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La muerte de un inmortal: un gran español en una patria menguante
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VIDA Y MILAGROS DE MIGUEL DE CERVANTES

La muerte de un inmortal: un gran español en una patria menguante

Contemporáneo de Lope de Vega, al que adelantaría sin despeinarse, construyó una obra sin fisuras que dejó un legado para la posteridad de incuestionable potencia narrativa

Foto: Nuestro escritor más internacional, Miguel de Cervantes Saavedra.
Nuestro escritor más internacional, Miguel de Cervantes Saavedra.

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.
Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616)

En la estela de Homero o de Virgilio, cada mil años aproximadamente aflora de las profundidades de la literatura una explosión de creación encarnada en un genio.
En un tiempo en el que los deseos y la realidad andaban a la greña, el autor del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, cirujano de precisa lucidez, desgranaba monótonamente en un salvaje sarcasmo de incomparable erudición, el principio de la decadencia del coloso que fuimos, mientras que su portentoso idealismo e ironía le trascenderían arrastrándole a crear una de las obras de literatura más universales de todos los tiempos, El Quijote.

Era también un tiempo de celosos inquisidores y poderosos censores, con una religión de presencia asfixiante y una Iglesia siempre atenta a las desviaciones de los súbditos descarriados. Era un tiempo de trapacerías y penurias, de picaros, truhanes, frailes pedigüeños, féminas de costumbres ligeras y estirados hidalgos venidos a menos, un tiempo de sopa boba, muchos frentes abiertos, poca solvencia y muchas deudas. Era una España gris, escapista, empobrecida, y lo peor estaba por venir.

Enfrentado a las leyes seculares y religiosas por algunos dimes y diretes, Don Miguel pasaría algunos meses a buen recaudo

Al parecer, nuestro más preclaro e ilustre literato y dramaturgo de fortuna varia, vivió toda su vida en el umbral de una pobreza de solemnidad; eso sí, en parte por su incompatibilidad con los números y su afición a las cartas, algo, esto último, que queda probado por el manejo del lenguaje afín al juego que desprende en sus obras.

Admirado por Shakespeare –al que nunca conoció–, El Quijote sería traducido al inglés en 1612. Fletcher, autor de varias adaptaciones de Cervantes presentadas en el famoso The Globe de la capital londinense, se cree que colaboró en la Historia de Cardenio en la que el gran maestro anglosajón parece ser, se inspiró tras la lectura de la obra cumbre del español. El nombre, derivado de un personaje ficticio de la primera parte de la novela Don Quijote de la Mancha (1605), sería representado solamente en dos ocasiones por la compañía de teatro inglesa King's Men en 1613 y la plataforma de la obra del inglés tiene una simétrica exposición (cuando no copia), de la del personaje aparecido en Sierra Morena al trastabillado idealista inventariado por Cervantes para la historia.

Un hombre desafortunado

Contemporáneo del maledicente Lope de Vega, al que adelantaría por la derecha sin despeinarse, construyó una obra intensa y sin fisuras que dejaría un legado para la posteridad de incuestionable potencia narrativa. 'La Galatea', 'Novelas Ejemplares', 'Los trabajos de Persiles y Segismunda', 'Los baños de Argel', 'La ilustre fregona' se asentarían sobre la base del gran angular de una visión del factor humano inconfundible; la de un ser doliente y desgarrado con una sensibilidad asimétrica a la de la cruel realidad, ante la que las heridas del alma no cicatrizan jamás y viven en un permanente sangrar.

Miguel de Cervantes fue un hombre común camuflado en el mundo de las sórdidas apariencias e impregnado del automatismo de lo cotidiano, un hombre desafortunado por ende. Su pobreza asombró tanto a la aristocracia francesa en tránsito por Madrid, como a los mendaces canallas del gremio, que lo vituperaban sin contemplación. Hasta en una docena de países europeos se le plagió simultáneamente, la difusión de su obra era de alcance continental y mas allá.

La propiedad intelectual (o la ausencia de ella) se cebaría salvajemente con nuestro mayor embajador. Sin ir más lejos, el presumiblemente apócrifo Quijote de Avellaneda, otro de los grandes misterios que enfrenta la vida de Cervantes, por la titularidad de los innumerables adjudicatarios que la reivindican, es otro golpe bajo a la miseria del autor.

Documental sobre Cervantes y el Quijote del Canal Historia.

Cervantes no hilaba fino en su temeridad. Enfrentado a las leyes seculares y religiosas por algunos dimes y diretes, más propios de la algarabía y del cotilleo de corrala, Don Miguel pasaría algunos meses a buen recaudo; experiencia ya tenía tras los cinco largos años a la sombra como cautivo en Argel. Es muy probable que en ningún caso fuese reo de delito, pero lo que si es cierto, es que en aquella época se encarcelaba a la ciudadanía por cualquier motivo o sin él. Su desdichada vida de aventurero desafortunado, pone de relieve el riesgo y la inseguridad en la que estaba instalada tan preclara mente.

El reflejo del esperpento vivido por Don Quijote, no escapa ni es ajeno a la España actual. Cuando derriba las marionetas que toma por moros, o combate molinos de viento con su peculiar audacia; cuando confunde a los frailes con malvados encantadores –sentir recurrente por otra parte en nuestra historia el anticlericalismo en el solar patrio–, no hace otra cosa que satirizar con un humor incisivo y espadachín, casi gallego en la retranca, a una tierra madre cada día mas ahusada en su magra delgadez.

Quizás con una diabetes galopante o una cirrosis inmisericorde, remató 'Los trabajos de Persiles y Sigismunda' tan solo tres días antes de morir

Cuando su autor, allá por 1605 ya contaba cincuenta ocho años, en una lóbrega habitación de Valladolid, un cuchitril de menos de veinte metros cuadrados y humedades por doquier, alumbraría la primera parte del Quijote. Entre ediciones piratas y falsos originales atribuidos a su persona, Cervantes había pasado a formar parte del imaginario popular.

Su falta de adaptación para vivir la realidad común, hizo que permanentemente estuviera embarrado en su búsqueda de los más altos ideales. Como una tupida red, como una telaraña agobiante, el diferencial entre una mente adaptada para soñar y un cuerpo de compañía que lo lastraba a un mundo cruel, hacía patente cada vez más el divorcio interno de este Grande de España. Pero ni las injusticias de la suerte le amargarían. La ternura que subyace en El Quijote, sumada a su inquebrantable sentido del humor, estremecen por su humanidad, su enorme empatía con el alma humana lo hace único en su género.

La célebre versión de dibujos animados del Quijote.

Cuando la goma de borrar, vino puntual a dar la hora, Cervantes tenía 69 años. Su piel apergaminada, ya solo daba albergue a una osamenta cansada. Quizás con una diabetes galopante o una cirrosis inmisericorde, remataria 'Los trabajos de Persiles y Sigismunda' tan solo tres días antes de morir.
En su lecho de muerte, su hábil pluma no dejaría de desprender ganas de respirar vida. Al Conde de Lemos, soporte económico intermitente y mentor del desdichado escritor, en una nota postrera, le dirigiría estas palabras dedicatorias:

“Ayer me dieron la Extremaunción y hoy escribo esta. El tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan, y con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir“.

Lo dicho, un Grande creciente en una patria menguante.

El que lee mucho y anda mucho, ve mucho y sabe mucho.
Miguel de Cervantes y Saavedra (1547-1616)

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