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Lo que las mujeres llaman enamorarse
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Lo que las mujeres llaman enamorarse

Silvia Hidalgo publica una novela demoledora sobre el matrimonio y la crisis de la mediana edad

Foto: Angela Bassett en 'Esperando un respiro', de Forest Whitaker.
Angela Bassett en 'Esperando un respiro', de Forest Whitaker.

Es curioso que entre las editoriales pequeñas no rija ese desmán de publicar un libro y decirte desde una faja o una solapa que es una obra maestra, una de las novelas del año. Vemos a menudo este exceso en Anagrama, Seix Barral o Random House, que no tienen empacho en juzgar por lo alto un libro que acaban de editar y que, por tanto, nadie ha leído. Normalmente la crítica les hace caso, encima. Con 'Yo, mentira', de Silvia Hidalgo, la editorial Tránsito, tan diminuta, a lo mejor cree que ha publicado un libro más, cuando de lo que hablamos es de un libro extraordinario.

Segunda novela de la autora, según reza la solapa, a la que volveremos enseguida, Yo, mentira me ha recordado la crudeza impar de 'Unamujersola' (Caballo de Troya, 2004), de Isabel Blare (pseudónimo), donde una mujer se abría en canal muy convenientemente. Mujeres que escriben y cuentan sus cosas hay muchas, pero mujeres que tocan el fondo turbio y desesperado de la soledad madura no hay tantas. Lo que viene a significar, cómo no, que las escritoras -como los escritores- con verdadero talento escasean.

placeholder Portada de 'Yo, mentira', de Silvia Hidalgo
Portada de 'Yo, mentira', de Silvia Hidalgo

'Yo, mentira' trata de una mujer casada y con un hijo de cinco años que siente que el final del camino se ha anticipado. Todo está bien, su marido es estupendo, su vida laboral, próspera, pero la campana de la mediana edad (pasados los 40) no para de badajear como si en la vida faltara algo, justo cuando se tiene todo. Entonces está deprimida, triste, terrorista. La voz narradora en esta novela parece la contraparte de esa voz masculina tan común, desde 'Memorias del subsuelo', de Dostoievski, a 'Plataforma', de Houellebecq, pasando por Camus y tantos otros, en la cual la indiferencia por el mundo, la desazón vivencial y el cinismo extremo resultan adorables, adictivos. Es sólo uno de los méritos de este libro.

El personaje protagonista se parece tanto a la escritora que, ya avisé, uno vuelve a la solapa de la novela unas cuantas veces, reconociendo en la foto de la autora el detallado retrato del personaje que, con palabras, va haciendo la autora. En cierto sentido, querríamos que todo fuera verdad en el libro, porque el texto nos deja las manos manchadas de verdad, y la ficción pura no suele ser tan pringosa. Me molesta mucho, por otro lado, que los autores no incluyan en la biografía de solapa su año de nacimiento.

La madre perfecta sólo sueña con una aventura [...] abiertamente sexual y que ilumine el cuerpo. “Ya no hay hueco entre mis muslos”, lamenta.

'Yo, mentira' peina con cuchillas ese entorno familiar de la clase media que hace piña en la puerta del colegio y pretende que sus vidas van de cine. “Que coma fruta, que no se duerma temprano, que vaya limpio, que no sea el peor”, leemos como mandamientos de los buenos padres. Mientras, la madre perfecta sólo sueña con una aventura, un amor, un resplandor puntual de la juventud pasada, abiertamente sexual y que ilumine el cuerpo. “Ya no hay hueco entre mis muslos”, lamenta.

La cultura como bálsamo también tiene sus límites: “Está harta de ser la compañera perfecta para ver cine europeo en versión original. La entiendo, a esta generación no le dejaron dinero, pero en su lugar tenemos la cultura, nos la arrojamos unos a otros mirándonos por encima de las gafas. Estamos envenenados de ficción, putos Lanthimos, Haneke y Sorrentino.”

Como en 'Feliz final' (Seix Barral), de Isaac Rosa, la vida en pareja acaba siendo tan sórdida que aboca al disparate (“Salgo de la oficina, ojalá lloviera o supiese fumar”), al desamparo (“Las mujeres no sabemos qué hacer cuando los hombres lloran”) y a querer por turnos a los niños (“sin querernos nosotros de por medio”).

Por eso podemos temer a la penetración y follar, podemos temer el matrimonio y casarnos, podemos temer a los bebés y ser madres

En 'Yo, mentira' no hay ni una cucharadita de humor, y por eso es tan divertida, como algunas voladuras literarias de Elfriede Jelinek.

Silvia Hidalgo captura un momento generacional que es, en rigor, el momento que ya vivieron otros y que vivirán los ahora jóvenes: ese momento en el que haberlo hecho todo bien no tiene ningún sentido. Casada y con hijos y con trabajo, fiel durante más de una década; ¿y? Daría todo lo que tengo por un amante que lo echara todo a perder.

Pero también retrata específicamente a las mujeres con una impiedad magistral, como cuando habla de superar los miedos: “Por eso podemos temer a la penetración y follar, podemos temer el matrimonio y casarnos, podemos temer a los bebés y ser madres. Hay quien llama a este proceso superar los miedos; las mujeres lo llamamos enamorarse”.

Yo, mentira, en fin. Pero todo verdad.

Es curioso que entre las editoriales pequeñas no rija ese desmán de publicar un libro y decirte desde una faja o una solapa que es una obra maestra, una de las novelas del año. Vemos a menudo este exceso en Anagrama, Seix Barral o Random House, que no tienen empacho en juzgar por lo alto un libro que acaban de editar y que, por tanto, nadie ha leído. Normalmente la crítica les hace caso, encima. Con 'Yo, mentira', de Silvia Hidalgo, la editorial Tránsito, tan diminuta, a lo mejor cree que ha publicado un libro más, cuando de lo que hablamos es de un libro extraordinario.

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