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Ian Morris: "Las guerras nos han hecho más ricos, más seguros y más pacíficos"
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una investigación a la contra

Ian Morris: "Las guerras nos han hecho más ricos, más seguros y más pacíficos"

El historiador más apasionante y heterodoxo de la actualidad se atreve en su último libro a defender el conflicto bélico como la principal fuente de progreso humano

Foto: Vasily Vereshchagin, 'La apoteosis de la guerra' (1871)
Vasily Vereshchagin, 'La apoteosis de la guerra' (1871)

Treinta mil caledonios armados escucharon aquel amanecer a su comandante Calgaco en el monte Graupio, allí donde las tierras altas se deslizan hacia el frío mar del Norte: "¡Escuchadme! Vivimos en los confines del mundo. Somos los últimos hombres libres sobre la faz de la Tierra. Los romanos roban, matan y violan y a eso lo llaman gobierno! ¡Es mentira! ¡Convierten cuanto pisan en tierra baldía y lo llaman paz!". Unas horas después aquellas palabras se habían perdido entre el estruendo de las espadas. Las legiones romanas de Agrícola reinaban sin apenas pérdidas en un campo de batalla sembrado con más de 10.000 cadáveres caledonios, uno de ellos probablemente Calgaco. El resto había huido. Táctito, que se casaría con la hija de Agrícola escribe: "un terrible silencio se había posado en todas partes. Las colinas estaban desiertas, las casas humeaban en la distancia y nuestros exploradores no encontraban a nadie". Parecía cumplirse así el fúnebre vaticinio de Calgaco.

Y, sin embargo, cuando las tropas romanas se retiraban a sus cuarteles de invierno y recorrían territorios conquistados hacía décadas "veían campos bien labrados, pueblos hirviendo de actividad y comerciantes ansiosos por venderles sus productos. Los granjeros prósperos bebían vinos procedentes de la capital en finas copas importadas y los antiguos salvajes guerreros britanos habían intercambiado sus fuertes por lujosas villas. Llevaban togas que ocultaban sus tatuajes y enviaban a sus hijos a clases de latín". Una historia que, según defiende Ian Morris en 'Guerra, ¿para qué sirve?' (Ático de los Libros), nos ofrece un estupendo y lúgubre resumen del problema que su último libro trata de resolver.

Ian Morris (Stoke-on-Trent, Reino Unido, 1960) es uno de los más imaginativos, osados y divertidos historiadores actuales. Se doctoró en Cambridge y hoy imparte clases de Arqueología y Cultura Clásica en Stanford. Su gran libro hasta la fecha regresaba a la gran pregunta de la historiografía actual con un puñado impagable de nuevas ideas. El título es claro: '¿Por qué manda Occidente...por ahora?' (Ático, 2014). El último se ocupa ahora de la guerra para elaborar un políticamente muy incorrecto elogio del secular hábito de matarnos entre nosotros. Y lo hace cargado de historias, de batallas, de estrategias militares que nacen, vencen y son sustituidas por otras más eficaces, de excursos a la biología evolutiva o la geopolítica de bloques. La tesis puede resumirse así: la guerra que llama "productiva" genera estados más grandes y prósperos con menor propensión a la violencia. La propuesta exige más de una, y de cien, explicaciones, matizaciones, adendas... Procedamos.

placeholder 'Guerra ¿para qué sirve?' (Ático de los Libros)
'Guerra ¿para qué sirve?' (Ático de los Libros)

PREGUNTA. Hace unos años algunos pensadores propusieron que la violencia se ha reducido drásticamente en el mundo. Sufrieron por ello numerosas críticas, especialmente una en concreto: defendían el orden existente. Y ahora usted dice no solo que la violencia declina sino que la guerra "es buena", gracias a la guerra, la paz ha ganado. ¿Qué es lo peor que le llamaron cuando salió el libro en EE.UU?

RESPUESTA. Bueno, creo que tuve bastante suerte. La mayor parte de las objeciones que recibió el libro señalaron que había sido demasiado generoso con la raza humana. En 'Guerra' afirmo que los conflictos se han reducido gracias al avance de la civilización, mientras que algunos aducen que se debe solamente al poder disuasorio de las armas nucleares y que me he quedado muy corto en mi proyección (desafortunadamente, quizá tendremos ocasión de verlo si la escalada entre Corea del Norte y Estados Unidos no se desactiva). El hecho es que yo no defiendo el orden existente, ni soy un defensor del imperialismo. Solo describo la manera en que hemos llegado a nuestro presente, y si puede parecer que me centro excesivamente en la guerra como única causa del avance de las civilizaciones, es porque lo fue, al menos hasta el siglo XX. De hecho, explico al inicio que fue escribiendo 'Por qué manda Occidente... por ahora', mi anterior libro, cuando me di cuenta de que gran parte de la historia de Occidente se centraba en la historia de los conflictos. Eso fue lo que me llevó a analizar la guerra tan exhaustivamente.

La ironía es que la "opinión popular" de que la guerra es mala es consecuencia de… la guerra

P. Afirma que la idea actual de la guerra es un mito construido sobre dos pilares: nuestra incapacidad para pensar a largo plazo y nuestra moral civilizada. Me gustaría separar aquí la opinión experta (la de los historiadores, científicos, etc.) de la llamada "opinión popular". A fin de cuentas, las ficciones son útiles... ¿No es mejor que la gente deteste la guerra aunque se equivoque?

R. Desde luego, y la ironía es que la "opinión popular" de que la guerra es mala es una consecuencia directa de… la guerra. Las sociedades resultantes después de un conflicto (el ejemplo clásico sería el imperio romano, que 'devoró' numerosos grupos integrándolos en la 'pax romana') son más pacíficas, más ricas y seguras, y progresivamente sus habitantes aprenden a apreciar la paz que proporciona el Leviatán que los ha integrado, aunque sea de manera forzosa. De hecho, mi aproximación al tema del libro también empezó con esa 'opinión popular', como usted dice: soy de una época que tachó la guerra de Vietnam como una abominación, y fue al profundizar en el análisis cuando descubrí la pauta de las guerras productivas (y de las contraproducentes) que ha caracterizado la historia de la humanidad. Eso no está en contradicción con un mensaje pacifista, no después de la irrupción de las armas nucleares y de hidrógeno, porque desde hace unos años somos la única civilización que ha desarrollado la capacidad de autodestruirnos en un colapso global. Por eso es tan importante entender las raíces que nos han hecho como somos: para evitar nuestra propia aniquilación.

placeholder Ian Morris.
Ian Morris.

P. Reagan dijo una vez, bromeando, que "las diez palabras más terroríficas de la lengua inglesa son 'Buenos días, soy del gobierno y estoy aquí para ayudar'" pero en realidad, según usted, son más bien "Buenos días, no hay gobierno y estoy aquí para matarte". Defiende que la guerra crea estados más grandes y fuertes donde la gente "se mata menos". ¿El anarcocapitalismo de Ayn Randt y compañía solo es otro "romanticismo"?

R. Mis libros son estudios basados en la historia, la antropología, la biología… Disciplinas, en resumen, vinculadas al análisis de los datos, de los indicios y las pruebas de que disponemos. No son análisis de la ideología actual o pasada de los grupos humanos, aunque naturalmente la historia de las ideas aparece porque es una de las herramientas con la que el ser humano ha tratado de organizarse socialmente. La realidad es que los Leviatanes organizan la sociedad mejor y más eficientemente que las bandas de cazadores-recolectores, que solamente se preocupan por explotar los recursos de una zona y luego proceden a desplazarse a otra. En ese sentido, ser víctima de una guerra contraproducente (la que solamente busca explotar un territorio, como por ejemplo lo que Bélgica hizo en el Congo) es mucho peor que ser víctima de una guerra productiva (y terminar asimilado en el rico imperio romano, con la oportunidad de participar de esa riqueza y de esa paz).

Los dos sistemas dejados a su libre albedrío, capitalismo y socialismo, tienen graves deficiencias

P. Usted parece apostar por una combinación razonable de estado y mercado.

R. Soy un historiador, y como tal no tengo un posicionamiento ideológico previo. Creo que los dos sistemas dejados a su libre albedrío, capitalismo y socialismo, tienen graves deficiencias: ya fuimos testigos de la deriva del comunismo durante el siglo XX, y esta semana hemos asistido a una votación en el Senado de Estados Unidos que generará muchos problemas a corto y largo plazo, y que es una consecuencia directa del impacto del capitalismo en la política.

P. En 1415 Europa se sumerge en una guerra eterna y, gracias a ella, conquista el mundo. Una guerra "horrenda" pero, 500 años después, en 1914, el mundo es más seguro y próspero de lo que nunca lo fue. Y Europa lo logró, argumenta usted, gracias a una revolución militar que no empezó sin embargo aquí. Frente al estereotipo asiático… ¿los europeos hemos "copiado" mejor que nadie?

R. En 'Por qué manda Occidente… por ahora' analicé en detalle esta competencia permanente entre Oriente y Occidente, y cómo en los momentos clave en que Asia pudo haber tomado la delantera no lo hizo, o no logró superar el techo del índice de desarrollo social que podría haber llevado su sociedad a otro nivel. Sí que podríamos formularlo así: numerosas invenciones, particularmente bélicas pero también agrícolas, originadas en China son las que llevan a Occidente, y en concreto a distintas zonas de Europa occidental, a sus particulares revoluciones (militares, industriales y sociales).

Foto: Edward Duncan - 'El buque británico Némesis destruyendo juncos chinos' (841)

P. En ‘El hombre que pudo reinar' Daniel Dravot y Peachey Carnehan conquistan ellos solos toda una región de Afganistán y de pronto la paz reina en aquel lugar. Usted escribe que la realidad del imperialismo fue muy parecida a la del relato de Kipling. Pero ¿de qué le servía a un afgano explotado y asesinado? Quiero decir… ¿cómo podemos obviar el sufrimiento individual presente y real en aras de un hipotético y futuro bienestar colectivo?

R. Es lo mismo que le sucede a Calgaco, después de la batalla en el Monte Graupio frente al general Agrícola, y que Tácito describe con su minucioso estilo. Desde luego que a los individuos implicados en esas terribles conquistas mi teoría no les sirve de mucho… Generalmente las pautas de la historia son útiles para conocernos mejor y para tratar de proyectar con el mayor acierto posible lo que sucederá en el futuro. Lo mismo sucede con las víctimas de la explotación de los recursos en África o en América, a los más de quince millones de muertos después de la Primera Guerra Mundial, y los cincuenta y cien millones que perdieron su vida entre 1939 y 1945. No hay espacio para el sufrimiento individual cuando hablamos de los grandes conflictos de la historia. Pero si logramos dar el paso atrás, y contemplar la historia como una sucesión de eventos dinámicos, de movimientos y reacciones, sí veremos que en el imperio romano, la tasa por muerte violenta era mucho menor que antes, y eso también lo confirma la arqueología, con la disminución de construcciones defensivas y el crecimiento de redes comerciales, que nunca pueden progresar si no es en un contexto de paz.

Hoy es peligroso que no contemos con un "policía global" como fue Inglaterra o Estados Unidos durante buena parte del siglo XX

P. Tras la publicación de ‘La paz perpetua’, de Kant, en 1795, Europa se sume en las guerras napoleónicas. Tras la publicación de 'La gran ilusión', de Norman Angell, en 1910, estalla la Primera Guerra Mundial. Justo el mismo año de la publicación de 'El proceso de civilización', de Norberto Elias, en 1939, empezó la Segunda Guerra Mundial. ¿No teme Ian Morris que después de la publicación de 'Guerra', Trump aprete un botón y Corea, Japón, y tal vez California desaparezcan del mapa?

R. ¡Espero que no! En los últimos capítulos de 'Guerra' analizo los peligros de que no contemos con un "policía global" como había sido Inglaterra durante el imperio británico, o Estados Unidos durante buena parte del siglo XX. El hecho de dejar ese puesto vacío posibilita el incremento del clima de violencia al que estamos asistiendo, y hace que los bandidos modernos ejercen su violencia sin cortapisas. Es una situación extremadamente peligrosa.

P. Los llamados nuevos optimistas como Steven Pinker, Matt Ridley o usted mismo afirman que pronto acabaremos con la guerra, el hambre o la pobreza, y lo dicen desde un punto de vista "científico". Pero otros pesimistas ilustres como John Gray o David Rieff señalan, sin embargo, que es muy poco científico obviar la naturaleza violenta de nuestra especie. No somos bonobos hipies sino violentos y posesivos chimpancés...

R. Me alegra que me considere un optimista, pero como ya advierto en las últimas páginas del libro, somos la única civilización que se ha dotado de la capacidad de aniquilarse en un colapso global. Armas nucleares y bombas de hidrógeno, el cambio climático, epidemias, conflictos migratorios de alcance global y hambrunas se combinan en una maquinaria de relojería infernal que puede empujarnos a desaparecer, si no tomamos medidas.

Nos encontramos por primera vez en la historia en una situación en la que el azar podría significar nuestra eliminación como especie

P. Usted mismo relata al principio del libro que está vivo (estamos vivos) de milagro, gracias a la inteligencia y serenidad de un solo hombre: Petrov. Si los físicos tienen razón y vivimos en un multiverso con muchas realidades "alternativas", ¿no es posible que en todas ellas la humanidad se haya aniquilado a sí misma… menos en la nuestra? ¿El progreso es progreso o solo es azar?

R. Me gustó mucho poder homenajear a Petrov en mi libro, y especialmente después de que su fallecimiento este año hiciera que su heroísmo en 1983 fuera más conocido por el público. No puedo contestarle acerca de los multiversos (no soy un físico) pero sí creo que el progreso es real y no se debe al azar. Lo que fue esencialmente distinto en el caso de la decisión de Petrov fueron las armas nucleares, y eso es lo que ha cambiado el juego, por así decirlo. Antes, cuando los Leviatanes daban lugar a nuevas sociedades más grandes y seguras, y de ahí pasaban a ser civilizaciones e imperios, cuando por los motivos que fuera estas se degradaban, su caída y colapso solamente afectaba a los habitantes de esa sociedad. No se trataba de un fenómeno global, aunque fuera doloroso para sus miembros, por supuesto. Pero la magnitud de la evolución bélica ha dado un salto gigantesco con la bomba de hidrógeno y con la bomba nuclear. Por primera vez en la historia, una sola bomba podría eliminar todo un continente. Por eso la decisión de Petrov nos salvó a todos, a toda la humanidad. Por eso fue tan importante. Y he escrito este libro porque hasta ahora, la guerra ha sido un factor de creación de civilizaciones… pero desde hace unos años, los conflictos son globales (no por el impacto que tienen en otras áreas: desde Siria los flujos migratorios afectan a Europa y eso desequilibra al continente, crea descontento entre la población que no quiere compartir su riqueza con los recién llegados, pero no amenaza su existencia futura). Son globales porque las armas nucleares tienen consecuencias globales, porque el cambio climático dará lugar a carestías de agua y de cosechas, que provocarán hambrunas globales, epidemias, y otras consecuencias que tendrán un impacto global. Es decir, nos encontramos por primera vez en la historia en una situación en la que el azar (un conflicto nuclear entre Corea del Norte y Estados Unidos) podría significar nuestra eliminación como especie.

Los líderes populistas afirman que solucionar problemas complejos es fácil: con muros, contratando policías o cerrando fronteras

P. ¿Por qué nadie imaginó una victoria de Trump? ¿O del Brexit? ¿Por qué nuevos movimientos autoritarios, nacionalismos, etc., surgen de pronto por todas partes si el mundo es tan próspero? ¿No será esa prosperidad una "peligrosa ilusión" que nos impida "detectar a tiempo amenazas muy reales"?

R. Los historiadores tenemos la responsabilidad de estudiar el pasado para tratar de entender nuestro presente y, tal vez, proyectar lo que sucederá en el futuro, pero eso no significa que poseamos una bola de cristal… Si bien la victoria de Trump o el Brexit son dolorosísimas (hablo como un británico residente en Estados Unidos), también son expresiones de la incapacidad de la clase política de vehicular el descontento de la población con la globalización económica. Es un hecho que si bien nos encontramos en uno de los momentos de mayor riqueza agregada en la sociedad occidental, la percepción de algunas capas de la sociedad respecto a los cambios que han experimentado ha sido negativa, y sus votos han expresado esa percepción. En algunos casos, va más allá de una percepción, y se trata no solo de un temor anticipado a perder sus privilegios sino de una constatación efectiva de la pérdida de poder adquisitivo. Son los perdederos de la globalización, y por mucho que globalmente la sociedad norteamericana sea más rica que en ningún otro momento de la historia, no están contentos. En ese sentido, no podemos hablar de ninguna "ilusión", sino de ciudadanos que no encuentran ninguna otra vía para expresarse excepto votar por opciones radicales y populistas, como en el caso de Trump o Farage. En tiempos de incertidumbre, los líderes populistas son los que afirman que solucionar problemas complejos es fácil, y se hace construyendo muros, contratando más policías o cerrando fronteras. Eso sí es una "peligrosa ilusión".

Treinta mil caledonios armados escucharon aquel amanecer a su comandante Calgaco en el monte Graupio, allí donde las tierras altas se deslizan hacia el frío mar del Norte: "¡Escuchadme! Vivimos en los confines del mundo. Somos los últimos hombres libres sobre la faz de la Tierra. Los romanos roban, matan y violan y a eso lo llaman gobierno! ¡Es mentira! ¡Convierten cuanto pisan en tierra baldía y lo llaman paz!". Unas horas después aquellas palabras se habían perdido entre el estruendo de las espadas. Las legiones romanas de Agrícola reinaban sin apenas pérdidas en un campo de batalla sembrado con más de 10.000 cadáveres caledonios, uno de ellos probablemente Calgaco. El resto había huido. Táctito, que se casaría con la hija de Agrícola escribe: "un terrible silencio se había posado en todas partes. Las colinas estaban desiertas, las casas humeaban en la distancia y nuestros exploradores no encontraban a nadie". Parecía cumplirse así el fúnebre vaticinio de Calgaco.

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