8 de septiembre, Allende almorzó con el general Prats y le explicó que el lunes convocaría un plebiscito como opción para evitar un enfrentamiento cruento… Según las memorias de Prats, éste le advirtió que su preparación se demoraría más de un mes y que tenía constancia de que se produciría un pronunciamiento militar antes del 18 de septiembre". Le pregunta Allende a Prats:

—¿No cree usted en la lealtad de Pinochet y Leigh, a quienes nombré como comandantes en jefe? [Lo hizo el 23 de agosto, después de informar a los oficiales más importantes del país sobre la oleada de atentados de los últimos días y tras asegurarles que estaban al borde de una guerra civil].

El general Prats le responde afirmativamente, confiando también él en ambos generales, como recoge Amorós. Huelga decir que Prats y Allende se equivocaban rotundamente. A Prats le fusilaron ese mismo día 11. El escritor chileno apunta, en cambio, a la CIA, que habría estado perfectamente informada de la ejecución del golpe en Valparaíso, el día 10 a las ocho y media de la mañana, "aunque ya el mismo día 9 anunciaron que esta acción se había pospuesto probablemente para el 11", demostrando su total infiltración con los militares golpistas.

placeholder Portada de 'Salvador Allende' de Mario Amorós.
Portada de 'Salvador Allende' de Mario Amorós.

¿Pero cómo acabaron Joan Garcés y los demás en la embajada española? Y, sobre todo, ¿como como consiguen salir de Chile evitando a los militares, que les buscan incesantemente?

En la noche del 10 al 11, Augusto Olivares, Orlando Letelier, Carlos Briones, y, atención, el español Joan Garcés, compartieron mesa con la familia Allende en la residencia de Tomás Moro.

Después de la cena, el presidente les anticipó los contenidos de su discurso de ese plebiscito que nunca se realizaría: "A las 21:30, Olivares atendió una llamada telefónica de la secretaría privada de la Presidencia que le comunicó que dos camiones con soldados habían abandonado el regimiento de Los Andes y se dirigían a Santiago… Apenas cuatro horas después, levantaron de la cama a Allende con la noticia de que la Armada —el almirante Merino— se había sublevado en Valparaíso", relata Amorós en Salvador Allende.

placeholder Salvador Allende, con casco y un fusil en la mano, junto a un grupo de fieles durante la resistencia en el Palacio de la Moneda.
Salvador Allende, con casco y un fusil en la mano, junto a un grupo de fieles durante la resistencia en el Palacio de la Moneda.

Poco después comenzaría el asalto al Palacio de La Moneda. Según relató el propio Joan Garcés en Allende y la experiencia chilena. Las armas de la política, a las 9 consultó a Allende sobre el estado real de la situación:

—¿No puede desautorizar a los generales que le piden que entregue el mando? ¿No hay nadie capaz de reemplazarlos al frente de alguna guarnición leal, en Santiago o en las provincias? ¿No cuenta con un solo regimiento leal?

—Ni un solo regimiento, Juan Enrique (Garcés).

En realidad, a esas alturas el presidente Allende sabía que no había solución y desoyendo los ofrecimientos de los golpistas para salir del país ileso —Amorós cita en su libro que Pinochet pretendía derribar el avión—, decide quedarse hasta el final: "Seguramente Radio Magallanes será acallada y el metal de mi voz no llegará a ustedes".

En un momento dado, Allende se dirigió a mí y me ordenó partir

El destino final del gobierno Allende está decidido y unos cuantos ministros, asesores y otros cargos se quedan con Allende en el palacio de La Moneda. No así Garcés que, según relata él mismo, es conminado por Allende para protegerse, salir de la trampa mortal y contar lo que ha ocurrido, en parte debido a su cargo en Naciones Unidas:

"En un momento dado, Allende se dirigió a mí y me ordenó partir. Ante mi gesto de sorpresa, argumentó tres razones para explicar su decisión: (...) y, por último, alguien tiene que contar lo que aquí ha pasado, y solo usted puede hacerlo. ¿No es cierto?", rememora Garcés en Allende y la experiencia chilena: Las armas de la política.
Inmediatamente busca asilo en la embajada española. Garcés podrá contar lo ocurrido porque esta lo protege ¿Cómo se gesta su fuga?

Después del intento de secuestrar a Garcés en la mansión del ex senador de Democracia Cristiana Ross, que había comprado el propio embajador Enrique Pérez-Hernández, siguieron días muy duros con los asilados dentro: "Los ataques aéreos con cohetes en una ciudad impresionan aún más que los bombardeos (mis recuerdos berlineses aún no se han esfumado", escribe el embajador en la carta 12/09510. AGA. En efecto, Pérez-Hernandez había estado de secretario consular en Berlín, en 1945, cuando se vino abajo el Tercer Reich. No se amilanó tampoco entonces.

placeholder Enrique Pérez-Hernández con Salvado Allende (imagen de la izquierda) y con Augusto Pinochet (foto derecha).  (Familia Pérez-Hernández)
Enrique Pérez-Hernández con Salvado Allende (imagen de la izquierda) y con Augusto Pinochet (foto derecha). (Familia Pérez-Hernández)

Ayudó también a que diplomáticamente España jugase bien sus cartas. Lo que faltaba de ese día en que la patrulla golpista vino a buscar a Joan Garcés es que el embajador, en nombre de su país, fue el primero en reconocer de facto a la Junta Militar, según otro de los documentos consultados por El Confidencial: "Es práctica inveterada del gobierno español en casos como el presente, de cambio de régimen, y siguiendo la doctrina Estrada, el no formular reconocimiento explícito alguno, por considerar que las relaciones no quedan interrumpidas" .Es decir, que de facto, España reconocía al nuevo gobierno de la Junta, sin reconocerlo. Por otra parte, según su hijo, el embajador español, usando su fuerza como representante del régimen de Franco, defendió a los españoles (y a los chilenos) : "Mi padre le dijo: 'Mi general, si no deja salir a Garcés va a tener un conflicto diplomático serio…'. Le contó una serie de milongas y de alguna forma Pinochet cedió, le dio un salvoconducto y mi padre aprovechó un avión de Spantax, una compañía española de Mallorca que había venido para traer ayuda humanitaria: medicinas, alimentos etc., y los metió allí para que llegaran a España. Estaban con el agua al cuello".

Ayudó realmente ese reconocimiento internacional, el primer país en hacerlo. Como resultado de toda aquella odisea, Pérez-Hernández fue relevado de la embajada en Chile para recalar en la Dirección General de Sudamérica. Después acabaría en Argentina, justo cuando se produjo otro golpe de una Junta Militar. Años después, Joan Garcés agradecería el gesto de su país: "Usted me pidió que fuera prudente en los primeros días y semanas que seguían a mi salida de Chile. Me comprometí ante usted, solo ante gracias a quién hizo posible que partiera de Chile, a buscar la manera de serlo al tiempo que cumplía, igualmente, con mi compromiso moral con los millares de muertos inocentes que estaban cayendo en Chile y, en particular, con mi amigo el Presidente de la República de Chile, Dr. Salvador Allende: contar lo que yo había visto. Y así lo he hecho", se lee en la carta de Joan Garcés a Enrique Pérez-Hernandez que se encuentra en el archivo de la familia.

Y mientras los cuatro asilados llegaban a España, a los que habría que sumar las decenas de los protegidos —españoles y chilenos—, la represión anegaba en sangre al país. De los 11 colaboradores de Salvador Allende que salieron con la bandera blanca por la puerta de la calle Morandé el día 11, improvisada por la secretaria Miria Contreras, todos fueron llevados al Regimiento Tacna y siete de ellos ametrallados en los terrenos militares de Peldehue. No Garcés, que como quería Allende, pudo contar lo ocurrido.

**La carta está escrita el 21 y después del relato de la patrulla se indica que "el viernes pasado además..." Correspondería al viernes 14, por lo que el incidente con los militares tuvo que ocurrir el 12 o el 13 de septiembre.

"Un constante fuego de ametralladoras, carros de combate, bazookas, y armas automáticas de todos los calibres…". Apenas han transcurrido 48 horas del golpe de Estado y aún se escuchan tiros en Santiago de Chile. Ya de noche, una patrulla de las fuerzas armadas, con un capitán y un teniente al frente, rodea la residencia de la cancillería española y se enfrenta al embajador, Enrique Pérez-Hernández, que les recibe tenso y absolutamente firme…

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