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Mi verano en el norte I: ni siquiera dijo por favor
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Mi verano en el norte I: ni siquiera dijo por favor

Aquí al veraneante se le llama papardo(u). Es un pez que llega a la costa solo los meses de calor y del que no se aprovechan ni las espinas

Foto: Picos de Europa en Cantabria. (iStock)
Picos de Europa en Cantabria. (iStock)

Aquí al veraneante se le llama 'papardo(u)'. Es un pez que llega a costa solo los meses de calor y del que no se aprovecha ni las espinas. Hay toda una teoría sobre los mismos (que ya contaré en un episodio al detalle), además de varias categorías que diferencian al veraneante de siempre, al nuevo, al ocasional y al local, que cuando baja de la montaña a la costa, el colmado se llena porque la playa parece un hormiguero alborotado de sillas, de niños con cuerpo de hombre, y de hombres que utilizan las modas de los niños para el despiste del personal. Y esta semana dan calor y sur, y en el colmado es el tema del día.

Si el viento es sur hace bueno y calor. Si es nordeste hace bueno, pero un viento que pela. Si es 'gallego' trae siempre agua, y del norte solo llegan ferry’s con cangrejos que buscan instalarse en casonas, prados y pueblos, lejos de Albión, de su clima y de lo que falta por llegar, que se augura de proporciones monumentales.

Para que luego digan que lo tradicional no está de moda

A uno le dicen 'el Rusu' porque se alistó en un carguero moscovita huyendo del franquismo y tardó más de treinta años en volver al pueblo. Cuando le preguntaron dónde había estado tanto tiempo, contestó que de polizón en un barco de bandera rusa, y en ese instante un paisano le dijo, anda Rusu, paga un vinu y con 'el Rusu' se quedó hasta hoy. No habla ni pío del tema, ni tampoco suele abrir la boca, pero hoy se ha girado cuando ha entrado un padre de familia en el colmado, y ha preguntado si le hacían unos bocadillos para la playa. Solo se ha quedado mirando, impasible, sereno, y arrugado de pasa, porque tiene de piel una dura corteza marrón de concha y sal. Jose, tras la barra, ha levantado una ceja, pero no ha contestado tampoco. El cliente aún no lo sabe, pero que esté Pili le ha salvado que no le llamaran cualquier improperio. Pero ella está a sus cosas, con facturas, contabilidad, tickets. También al colmado llega el veinte, el recaudador.

Un paisano de una vaquería esquiva al turista de la puerta trayendo una mantequilla en barra que venden al peso. Es tan amarilla que pido 250g para llevar. Junto a la holgaza de Javi, de Cóbreces, un panadero de viejo, de los de leña y sueño, me voy armado con el desayuno de los míos para cuatro o cinco días. Javi es de los que meten en la bolsa de reparto algunos colines de pan duro para los niños que hay en las casas. Y no llega a los cuarenta años para que luego digan que lo tradicional no está de moda.

El boom de nuevas casas de alquiler vacacional

—¿Me haces unos bocadillos para la playa? —se vuelve a escuchar en un tono más umbraliano.

'El Gallu' es a las plantas como la Palabra de Dios a los fieles: el sino, el por qué, y el único que sabe hablarlas. Por eso lleva los jardines de todos los que pretenden lucir hortensias los veinte días al año que usan las segundas propiedades. Anda siempre lleno de prisa y agobiado, porque no da abasto y acaba de invertir una pasta en maquinaria para afrontar el boom de nuevas casas de alquiler vacacional, que disfrutan desde Shakira hasta Patxi López. Ha dejado dos cajas con caricos, unas alubias rojas más pequeñas que las de Tolosa pero más sabrosas. Las crece en las terrazas de las laderas de La Hermida, el desfiladero que Galdós definió como “el esófago de la tierra”, y algo tienen esas pendientes que dan las mejores habas del norte. Lo que hay que tener son unos gemelos como los del 'Gallu' para cogerlas. Me ha regalado un par de primeros tomates que, aún verdes, me aconseja comer en tres días. También ha comentado: verás la hostia que van a dar esos que están haciendo tanta casa nueva. Dos semanas de gallegu y todos a botas de agua. Al salir casi choca con el turista que no termina de entrar del todo.

Aparece Rosita que aunque suene imberbe roza los noventa. De niña, su padre fue enlace de los maquis con la Brigada Machado, y aunque me prometió un día enseñarme uno de sus escondites en el Monte Corona, aún padece el miedo a la represión y por las mañanas calla tanto como el Rusu. Solo hablarle del tema sí está sobria le retrae la mirada de una forma que pareces verlos allí mismo. Se lleva jabón, dos kilos de verduras y un par de quesos de Oveja que le pasa Jose desde la barra. El turista parece que está perdiendo la paciencia. Pili sale de atrás e incluye en la bolsa de Rosita, dos barras de pan y una bolsa con cariocos. Le saca la bolsa hasta fuera dónde la espera su nieto con el coche arrancado. También hay un monovolumen con una familia repleta de sillas, hinchables, tablas, niños, gritos y ganas de playa.

—¿Entonces, mis bocadillos?

Nadie contesta. El turista se da la vuelta y se larga del colmado aparentemente indignado.

—Ésti no dijo ni por favor, joder —comenta, el Rusu.

Al salir uno gira y se topa con los picos de Europa. Es la memoria genética que lleva uno dentro. Al resto le queda el mar, la luna, el fuego (mejor si lo canta Piti Álvarez) y eso que quema tanto que hoy se debe al maldito Sur.

Aquí al veraneante se le llama 'papardo(u)'. Es un pez que llega a costa solo los meses de calor y del que no se aprovecha ni las espinas. Hay toda una teoría sobre los mismos (que ya contaré en un episodio al detalle), además de varias categorías que diferencian al veraneante de siempre, al nuevo, al ocasional y al local, que cuando baja de la montaña a la costa, el colmado se llena porque la playa parece un hormiguero alborotado de sillas, de niños con cuerpo de hombre, y de hombres que utilizan las modas de los niños para el despiste del personal. Y esta semana dan calor y sur, y en el colmado es el tema del día.

Playa Comida Verano