Es noticia
"Nadie hasta ahora ha determinado lo que puede un cuerpo" de mujer
  1. Cultura
María Gelpí

Por

"Nadie hasta ahora ha determinado lo que puede un cuerpo" de mujer

No pretendo hacer un llamamiento al exhibicionismo vulvático generalizado en festivales de música pop (Baubo nos libre), sino a valorar acciones que promuevan la fuerza creativa y jovial de las mujeres

Foto: Amaral en el festival Sonorama Ribera 2023. (Sonorama Ribera/Diego Santamaria)
Amaral en el festival Sonorama Ribera 2023. (Sonorama Ribera/Diego Santamaria)
EC EXCLUSIVO Artículo solo para suscriptores

Decía Spinoza que "nadie hasta ahora ha determinado lo que puede un cuerpo" y yo añadiría femenino. Esta semana nos hemos dado un empacho con las tetas de Amaral, para unos un acto de libertad, valentía y transgresión, mientras que para otros una maniobra de marketing, una impostura y un cunnilingus woke. Pero si bien el gesto de Amaral apenas tiene relevancia para la transformación social, no puede decirse lo mismo de su potencial para la verborrea tuitera y el posicionamiento político.

Sin embargo, aunque el destape pertenezca ya al pasado, hay algo relativamente nuevo en el discurso feminista de este neodestape, que no se daba antes, que consiste en justificar las reacciones adversas, argumentando que el desnudo femenino da miedo. Simone de Beauvoir, en el primer volumen de El segundo sexo, explica cómo la mujer, representada por el hombre como "lo otro", ha sido divinizada o demonizada, en lo que serían representaciones que funcionan como un mecanismo compensatorio según la propia experiencia masculina con las mujeres: diva o choni, virgen o puta, madre o bruja. Su desnudez fascina si es símbolo de lo bello y repele si es a cuenta de lo monstruoso. Cuenta el escritor Ateneo de Náucratis en el Banquete de los eruditos del siglo III, que la prostituta Friné, acusada de impiedad, le fue arrancada la túnica por su propio defensor, al carecer de argumentos retóricos, para que el jurado pudiera contemplar la belleza de su desnudez (o que pudiera seguir contratando sus servicios) y así ser indultada, en lo que parece una gestión a todos los niveles de la belleza del desnudo femenino por parte de los hombres. Pero si atendemos al Malleus Maleficarum (Martillo de brujas) del siglo XV, toda precaución es poca ante mujeres viciosas, castradoras e infanticidas, poseídas por el mal espíritu.

*Si no ves correctamente el módulo de suscripción, haz clic aquí

Quedarse en tetas formó parte en su momento de un proceso de reapropiación de la imagen de la mujer como objeto de deseo, un acto revolucionario y subversivo, como una pieza más de un proceso heroico en el que algunas mujeres conquistaron para todas el ámbito de la creación de cultura. Dejaban en evidencia que la imagen de la mujer había sido construida desde la óptica masculina, tratando de dar un giro a la servidumbre sexual voluntaria en el sentido que proponía Slavoj Žižek cuando decía que "las mujeres tienen derecho, no a ser cosificadas por los hombres, sino a cosificarse a sí mismas", en un acto de empoderamiento. La mujer se adueñaba de su propio poder de seducción y haría uso a su favor, contando, que ya es mucho contar, con que el hombre va a sucumbir indefectiblemente a sus encantos, aunque esto suponía seguir haciendo del cuerpo una mercancía, esta vez en beneficio propio.

Ahora, con el destete de Amaral tras la estela del "¿por qué dan tanto miedo nuestras tetas?" de Rigoberta Bandini en su intento eurovisivo o el "somos las hijas de las brujas que no pudisteis quemar", al margen de otros réditos, se pretende resignificar la imagen de la mujer como amenaza, cual Medusa paralizante o vagina dentada emasculadora, dando a entender que, cualquier atisbo de censura o rechazo al método del tetazo sorpresivo, es una cuestión de mastrofobia. La mujer ya no buscaría seducir, sino asustar o, forzando el símbolo, acusar de asustarse, ante cualquier crítica. Pero hay que señalar que la censura en redes y prensa, propia del mundo anglosajón, antes que un miedo al sexo femenino, es una doble moral a sabiendas, al mejor estilo de la moral victoriana, que promueve el goce culpable de perversiones. No vamos a pedir a algunas cantantes demasiada coherencia ideológica, teniendo en cuenta que la Marianne guiando al pueblo de Delacroix, idealizada por Rigoberta Bandini en su intento eurovisivo, era tan francesa y revolucionaria que tenía nombre de jesuita español, Juan de Mariana, y guiaba solo a la mitad masculina del pueblo.

El de la selección femenina es un triunfo transgresor porque cambia nuestra forma de ver las cosas

La filósofa Sarah Kofman y la escritora alemana Mithu Melanie Sanyal, proponen la reapropiación del mito de Baubo, cuya mirada ya era femenina en su origen, presente en culturas como la egipcia, la hindú, la persa o la japonesa, como daba ya cuenta Georges Devereux en su libro Baubo, la vulva mítica. Baubo es una mujer marginal, al servicio de Demeter, que consuela a la diosa por el rapto de su hija Perséfone por parte de Hades, con el poder apotropaico (es decir, que aleja el mal y propicia el bien) de la risa, cuyo secreto esconde entre las piernas. Baubo levanta su falda y, en la abertura de su vulva, deja ver la cabeza del Dionisos por nacer, como un retorno de la primavera y una jovialidad afirmativa en lo que Nietzsche, en el prefacio de La gaya ciencia, ve como símbolo de la verdad trágica. La práctica femenina del levantamiento de faldas era propia de los misterios eleusinos, según explica Robert Graves. Homero la describe, mientras que Clemente de Alejandría y Arnobio de Sicca, al censurarla por "desvergüenza" con sus danzas obscenas, la perpetúan. Goethe en el Fausto la demoniza cuando aparece cabalgando a lomos de un cerdo, precediendo a las brujas, mientras que Rabelais, en su Pantagruel, explica que una mujer espanta al diablo levantando su falda y Octavio Paz prefería su ingenio a la chabacanería del humor anal.

Con todo esto, no pretendo hacer un llamamiento al exhibicionismo vulvático generalizado en festivales de música pop (Baubo nos libre), sino a valorar acciones que promuevan la fuerza creativa y jovial de las mujeres, que no dependan de la aprobación o demonización de la visión masculina. Para mí, si nos ceñimos a la actualidad, hacer un Baubo es lo que hacen las chicas de la selección española de fútbol cuando celebran sus victorias, tras años de esfuerzo y una vida de sacrificios, encaminados a conseguir logros que invitan a la celebración comunitaria y a la jovialidad hasta las lágrimas, ignorando las burlas. Es un triunfo transgresor porque cambia nuestra forma de ver las cosas, los estereotipos y no solo en cuanto al fútbol, sino también en cuanto a proponer ejemplos de vida, los de estas chicas, de abnegación y entusiasmo, que etimológicamente sería llenarse de diosas. Baubo es la risa frente a la histeria, la desvergüenza frente a la sumisión, la apertura a los misterios frente a la desnudez de la retórica, el dominio de la regeneración de la vida frente a los designios de la muerte. Yo propongo hacer más baubos y menos tetazos.

Decía Spinoza que "nadie hasta ahora ha determinado lo que puede un cuerpo" y yo añadiría femenino. Esta semana nos hemos dado un empacho con las tetas de Amaral, para unos un acto de libertad, valentía y transgresión, mientras que para otros una maniobra de marketing, una impostura y un cunnilingus woke. Pero si bien el gesto de Amaral apenas tiene relevancia para la transformación social, no puede decirse lo mismo de su potencial para la verborrea tuitera y el posicionamiento político.

Trinchera Cultural Música Feminismo
El redactor recomienda