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Calígula: 10 cosas que usted creía saber del emperador loco de Roma y que son falsas
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Calígula: 10 cosas que usted creía saber del emperador loco de Roma y que son falsas

Stephen Dando-Collins escribe una nueva biografía 'definitiva' del efímero emperador que enfatiza su trastorno bipolar y el miedo a la conspiración

Foto: Detalle del cartel del 'Calígula', de Mario Gas, en Mérida.
Detalle del cartel del 'Calígula', de Mario Gas, en Mérida.

Cada vez que Calígula reaparece en la actualidad, cuesta más trabajo resolver la diferencia que existe entre el efímero emperador —cuatro años en el poder— y el retrato tergiversado que se ha construido con el tiempo, hasta el extremo de caricaturizarlo o de convertirlo en carnaza del sensacionalismo. Es el contexto en que acaba de publicarse en España la biografía 'definitiva' que ha escrito el historiador australiano Stephen Dando-Collins. 'Definitiva' hasta que aparezca la próxima biografía definitiva. Porque Calígula fascina igual a los académicos que a los fetichistas, significados estos últimos en las variopintas aproximaciones que supusieron el hito de 'Yo Claudio' y la película 'S', de Tinto Brass (y Gore Vidal en funciones de guionista).

Dando-Collins forma parte de los académicos, pero es cierto que su esfuerzo por desmontar tópicos y mitos a partir de fuentes históricas confusas —la historia oficial la escribieron los rapsodas del linaje sucesor, los Antoninos— se resiente en cierto sentido de la misma tentación amarillista en que incurren casi todos sus colegas. Lo demuestra no solo una arbitraria y estrafalaria comparación entre el tirano romano y Donald Trump, sino también el título de la biografía que ha publicado La Esfera de los Libros: 'Calígula, el emperador loco de Roma'.

placeholder 'Calígula'. (La Esfera)
'Calígula'. (La Esfera)

La locura sería el eximente parcial con que Dando-Collins entiende que debe juzgarse la ejecutoria de Calígula el breve (12 a 41 después de Cristo). Una infancia martirizada entre los abusos y la depravación. Y una justificada propensión a sentirse víctima y victimario de una conspiración permanente. El trono de Roma era una silla eléctrica con temporizador, un destino fatal para quien lo ocupara. Y un motivo ambiental que ayuda a comprender las purgas y las depuraciones. El propio linaje de Calígula demuestra la predisposición al magnicidio. Octavio falleció bastante mayor (75 años) en un largo periodo de paz, pero resulta muy posible que muriera envenenado. Claudio fue asesinado, exactamente como sucedió con Nerón en los estertores de la dinastía Julio-Claudia.

El trono de Roma era una silla eléctrica con temporizador, un destino fatal

Es una manera de comprender el estado de sugestión con que desempeñó su cargo Calígula. Y las dificultades que supusieron rectificar la pésima reputación de su mentor y precursor. Porque Tiberio fue un canalla, un criminal, un pederasta deleznable que Dando-Collins retrata a semejanza de una maldición genética. Son los presupuestos desde los que el historiador somete el monstruo de Calígula a un proceso de humanización. Inventariando implícitamente las 10 cosas que usted creía saber de Calígula. Y que realmente son mentira. O verdades a medias. O dogmas por cuestionar.

1.- Cayo Julio César Augusto Germánico no se llamaba Calígula. Es un apodo que le pusieron los soldados de niño en alusión al simpático calzado que llevaba puesto. Calígula sería algo a así como 'Botitas'.

2.- Nunca convirtió su palacio en un burdel.

3.- No cometió incesto con sus tres hermanas.

4.- No obligó a prostituirse a las mujeres de la nobleza.

5.- Nunca nombró senador a su caballo, ni lo metió en el dormitorio. Amenazó con hacerlo.

Foto: Detalle del cartel del 'Calígula' de Mario Gas en Mérida

6.- No mató a su hermana Drusila, ni mucho menos extrajo de su vientre a su bebé.

7.- Más que cometer abusos sexuales, los padeció desde la niñez. El mundo hizo así a Calígula.

8.- Fue fiel a su esposa.

9.- No hay constancia siquiera de que organizara una sola orgía.

10.- Sufrió un trastorno bipolar desde los 10 años.

Foto: Reconstrucción de los emperadores Augusto y Maximino el Tracio. (Voshart)

No condesciende Dando-Collins con Calígula. Lo que sí hace es contextualizar la ferocidad de la época, la cotidianidad de las atrocidades, independientemente de la megalomanía, del sadismo y del lema oficioso con que pueden resumirse la congoja propia y la ajena del emperador: “Que me odien, siempre que me teman”.

Incertidumbres

El esfuerzo de Dando-Collins da vida y muerte a una biografía amena, trepidante, embadurnada de sangre. Y deja el camino a toda suerte de incertidumbres que se antojan irresolubles hasta que vayan apareciendo nuevas biografías definitivas. ¿Cómo puede reconstruirse una verdad histórica a partir de relatos y narraciones tergiversados en su propio origen? ¿Cuánto tiene que resignarse la clase académica al arraigo popular y hasta educativo que han adquirido las leyendas? ¿Cómo un gobierno tan breve, cuatro años, ha engendrado tanta repercusión y tanta fascinación? ¿Por qué siniestras razones nos atrae tanto Calígula?

Pueden hacerse un par de objeciones a este interesante tratado del mal. La primera consiste en la naturalidad con que Dando-Collins se atribuye cualificación de psiquiatra para diagnosticar la enfermedad mental de Calígula. Y la segunda radica en la obsesión contemporánea del presentismo, es decir, la búsqueda desesperada, desesperante, de conexiones entre el pasado y el presente con la intención de comprender mejor los fenómenos remotos.

Comparar a Calígula con Trump confunde una tiranía con una democracia

Es donde hace aguas la comparación con Trump. Dando-Collins admite que la extravagancia del expresidente americano le hizo repensar y reparar en la figura de Calígula, pero se establecen analogías hiperbólicas y paralelismos pintorescos, muchas veces confundiéndose los rasgos de la personalidad y de la concepción política —megalomanía, providencialismo, populismo, demagogia, paranoia conspirativa...— con el hecho diferencial de la ferocidad criminal.

Comparar a Calígula con Trump, como también han hecho el Nobel Paul Krugman y el historiador Tom Holland, tanto relativiza las atrocidades del emperador como confunde una tiranía con una democracia que ha resistido a un cuerpo extraño y que le ha mandado a casa sin derramarse una gota de sangre.

Otra cuestión es que Calígula y Trump hayan gobernado el mundo durante el mismo tiempo —cuatro años—, aunque bien podría decirse que el emperador del planeta ya no se sienta en Washington, sino en el trono de Beijing.

Cada vez que Calígula reaparece en la actualidad, cuesta más trabajo resolver la diferencia que existe entre el efímero emperador —cuatro años en el poder— y el retrato tergiversado que se ha construido con el tiempo, hasta el extremo de caricaturizarlo o de convertirlo en carnaza del sensacionalismo. Es el contexto en que acaba de publicarse en España la biografía 'definitiva' que ha escrito el historiador australiano Stephen Dando-Collins. 'Definitiva' hasta que aparezca la próxima biografía definitiva. Porque Calígula fascina igual a los académicos que a los fetichistas, significados estos últimos en las variopintas aproximaciones que supusieron el hito de 'Yo Claudio' y la película 'S', de Tinto Brass (y Gore Vidal en funciones de guionista).

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