Doce relatos: de viajes, ficciones de amor y nostalgia, violencia e historia

Esta sección nace con la (buena) intención de recoger aquellos libros que no reciben el agradecimiento de una recensión, salvo excepciones, en una publicación cultural, que nunca llegarán a alzarse con la condición de 'bestseller' y cuyos autores, a veces conocidos, otras no, merecen el reconocimiento por su excelencia. Desde este buzón referenciaré publicaciones que exciten la curiosidad alternativa de los ciudadanos menos dóciles a lo convencional.

Es habitual la autoedición. No lo es tanto que un periodista que está al frente de la comunicación corporativa de una gran empresa como es Ferrovial, escriba una novela “de asfalto” titulada 'Unas cuantas calles' (Caligrama). Juan Francisco Polo (1957) lo ha hecho con entusiasmo juvenil -aunque haya dejado atrás ese tiempo de sorpresas- describiendo un barrio -seguramente el suyo- en el que ocurrían cosas doméstica, pequeñas, rutinarias pero que él sabe convertir en historias amenas, reflejando ese aire popular de los años sesenta-setenta del siglo pasado que se adensó más adelante en un revivir urbanita. Polo redacta con experiencia y solvencia porque no es su único libro, pero creo que es sí su primera novela. La iniciativa conjunta del autor y Caligrama, ha dado el resultado apetecido: una ficción en blanco y negro que tiene tanto de nostalgia como de esa pequeña historia que emociona.

Lo hace también Jacobo Bergareche en su última novela titulada 'Los días perfectos' (Libros del Asteroide). El autor es un hombre de registro amplio pese a su cuarentena apenas sobrepasada (Londres 1976). Escribe como los ángeles y cuenta una historia de amor y de desamor a través de las cartas de William Faulkner a su amante Meta Carpenter. Con esa correspondencia, Bergareche construye un relato amoroso, triste a veces, esperanzado otras, pero siempre bello. Lean este párrafo tan bonito: “Los penúltimos días son los mejores. No han de soportar sobre sus espaldas la tragedia de ser la víspera de una despedida, la antesala de una larga ausencia.” Parece fácil redactar así, pero no lo es. El autor nos regala párrafos de este tenor a lo largo de 177 de preciosas páginas.

Lo son también y en grado extraordinario las que ha escrito Jorge Bustos en un maravilloso libro de viajes que titula con puntería 'Asombro y desencanto' (Libros del Asteroide). Bustos tiene unas hechuras de escritor tan ciertas como las de periodista. Es un filólogo que demuestra que en la prensa se triunfa por talento y sin carnet: con vocación. En realidad, su magnífico libro contiene dos largos -que se hacen cortos- reportajes. El primero, en su deambulación por La Mancha cervantina con recuerdos a Pla y a Azorín. El segundo, por una parte de Francia que calca porque algo de lo que cuenta he llegado a conocer. El retrato de Burdeos es magistral. Se lo han reconocido con amplitud y quizás este libro no debería buzonearse desde aquí, pero me ha podido la prosa del colega y lo traigo a este texto porque lo es: la envidia debe ser de la “buena” y para demostrarlo el elogio justo al compañero es el mejor antídoto a las miserias que acosan en forma de silencios a esta nuestra profesión.

En ella ha sentado magisterio como analista y escritor Valentí Puig que publica en Alfabeto 'Malicia en el país de la política' con el subtítulo sugerente 'Del ingenio maliciosamente considerado como una de las bellas artes'. Es el de Puig un libro sorprendente por su sencillez y profundidad. Apenas una presentación que acredita el depósito de experiencia y cultura del autor y luego el descubrimiento de un libro de citas verdaderamente gozoso e imprescindible para la consulta. Brillante y oportuno. Y una advertencia que Puig -irónico, administrador de silencios, hombre con el gozo de vivir y de hacerlo quedamente- nos remite con la firma de Andreotti: “la malicia de las buenas personas es peligrosísima”.

El peligro de ETA lo reflejan dos autores que tienen doctorado en la historia de la banda terrorista. Antonio Rivera, catedrático de Historia Contemporánea del País Vasco y biógrafo del asesinado Fernando Buesa, ha escrito '20 de diciembre de 1973. El día en que ETA puso en jaque al régimen franquista' (Taurus). El catedrático, habitual firma en medios de comunicación, describe, reformulándola, la “Operación Ogro” que fue la que denominó el atentado contra Carrero Blanco, presidente del Gobierno en los estertores del franquismo. Como explica Rivera, aquel asesinato acabó con el “régimen”, pero le dio continuidad a ETA. Por eso, un buen complemento del relato histórico del alavés es el que firma el guipuzcoano Luis R. Azpiolea con 'ETA. Del cese del terrorismo a la disolución' (Catarata). Este periodista es un clásico -a la altura de Florencio Domínguez- en el conocimiento del asunto que aborda y recomendaría dos capítulos de especial interés por el retrato cierto de actual sociedad vasca: el 10 (“Los nacionalismos se adaptan”) y el 11 (“¿Ha cambiado Euskadi?”). En ambos hay respuesta a incógnitas que siguen serpenteando en la sociedad española.

De la política en nuestro país trata el muy meritorio relato de la politóloga y colaboradora de El Confidencial, Estefanía Molina titulado 'El berrinche político. 2015-2020' (Destino) retrato de un lustro en el que la política española de ceño fruncido ha alterado el escenario de la representación que, desde 1979, cambió por completo a partir de las elecciones generales de 2015. Nuevo espectro de fuerzas políticas y un “berrinche” constante que la autora desentraña con su peculiar habilidad, a la que une una juventud (1991) de la que, en alguna ocasión, se resiente el esquema del relato, lo cual advierte de cómo las nuevas generaciones encaran los análisis del presente y nos avisa así de que la “buena” memoria no es un rasgo señalado de la ciudadanía. Esta “opera prima” merece el aplauso por el esfuerzo narrativo y el cuidado en la exposición de episodios y datos.

Recomendaciones interesantes: Javier Gomá Lanzón publica 'Un hombre de cincuenta años. Trilogía teatral' (Galaxia Gutenberg). El bilbaíno no necesita recensiones. Siempre es brillante aunque esta faceta de autor teatral resulta nueva. El autor es más reconocible en sus ensayos que en este guion con vocación, quizás, de cartelera de temporada en Madrid. No en la capital sino en escenarios africanos de Marruecos y Guinea se sitúan las novelas históricas del gran jurista y ensayista Luis María Cazorla, ambas editadas por Almuzara: 'La semillas de Annual' y 'La Bahía de Venus'. Cazorla, con una biografía familiar que le enraíza en aquellas tierras, hace ficción con una exactitud tan notarial que se leen estas páginas como las propias de una catedrática de historia aunque él, además de abogado del Estado y letrado en Cortes, lo sea de Derecho Tributario.

Entre manos, dos libros que me están procurando seducción y sufrimiento. La seducción corre de cuenta de Xavier Roca-Ferrer y su biografía de 'Talleyrand' (Arpa); el sufrimiento lo atribuyo a mi inglés lengua en la que leo lentamente a Sebastián Faber un hispanista norteamericano que ha publicado 'Exhuming Franco' (Vanderbilt) con relatos y entrevistas -entre ellas una al firmante- aquellos con el fallo de recurrir a algunos tópicos y estas con una selección de personajes tan heterogéneos que sorprende demasiado.