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El escalofriante relato de Pepa Bueno
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El escalofriante relato de Pepa Bueno

La periodista nos descubre en 'Vidas arrebatadas' las vidas de dos supervivientes del atentado etarra contra el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza el 11 de diciembre de 1987

Foto: Detalle de portada de 'Vidas arrebatadas' (Planeta)
Detalle de portada de 'Vidas arrebatadas' (Planeta)

Pepa Bueno ha escrito un relato. Escalofriante. Imprevisible. Distinto. Cuando de esta periodista extremeña se podía esperar un ensayo sobre la profesión periodística, una digresión documentada sobre su ejercicio en la TV o en la radio -en ambos medios brilló y brilla- e, incluso, un texto de ficción a la americana, nos sale por un registro impensable: la crónica desolada sobre lo que Manuel Jabois apunta en el breve pero intenso prólogo de la obra: “Los vivos son los grandes desatendidos de los atentados de la banda terrorista ETA”.

Pepa Bueno, en un libro sin concesiones, acierta de salida con un título que lo dice todo: 'Vidas arrebatadas' (Planeta). Porque la banda criminal no arrebataba, sino que concluía con brutalidad la vida de unos pero dejaba en un inabarcable soledad la vida de los otros: de los hijos, los padres, los maridos, las mujeres, los hermanos y los amigos de los que los terroristas dejaban tendidos en el suelo acribillados por las balas o la metralla. No se si es casualidad o causalidad que este libro salga en febrero, un mes que nos remite al asesinato de Fernando Buesa, de Tomas y Valiente o de Fernando Múgica entre otros muchos. A las manos blancas. Sea o no, es también un acierto que sea este mes el que subraye los febreros de sangre con una crónica que suma excelencias éticas.

placeholder Portada de 'Vidas arrebatadas'. (Editorial Planeta)
Portada de 'Vidas arrebatadas'. (Editorial Planeta)

En este febrero en “alerta”, Pepa Bueno agarra el toro por los cuernos y nos descubre con una frialdad que le dota de fortaleza para hacerlo las vidas de dos supervivientes del atentado etarra contra el cuartel de la Guardia Civil de Zaragoza el 11 de diciembre de 1987. Es la historia de dos huérfanos: José Mari (1974) y Víctor (1976) Pino Fernández que en la explosión perdieron a su padre, a su madre y a su hermana Silvia. A partir de ese momento, todo lo que se cuente de estas vidas traumatizadas -y hacerlo de la mano de Pepa Bueno es emocionante- sería un spoiler imperdonable.

Una visión nueva de la irreversible huella del terrorismo en los que sobreviven

Pero hay algo más que decir de este relato. Primero, que es una visión nueva de la dura e irreversible huella del terrorismo en los que le sobreviven. Bueno no apuesta por los adjetivos, ni por el desgarro, sino por la descripción casi gélida de las vidas de José Mari y Víctor, abandonados por su propia familia, internados en un orfanato y que regresan al oficio de su padre: la Guardia Civil. Segundo, el texto de Pepa Bueno es periodismo, sí, pero es algo más que periodismo, porque consiste en una aportación diferente a los géneros que han glosado la tragedia personal de los que, aunque con su vida arrebatada, continúan respirando bajo la losa de un trauma inesquivable. La autora entrevera relato y testimonio, pasa sin solución de continuidad de la descripción a la tragedia mediante las confesiones que le hacen José Mari y Víctor. Y tercero, 'Vidas arrebatadas' es como un bofetón a la sociedad española que, más allá de encendidas condenas a los terroristas, ha olvidado a los muchos zombis que ETA dejó en la cuneta con hálito de vida. Pepa Bueno, no recrimina nada a nadie, pero nos lanza un toque de atención de los que hacen época.

placeholder La familia al completo el día de la comunión de Víctor. La foto está tomada en el salón de su piso de la casa cuartel de Zaragoza. Debajo de la ventana tras las cortinas colocó ETA el coche bomba el 11 de diciembre de 1987 (Planeta)
La familia al completo el día de la comunión de Víctor. La foto está tomada en el salón de su piso de la casa cuartel de Zaragoza. Debajo de la ventana tras las cortinas colocó ETA el coche bomba el 11 de diciembre de 1987 (Planeta)

La periodista ha hundido el bisturí con un pulso firme sobre el músculo moral de la sociedad española y le recuerda cómo José Marí y Víctor fueron abandonados por los suyos y por todos los demás, cómo se quedaron sin indemnización -manejada por su abuelo y su tío-, cómo unos de ellos no aparecía entre las víctimas de aquella salvajada, como ambos, unos mejor que el otro, deambularon durante décadas y cómo, siendo víctimas vitalicias, ocuparon plaza de la Benemérita en el País Vasco cuando arreciaba el terror etarra.

placeholder Pepa Bueno (Foto: Carlos Ruiz)
Pepa Bueno (Foto: Carlos Ruiz)

No creo que mi propia biografía por un lado -tan cercana durante décadas a lo que ocurrió en aquella mi querida tierra vasca- ni el afecto que siento por Pepa Bueno con la que llevo trabajando muchos años, me ofusque en la valoración emocionada de este escalofriante relato que merecería una lectura masiva, un reconocimiento a su enorme valor testimonial y un rendido agradecimiento a la autora que nos lo trae sin ni una sola estridencia sentimental. Su papel notarial no es distancia. Es que Pepa solo ha sido capaz de escribir este libro desde una cercanía que no la derrumbase. Y no lo hace, aunque nos deja a los que la hemos leído con el impulso de pedir perdón a José Mari y a Víctor Pino Fernández.

*'Vidas Arrebatadas'. Editorial Planeta. A la venta el día 17 de febrero.

Pepa Bueno ha escrito un relato. Escalofriante. Imprevisible. Distinto. Cuando de esta periodista extremeña se podía esperar un ensayo sobre la profesión periodística, una digresión documentada sobre su ejercicio en la TV o en la radio -en ambos medios brilló y brilla- e, incluso, un texto de ficción a la americana, nos sale por un registro impensable: la crónica desolada sobre lo que Manuel Jabois apunta en el breve pero intenso prólogo de la obra: “Los vivos son los grandes desatendidos de los atentados de la banda terrorista ETA”.

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