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Ilusionista y perturbador: la gran exposición sobre Magritte toma el Thyssen
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Ilusionista y perturbador: la gran exposición sobre Magritte toma el Thyssen

Más de 90 lienzos, fotografías y películas del pintor belga se pueden ver en la pinacoteca madrileña (y después en el CaixaForum de Barcelona) hasta el 30 de enero

Foto: 'Ejercicios espirituales', de René Magritte (P.C.)
'Ejercicios espirituales', de René Magritte (P.C.)

Esta no es una exposición del otoño de 2020. Esta es de septiembre de 2021 y estuvo a punto de no celebrarse. ‘La máquina Magritte’, 95 lienzos de distintas instituciones, galerías y colecciones privadas que se pueden ver en el Museo Thyssen de Madrid (y después en el CaixaForum de Barcelona), pudo haber sido otra víctima de la segunda ola de la pandemia, cuando hace un año el mundo dio otro cerrojazo. Los préstamos se pararon, la inseguridad aumentó —no había correos físicos: los que controlan el traslado de los cuadros— y lo que iba a ser el pasado otoño desapareció. Pero, como sucede con el ilusionismo, lo que no es puede ser si se mira de otra forma. Y sucedió: Magritte llegó finalmente a Madrid para quedarse un tiempo. Hasta el 30 de enero.

Esta muestra pudo haber sido otra víctima de la segunda ola de la pandemia, cuando hace un año el mundo dio otro cerrojazo

“Ha sido un proyecto muy complicado también porque Magritte es complicado. Cuando crees haberlo atrapado se te ha escapado”, reconocía esta mañana Guillermo Solana, director artístico del Thyssen, durante la presentación (curiosamente virtual) de la exposición para la que se ha contado con la ayuda de la Fundación Magritte. Desde hacía seis años, cuando pergeñó la idea junto a la comisaria Paula Luengo, había muchas ganas de este pintor belga, adalid del surrealismo y que definía su pintura como el arte de pensar. De ahí que, como Dalí, juguetee con imágenes paradójicas donde se une lo cotidiano con el extrañamiento. La máscara con la realidad. Lo que está con lo que pasa desapercibido por el ojo humano. Y de ahí que, “como Dalí, hoy esté considerado uno de los tres o cuatro pintores más codiciados del siglo XX. A cada museo hay que arrancarle su Magritte”, añadía Solana. Finalmente, han conseguido la muestra más grande en España desde la que celebrara la Fundación March allá por 1989.

“Ha sido un proyecto muy complicado también porque Magritte es complicado. Cuando crees haberlo atrapado se te ha escapado”

El título no es baladí. Los pinceles del creador de ‘Esto no es una pipa’, que comenzó a pintar en los años 20, están poseídos por el absurdo beckettiano —quizás habría que pensar si en estos años 20 de nuestra era no vamos disparados hacia cierto absurdo—, pero, como explicaba Solana, “era muy riguroso y metódico. Había un procedimiento”. No hay caos en Magritte. Al contrario, como decía Polonio en ‘Hamlet’: “Si es locura hay método”. Tal cosa se observa muy bien en las variaciones de las distintas pinturas. “Hay imágenes que ganan con las variaciones. Queríamos que el espectador viera su proceso de creación y cómo la mente seguía funcionando después de tener la idea. Era muy obsesivo”, apuntaba el director artístico.

placeholder 'La lámpara filosófica' y 'El mago'.
'La lámpara filosófica' y 'El mago'.

La imagen te miente

Toda la muestra está organizada por temáticas aunque también se puede ver cierta evolución con el paso del tiempo. Al autor de 'El asesino amenazado' le interesaba demostrar que las imágenes son siempre sospechosas, que eso de que una imagen vale más que mil palabras es falso y que la manipulación casi forma parte de su esencia. Y lo hizo 100 años antes de los filtros de Instagram, las fotos de perfil y los selfis desde encuadres hiperbuscados. La mentira y la traición de la imagen, a la orden del día. Con el tiempo, tal explicación pasaría de lo más abstracto a lo figurativo, también una de las claves para que en la actualidad sea accesible para la gran masa que visita los museos.

placeholder 'Esto sigue sin ser una pipa'.
'Esto sigue sin ser una pipa'.

La primera sala revela los autorretratos de este mago pintor en los que, se explica desde el museo, subyace “una actitud irónica hacia el mito del genio creador”. Magritte se ríe con lienzos como ‘La lámpara filosófica’ (1936), en el que produce el encuentro entre dos elementos fetiche del pintor, ambos dotados de simbolismo sexual: la nariz y la pipa. En 'Tentativa de lo imposible' (1928), está pintando a una mujer desnuda; él es real y ella solo un producto de su imaginación, suspendida entre la existencia y la nada. Es una versión del mito de Pigmalión, de la creación artística identificada con el deseo, del poder de la imaginación para producir la realidad, dice la nota del museo. En 'El mago' (1951) el pintor aparece utilizando sus superpoderes para alimentarse.

Abunda, a su vez, en la cuestión de la imagen-trampa con variaciones como ‘Esto sigue sin ser una pipa’ (1952). Es precisamente esta ironía lo que más le distancia del grupo de los surrealistas, ya que él prefería indagar en esta cuestión de lo falso (que es mucho más posmoderno que surreal) en vez de en lo onírico y obsesivo. Y, de ahí también, que resultara tan atractivo para filósofos como Foucault.

placeholder En primer término, 'La travesía difícil'.
En primer término, 'La travesía difícil'.

En la parte dedicada a la figura y fondo se explica la influencia que tuvo el 'collage', si bien tampoco lo usó demasiado. Más interesante resulta cómo empezó a convertir los cuerpos sólidos en huecos a través de los que se ve otro paisaje. Así sucede en pinturas como ‘La anunciación’. En esta búsqueda destaca la temática del cuadro y la ventana. O, lo que es lo mismo, el cuadro dentro de otro cuadro para indagar en la perspectiva como hicieron por primera vez los renacentistas. Pero él lo reduce al absurdo con cuadros como ‘La travesía difícil’ (1926), ‘Los paseos de Euclides’ (1955) o el fabuloso ‘La llave de los campos’ (1936).

Uno de los cuadros más famosos es ‘La violación’, aunque no está presente en esta exposición. Es representativo de lo que hacía con la figura humana: taparla, convertirla en otra cosa (un cuerpo desnudo) o colocar un objeto sobre ella, como sucede con la manzana de ‘El hijo del hombre’. Sí se puede ver ‘Ejercicios espirituales’ (1936), el cuerpo desnudo de una mujer cuya cabeza es una bola (como si fuera un emoticono vacío). O ‘El ámbito encantado’, con manzanas con antifaces (como la figura de los Premios Max de teatro).

placeholder 'El ámbito encantado'.
'El ámbito encantado'.

Además de tapar rostros, al belga le gustaba perturbar al espectador cambiando los objetos de su contexto natural a otro en el que no tuvieran nada que ver. Uno de los más evidentes es ‘Los valores personales’ (1952), con ese peine gigante, esa cama pequeña, esa brocha de afeitar enorme y esa copa como protagonista principal. Como si en algún momento se fueran a poner a conversar entre ellos (eso sí podría suceder en una película de Disney).

placeholder 'Los valores personales'.
'Los valores personales'.

Magritte vivió parte de su vida en París, donde se relacionó con los surrealistas, pero a partir de 1930 se marcharía a Bruselas, ciudad en la que se instaló para siempre. Su fama iría en aumento y ya en los años 30 expondría en el Museo de Arte Moderno (MoMA) de Nueva York. Casi siempre giró en torno a una serie de obsesiones (la pipa, el cuerpo desnudo de la mujer, las rocas, los huecos). “Desde mi primera exposición, en 1926, (...) he pintado un millar de cuadros, pero no he concebido más que un centenar de esas imágenes de las que hablamos. Este millar de cuadros es el resultado de que he pintado con frecuencia variantes de mis imágenes: es mi manera de precisar mejor el misterio, de poseerlo mejor”, decía el propio pintor.

La muestra recoge estas obsesiones y ofrece, además, fotografías y películas hechas por él mismo en las que aparecen imágenes cotidianas y amigos. Estuvo a punto de no celebrarse, pero es una de las exposiciones del año.

Esta no es una exposición del otoño de 2020. Esta es de septiembre de 2021 y estuvo a punto de no celebrarse. ‘La máquina Magritte’, 95 lienzos de distintas instituciones, galerías y colecciones privadas que se pueden ver en el Museo Thyssen de Madrid (y después en el CaixaForum de Barcelona), pudo haber sido otra víctima de la segunda ola de la pandemia, cuando hace un año el mundo dio otro cerrojazo. Los préstamos se pararon, la inseguridad aumentó —no había correos físicos: los que controlan el traslado de los cuadros— y lo que iba a ser el pasado otoño desapareció. Pero, como sucede con el ilusionismo, lo que no es puede ser si se mira de otra forma. Y sucedió: Magritte llegó finalmente a Madrid para quedarse un tiempo. Hasta el 30 de enero.