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'Stanley Kubrick: The exhibition'. La fascinación por la violencia y el deseo sexual
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'Stanley Kubrick: The exhibition'. La fascinación por la violencia y el deseo sexual

Hasta el 8 de mayo de 2022 se puede ver en el Círculo de Bellas Artes de Madrid esta muestra que repasa la trayectoria del cineasta a partir de imágenes, 'story-boards', vestuario, guiones y decorados inmersivos

Foto: Una inmersión en '2001. Una odisea en el espacio'. (P. C.)
Una inmersión en '2001. Una odisea en el espacio'. (P. C.)

“Aunque existe cierto grado de hipocresía sobre este tema, todo el mundo se siente fascinado por la violencia. Después de todo, el hombre es el asesino con menos remordimientos que ha pisado la faz de la tierra”.

El cineasta Stanley Kubrick (1928, EEUU-1999, RU) que, como si fuera un Freud contemporáneo, tanto incursionó en todas aquellas historias que removieran nuestros instintos más primarios lo tenía bastante claro. Lo dejó dicho y lo dejó rodado gustando a muchos espectadores y espantando a tantos otros. La muestra ‘Kubrick: The exhibition’, que principalmente cuenta con imágenes del Deutsches Filminstitut y Filmmuseum de Fráncfort y que hace ya unos meses pasó por CCCB de Barcelona, es un gran recordatorio de la capacidad de este creador por manosear nuestras entrañas más íntimas. Está hasta el 8 de mayo de 2022 en el Círculo de Bellas Artes de Madrid.

No se asusten. La muestra se compone de imágenes, fotografías, guiones, vestuario original, objetos y decorados inmersivos tan del gusto de las exposiciones más comerciales actuales. Es una exposición básica, pero muy bien condimentada y jugosa.

placeholder Los inicios de Stanley Kubrick. (P. C.)
Los inicios de Stanley Kubrick. (P. C.)

Comisariada en Madrid por Isabel Sánchez, está dividida en dos plantas y avanza en orden cronológico, pero siempre apuntalada en los dos pilares en los que se asentó su filmografía: la violencia testosterónica, viril y, en ocasiones, rayando cierta pulsión homosexual (como sucede en ‘La chaqueta metálica’), y el deseo sexual más general —que no es más que otro afán de posesión— y que abarca desde las orgías de ‘Eyes Wide Shut’ hasta la mirada libidinosa de su ‘Lolita’ adolescente que interpretó Sue Lyon. Si Kubrick en vez de cine hubiera escrito un tratado filosófico sobre el ser humano, la imagen que hubiera salido de todos nosotros no sería particularmente buena.

De fotógrafo a cineasta

La planta de abajo revela los inicios del director como fotógrafo. A lo largo de toda la exposición se van contando algunas anécdotas como la cámara que le regalaron con 13 años y la primera fotografía que publicó: un hombre aburrido en un kiosco con la portada de un periódico que informaba de la muerte de F. D. Roosevelt. Fue en 1945 y tenía 17 años. A partir de ahí, no dejó de hacer reportajes para revistas en los que ya se entreveían sus intereses: uno sobre el boxeador Walter Cartier, otro sobre el equipo de natación masculina de la Universidad de Míchigan. Siempre hay algo del físico y del deseo masculino.

Como gran pesimista filosófico, decía que le atraían más los criminales que la buena gente

No extraña que su primera película se llame ‘Miedo y deseo’ (1953) —de la cual él renegaría más tarde—. Para la segunda se fijó en los criminales. Como gran pesimista filosófico, decía que le atraían más este tipo de personajes que la buena gente. Tampoco sorprende que empezara a trabajar los guiones con novelistas tan negros como Jim Thompson, con quien escribió ‘El beso del asesino’, en el que aparece la famosa escena de los dos hombres peleándose en una sala llena de maniquíes.

placeholder El vestuario utilizado en 'Barry Lyndon'. (P. C.)
El vestuario utilizado en 'Barry Lyndon'. (P. C.)

Los libros fueron una pieza básica en su cine. Muchas de sus películas parten de novelas. Era un gran lector y ahí está el ‘Relato soñado’, de Arthur Schnitzler ('Eyes Wide Shut'), o la ‘ Lolita’, de Nabokov. Así lo recuerda la muestra que también recoge los mano a mano que tuvo con todos estos escritores (Schnitzler no, porque había muerto). Con Arthur C. Clarke escribió, por ejemplo, ‘2001, una odisea en el espacio’. Siempre hay algo literario en su cine. De hecho, las críticas dijeron en su momento que esta última, más que una película, era un gran poema visual.

Kubrick también fue un director al que le gustaba el humor. Eso sí, sarcástico y corrosivo. Con mala leche. Uno de sus actores fetiche fue Peter Sellers, protagonista absoluto de ‘¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú’, una de las películas más satíricas sobre la Guerra Fría. El director se atrevió incluso a reírse de la bomba atómica con la bella canción que canta Vera Lynn al final. En la muestra se cuenta una historieta divertida: Kubrick llegó a rodar una escena de tartazos. Se utilizaron hasta 3.000 tartas —efectivamente, se puede decir que era un director algo excesivo—, pero, finalmente, la descartó porque pensaba que no tenía el tono humorístico de toda la película. Las imágenes sí quedaron.

placeholder La batalla de los tartazos que se descartó de 'Teléfono rojo'. (P. C.)
La batalla de los tartazos que se descartó de 'Teléfono rojo'. (P. C.)

Además de una cámara, al director le habían regalado de pequeño un ajedrez. Fue siempre uno de sus juegos favoritos y para él tenía mucho que ver con las tácticas de la guerra. En la exposición, se dice que quizá por eso fue uno de los directores que más cintas bélicas rodó. Desde la citada ‘Teléfono rojo’ a ‘Senderos de gloria’, ‘Espartaco’ o ‘La chaqueta metálica’. Y otras que no llegaron a cuajar como un guion sobre Napoleón que tenía casi listo y otro sobre la II Guerra Mundial y el Holocausto (‘Los papeles arios’). La violencia, la sangre y la fuerza una y otra vez.

placeholder La testosterona de 'La chaqueta metálica'.
La testosterona de 'La chaqueta metálica'.

Violencia explícita

De la planta baja —es interesante, pero la música de sus películas que suena continuamente llega a resultar un poco ensordecedora y machacona— se pasa a la primera que es la verdadera joya de la corona. Despliegue de vestuario —como el utilizado para ‘2001’ y ‘Barry Lyndon’— de decorados —llegas a entrar en la nave Discovery— y de imágenes. Merece la pena quedarse un rato a ver la famosa escena del sargento Hartman con los jóvenes reclutas que van a partir a Vietnam —y esos devaneos filohomosexuales del sargento— de ‘La chaqueta metálica’ y la de Jack Nicholson como Jack Torrence persiguiendo a Shelley Duvall con un hacha en ‘El resplandor’. Aunque la más interesante es ver cómo Kubrick explicaba a Nicholson cómo colocarse delante de una puerta mientras él buscaba el enfoque más adecuado desde el suelo. Para los más cinéfilos: se expone la máquina de escribir de Torrance con la famosa frase “All work and no play makes Jack a dull boy”, los vestidos de las gemelas o el cuchillo jamonero de Wendy.

Se expone la máquina de escribir de Torrance, los vestidos de las gemelas asesinadas o el cuchillo jamonero de Wendy

Tras recorrer un pasillo que evoca al del hotelito Overlook con las famosas gemelas al fondo, estalla la violencia y el sexo de ‘La naranja mecánica’. Por cierto, se recuerda que, ante la crítica de muchos espectadores por su grado explícito de violencia, la película llegó a ser retirada de muchos cines británicos en 1971. Y en España estuvo censurada y no se pudo ver hasta 1975.

placeholder Sexo y violencia en 'La naranja mecánica'. (P. C.)
Sexo y violencia en 'La naranja mecánica'. (P. C.)

La exposición se cierra con la última película de Kubrick, ‘Eyes Wide Shut’, que entregó a la productora solo seis días antes de que le diera el infarto que le mató. Contó con el matrimonio más conocido del momento, Tom Cruise y Nicole Kidman, y en ella resumía de alguna manera sus obsesiones trenzadas a partir del deseo sexual. Una habitación nos lleva a la sala de la orgía con las máscaras. No hay nada de sexo, solo el vestuario. La muestra apostilla que la película es una defensa de la seguridad de la unión (del matrimonio) ante los peligros que hay ahí afuera.

Kubrick fue un director atípico. En la exposición también se dice que consiguió hacer películas que eran obras de arte y que la gente acudiera en masa a los cines para verlas. Tras salir de la muestra, dan ganas de muchas cosas y una de ellas es volver a revisar sus cintas.

“Aunque existe cierto grado de hipocresía sobre este tema, todo el mundo se siente fascinado por la violencia. Después de todo, el hombre es el asesino con menos remordimientos que ha pisado la faz de la tierra”.

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