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Cita a medianoche en el parque de Berlín, así borró el Cesid las huellas del 23F
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Cita a medianoche en el parque de Berlín, así borró el Cesid las huellas del 23F

Ocurrió el 28 de febrero de 1981: Cortina trató de emboscar a varios agentes que habían descubierto los hilos que conducirían a Zarzuela

Foto: El presidente del Gobierno Adolfo Suárez y el rey Juan Carlos. (Telemadrid)
El presidente del Gobierno Adolfo Suárez y el rey Juan Carlos. (Telemadrid)

Después de exponerle sus sospechas sobre la participación de la cúpula del Cesid en el 23F, el teniente Rando recibió finalmente la orden de su superior, el comandante José Luis Cortina, para reunirse en el parque de Berlín. Era el 28 de febrero de 1981, cinco días después del fallido golpe de Estado. Aunque habían hablado por la tarde, Cortina le citó a la una de la mañana y con la instrucción de acudir sin su escolta de la Guardia Civil. En ese momento, se encendió un piloto rojo en la cabeza de Rando: “Solo, a la una de la madrugada, en febrero y en el parque de Berlín. Si hubiera ido no habría tenido la menor oportunidad de salir vivo. Así que Cortina me da la orden y, como yo no me puedo oponer, le digo que de acuerdo, pero luego no voy”.

Lo que ocurría es que la cúpula de los servicios secretos quería borrar las posibles huellas del rey Juan Carlos I en el golpe y el teniente Rando junto al capitán Camacho, y otros agentes de la unidad operativa del Cesid, el AOME, eran un incordio peligroso. Habían descubierto varios hilos que terminaban en Zarzuela tras lo ocurrido una semana antes en el Congreso. Casi nada. Lo que desconocían, en cambio, hasta ese momento es que el verdadero golpe lo habían montado sus superiores del Cesid y que, al haber saltado la alarma, estaban ahora en grave peligro.

Mientras el Rey zanjaba el 23F, se producía una caza de espías en el Cesid para tapar a Zarzuela

La escena parece escrita por John Le Carré, pero no es una novela. Es parte de una historia más extensa y nada ficticia que comienza antes de la muerte de Franco y que tuvo su punto álgido en la Transición. Especialmente al final, cuando los servicios de espionaje decidieron que había que descabalgar al presidente Suárez una vez que este rompió su idilio con el Rey. A Juan Carlos le protegieron de todo: del golpismo, de las comisiones del petróleo saudí…

En nombre de Juan Carlos

Así, mientras el país asistía al espectáculo de cómo el reciente Rey había salvado la democracia de los generales golpistas, de esa supuesta rémora del franquismo, el mismo agente del servicio de espionaje Rando, salía por la azotea de su casa a toda prisa. Sus compañeros le habían montado un operativo para secuestrarle bajo las órdenes del comandante José Luis Cortina. Como Camacho, sabía que la cúpula del Cesid había participado en el 23F a favor de una solución con el Rey a la cabeza.

Lo cuenta el periodista y especialista en espionaje Fernando Rueda en su nuevo libro ‘Al servicio de su Majestad’ (La Esfera) corroborando lo que ya publicó El Confidencial en el aniversario del 23F. Su relato, sin embargo, explica también la relación de los servicios de espionaje con el jefe del Estado desde antes de ser rey hasta las operaciones de su valido Manuel Prado y Colón de Carvajal, los años del felipismo y el final de su reinado.

placeholder Intento de golpe de Estado de Tejero el 23 de febrero de 1981. (Archivo)
Intento de golpe de Estado de Tejero el 23 de febrero de 1981. (Archivo)

La emboscada en el Parque de Berlín y la persecución de agentes del mismo servicio en 1981 no suele salir en los libros de historia. ¿Cómo se había llegado a esa estrambótica situación? La explicación habría que buscarla algunos años antes cuando la relación entre el presidente del Gobierno Adolfo Suárez, artífice de la Transición, y el rey Juan Carlos comenzó a deteriorarse.

Hubo una guerra interna en la que el Cesid apoyó al jefe del Estado en contra de Suárez

Hubo una guerra interna en la que finalmente el Cesid, heredero del Seced, acabó apoyando al jefe del Estado en detrimento del presidente del Gobierno, como era su verdadera obligación. Es al menos la tesis de Fernando Rueda y no carece de evidencias e indicios. Otros autores como Roberto Muñoz Bolaños han apuntado en esa dirección, aunque existen coincidencias y divergencias. No es difícil imaginar por qué, el espionaje es una casa de espejos y la documentación que lo respalda es casi siempre inexistente. Aun así, hay datos que se van abriendo a lo largo de los años. La cuestión es que los años de la Transición son convulsos y muy intensos en la dirección del estado.

Operación Timón

Todo comenzó en el lejano 1978 cuando un grupo de civiles entre los que estaba, por ejemplo, el periodista Luis María Ansón, ante la deriva de lo que ellos consideraban una amenaza para la nación, como lo eran el Estado autonómico o los atentados de ETA, comenzaron a plantear una operación de reconducción de la Transición, como prescindir de uno de sus arquitectos, el presidente Adolfo Suárez. Bautizada como operación De Gaulle por sus similitudes con la reforma autoritaria de Charles de Gaulle en Francia en el año 1956. También conocida como operación Timón —por golpe de timón, cambio de rumbo— el otro elemento fundamental era el liderazgo del reciente rey Juan Carlos I.

placeholder Al servicio de su majestad, Fernando Rueda (La esfera)
Al servicio de su majestad, Fernando Rueda (La esfera)

Hasta aquí se trata de un aspecto conocido de todas las tramas que desembocaron posteriormente en el fallido golpe de Estado del 23F. Lo relevante es que el Cesid, el servicio de espionaje creado también poco antes y que dirigían los militares, decidió ponerse de perfil con el presidente Suárez y apoyar en definitiva a la Corona, lo que ya venían haciendo también al tapar los negocios del Rey con los saudíes respecto al petróleo.

El servicio de inteligencia participó en las disputas entre Zarzuela y Moncloa

En definitiva, una constante durante la Transición y casi la mayor parte de la democracia hasta los escándalos del caso Nóos. En ese mismo 1978, José María Bourgón, jefe del Cesid, informó tanto a Suárez y Gutiérrez Mellado como al Rey de lo que se estaba planeando. Juan Carlos se mostró muy interesado en la operación y le pidió que indagara aún más, lo que Suárez entendió como una deslealtad del servicio de inteligencia al Gobierno.

Eliminar a Suárez

Según Fernando Rueda: "Juan Carlos le había pedido un cambio de orientación del Gobierno porque no iba en el camino adecuado para solucionar los problemas de España. Él no había hecho caso y le había llegado información de que, ante el creciente distanciamiento entre ellos, le quería poner los cuernos con los socialistas". Por su parte, los agentes del Cesid, en su gran mayoría militares y leales al Rey, consideraron los movimientos de Suárez un intento de controlar a la Corona.

1980 fue el peor año de los atentados de ETA con casi 200 muertos

Además, Suárez no se fiaba de los militares y las injerencias de Bourgón con el Rey acabaron con su destitución. Fue el comienzo de la participación del servicio de espionaje en la trama que llegaría hasta el 23F, a pesar de que ninguno de sus agentes fuera condenado. Lo siguiente fue el triunfo de Suárez en las elecciones del 1 de marzo de 1979. Con la importante victoria de la UCD y las tensiones que ya emergían, en Zarzuela se consideró que el presidente ya no contaba con el apoyo real.

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Leopoldo Calvo Sotelo con Adolfo Suárez.

El tercer punto del drama fue cuando, además, Juan Carlos pidió que se trasladase al general Alfonso Armada —que había sido su tutor de pequeño— de su destino en Lérida para ocupar el segundo rango en la cúpula del Ejército en Madrid. Era la gota que colmaba el vaso porque Suárez no se fiaba de los militares y él mismo junto a Gutiérrez Mellado habían trasladado expresamente a Armada por considerarle uno de los más peligrosos.

La Solución Armada

Mientras, el Gobierno de Suárez se deterioraba con los atentados de ETA —1980 fue el más sangriento con 200 asesinatos— y el ruido de sables de los militares se acrecentó. En ese contexto, Juan Carlos estaba informado porque los militares iban a contarle lo que ocurría, tal y como sostiene Rueda, pero es que, además, el Cesid hacía lo propio ninguneando al presidente.

Así se llegó a la trama del 23F, cuando los restos de la operación De Gaulle los recogió el general Armada con el apoyo del teniente general y capitán general de Valencia Jaime Milans del Bosch. Este fue el momento en el que el Cesid decidió intervenir en favor del Rey que estaba al tanto de esos movimientos. Para empezar, el servicio se había quedado descabezado en 1980 y su dirección la ejercían de forma efectiva Javier Calderón y el comandante José Luis Cortina, jefe de la AOME, la unidad operativa, el germen del verdadero golpe. Cortina involucró la operación Armada en las conspiraciones del teniente coronel Antonio Tejero de la Guardia Civil que tenía un plan —interceptado por el Cesid— de tomar el Congreso independiente de la operación Timón.

Cuando todo se vino abajo, fue el Cesid el que cortocircuitó los vínculos de la Corona

Como es conocido, los acontecimientos se desmadraron y, cuando todo el plan se vino abajo, fueron los propios servicios de inteligencia los que cortocircuitaron cualquier vínculo del Rey en la trama —no participó en su elaboración aunque estaba al corriente— para preservar la imagen del monarca que salvaguardaba la democracia de los golpistas teóricamente franquistas a pesar de que Armada y Milans fueran monárquicos y su modelo estuviera basado lejanamente en la operación Timón. No tenían, en cambio, la intención de una involución al régimen, sino la de una reconducción de la transición con el Rey al frente: la Solución Armada.

Las amistades de Cortina

José Luis Cortina, que habría urdido la mayor parte de la trama que unía a Tejero con Armada y Milans —y el conocimiento del Rey— junto al plan de Tejero, se dispuso con la aquiescencia de Calderón a borrar todas las huellas de la Corona de la fallida intentona. No en vano, el propio Cortina era amigo del monarca y había acudido en varias ocasiones, ya en 1980, a la Zarzuela —según explica Rueda— para tener al tanto al Rey de lo que se gestaba. La cuestión es que el golpe comenzó mal para Zarzuela, que se habría desligado siempre de una solución violenta, algo que los disparos de los guardias civiles en el Congreso parecía contradecir y mucho menos aún cuando Armada, que apareció teóricamente para reconducir el golpe de Tejero, no consiguió su objetivo, desactivándose toda la operación.

Así, aquella cita en el parque de Berlín el 28 de febrero de 1981 era una más de los posibles cabos que se debían atar: nadie debía saber que el Cesid había participado en la organización del golpe con el fin de favorecer al Rey a pesar de que algunos de sus agentes sumaron dos más dos por su cuenta y obtuvieron los indicios de la participación de Cortina y Calderón y del conocimiento al menos de Zarzuela de algunos de sus aspectos. A pesar de que Cortina y Calderón maniobraron con rapidez eliminado las vías que les conectaban al golpe, no pudieron evitar que se realizara un informe interno, el llamado 'Informe Jáudenes', que les ligaba directamente con el 23F. No vio, sin embargo, nunca la luz; ni se esgrimió en el juicio. Cortina fue absuelto, Calderón ni siquiera fue procesado y el 23F se convirtió en una intentona golpista de militares ultraderechistas.

Después de exponerle sus sospechas sobre la participación de la cúpula del Cesid en el 23F, el teniente Rando recibió finalmente la orden de su superior, el comandante José Luis Cortina, para reunirse en el parque de Berlín. Era el 28 de febrero de 1981, cinco días después del fallido golpe de Estado. Aunque habían hablado por la tarde, Cortina le citó a la una de la mañana y con la instrucción de acudir sin su escolta de la Guardia Civil. En ese momento, se encendió un piloto rojo en la cabeza de Rando: “Solo, a la una de la madrugada, en febrero y en el parque de Berlín. Si hubiera ido no habría tenido la menor oportunidad de salir vivo. Así que Cortina me da la orden y, como yo no me puedo oponer, le digo que de acuerdo, pero luego no voy”.

Rey Don Juan Carlos