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"Tener cosas materiales es hoy de mal gusto, pero no tener nada es un lujo para pocos"
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ENTREVISTA CON KYLE CHAYKA

"Tener cosas materiales es hoy de mal gusto, pero no tener nada es un lujo para pocos"

El periodista de 'The New Yorker' explica por qué durante la última década se ha puesto de moda renunciar a los bienes materiales, conformarse con menos o tirar nuestras cosas

Foto: Chayka, durante su paso por el CCCB de Barcelona. (Andreu Adrover)
Chayka, durante su paso por el CCCB de Barcelona. (Andreu Adrover)

Cuando a principios de 2019 estalló la locura Marie Kondo, que nos enseñó que debíamos deshacernos de las posesiones materiales que no necesitamos para ser más felices, al periodista Kyle Chayka, colaborador de medios como ‘The New Yorker’, no le pilló por sorpresa. Llevaba años investigando el resurgir del minimalismo en nuestras vidas, especialmente desde los años de la crisis, que nos llevaron a adoptar una filosofía del menos es más. Ajusta tus expectativas: no es la abundancia lo que nos hace felices, sino la reducción de opciones ante la avalancha de estímulos y consumo en la que vivimos.

Deshazte de objetos, busca el silencio, vive en estancias vacías, descansa tu mente. La sociedad moderna ya estaba obsesionada con el minimalismo antes de que Kondo irrumpiese en nuestras vidas, como reacción a muchas de las cosas que han cambiado en ellas: desde la creciente complejidad del mundo actual hasta la decepción con las instituciones, pasando por la ansiedad y la sobrecarga de estímulos con la que vivimos.

"La simplicidad es necesaria en una crisis: tienes que rebajar tus expectativas"

En ‘Desear menos. Vivir con el minimalismo’ (Gatopardo), el joven autor residente en Washington D. C. explora las raíces del arte minimalista para ayudarnos a entender cómo la compleja filosofía de vanguardia como Donald Judd y John Cage o la cultura japonesa ha terminado derivando en otra manera de consumismo que, como todas las fórmulas sencillas, terminan produciendo más decepciones que satisfacción. Hablamos con él durante su reciente visita a España.

PREGUNTA. Uno de los lemas del Brexit era 'recuperar el control'. Trump también prometía a sus votantes algo semejante. ¿Es el minimalismo, deshacernos de nuestras posesiones o reducir nuestras experiencias otra manera de recuperar el control en nuestras vidas?

RESPUESTA. Sí, creo que el minimalismo está motivado por esa necesidad. Los partidarios del Brexit tenían la sensación de haber perdido el control de su país, de ser incapaces de comprender el sistema global en el que viven, así que la reacción fue romper sus lazos con el sistema y simplificar su visión del mundo. No simpatizo necesariamente con ello. El movimiento minimalista se parece en el sentido de que la gente tiene la sensación de que ha perdido el control de su entorno, bombardeados continuamente por los medios de comunicación. Su respuesta es simplificar todo lo posible, y eso puede ser de manera física, viviendo en hogares con pocas cosas, o política o socialmente. El minimalismo se puede aplicar a todas esas áreas.

P. Entrevisté recientemente al psiquiatra Mark Rego. Una de las cosas que me dijo es que parte de nuestro estrés y ansiedad se debe a la complejidad del mundo con el que interactuamos: podemos saber cómo funciona una mesa, pero no cómo funciona un móvil. Esa complejidad es también la que nos conduce al minimalismo.

R. La gente desea simplicidad, o concreción, o claridad. Sabes cómo se construye una mesa y cuál es su función. Con el iPhone tenemos la paradoja de que se presenta como algo muy simple, pero que depende de una infraestructura gigantesca de cosas que no puedes entender: el entramado de cables de internet, minas en África y fábricas chinas. He olvidado el nombre del filósofo [N. del R. Timothy Morton], pero es la idea del hiperobjeto, algo tan enorme y fragmentado que el individuo no puede comprender su escala. Es el opuesto de la mesa, un trozo de madera cortado. Nos supera tanto que intentamos huir de ello.

placeholder El autor, Kyle Chayka. (Gregory Gennett)
El autor, Kyle Chayka. (Gregory Gennett)

P. Naciste en 1988, ambos somos ‘millennials’. ¿Fue el minimalismo la manera que tuvo nuestra generación de aceptar que no podríamos tener todo lo que quisiéramos?

R. Gran parte del renacimiento del minimalismo se produjo durante los años de la crisis financiera, entre 2008 y 2010. A partir de 2016, se convirtió de nuevo en algo muy popular. Durante la crisis financiera, la simplicidad y la reducción se hicieron casi algo obligatorio en la vida de la gente: tenemos que rebajar nuestras expectativas, no podemos esperar tener un trabajo, una casa, una estabilidad vital como habíamos imaginado.

La ideología del consumismo es muy importante en EEUU, así que, si no podías comprar más cosas y ser feliz a través del consumo, tenías que encontrar otras alternativas. Una era el minimalismo, en el sentido de apreciar la austeridad y la simplicidad. Recuerdo que en aquella época se pusieron de moda amueblar tu casa con muebles de la calle o montar cenas sencillas con los amigos. Fue el renacimiento del minimalismo, pero, a lo largo de la década siguiente, se convirtió en un mensaje de ‘marketing’.

P. Es una gran diferencia con la generación de nuestros padres, la de los ‘baby boomers’ en EEUU, que se caracterizó por la aspiración a poseer grandes bienes materiales: una buena casa, un buen coche, buenos muebles.

R. La idea era que la acumulación de cosas era positiva. Compras más y mejores objetos para mejorar tu vida. Eso no fue posible durante la crisis, cuando era difícil ganarse la vida. Los ‘millennials’ nos centramos en otros objetos: en lugar de una casa o un coche, gastamos el dinero en ‘smartphones’, servicios de ‘streaming’ o productos digitales como videojuegos. Para las siguientes generaciones, el consumo es cada vez más digital, más desmaterializado.

"Tomar pequeñas decisiones sin parar nos quita energía para cambiar nuestras vidas"

P. Spotify, Netflix, Amazon, todo internet al alcance de un clic… Estamos obligados a tomar continuamente decisiones sobre qué queremos consumir, ver o comprar. ¿No es el minimalismo una respuesta a esa sensación de vivir sobrepasados?

R. Según el minimalismo digital, no solo reduces los objetos que posees, sino también tu consumo digital. Hoy tenemos tantas posibilidades de consumo que es casi imposible decidirse. Las opciones son infinitas. El minimalismo te ayuda a tomar decisiones simplemente reduciendo las posibilidades. Para mí, la mejor respuesta a esa sobreabundancia de contenido en plataformas es fiarse de otras personas en las que confías, y desarrollar nuestro propio gusto, no limitarse a ver lo primero que ponen en Netflix. Averiguar qué directores y actores te gustan, desarrollar tu propio criterio. Quizás ese sea el camino.

P. Tengo la sensación de que nos pasamos tanto tiempo tomando pequeñas decisiones que no somos capaces de tomar decisiones importantes.

R. (Risas) Estoy de acuerdo en que evitamos tomar grandes decisiones, y que la abundancia de pequeñas decisiones nos lo hace casi imposible, porque todo eso nos quita la energía para cambiar nuestras vidas. Para mí, el mensaje del minimalismo es que deberías tener tu propia perspectiva y pensar las cosas por ti mismo en lugar de guiarte de lo que te rodea de manera pasiva. Pero eso también te condiciona porque simplemente flotas de una cosa a otra. El estilo de vida de muchos de mis amigos es así, tomas el camino más sencillo porque sabes que la vida puede ser compleja.

placeholder La partitura de 'Vexations' de Erik Satie. (CC)
La partitura de 'Vexations' de Erik Satie. (CC)

P. La sensación cuando nos sumergimos en la madriguera de conejo de nuestros móviles y pasamos horas y horas pasando de una aplicación a otra sin darnos cuenta de que estamos perdiendo el tiempo no es tan diferente a lo que conseguía Erik Satie cuando componía una obra como ‘Vexations’, que duraba 18 horas. Es un estado de hipnosis.

R. La idea de Satie era la de “música mueble”, es decir, estaba pensada para ser ignorada y que sonase en el fondo, que diese atmósfera a la habitación. La cultura ha seguido esa dirección durante la última década: es mucho más ambiental, no tienes que prestar demasiada atención, es interesante pero no demasiado impactante emocionalmente ni te va a cambiar la vida. La “música mueble” está en todas partes, puedes incluso ponerte un pódcast y no prestarle mucha atención. No creo que sea una buena forma de consumo cultural, si no valoramos el esfuerzo que se deposita.

P. Ocurre lo mismo con mucha música, que suena muy bien de fondo, pero que, cuando la escuchas activamente, pierde interés, o con las series y películas modernas. Puedes irte cinco minutos al baño y no tienes la sensación de haberte perdido nada.

R. En los viejos seriales, la historia o los personajes podían cambiar completamente de un momento a otro. En muchas películas o series actuales, puedes desconectar cinco o 10 minutos y no haberte perdido nada. Es un cambio extraño. Puede deberse a que ahora tenemos que prestar atención a muchos estímulos diferentes y, como siempre estamos prestando atención a nuestros ‘smartphones’, una serie de televisión ya no puede confiar en que vayamos a estar constantemente atentos para pillar todos los detalles. Incluso ‘Mad Men’ tenía más dificultad y detalle que la mayoría de series actuales, porque podía confiar en que ibas a prestarle atención en lugar de tener que competir con tu móvil por tu atención.

"Kim Kardashian puede vivir en una casa vacía porque puede pedir lo que necesite"

P. Uno de los términos clave es 'decepción', que utilizas en referencia al silencio. Dices que hemos llegado al punto en el que sentimos que no solo el arte o el lenguaje nos parecen inútiles, sino que nos estresan. ¿Hemos perdido la habilidad de conectar?

R. Creo que hoy es más difícil. Como consumidores culturales, somos ahora más pasivos, no tenemos tantas ganas de enfrentarnos a una obra de arte complicada. Pero creo que incluso los artistas tienen esa sensación de decepción con lo que hacen. Cuando creas algo, o dices algo, o produces algo, raramente puedes ejecutar la imagen que tenías en mente. El minimalismo es una reacción a esa decepción: como todo va a ser decepcionante, haces lo mínimo posible. Puede ser decepcionante intentar comunicar un gran sentimiento, así que, si te limitas a colocar un objeto en un espacio, es posible tener éxito. Ese es el límite de nuestra expresión.

P. Sospecho que la gente pobre no puede permitirse el minimalismo, no puede deshacerse de sus cosas así como así, mientras que alguien con buenos recursos socioeconómicos siempre puede adquirir rápidamente un objeto o un servicio. Por ejemplo, para alguien que vive en la calle, cada una de sus pertenencias es muy preciada.

R. La estética del minimalismo se ha convertido en parte del lujo. Siempre hablo de la mansión de Kanye West y Kim Kardashian en Los Ángeles, que no tiene ni un mueble, está completamente vacía. La única razón por la que pueden vivir así es porque pueden pedir que les traigan cualquier cosa en cualquier momento, o viajar siempre que les venga en gana. Pedir comida, alquilar un coche, pueden vivir a base de esos servicios para los que no necesitas poseer objetos físicos. Si no puedes permitírtelo, tienes que adquirir todo lo que necesitas y guardarlo en tu casa. Este libro salió en 2020, justo antes de la pandemia, y ahí la gente se dio cuenta de que necesita tener cosas para salir adelante. No siempre puedes confiar en servicios a domicilio, servicios públicos o instituciones.

P. Pasé el confinamiento en un piso muy pequeño y lleno de objetos, y me pareció un alivio poder disponer de todas esas cosas.

R. Sí, durante esos días yo también sentí que necesitaba más cosas, quería tener más obras de arte porque no podía ir a un museo, compré por fin una televisión porque sabía que no podía ir a un cine… Me mostró la importancia de los objetos y tener una relación coherente con tus posesiones, porque es fácil perder la noción y no creo que ni tirar todo ni no tirar nada sea lo mejor que puedes hacer.

P. Lo más terrible que dice Marie Kondo es que solo puedes conservar 10 libros. Porque son, además, los 10 libros que más te gustan, porque ya los has leído. Esa actitud nos hace conservadores.

R. La conclusión a la que llegué es que esta idea mercantilizada del minimalismo consiste en conformarte con ser quien eres y no ponerte a prueba, seguir los mismos gustos de los demás, copiar lo que los otros hacen. Conservar los libros que ya conoces no va a traer nuevas ideas a tu vida, y eso es un problema. En los 60 y los 70, el minimalismo artístico consistía en ponerte a prueba a ti mismo, pensar nuevas ideas, probar con nuevos materiales.

P. ¿Crees que alguien que vivió en la pobreza puede ser un minimalista? En España, es habitual que las personas que pasaron hambre durante la guerra quieran que sus hijos y nietos estén rellenitos, y les resulta más difícil tirar cosas “por si vuelve la guerra”.

R. Sienten esa necesidad de acumular cosas porque piensan que las van a necesitar en algún momento. Para el libro, hablé con gente que se había refugiado en el minimalismo y muchas de ellas o sus padres habían tenido problemas de acumulación tras haber sido pobres. Conservan todo porque tienen miedo a perderlo. El minimalismo es un lujo, un antiestilo de vida que es inaccesible para la mayoría de la gente. Pero espero que la filosofía artística que nos hace replantearnos nuestra relación con lo que nos rodea llegue a más gente. Pero, si no tienes para comer, es un lujo.

"No puedes rodearte solo de muebles minimalistas, es un lujo"

P. ¿Tienen los bienes materiales una mala reputación?

R. Creo que a menudo se ven como algo de mal gusto, no tienen demasiado caché cultural. Al mismo tiempo, en EEUU, durante los últimos cuatro años, con el maximalismo y ostentación de la Administración Trump, el materialismo ha empeorado su reputación. Quizá, sin la Administración Trump, el minimalismo no se habría extendido tanto.

P. En el libro, cuenta cómo muchas de las personas que se habían convertido al minimalismo terminaron decepcionadas pasado un tiempo. Eso probablemente también ocurra con otros movimientos políticos de los que hemos hablado.

R. El proceso de reducción o librarse de cosas o reducir tu visión del mundo parece ofrecer una solución, pero nunca puedes lograrlo por completo. Reino Unido no puede cortar todos sus lazos con el resto del mundo, y no puedes deshacerte de todas tus pertenencias y rodearte solo de objetos minimalistas, porque es sustituir una forma de consumismo por otra. Cuando lo apuestas todo a una opción, vas a terminar decepcionado. La respuesta más sencilla no suele ser la respuesta correcta.

Cuando a principios de 2019 estalló la locura Marie Kondo, que nos enseñó que debíamos deshacernos de las posesiones materiales que no necesitamos para ser más felices, al periodista Kyle Chayka, colaborador de medios como ‘The New Yorker’, no le pilló por sorpresa. Llevaba años investigando el resurgir del minimalismo en nuestras vidas, especialmente desde los años de la crisis, que nos llevaron a adoptar una filosofía del menos es más. Ajusta tus expectativas: no es la abundancia lo que nos hace felices, sino la reducción de opciones ante la avalancha de estímulos y consumo en la que vivimos.

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