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'Lo fingido verdadero': políticos, quitad vuestras sucias manos de poetas y teatreros
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'Lo fingido verdadero': políticos, quitad vuestras sucias manos de poetas y teatreros

Lope de Vega sigue siendo un genio cinco siglos después y Lluís Homar le coge bien el punto en esta obra en la que habla de la dignidad de los creadores y que se representa hasta el 27 de marzo en el Teatro de la Comedia de Madrid

Foto: 'Lo fingido verdadero' (Sergio Parra)
'Lo fingido verdadero' (Sergio Parra)

Miguel de Cervantes le llamó ‘monstruo de la naturaleza’ y hoy se le puede adjudicar el mismo calificativo. Lope de Vega sigue siendo un genio cinco siglos después. De eso hay poca duda cuando se va a ver una obra suya (un valor seguro). Una perogrullada como decir que Shakespeare es bueno. Pero lo interesante es que se le acerque bien a 2022. Que no por poner cuatro trajes contemporáneos, quizá alguna morcilla y música actual ya se esté desempolvando al clásico. Y Lluís Homar en ‘Lo fingido verdadero’ lo consigue. E Israel Elejalde, que casi nunca desmerece, como ese dramaturgo/actor Ginés -un trasunto del propio Lope-, que se nos vuelve místico a medida que transcurre la obra. Y el resto de 14 actores sobre el escenario (¡14, qué despliegue!). Y la escenografía. Rueda muy bien el engranaje en el Teatro de la Comedia de Madrid -sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico- donde estarán hasta el 27 de marzo. Hay tiempo, pero no se descuiden. Después saldrá de gira.

‘Lo fingido verdadero’ no es una de las comedias más conocidas de Lope. De hecho, no se ha representado mucho. No tiene nada que ver con sus tramas de enredo ni con sus tragediones. Homar la ha querido sumar al repertorio del clásico y le ha salido bien. Se puede interpretar de varias maneras -la fuerza de la representación, el significado de la imitación, esa cosa que ya decía Magritte de la pipa- pero aquí me quedo con la dignificación que hace del oficio del teatro y con la palabra del poeta, que es el único que dice la verdad. Y con la bofetada que le pega a los políticos -ese César Diocleciano y sus aduladores- que quieren tener a sus escribientes de mesilla de noche y si no les gusta lo que escriben les crucifican. Políticos, parece decir, quitad vuestras sucias manos de los creadores. Obviamente, Lope también lo sabía: alguien también tendrá que pagar a los poetas para no morirse de hambre.

Me quedo con la dignificación que hace del oficio del teatro y con la palabra del poeta, que es el único que dice la verdad

El texto fue publicado en 1620 cuando ya se había ordenado sacerdote. Sin embargo, parece que fue escrita hacia 1608. Está dividida en tres actos, y como es habitual en él, hay una mezcla de todo, desde la comedia de capa y espada al drama de santos (quizá por eso se lo dedicó a Tirso de Molina). También se produce su habitual mezcla de las clases sociales, es decir, la fórmula que siguen usando los británicos para sus dramas de época con nobles y sirvientes y que les siguen quedando tan bien. Es un teatro nada rígido. También se entremezclan los roles femeninos y masculinos y había actores interpretando a personajes femeninos y actrices a masculinos. Eso, en el siglo XVII, entusiasmaba al público. Igual ahora se monta un pollo en Twitter. Homar ha preferido ceñirse al XVII. Y, por supuesto, funciona. Eso es el teatro: interpretar lo que uno no es. ¿O es decir la verdad?

placeholder Arturo Querejeta en primer término (Sergio Parra)
Arturo Querejeta en primer término (Sergio Parra)

¿Y qué hacía el buen Lope hacia 1608? Tenía 46 años y había escrito ‘El arte de hacer comedias’, su manual sobre cómo hay que escribir para tener éxito (el que él tenía, que era muchísimo). Él decía: “Qué puedo hacer si tengo escritas, con una que he acabado esta semana, cuatrocientas y ochenta y tres comedias”. Pues contar al resto cómo se triunfa. Arrogancia no le faltaba. De todo lo demás, tampoco. Vivía con su mujer Juana de Guardo y con su amante, la actriz Micaela Luján (con la que tuvo cinco hijos), en Toledo, y se sabe ya que aquellos días se relacionaba con la actriz Jerónima de Burgos, que también estaba casada. Entre medias parió este ‘Lo fingido verdadero’ en el que también diserta sobre el teatro, la palabra y la representación, pero en versión teatralizada. Suena un poco estresante, pero hasta que no se metió a cura (y tampoco, porque siguió manteniendo relaciones con Marta de Nevares) parece que así fue su vida.

Por qué mola este montaje

Que Lope tenía facilidad para la rima es otro aspecto impepinable. Le salían como el agua. Pareciera que se levantara de la cama y hablara ya en verso. Y los actores logran proyectarlo al público y que fluya… Si bien, también hay que indicar que el pasado día 1, el día del estreno, al principio costó.

Los catorce actores salen a escena como si fuera la compañía itinerante de turno, se presentan y se disponen a representar la obra, ambientada en el siglo V a.C. Toda una dramedia romana. Después se colocan en todos los lados del escenario e incluso en la primera fila del patio de butacas y van saliendo a escena según su turno de palabra. Elejalde -Ginés- va marcando el ritmo. Los primeros quince minutos fueron farragosos. No se entendía bien por qué esos trajes, por qué esos zapatos con plataformas ni quién era uno ni quién era otro. Un poco de caos en el escenario. Quizá fueron los nervios del estreno. Hay quien dice que lo mejor siempre es ir el último día de representación porque ahí ya está todo niquelado. Lo cierto es que pasados esos minutos empezó a funcionar.

placeholder Israel Elejalde como el santo Ginés (Sergio Parra)
Israel Elejalde como el santo Ginés (Sergio Parra)

Arturo Querejeta se asentó como el emperador Diocleciano, María Besant convencía como la avispada Camila y, por fin, se entendía cuál era el papel de Elejalde/Ginés en todo esto. De las tres partes de la obra la más entretenida es la segunda, cuando la compañía (dentro de la compañía) representa ante el emperador la obra que ha escrito Ginés. Porque es la verdadera comedia -y hubo risas en el patio de butacas- porque es cuando se produce el juego de engaños, la reflexión sobre los celos -siempre en Lope, que algo debía saber- y porque hacerlo con ese piano y esos actores que parecen cabareteros mientras sacan sus cabezas entre el telón les queda muy resultón.

Aquí hemos venido a disfrutar y a que nos saquen grúas y lo que haga falta

En la tercera parte, lo cierto es que Homar, al que se le criticó por no haber hecho nunca clásicos cuando fue elegido como director de la CNTC, ha querido tirar la casa por la ventana. Es posible que la conversión mística de Ginés se le pase un poco de frenada. Más aún cuando echan mano de toda la tramoya con grúa y arnés incluído porque para eso es un teatro público con recursos. Queda un poco raro el paso de la comedia a ese momentazo dramático-religioso-mártir. Pero aquí hemos venido a disfrutar y a que nos saquen grúas y lo que haga falta con Elejalde ahí subido como un mártir crucificado por el emperador.

En su conjunto, se pasan muy bien las dos horas que dura ‘Lo fingido verdadero’, los actores están estupendos y, al final, has ido a ver una comedia de Lope de Vega, que mal regusto no te va a dejar nunca.

Miguel de Cervantes le llamó ‘monstruo de la naturaleza’ y hoy se le puede adjudicar el mismo calificativo. Lope de Vega sigue siendo un genio cinco siglos después. De eso hay poca duda cuando se va a ver una obra suya (un valor seguro). Una perogrullada como decir que Shakespeare es bueno. Pero lo interesante es que se le acerque bien a 2022. Que no por poner cuatro trajes contemporáneos, quizá alguna morcilla y música actual ya se esté desempolvando al clásico. Y Lluís Homar en ‘Lo fingido verdadero’ lo consigue. E Israel Elejalde, que casi nunca desmerece, como ese dramaturgo/actor Ginés -un trasunto del propio Lope-, que se nos vuelve místico a medida que transcurre la obra. Y el resto de 14 actores sobre el escenario (¡14, qué despliegue!). Y la escenografía. Rueda muy bien el engranaje en el Teatro de la Comedia de Madrid -sede de la Compañía Nacional de Teatro Clásico- donde estarán hasta el 27 de marzo. Hay tiempo, pero no se descuiden. Después saldrá de gira.

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