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Luis Vives, nuestro primer filósofo. Adelanto editorial solo para suscriptores

Posiblemente, Vives sea uno de los personajes más influyentes y menos conocidos del siglo XVI. Ahora, una completa biografía trata de arrojar más luz sobre quién fue y su obra

Foto: José Luis Villacañas, autor de la biografía de Luis Vives. (EC Diseño)
José Luis Villacañas, autor de la biografía de Luis Vives. (EC Diseño)
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En muchas ocasiones, la historia de España es una gran desconocida y, por ende, también los grandes personajes que la forjaron con su tesón y sus enseñanzas. Este es, precisamente, el caso de Luis Vives, posiblemente una de las personalidades más atractivas y de la que menos se ha hablado de nuestro país. Con el objetivo de tratar de echar luz sobre él, José Luis Villacañas se ha lanzado a la aventura de realizar una biografía —o, como él mismo dice, de ensayarla— para dar a conocer las virtudes de este genial valenciano. El libro 'Luis Vives', de la colección Españoles Eminentes de la editorial Taurus, traza una aproximación al que puede haber sido el primer filósofo de España.

¿Quién fue Luis Vives?

Si España hubiera tenido un Gilbert K. Chesterton o un Stefan Zweig, ahora contaríamos con una buena biografía de Vives. Lo que tenemos acerca de él no merece ese nombre. No quiero decir que no dispongamos de un ingente conocimiento histórico y bibliográfico de Vives. Está a nuestro alcance y nos ofrece una erudición rica y solvente. Sin embargo, todas estas noticias no ofrecen al gran público un retrato adecuado del carácter y el estilo de uno de nuestros personajes más universales. Esa fue la especialidad del talento de Chesterton o de Zweig, ofrecer relatos de lo que un genio creador como Tomás de Aquino o Charles Dickens, o un momento histórico central como el de Castellio y Calvino, por ejemplo, significaban respecto de las grandes empresas evolutivas de Occidente.

Pues bien, si hay un español que haya actuado en la más crucial divisoria de aguas de la historia europea, si hay un español significativo para calibrar el sentido de nuestra propia evolución histórica como pueblo, ese es el valentino Juan Luis Vives. Hasta el menor gesto de su vida y de su obra nos ofrece las huellas de esa poderosa significatividad. Por eso se merece una biografía capaz de mostrar la faz del mundo europeo e hispánico refractado por la luz matizada de su mirada. A ese objetivo aspira este libro.

placeholder Retrato anónimo de Vives del Museo del Prado. (CC/Wikimedia Commons)
Retrato anónimo de Vives del Museo del Prado. (CC/Wikimedia Commons)

No echo de menos una biografía erudita o filológica de Vives, que husmee en los archivos y notarías de España o de Flandes hasta encontrar el nombre de su carnicero o el notario de sus escasos bienes. Eso no se le puede pedir a un filósofo, que siempre trabaja con fuentes primarias bien establecidas. Hablo de una biografía que ofrezca el perfil de un alma porque sea capaz de leer con atención todos los detalles expresivos de una escritura ingente. Ese dibujo ha de brotar del estimulante encuentro de un espíritu perplejo que, situado en un presente incierto y sin rumbo, lucha por reconocer sus antecedentes y construir una tradición moral en ese proceso. Echo de menos, entonces, una biografía que tense los lazos de una transmisión histórica de actitudes vitales, capaz de identificar una forma de estar en el mundo, un tipo humano ideal de vida y de muerte, una fisonomía ética nítida. Si hubiéramos tenido un Chesterton, seguro que ya tendríamos un Vives y ahora trataríamos de hacernos con sus enseñanzas. Al carecer de los antecedentes adecuados, este libro no puede ser sino un ensayo de biografía. Que alguien tan grande como Ortega no hiciera nada mejor me inspira cierto arrojo. Ensayar una biografía de Vives es lo único que está en mi mano. Y esto bajo ciertas condiciones que deseo explicar.

Por supuesto, no aspiro a revelar al mundo novedades documentales. Mi trabajo tiene como finalidad dar a conocer a los lectores el caso Vives, el singular ser humano Vives, su experiencia, su carácter, su estilo, el juego complejo de su psiquismo. No es verdad que su biografía se resuma en nacer, estudiar, publicar y morir, como sugirió Ortega. Vives es algo más que su obra, y su vida es históricamente muy significativa, aunque no presente una gran peripecia externa. La pregunta que me ha guiado es: ¿qué pueden retener los españoles y el resto de europeos de este ser humano singular?, es decir, ¿qué nos enseña más allá de sus explícitos hallazgos filosóficos, registrables en la tradición intelectual? Se trata de una pregunta histórica que a su vez la trasciende. La dimensión histórica viene motivada por la necesidad de reencontrar lo ejemplar en medio de la constelación europea cargada de destino de nuestro pasado; pero va más allá de la historia porque busca el tipo humano que encarna Vives, en la medida en que podamos alcanzarlo. Esta tarea nos descubre una dimensión en cierto modo eterna. Pues los tipos humanos son ejemplares y nos proponen un núcleo relevante y apreciable de formas de preguntar y de observar, de aprender y de enseñar, de vivir y de morir.

Su dimensión viene motivada por la necesidad de hallar lo ejemplar en medio de la constelación europea cargada de destino de nuestro pasado

Estos, en realidad, por cuanto albergan sublimes psíquicos, son los sustitutos del mito en una sociedad desencantada. Hoy ya es tarde para grandes certezas. Nuestra experiencia histórica está fracturada por doquier y no tenemos sensibilidad para apreciar las formas existenciales. El mayor obstáculo mental a la hora de estudiar a nuestros antepasados ejemplares reside en que ya no estamos seguros de nuestra capacidad de percepción para identificar el peso de la tradición, de los hábitos, de las costumbres, de los estilos de vida casi centenarios en los que se forjaron. Sin ese sentido activado, tampoco captamos la aventura de lo nuevo. Así, el rico tiempo histórico pasado se sustancia en una imagen fija y muerta de algo que se parece a un conjunto de prejuicios, puestos al servicio de la fatua autoestima o del estéril resentimiento. Quizá tenga sentido disolver esas configuraciones ilusorias que nos impiden conocernos. Para lograrlo, podemos enriquecer nuestra noticia de la historia hispana con elementos de una vida concreta. Esa riqueza solo se logra con las biografías, por ello son tan necesarias para la historia verdadera, que siempre es concreta. Y eso intenta este libro.

Vives fue un gran innovador. Pero solo sobre el escenario de la tradición y del arraigo podemos descubrir lo iné­dito de su camino y lo insólito de su vida, lo ingente de su ejemplaridad innovadora. De este modo, lo lejano de nuestras representaciones sobre su tiempo quizá se haga cercano al recuperar su espíritu a través de la distancia. También lo que se deja atrás determina el camino de la vida. En el caso de Vives, quedó atrás casi todo. Patria, ciudad, familia, todo quedó sepultado en el pasado cuando el joven Vives, nacido en 1493, se dirigió a París para progresar en sus estudios. No es fácil saber si ya desde el principio tenía decidido no volver. Eso nunca se sabe en el momento en que comienza el viaje, sobre todo cuando el viajero apenas es un joven de 17 años. Sin embargo, aquellas realidades de las que procedía, que acumulaban experiencias de siglos, influían en el alma del joven Vives mediante los misterios de la transmisión cultural sostenida por la filiación.

Sin identificar ese profundo vínculo filial no podemos comprender las actitudes vitales propias de quien se iba a convertir en uno de los referentes de la élite de humanistas que forjaron la conciencia europea de su tiempo. Más importante todavía es que, sin hacernos una idea de las dificultades que su filiación implicaba, no podremos identificar la índole de la personalidad de Vives ni su psique, ese estrato de afectos y de sentimientos, de percepciones y de actitudes, que va más allá de los hábitos y las costumbres de aquello que Nietzsche, de forma errónea, llamó instintos y que, en realidad, no era sino una profunda actitud tradicional. Tampoco podremos conocer ese modo casi inevitable de responder a las dificultades y a las situaciones de riesgo, a las ansiedades y a las angustias de la existencia, tan extremas en Vives. Una manera de estar en el mundo tan característica no se aprende desde la tabula rasa de un vacío utópico, o desde libros encontrados en el camino.

placeholder Estatua de Luis Vives en Valencia. (CC/Wikimedia Commons)
Estatua de Luis Vives en Valencia. (CC/Wikimedia Commons)

Ese sustrato mueve las fibras de la existencia desde lo más profundo de la singularidad y conforma toda la gama de sentimientos de lo humano cuando uno se enfrenta a la propia peripecia vital. Ciertos hombres crecen desde dentro y no dan nada por perdido. Por mucho que se alejen de sus paisanos y compatriotas, de sus allegados y amigos, son fieles a algo que solo ellos conocen. Vives fue uno de ellos. Constituye un reto identificar lo más propio de él y comprobar si todavía puede ser nuestro; si hay algo que todavía nos llama en Vives como una posibilidad a nuestro alcance, algo que nos conmueve en nuestra integridad. Si así fuera, deberíamos interpretarlo como una activación de lo que, latente, anima nuestro espíritu y constituye un misterio.

Cuando su proyecto de vida cristalizó en una divisa, eligió esta que podría ser también la de Spinoza. 'Sin querella'. Que esta fuera la enseña de un alma sufriente, casi de naturaleza cristológica, nos obliga a preguntarnos por la cuestión a la que esas dos palabras respondían. Solo quien percibe los asaltos de una hostilidad difusa y general, cobarde y anónima, puede, a pesar de todo, dar una respuesta incondicional y mínima pero rotunda como esa.

Debemos entender el significado profundo de este principio, pero sobre todo la manera en que Vives supo traducirlo en una práctica de vida. No fue una mera declaración de paz, viniera de donde viniera el ataque. Tampoco fue la decisión pasiva a favor de la ceguera frente a los conflictos que a su alrededor crecían hasta ahogarlo. Esta divisa, como una de las de Erasmo —'cum prudentiam'—, fue una manera de vivir en el conflicto, no de ignorarlo. Fue una respuesta vital, no una ocurrencia. Fue una decisión radical porque la hostilidad era tan sustancial como la filiación. Ambas eran constituyentes y de su encuentro brota ese compromiso que nos parece imposible: 'sin querella'.

Sea cual sea la forma en que identifiquemos los hechos de su infancia, no podemos dudar de que influyeron en el carácter del adulto: 'sin querella'

Eso no implicaba la rendición. Todavía debemos identificar cuál era esa manera propia de resistir, que a veces lo separó de su maestro sin alejarlo del todo. Erasmo afirmaba sencillamente no ceder ante nadie, y eso significaba para él no dejarse utilizar jamás. Ese fue el destino de su vida, escurrirse como una anguila entre las manos de los poderosos.

El tono desafiante de su escudo sugería que él también tenía un proyecto por el que combatir y que defendería solo el suyo, no el de ningún otro. Hasta el final buscó la independencia, y la tuvo. Por su parte, Vives también tenía otro combate que librar, pero se anticipaba a confesar que lo cumpliría sin querellarse con nadie. ¿Era esto posible? Sea cual sea la forma en que identifiquemos los hechos de su infancia y apreciemos sus experiencias matrices, no podemos dudar de que influyeron en el carácter del adulto para asumir esta divisa, cuyo significado es tan ambiguo. Lo difícil de entender es que, a pesar de esas experiencias traumáticas de su filiación judía, emergiera la voluntad de no querellarse con nadie. Lo que encierra esa voluntad concierne al estrato más profundo del alma de Vives, el cual deseamos identificar y comprender. Si, inspirados por el valentino, fueran miles los españoles de cada generación que, a pesar del sufrimiento, pudieran decir bien alto, con libertad y claridad, 'sin querella', la historia de España sería diferente. Que no hayamos tenido una biografía de Vives lo ha hecho más difícil.

En muchas ocasiones, la historia de España es una gran desconocida y, por ende, también los grandes personajes que la forjaron con su tesón y sus enseñanzas. Este es, precisamente, el caso de Luis Vives, posiblemente una de las personalidades más atractivas y de la que menos se ha hablado de nuestro país. Con el objetivo de tratar de echar luz sobre él, José Luis Villacañas se ha lanzado a la aventura de realizar una biografía —o, como él mismo dice, de ensayarla— para dar a conocer las virtudes de este genial valenciano. El libro 'Luis Vives', de la colección Españoles Eminentes de la editorial Taurus, traza una aproximación al que puede haber sido el primer filósofo de España.

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