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Pérez Galdós, un moderno enamorado de la fotografía
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Pérez Galdós, un moderno enamorado de la fotografía

La muestra 'Pérez Galdós en el laberinto de España' recoge imágenes inéditas del escritor y del Madrid de finales del XIX y principios del XX

Foto: Retrato de Galdós de Antonio Calvache hacia 1915
Retrato de Galdós de Antonio Calvache hacia 1915

“Toda figura importante de la edad contemporánea/ pintor, poeta o cantante/ ha pasado por delante/ de su célebre instantánea”. Estos ripios aparecieron en diciembre de 1901 en la primera plana de la revista 'Madrid Cómico' y hacían referencia a Manuel Compañy, reconocido fotógrafo del momento y a la galería de artistas, políticos e intelectuales que se movían entonces por la capital. Porque todo aquel que era alguien (o quería ser alguien) pasaba por su objetivo y su estudio de la calle Fuencarral. Por supuesto, uno de ellos fue Benito Pérez Galdós, estrella literaria de la época, ya fuera como novelista o dramaturgo, político prestigiado y amante total de la fotografía y del arte del posar para otros (y que te vean). Instagram no inventó nada: el oropel literario siempre estuvo más cercano a la hoguera de las vanidades que a las espantadas de un Salinger o Pynchon cualquiera.

Esta pasión de Galdós por la fotografía se puede disfrutar en la exposición ‘Perez Galdós en el laberinto de España. Fotografía y sociedad 1843 -1920’ de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando en Madrid. Comisariada por el periodista e historiador Publio López Mondejar, recoge decenas de fotos de Galdós, pero también del Madrid del XIX y principios del XX, de escritores coetáneos como Emilia Pardo Bazán, Juan Varela, Palacio Valdés, Leopoldo Alas ‘Clarín’, de actrices como María Guerrero y Margarita Xirgú y de políticos de la Restauración como Mateo Sagasta y Antonio Cánovas y de la I República. Es decir, todo aquel que pintó algo cuando la fotografía se convirtió en la gran tecnología revolucionaria. Algunas de las imágenes son inéditas.

Galdós era un hombre abierto a lo nuevo siempre. De hecho, cuando llegó el cine él nunca lo vio como una amenaza para el teatro, sino como un aliado

“Galdós era un hombre abierto a lo nuevo siempre. De hecho, cuando llegó el cine él nunca lo vio como una amenaza para el teatro, sino como un aliado. Era un hombre informado, curioso, que viajaba. Y en aquel entonces en España no viajaba nadie. Había quien decía que si era un hombre de cocido, garbancero, pero en realidad era el hombre que más había viajado de toda su generación”, explica López Mondejar a El Confidencial sobre esta particular relación del escritor con la novedad que suponían las cámaras y los múltiples estudios que comenzaron abrirse ya en los años cincuenta del XIX en la Puerta del Sol y alrededores.

placeholder Galdós, en formato tarjeta de visita
Galdós, en formato tarjeta de visita

Para la exposición, el historiador también ha escrito unos textos recopilados en un catálogo espectacular que muestran la evolución de la fotografía en Madrid desde la llegada de fotógrafos extranjeros a mediados del XIX, profesionales que compartieron el mundo de Galdós y en muchas de las ocasiones, su amistad. “Hay una anécdota que contaba Margarita Nelken: ya muy mayor, se acercó un joven fotógrafo a la casa de Galdós en Hilarión Eslava para hacerle unas fotos. Galdós se quejó, pero cuando le dijeron que era un chico que estaba empezando, accedió diciendo “yo ya no veo casi nada así que me ponga donde quiera y me las haga”, cuenta Mondejar.

El Madrid en el que comenzaron las fotografías y al que llegó el escritor desde Las Palmas en los años sesenta poco tenía que ver con las capitales europeas. No había tranvías y las mulas y caballos compartían las calles junto a los transeúntes. Sol ni siquiera estaba asfaltada, tampoco existía la Gran Vía y muchos pobres se hacinaban en barrios como el de las Injurias -a la orilla del Manzanares- o Peñuelas -más abajo de la actual glorieta de Embajadores - en contraste con las nuevas construcciones del ensanche hacia los bulevares y el nuevo barrio de Salamanca.

placeholder Galdós, con su gato. Por Antonio Calvache
Galdós, con su gato. Por Antonio Calvache

“En España nunca hemos ido a la vanguardia tecnológica y en esa época llegaron dos magníficos retratistas: Jean Laurent y Charles Clifford. Laurent nos ha dejado el retrato de Madrid de la época. Era muy popular, tenía un estudio por el que pasaban todas las celebridades. Clifford era más elitista, buscaba más al cliente poderoso y fue un fotógrafo cercano a la reina Victoria. Pero empezaron a surgir fotógrafos españoles como Martínez Sánchez, socio de Laurent, Albiñana y sus hermanos…”, comenta López Mondejar que apostilla que ya en esos años Galdós se había hecho un nombre lo suficientemente potente para ser retratado: “Con 25 años ya era una estrella del periodismo”.

El éxito de las tarjetas de visita

Después, ya con la Restauración y en el bipartidismo llegaron otros fotógrafos como Christian Franzen, que cambió la foto de estudio por la de los salones y las casas. De ahí surgen fotos como la que se puede ver a Galdós junto a sus amigos mientras ensaya el discurso de entrada en la RAE y otras en las que aparecen intelectuales de la época como Menéndez Pelayo y José María Pereda.

placeholder Puerta del Sol. Louis Levy. 1900
Puerta del Sol. Louis Levy. 1900

Desde los sesenta se habían puesto muy de moda las tarjetas de visita. Eran retratos pequeños que se dedicaban y se regalaban a amigos, amantes, parejas etc. A Galdós le encantaba tener fotos de sus amigos. Presumía de ellas en las mesas de su salón. Y a veces las exigía con vehemencia, como a Clarín, a quien se la pidió hasta en tres ocasiones.

También le gustaba regalar fotos suyas a personajes como Cánovas, Sagasta, Emile Zola o a Emilia Pardo Bazán. “Los estudios hacían cientos de fotos a los particulares. Es que en esa época tener un retrato socialmente era muy importante”, sostiene López Mondejar. Era prestigioso que te regalaran y regalar la tuya propia. Además de vanidoso: como subir una foto a una red social.

placeholder Lavaderos de ropa en el río Manzanares. Vilaseca. 1911
Lavaderos de ropa en el río Manzanares. Vilaseca. 1911

Era también de cierta clase pudiente. No se fotografiaba todo el mundo, ya que era caro. Hacia finales de siglo podía costar una peseta -así lo cuenta el propio Galdós en ‘Misericordia’- y ese mismo dinero era el que costaba una noche en un albergue. No obstante, la técnica democratizó también el acceso a los retratos, defiende López Mondéjar: “Antes solo habían pinturas que encargaban obispos y reyes. Luego llegaron los miniaturistas y después el daguerrotipo, que multiplicó las posibilidades. Hacia 1859 vino la revolución de las tarjetas de visita y empezó a ser algo al alcance de la clase media burguesa. En los años ochenta llegaría a las clases más populares y ya no solo había estudios en la calle Alcalá o en Sol, sino que también se abrieron en la Cebada y en Chamberí”.

El fotorreporterismo

El nuevo siglo trae cambios y Galdós se adhiere a ellos. Políticamente se arrima al Partido socialista. Sigue escribiendo novelas, pero ya menos en prensa. Y alcanza, sobre todo, el éxito en el teatro. Un éxito descomunal, que a muchos, sobre todo a los más clericales, no acaba de gustar.

Sin embargo, sí gusta a la prensa. Es el desarrollo de la prensa gráfica con revistas como 'Blanco y Negro' o 'Nuevo Mundo'. Y como era un autor hiper conocido, los reporteros como Alfonso o Campúa le empiezan a fotografiar en todas partes: en manifestaciones -acudía bastante con su amigo Giner de los Ríos-, en su casa con sus perros, en la casa de Santander, “que el ayuntamiento franquista de Santander dejó que se perdiera, cuando podía haber sido una casa museo muy importante”, dice López Mondéjar, de cuerpo presente en el ayuntamiento y hasta en su entierro.

placeholder Galdós por Christian Franzen. 1909
Galdós por Christian Franzen. 1909

Precisamente, al historiador hay algunas fotos del escritor que le gustan especialmente y que le muestran jugando con perros. “La de Alfonso es de reportero. Está tanteando a los perros con sus manos. Era un gran amigo de los animales”, afirma López Mondéjar. También se le puede ver en otras con gatos.

El nuevo Madrid

Si bien cuando Galdós llega a Madrid, este todavía tenía hechuras de pueblo, cuando muere el cambio que ha dado la ciudad es abismal. Se ha construido la Gran Vía y nuevos edificios, la Puerta del Sol tiene un aspecto menos embarrado -literal- han desaparecido los ómnibus (eran unos carruajes para varias personas tirados por caballos) y ha llegado el tranvía eléctrico. Hasta se está construyendo el metro.

placeholder Plaza Mayor. Jean Laurent. 1867
Plaza Mayor. Jean Laurent. 1867

Sin embargo, como recuerda el historiador, también estaba la parte oscura de los cambios: “Galdós decía que el urbanismo de Madrid estaba siempre al dictado de la especulación. Se construían edificios, pero desaparecían otros. Por ejemplo, la casa en la que vivía en 1890, en la plaza de Colón con el palacio de Medinaceli enfrente. Ese palacio se destruyó después de la guerra y la casa de Galdós la tiraron cuando hicieron las Torres de Colón. Y el paseo de la Castellana no tiene nada que ver con su época. Entonces tenía 150 palacetes y sólo quedan ocho. Él ya veía que eso iba a pasar”. Uno de los casos más flagrantes, dice Mondéjar, es “cuando tiraron el barrio de Pozas, enfrente de Alberto Aguilera, donde Galdós tenía otra csa, para hacer un Corte Inglés”.

placeholder Con los hermanos Álvarez Quintero en 1916. Cortés.
Con los hermanos Álvarez Quintero en 1916. Cortés.

Con todos estos cambios, una de las consecuencias es que hoy la ciudad carezca de casa-museo del escritor. Vivió en varios sitios y hay varias placas, pero ningún centro para revisitar su figura. “Y fue un escritor madrileño, contó la vida y la evolución de Madrid desde que tenía 18 años. Ha dado mucho a Madrid y Madrid se lo tiene que devolver”, reclama López Mondéjar. Siquiera aunque sea en el centenario de su muerte.

“Toda figura importante de la edad contemporánea/ pintor, poeta o cantante/ ha pasado por delante/ de su célebre instantánea”. Estos ripios aparecieron en diciembre de 1901 en la primera plana de la revista 'Madrid Cómico' y hacían referencia a Manuel Compañy, reconocido fotógrafo del momento y a la galería de artistas, políticos e intelectuales que se movían entonces por la capital. Porque todo aquel que era alguien (o quería ser alguien) pasaba por su objetivo y su estudio de la calle Fuencarral. Por supuesto, uno de ellos fue Benito Pérez Galdós, estrella literaria de la época, ya fuera como novelista o dramaturgo, político prestigiado y amante total de la fotografía y del arte del posar para otros (y que te vean). Instagram no inventó nada: el oropel literario siempre estuvo más cercano a la hoguera de las vanidades que a las espantadas de un Salinger o Pynchon cualquiera.

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