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Cuando EEUU estuvo a punto de arrasar la URSS con bombas nucleares (y por qué no lo hizo)
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Cuando EEUU estuvo a punto de arrasar la URSS con bombas nucleares (y por qué no lo hizo)

Cuando EEUU ya tenía bombas atómicas y la URSS aún no, corrió una idea entre los americanos: ¿por qué no librar la guerra nuclear ahora y lanzarlo todo contra los soviéticos antes de que estos igualaran la carrera armamentística?

Foto: Baker, un dispositivo de 21 kilotones detonado en el Pacífico en el atolón de Bikini en julio de 1946, fue una de las primeras pruebas nucleares de Estados Unidos en la posguerra.
Baker, un dispositivo de 21 kilotones detonado en el Pacífico en el atolón de Bikini en julio de 1946, fue una de las primeras pruebas nucleares de Estados Unidos en la posguerra.

En el año 1947, Estados Unidos tenía 133 bombas atómicas y la Unión Soviética aún no tenía ninguna. Pero faltaba poco para que lo lograra. Un telón de acero caía sobre la mitad de Europa, la Guerra Fría incipiente pronto podría tornarse caliente y exterminar a la humanidad en un conflicto nuclear entre ambas superpotencias. Fue entonces cuando algunos círculos de poder estadounidenses comenzaron a acariciar una espeluznante lógica del mal menor, según relata Ian Morris en su libro 'Guerra, ¿para qué sirve? (Ático de los libros). Puesto que EEUU tenía bombas atómicas y bombarderos capaces de transportarlas y arrojarlas mientras la URSS carecía, por el momento, de ambas cosas, ¿no tendría sentido librar la guerra nuclear ahora y lanzarlo todo contra los soviéticos antes de que estos igualaran la carrera armamentística? ¿Arrasar una nación para salvar el mundo?

Hoy sabemos algo crucial sobre el origen de todo esto, gracias a las últimas investigaciones que resume con tanta meticulosidad como fascinación la reciente 'Historia secreta de la bomba atómica' (Crítica), de Peter Watson. La invención del arma definitiva que se hace posible con la célebre ecuación 'E=mc2', de Albert Einstein y culmina con la destrucción total de Hiroshima y Nagasaki el 6 y el 9 de agosto de 1945 nunca fue como nos lo contaron. Ya desde un momento muy temprano de la Segunda Guerra Mundial, EEUU supo perfectamente que la Alemania nazi no tenía ni la capacidad ni los medios para romper el átomo de forma explosiva. Ni acortar la guerra ni salvar soldados: las primeras armas bombas atómicas cayeron sobre Japón era "hacer una demostración de fuerza para impresionar a Moscú, que tomaría buena nota de la potencia nuclear de los aliados occidentales y, en vista de ello, se mostraría más dispuesta a atender los intereses occidentales en la posguerra".

placeholder 'Historia secreta de la bomba atómica' (Crítica)
'Historia secreta de la bomba atómica' (Crítica)

Los científicos de la base secreta de Los Álamos que urdieron 'la Bomba' bajo el férreo y secreto control del general Leslie Groves siempre pensaron que trabajaban contrarreloj para adelantarse a Hitler y observaron, por tanto, aterrorizados el uso de su invento para masacrar a unos japoneses que ya estaban a punto de rendirse. Ni alemanes ni japoneses. Como los propios soviéticos bien sabían, todo se hacía pensando en ellos y, por tanto, iniciaron su propia carrera a la desesperada para tener también el control de activar el Armagedón. Y entonces, ¿pudo EEUU haberlos parado antes, tal vez evitando así que hoy vivamos de nuevo temerosos de que Putin acabe mandándolo todo al diablo tras su inevitable derrota en Ucrania?

Operación Impensable

Winston Churchill llegó incluso a esbozar un plan, bautizado muy adecuadamente 'Operación Impensable', que proyectaba que, tras un contundente ataque nuclear, el ejército alemán que acababa de rendirse volviera a invadir Rusia. ¿Cuál era el punto débil de todo esto? Responde el historiador Ian Morris: "El problema con esta línea de pensamiento era que, durante los cuatro años en los que solo EEUU tuvo bombas atómicas no alcanzó a fabricar el número suficiente de ellas para derrotar a los soviéticos. La Junta de Jefes de estado Mayor calculó en 1948 que si lanzaban todas sus bombas, ciento treinta y tres, sobre ciudades soviéticas matarían a tres millones de personas, un número horrible pero no suficiente para quebrar a una nación que había sobrevivido a veinticinco millones de muertos durante la Segunda Guerra Mundial".

placeholder El general Dwight D. Eisenhower alienta a sus tropas en la Segunda Guerra Mundial antes de ser presidente de EEUU (US National Archives)
El general Dwight D. Eisenhower alienta a sus tropas en la Segunda Guerra Mundial antes de ser presidente de EEUU (US National Archives)

Fue ya en 1952 cuando los físicos estadounidenses lograron detonar una bomba termonuclear de hidrógeno con una potencia explosiva de setecientos Hiroshimas capaz de matar de un plumazo a decenas de millones de comunistas. Pero ya era tarde. En agosto de 1949 la ecuación había cambiado con el primer ensayo nuclear de la URSS. Con todo, el recién elegido presidente Dwight Eisenhower se preguntaba: "No tiene sentido limitarse a estremecerse ante la capacidad del enemigo, más bien tenemos que enfrentarnos de verdad a la pregunta de si realmente tendríamos que lanzar todo cuanto tenemos de golpe contra el enemigo". Un estudio que encargó fue ambivalente en sus conclusiones. Rusia quedaría reducida a polvo radioactivo en dos horas, sí, pero si los bombarderos soviéticos emprendían viajes sin retorno dejando a sus espaldas sus hogares calcinados, podrían descargar cien bombas atómicas sobre ciudades de Estados Unidos, liquidando a once millones de personas.

Rusia quedaría reducida a polvo radioactivo en dos horas

"Habría furiosos combates aéreos a gran altura sobre Polo Norte, y muchos, quizá la mayoría, de los bombarderos soviéticos serían derribados. Pero, aun así, algunos pasarían y ese no era un riesgo que Eisenhower estuviera dispuesto a asumir. Cuando los soviéticos desvelaron auténticos bombarderos de largo alcance en 1954 y fabricaron sus propias bombas de hidrógeno en 1955, el cálculo se tornó todavía menos atractivo. Una bomba de hidrógeno estándar, con una capacidad explosiva equivalente a un millón de toneladas de TNT, mataría a todo el mundo y arrasaría todos los edificios en un radio de cinco kilómetros a la redonda. Hasta a diez kilómetros de distancia, la ropa se incendiaría y la gente sería lanzada por los aires a una velocidad letal. A casi dieciocho kilómetros de distancia, todos los que no estuvieran a cubierto sufrirían quemaduras de segundo grado y envenenamiento por radiación".

La tercera vía de la contención se impuso, el equilibro del terror llegó para quedarse durante décadas hasta que se olvidó con el desarme de los 80 y la disolución de la URSS en 1991. Hasta hoy. Hasta Putin.

En el año 1947, Estados Unidos tenía 133 bombas atómicas y la Unión Soviética aún no tenía ninguna. Pero faltaba poco para que lo lograra. Un telón de acero caía sobre la mitad de Europa, la Guerra Fría incipiente pronto podría tornarse caliente y exterminar a la humanidad en un conflicto nuclear entre ambas superpotencias. Fue entonces cuando algunos círculos de poder estadounidenses comenzaron a acariciar una espeluznante lógica del mal menor, según relata Ian Morris en su libro 'Guerra, ¿para qué sirve? (Ático de los libros). Puesto que EEUU tenía bombas atómicas y bombarderos capaces de transportarlas y arrojarlas mientras la URSS carecía, por el momento, de ambas cosas, ¿no tendría sentido librar la guerra nuclear ahora y lanzarlo todo contra los soviéticos antes de que estos igualaran la carrera armamentística? ¿Arrasar una nación para salvar el mundo?