José Luis Villacañas: "En España necesitamos un patriotismo de izquierdas"
El catedrático de la Complutense presenta una nueva biografía sobre el humanista 'Luis Vives', una receta para la política española actual, que vive "una época trágica"
Hace un par de años, cuando entre los temas del día no figuraba la pandemia, el filósofo, historiador de las ideas políticas y catedrático en la Univesidad Complutense, José Luis Villacañas (Úbeda, 1955) tuvo una agria polémica con su colega Elvira Roca Barea. El asunto era la leyenda negra, las filias y las fobias de España a partir de dos libros, 'Imperiofobia', de la historiadora, e 'Imperiofilia', del historiador. Dos visiones contrapuestas que, sin embargo, como cuenta Villacañas, no llegaron a debatirse en persona "porque ella siempre se negó". Hubiera sido uno de los pocos debates intelectuales que se abren en la actualidad.
Ahora, Villacañas, que es autor de más de treinta libros, ha vuelto con una biografía, la de Luis Vives (Taurus), el filósofo humanista y pedagogo valenciano que estuvo a la altura de un Tomás Moro y de un Erasmo de Rotterdam y al que apenas hemos estudiado, según el historiador. Un caso más, para él, de lo obtuso que es este país en cuanto a sus figuras estelares y una muestra también de cómo miramos a nuestra Historia y a figuras que, explica, buscaron el entendimiento, el diálogo y no hacer política desde el resentimiento. Por eso, también dice este historiador que ha compartido conferencias con políticos como Íñigo Errejón, la de Vives sería una buena receta para la política española actual que considera que está "en una época trágica".
PREGUNTA: En el prólogo de la biografía sobre Luis Vives afirma que si fuera de otro país tendría miles de libros y se habrían hecho hasta películas, pero aquí apenas goza de relevancia.
RESPUESTA: Es un hombre que desde cierto punto de vista está a la altura de Tomas Moro, que ha tenido varias películas. Esto se debe a la dificultad que tenemos de encarar las luces y las sombras de nuestra propia Historia por algo un poco triste, que es una política de olvido que en el fondo va en contra de las leyes de la naturaleza humana porque esta sabe que solo se olvida bien lo que uno recuerda, lo que uno ha querido reconstruir. El olvido no te libera de nada, genera una inquietud que te domina. Para olvidar lo malo de nuestra historia lo mejor es reconstruirlo y recordarlo porque así te sientes que estás por encima. Y claro, Luis Vives tiene luces y sombras, pero muchas formas de hacer Historia no quieren recordar las sombras y prefieren no tocar las luces al mismo tiempo.
"Muchas formas de hacer Historia no quieren recordar las sombras y prefieren no tocar las luces al mismo tiempo"
P: Esto me recuerda su trifulca con la historiadora Elvira Roca Barea por 'Imperiofobia', tesis que usted quiso rebatir con 'Imperiofilia'. ¿Han tenido oportunidad de hablar?
R: Los estudiantes de la facultad de Filosofía, Historia y Derecho de la Complutense, donde trabajo, han querido hacer debates y ponernos juntos, pero ella siempre se ha negado. Yo me he manifestado dispuesto a dialogar porque considero que es muy importante estar en condiciones de diferenciar lo que podemos llamar una relación cívica de las posiciones intelectuales. Si hubiéramos estado uno al lado del otro de una manera cordial posiblemente hubiéramos limado muchas aristas y hubiéramos establecido un terreno de juego de diferencia intelectual específica. Ahora, ese encuentro personal nunca se ha dado porque ella se ha negado. Yo la respeto, pero de ese modo parece que existe una intensidad personal que a mí no me gusta. A mí me hubiera gustado demostrar que no había nada personal por el camino.
P: Y esto me lleva al ‘sin querella’ que defendía Vives. Usted dice que si esto se hubiera aplicado más la Historia de España hubiera sido muy diferente.
R: Vives es un caso único de superación del resentimiento. Su familia fue quemada por la Inquisición española y esto me indica que fue una persona que estuvo en condiciones de tener una actitud que, por supuesto, asumió el sufrimiento, pero al mismo tiempo supo vivir sin resentimiento, sin querella, sin revanchismo, sin voluntad de venganza. Y la pregunta que tenemos que hacernos es cómo se llena el espíritu de algo positivo que impide que el resentimento forme parte de nuestra vida. Y la respuesta es por el entusiasmo en una tarea. La tarea de conocer, investigar, pensar, transformar completamente la inteligencia humana.
P: Cuatro siglos después de la vida de Vives no es que estemos precisamente en la edad de oro del consenso sino más bien del enfrentamiento. En todo. Ahora mismo me es difícil citarle un caso de consenso reciente.
R: Sí, porque se carece de una idea que produzca entusiasmo. Una idea positiva, de justicia, de confort, de igualdad… Cualquier idea política por la que se pueda luchar de manera positiva y produciendo entusiasmo, esto, es, produciendo la capacidad de que otra gente esté en condiciones de arrimar el hombro en el mismo combate. Lo que da pavor en España es que habiendo saltado las costuras de nuestra sociedad en los últimos tiempos no estemos en condiciones de tener una elite directiva que esté produciendo algún tipo de entusiasmo por una tarea positiva. Vives encontró energías hasta el último día de su vida para una tarea que le llenaba de entusiasmo y nosotros no estamos en condiciones de nada parecido, siendo así que estamos en una situación verdaderamente trágica como país, como pueblo…, es algo que muestra cómo la inteligencia española se quebró en algún momento respecto de estas figuras. Mi intención con este libro era poner delante de los españoles un estilo de vida diferente atravesado por una tarea generosa, ideal, que produzca la voluntad de arrimar el hombro.
"En España se carece de una idea que produzca entusiasmo. Una idea positiva, de justicia, de confort, de igualdad…"
P: ¿Vivimos ese entusiasmo alguna vez? ¿La Transición quizás? Al menos eso se ha transmitido.
R: El problema de España no fue la Transición. La Transición fue el resultado de una correlación de fuerzas y de una sociedad que procedía de la dictadura que optimizó todos los recursos que teníamos en aquel momento. Desde el punto de vista del mejor de los mundos posibles fue la solución que canalizaba los humores, los intereses de forma equilibrada. El problema de España está en el uso que la democracia ha hecho, cada vez más estrecho, mezquino y partidista, de la Constitución. El problema lo hemos generado en la forma de entender la democracia, que cada día se anticipa menos a los problemas del país, atiende menos a los intereses de una gran parte de población y que está produciendo un desafecto hacia las instituciones. Hemos tenido una democracia durante 40 años y cada vez la gente está menos identificada con ella. Ese es el problema.
P: ¿Qué le parece el debate sobre si la democracia es plena o no?
R: Una vez más carece de todo sentido que alguien que está participando en el Gobierno como vicepresidente se pregunte sobre si estamos en una democracia plena o no. Lo que tiene que hacer como vicepresidente es ejercer el poder para que lo que le parezca a él defectuoso de esa democracia se mejore, pero no tiene sentido usar el poder que le concede una democracia para decir que la democracia tiene que ser cambiada, transformada o eliminada. En mi opinión, constituye un debate, una vez más, propio de elites partidistas que están identificando su posición y que recuerda muchísimo al debate previo al de la Constitución de 1978 acerca de si la democracia orgánica era verdadera democracia o no. Son debates que únicamente muestran la incapacidad de saber qué hacer con el poder que tienen.
"Carece de todo sentido que alguien que está participando en el Gobierno como vicepresidente se pregunte si estamos en una democracia plena o no"
P: Antes hablaba de la instituciones y esta semana se han llevado a cabo acuerdos entre partidos para la renovación del consejo de RTVE, que ha sido duramente criticado por los propios profesionales de RTVE por tratarse más o menos de un apaño entre los partidos.
R: La vida política española desde hace mucho tiempo no es sino un apaño, una especie de trampear. El problema es que se ponen de acuerdo en elementos puntuales que tienen que ver con el reparto del botín del poder, pero no están en condiciones de construir una transformación con base legal en todos aquellos aspectos que son limitados y deficientes de nuestra democracia. Pero gobernar con estos aspectos puntuales y por decretos leyes son chapuzas. Porque un decreto ley no tiene la dimensión pedagógica de la ley, no vincula al poder judicial, no mantiene una dimensión orgánica con la demás legislación y no da la idea de que el país avanza. ¿Es verdad que el Código Penal antiterrorista cubre ahora conductas que no debiera? Cámbiese en una ley.
P: ¿Cuándo diría usted que se quebró la inteligencia española?
R: Uno de los elementos fundamentales que limitan la inteligencia española es la escisión permanente en dualidades que determina que no exista la inclinación a una amistad cívica, a una conversación que ocupe el espacio intermedio entre las posiciones radicales. En este sentido la construcción de la inteligencia española fundamentalmente basada en dogmas lo que hace es que genera otra posicion dualista, afrancesados contra castizos, liberales contra serviles, rojos contra azules, y eso impide la construcción de una verdadera inteligencia porque la complejidad de la vida social no entiende de dogmas. Ni siquiera una posición política está exenta de contradicciones internas. Toda posición política tiene debilidades y taponarlas de forma dogmáticas es lo que lleva a la obcecación y a la miopía como forma de comprensión de la inteligencia y a la necesidad del enfrentamiento como forma de sentirse seguro.
P: En este sentido, ¿hasta qué punto lo religioso ha influenciado en las posiciones dogmáticas en nuestro país?
R: El problema no es lo religioso sino la forma de entender la religión. Lo religioso ha sido un motor evolutivo extraordinaria en muchísimas epocas de la humanidad. Nos salvó de la decadencia del imperio romano y movió la libertad moderna en muchas ocasiones. El problema es la compresión de la religión como dogma. Y como un dogma que tiene como aspiracón fundamental no acompañar la vida histórica sino contenerla. Toda religión tiene una base fundamental, pero hay religiones, incluso variaciones del catolicismo, que están en condiciones de aceptar el dogma como una base de adaptación a los cambios de la vida histórica. Pero un dogma que se impone junto con un espíritu tradicional muy duro hace que el dogma, lejos de ser esa base que puede ampliarse se concierta en la asporación de anular la vida histórica. Es decir, hacer imposible el cambio. Y esto sí ha tenido demasiada influencia en España.
"La vida política española desde hace mucho tiempo no es sino un apaño, una especie de trampear"
P: Otro de los debates que, con motivo de los problemas de la Corona con el rey Juan Carlos, persiste es el de monarquía o república.
R: Es un debate falso. Vives fue una persona leal a las formas existentes de poder, que eran monárquicas, pero fue crítico respecto de formas políticas que no tuvieran como ideario el republicanismo, es decir, la existencia de la libertad, la igualdad y la solidaridad, el socorro a los pobres, la exigencia de la formación de la mujer. Vives es un representante de la tradición republicana que nunca fue contradictoria con la forma monárquica de Estado. Por el contrario, podemos decir que determinadas formas de estado que son públicas no tienen absolutamente ningún espíritu republicano. Lo fundamental es que configuremos un espíritu republicano, es decir, basado en la superioridad de la ley sobre la persona, en la libertad, igualdad, solidaridad, amistad cívica. Formemos ese espíritu republicano y lo demás se dará por añadidura. Con ese espíritu será bastante indiferente si la forma del Estado es república o monarquía porque será una forma capaz de constituir un pueblo maduro. Esa es nuestra tarea.
P: ¿No es más compatible con eso una República?
R: Sí, pero si se tiene ese pueblo, la forma de estado es bastante secundaria e insignificante.
P: Ahora que habla de pueblo, ¿qué papel tiene ahí el patriotismo? Ahora que también se habla del patriotismo de izquierdas, que no sé si eso existe realmente.
R: Yo no me considero un hombre de derechas. Por tradición familiar tengo una mirada de izquierdas. Pero sí asumo que necesitamos un patriotismo de izquierdas que consiste en no hacer voluntariamente ningún tipo de actuación que implique la proliferación del odio entre los ciudadanos. Es aquel que promueve lealmente la mejora de las instituciones, y aquel que no hace nada por dividir a una base popular que es la única que puede salvar una institución democrática. Un patriotismo de izquierdas es una búsqueda permanente de legitimidad política en el sentido de un vínculo de la mayoría de la población con instituciones que la hagan sentir reprsentada, atendida y cordialmente tratada. Este patriotismo de izquierdas es el punto de denominador común que puede tener con un patriotismo de derechas porque los pueblos siempre van a tener diferentes perspectivas. La única cuestión es no darse cuenta de que esas diferentes perspectivas van a acompañar siempre la vida de un pueblo. No podemos aspirar a que lo que se llama patriotismo de derechas desaparezca. Los grandes y los chicos siempre vivirán juntos en el pueblo y siempre acabarán teniendo conflictos. Pero cualquier pretensión de destruir esas dos posiblidades es absurda. Por eso tenemos que entenderlas con naturalidad.
"El patriotismo de izquierdas consiste en no hacer voluntariamente ningún tipo de actuación que implique la proliferación del odio"
P: En los parlamentos ha entrado Vox, un partido que aboga por el nacionalismo español y que habla de la reconquista y otros mitos. Un partido que poco tiene que ver con la senda humanista que defendía Vives. Y que, además, no deja de subir en las elecciones, como hemos visto en Cataluña. ¿De qué es síntoma?
R: Vox pone de manifiesto una verdad que nos negábamos a reconocer y es que el franquismo es un hijo natural de este pueblo. Por supuesto que vino avalado por la violencia, por un Golpe de Estado, por una estructura militar, pero también por mucha gente de este pueblo. Esto significa que ahora está emergiendo ese franquismo popular que en el fondo votaba democráticamente mientras la vida democrática era útil y que ahora, en la medida en que vivimos en una situación de incertidumbre, emerge esa dimensón que estaba latente en nuestro propio pasado histórico, que había sido forjada durante mucho tiempo y que va a extremar la tensión con la forma de vida democrática. Lo que caracteriza a Vox es una mentalidad franquista de la época pretransicional donde el Gobierno es débil, la ley debe ser represiva, nuestra Constitución es intocable… Si lo mismo se decía de las Leyes Fundamentales del Franquismo. Y esa actitud es una vieja herida que estaba taponada, pero falsamente curada.
P: Ya, pero hay mucho votante de Vox que no ha conocido el franquismo, es que ni siquiera había nacido. Incluso algunos de sus dirigentes. ¿Cómo puede ser entonces que estuviera escondido?
R: Eso es muy interesante porque nos obliga a pensar cómo se transmiten las actitudes políticas, los valores políticos, las tradiciones políticas. Y esto tiene que ver con lo que yo llamo el estilo político, que no está relacionado con tener ideas sino con actitudes, pulsiones, sentimientos, formas de caracter. Y existe una tradición que no es menester que se tenga que revivir por una experiencia directa sino que está como latente en el caracter de mucha gente enfrentarse a los problemas de forma “esto lo resuelvo yo” o “hasta aquí hemos llegado” o “a por ellos”. Son estilos psíquicos, formas de convivencia que, efectivamente, en nuestra vida cotidiana se cuelan muchísimas veces. Y cuando se aplican a la política tenemos a Vox. Es ese tipo de mentalidad simplificadora y autoritaria y lo vemos en nuestra vida social en muchísimas ocasiones.
"El carácter "esto lo resuelvo yo", "hasta aquí hemos llegado" o "a por ellos" cuando se aplica a la política tenemos a Vox"
P: ¿Y por qué se ha dado el salto de esa forma de ser en la vida cotidiana, que esto siempre va a estar porque caracteres así siempre van a existir, a la vida política?
R: Por cansancio. En la medida en que se ve que las instituciones, tal y como están, y los actores políticos, tal y como están, no dominan la situación. El caso de Cataluña es fundamental. Lo que muestra es la existencia de un problema enquistado que no tiene visos de moverse, que vemos posiciones completamente dogmatizadas y que generan la sensación de bloqueo evolutivo. Esa sensación la tiene muchísima gente y la respuesta propia de ese estilo de franquismo popular es “esto se arregla por las bravas”. Esa actitud es derivada de la comprensión peligrosa de que nuestros actores políticos no controlan nuestro futuro como pueblo. Sería necesario un tratamiento serio de todos los problemas con una base legal fuerte y lo que se nos da a cambio es la calderilla de un acuerdito aquí, otro allá o un decreto ley por ahí. Esta desproporción entre lo que necesita el país para garantizar su futuro europeo y modernizador y lo que se nos da desde las instituciones es lo que hace que mucha gente deje brotar ese espíritu protoautoritario. Y sabemos que si eso llega al poder no hará más que agravar todos los problemas. Pero es verdad ahora cada vez convence a más gente.
P: Y, ¿qué hacer? ¿Cuál a su juicio la solución? Estoy pensando en que hace ya diez años se decía lo mismo...
R: La manera es generando una gran política que esté en condiciones de intervenir en el tejido legal de la realidad política española. Deberíamos comenzar a danros cuenta de que tenemos dos alternativas: o bien lograr un nuevo impulso evolutivo del país con una modernización que nos aproxime más a los países líderes de Europa y que, efectivamente, nos permita vincular las instituciones a la sociedad española, o bien nos toca asistir al crecimiento permanente de Vox que, naturalmente, le importa poco que su política haga todavía más grave los problemas porque cuanto más grave sean los problemas más podrá utilizar sus recetas autoritarias.
P: Me ha hecho usted en esta entrevista la radiografía de un país rancio, anticuado y en las antípodas de lo que pretendía un intelectual como Vives. Me dan ganas de decirle que algo bueno tendremos.
R: Y podríamos decir algo más. El bloqueo de la influencia de Luis Vives en España ha producido el tipo de inteligencia roma y obtusa que nos lleva a esta situaciones trágicas. En este sentido, efectivamente, vemos la diferencia en la manera en la que los pueblos europeos se dan cuenta de que viven situaciones peligrosas, por ejemplo, se ve en cómo se trató la crisis de 2008 y cómo se está tratando la pandemia, en cómo Alemania dio muestras de recomponer su posición política con la cuestión de los refugiados, se ve ahora con los fondos europeos…. Cuando todos los pueblos a nuestro alrededor dan testimonio de que son conscientes de que viven en una situación peligrosa toman medidas de futuro, Italia el último ejemplo… nosotros mientras tanto jugamos a un inmovilismo que está atravesado por un dogma represivo de la ley o bien jugamos a utilizar el poder que tenemos para destruir instituciones. Esto es suicida y nos lleva a una situación de riesgo muy complicada.
"Estoy convencido de que el europeísmo es lo que en estos momentos puede salvarnos. Lo peor sería que España dejara de tener anclaje con Europa"
P: ¿A dónde podríamos llegar?
R: Lo peor sería que España dejara de tener el anclaje europeo. Lo que modera y da un horizonte de futuro a este país es que por primera vez en su historia desde Carlos V, España está vinculada de forma intensa a las estructuras europeas y esto es un colchón importante de estabilidad. Lo peor es que, y naturalmente los enemigos internacionales de Europa lo ponen en práctica, es que la Unión Europea entrara en crisis y España quedara abandonada a sus propios fantasmas.
P: Pero no estamos cerca de esto.
R: Yo estoy convencido de que el europeísmo es lo que en estos momentos puede salvarnos. Lo vamos a ver de manera inmediata con el tema de Puigdemont. Europa va a permitir que Puigdemont regrese a España y obligará al Estado a enfrentarse a ese hecho y tomar el toro por los cuernos y abrir un camino institucional que permita rebajar la tensión catalana y abrir un espacio de transformación institucional, que es lo que necesita este país, y en un sentido europeo. La UE es una federación y España tendrá que ser una estructura federal por mucho que el inmovilismo se oponga a eso, y encontrar un camino. El pueblo español se tendrá que acostumbrar a que eternamente tendrá intereses de catalanes, de vascos, de gallegos y de los demás. Y a eso es preciso darle una vía institucional de forma seria y homologable a los demás países europeos.
Hace un par de años, cuando entre los temas del día no figuraba la pandemia, el filósofo, historiador de las ideas políticas y catedrático en la Univesidad Complutense, José Luis Villacañas (Úbeda, 1955) tuvo una agria polémica con su colega Elvira Roca Barea. El asunto era la leyenda negra, las filias y las fobias de España a partir de dos libros, 'Imperiofobia', de la historiadora, e 'Imperiofilia', del historiador. Dos visiones contrapuestas que, sin embargo, como cuenta Villacañas, no llegaron a debatirse en persona "porque ella siempre se negó". Hubiera sido uno de los pocos debates intelectuales que se abren en la actualidad.