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Del milagro de Marco Antonio al coronavirus: los bulos cambian el curso de la historia
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Del milagro de Marco Antonio al coronavirus: los bulos cambian el curso de la historia

El libro 'Fake News', de los historiadores María Correas y Enda Kenneally, repasan las grandes mentiras de la historia y sus consecuencias sociopolíticas

Foto: En amarillo, el SARS-CoV-2, el virus que causa el brote del coronavirus Covid-19. (EFE)
En amarillo, el SARS-CoV-2, el virus que causa el brote del coronavirus Covid-19. (EFE)

El 11 de marzo, una web canadiense llamada 'Global Research' contestó a la pregunta que todo el mundo, confinado en una cuarentena forzosa, se estaba haciendo. ¿De dónde demonios ha salido el Covid-19, ese virus del que hace cuatro meses nadie había oído hablar y que ahora mantiene en jaque a millones de personas? Esa página, apenas conocida —y que actualmente no funciona—, afirmaba que el nuevo coronavirus había sido fabricado artificialmente en un laboratorio de Wuhan. Un periodista se hacía eco de la teoría en un programa local de la televisión madrileña. Y días después, su vídeo empezaba a circular de móvil en móvil.

También comenzó a extenderse la versión en la que el virus había sido fabricado en realidad por un laboratorio canadiense, y después robado por dos espías chinos. Como respuesta, el portavoz del Ministerio de Exteriores del gigante asiático se defendió asegurando que el nuevo coronavirus había llegado a Wuhan en octubre del año pasado a través del Ejército estadounidense, participante en los Juegos Mundiales Militares. Todos querían encontrar al cabeza de turco, y todos querían quitarse de encima la patata caliente, incluso a costa de la verdad. Porque ¿qué importa la verdad cuando puedes imponer el relato en beneficio propio?

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Comienza el ensayo ‘Fake News!: bulos que cambiaron el curso de la historia’, escrito por los historiadores María Correas y Enda Kenneally, con una dedicatoria a las víctimas de las noticias falsas en cualquier lugar, en cualquier época. Porque de la falacia siempre queda un poso, que es difícil de desenquistar del ideario de quien le ha dado pábulo. Y algunas de ellas, llegan incluso a atrincherarse en el imaginario colectivo de una manera mucho más profunda y difícil de contrarrestar.

Donald Trump sostiene que él fue el inventor de este término. Pero en realidad, la afirmación es un ejemplo del concepto en sí, puesto que es mentira

El propio origen de las 'fake news' ha sido objeto de la falsedad, recuerdan los autores. "Donald Trump sostiene que él fue el inventor de este término. Pero en realidad, la afirmación es un ejemplo del concepto en sí, puesto que es mentira". Aunque hay que concederle, eso sí, una gran maestría en su uso. Porque el verdadero autor de esta nomenclatura fue el periodista Craig Silverman, redactor de 'Buzzfeed', que lo popularizó en el momento álgido de la preocupación sobre la desinformación y los rumores en internet.

placeholder Trabajadores sanitarios chinos posan frente a la bandera del Partido Comunista Chino. (Reuters)
Trabajadores sanitarios chinos posan frente a la bandera del Partido Comunista Chino. (Reuters)

Silverman definió las 'fake news' como "cualquier intento de creación de contenidos fraudulentos con un propósito ulterior". Ni siquiera entrarían dentro los chismes y habladurías de patio de vecinas (aunque no hay que desestimar el germen), pero es que en una época en la que nunca antes se había tenido un acceso tan rápido y tan completo a la cultura y a la información, las noticias falsas se han convertido en un enemigo a batir, por su proliferación y por la capacidad de provocar cambios sustanciales en nuestras vidas.

La politización de la crisis del coronavirus sirve de abono para los rumores malintencionados

En estas últimas semanas en las que el mundo, tal y como lo conocíamos, ha cambiado, los bulos han encontrado un campo de cultivo más que fértil. La histeria, la paranoia, la politización de la crisis del coronavirus sirven de abono para estos rumores malintencionados, que se propagan en una sociedad hiperconectada y necesitada de un flujo de información constante, incluso a expensas de la verdad. Y, en río revuelto, siempre el aprovechado encuentra su oportunidad.

Plataformas como Maldito bulo y organizaciones como la OCU, trabajan a destajo estos días para localizar y desactivar noticias falsas que corren como la pólvora en grupos de WhatsApp y redes sociales. La primera de ellas, hoy ya había localizado 277 informaciones falsas sobre el coronavirus: desde consejos perniciosos para la salud —no, hacer vahos no cura la infección vírica, tampoco tomar baños de agua caliente—, hasta teorías conspiratorias como el requisamiento de respiradores de los hospitales de Granada para trasladarlos a Madrid.

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Ifema se ha convertido en un hospital de campaña, pero no le ha robado respiradores a Granada. (EFE)

Como en la escena de un crimen, detectar a quién y por qué beneficia el bulo puede ayudar a desenmascarar al autor. A veces pueden ser simples 'trolls', pero otras veces detrás de estas desinformaciones se encuentran páginas web que hacen su agosto en medio de la confusión con relatos imposibles que provocan la indignación en sus lectores —la irritación es el transmisor 'informativo' más veloz— y, lo más preocupante, organizaciones, 'lobbies' e incluso Gobiernos que buscan provocar inestabilidad política y réditos propios.

En el siglo XXI, el acceso a la información y a la desinformación —y a su elaboración— resulta más democrático que nunca, pero las noticias falsas no son su exclusiva. Desde la Roma Antigua hasta las elecciones estadounidenses de 2016, pasando por el incendio del Reichstag en los albores de la Alemania Nazi o las armas de destrucción masiva en Irak, Correas y Kenneally desgranan en 'Fake News' las mentiras que precedieron y auspiciaron algunos de los cambios políticos y sociales de la historia.

placeholder En Roma ya había 'fake news'. (EFE)
En Roma ya había 'fake news'. (EFE)

Uno de los primeros ejemplos que aportan estos historiadores tiene como protagonista a Marco Aurelio. Cuentan que en medio de las guerras marcomanas, en las que durante el siglo II el Imperio Romano se enfrentó a las tribus germanas y sármatas del norte en su frontera del Danubio, el ejército de Marco Aurelio estaba acorralado y sin acceso a aguas potables, una circunstancia que sus enemigos aprovecharon para intentar que muriesen de calor y sed. En el momento más límite, una nube se posó sobre el campo de batalla y descargó su lluvia, permitiendo a los romanos llenar sus escudos y sus cascos del preciado líquido y no solo sobrevivir a la batalla, sino que sus enemigos sufrieron una tormenta de rayos y granizo que les hizo perder la guerra. Hasta aquí lo recogido por el historiador y político Dión Casio, contemporáneo de Marco Aurelio. Pero varios siglos después, Xifilino, recopilador de los escritos de Dión Casio, atribuyó este cambio climático a los rezos de una división cristiana que acompañaba a Marco Aurelio. Y como prueba, aludía a una carta del propio Marco Aurelio que contaba de tal forma el episodio y que lamentaba el trato que se había dado hasta entonces a los cristiano. El problema: que la carta, según tasadores, sería un falso documento elaborado en el siglo VI, cuatrocientos años más tarde.

Una nube se posó sobre el campo de batalla y descargó su lluvia, permitiendo a los romanos beber de sus escudos y sus cascos

Otro de los episodios conocidos a los que alude 'Fake News' es el de los juicios de Salem, acontecidos a finales del siglo XVII en dicha ciudad de Massachusetts. "Bridget Bishop era una mujer poco popular [...]. Vivía de un modo poco convencional para una sociedad conservadora y, por ello, era vulnerable a todo tipo de acusaciones absurdas", escriben los autores. "Se le atribuyó haber vendido un cerdo poseído y embrujado a dos niños hasta la muerte". Como resultado, las autoridades de Salem la arrestaron el 18 de abril de 1961 y por mucho que negase ser una bruja, acabó ahorcada en Proctors Ledge. Detrás de ella, siguieron más, entre 1692 y 1693. Incluso "una niña de cuatro años estuvo en la cárcel ocho meses". Los rumores corrieron como la pólvora, a muchas mujeres se las acusó de brujería y a quienes mostraban su desacuerdo de ponerse al lado del demonio. El sistema judicial se convirtió en un mecanismo de 'vendetta' entre vecinos. En 1702, los juicios se declararon ilegales, algunas —pocas—instigadoras admitieron su culpa y los magistrados que habían condenado a las supuestas brujas escribieron una carta pública pidiendo perdón. Pero ya era demasiado tarde para muchas de las víctimas de los rumores falsos.

placeholder Felipe VI rindió homenaje a los españoles caídos durante la Guerra Hispano-Cubano-Estadounidense, en Santiago (Cuba). (EFE)
Felipe VI rindió homenaje a los españoles caídos durante la Guerra Hispano-Cubano-Estadounidense, en Santiago (Cuba). (EFE)

Un ejemplo de 'fake news' que escuece especialmente a España es el concerniente al hundimiento del Maine, que provocó la Guerra con Estados Unidos y la pérdida de las colonias españolas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. Este es el primer gran conflicto bélico en el que la prensa y sus bulos malintencionados tuvieron que ver con el estallido armado. William Randolph Hearsy, multimillonario y expoliador del arte europeo, era el dueño del 'New York Journal' y se encontraba en plena guerra por los lectores contra Joseph Pulitzer, dueño del 'New York World'. Decidió optar por la senda del titular amarillista, hasta que el método se le fue de las manos.

Meses antes del comienzo de la guerra, Hearst publicó frecuentemente titulares en los que atacó a España por sus actuaciones en Cuba. Convirtió a España en el enemigo uno de Cuba, a la que presentaba como una dama en apuros a la que Estados Unidos tenía que rescatar. "El 15 de febrero de 1898, un acorazado enviado al puerto de La Habana como precaución ante la creciente tensión entre Cuba y España explotó y sembró la confusión al matar a 260 tripulantes". Hearst, enseguida, vio la posibilidad de encontrar un culpable bastante útil para los planes del tío Sam: una supuesta mina colocada estratégicamente por los españoles. Además ofreció 50.000 dólares a quien encontrase a los culpable. Resultado: dos meses después España y Estados Unidos se declararon una guerra que acabó arrebatando a España sus últimos territorios de ultramar.

placeholder Hitler en el Reichstag de 1939
Hitler en el Reichstag de 1939

Manos de un mes después de que Adolf Hitler estrenase su título de canciller, el Reichstag (el Parlamento alemán) ardió en la noche del 27 de febrero de 1933. Un incendio muy conveniente para los planes del Führer: "Si este incendio, como creo yo, es obra de los comunistas, ¡debemos aplastar a esa plaga asesina con puño de hierro!". Años después, acabado el Tercer Reich, la conclusión más aceptada, es que Hitler "explotó el incendio del Reichstag para asumir un control aún mayor sobre Alemania". Hoy los historiadores llegan incluso más lejos: los nazis provocaron el incendio. Al parecer, Ernst Röhm, mano derecha de Hitler hasta la noche de los cuchillos largos, pidió a sus Tropas de Asalto que rociaran el Reichstag con líquido inflamable, prenderlo y culpar a los grupúsculos comunistas alemanes para acabar con ellos y llegar reforzados a la Presidencia.

Uno de los últimos capítulos de 'Fake News' se adentra en las elecciones estadounidenses de 2016, las que auparon a Donald Trump a la Casa Blanca. Recuerdan Correas y Kenneally las palabras del magnate tras conocer que un comité especial investigaría sus vínculos con Rusia durante los comicios. Que exactamente fueron: "Es el final de mi presidencia. Estoy jodido". Pero no. Aunque estos historiadores afirman que "Trump es la personificación de las 'fake news'" y que "sus afirmaciones suelen ser tan surrealistas como el tupé que corona su agigantada complexión", ahí sigue el empresario devenido en estrella de la televisión devenido en presidente del, hasta ahora, país más poderoso del globo. Durante su presidencia ha inventado estadísticas, un vídeo sexual y hasta un personaje ficticio, John Miller, con su propia voz y maneras de hablar, que loaba el atractivo sexual del político.

placeholder Trump en una imagen reciente. (Reuters)
Trump en una imagen reciente. (Reuters)

Trump también fue el encargado de extender el rumor de que Barack Obama no había nacido en Estados Unidos —lo que le hubiese inhabilitado para el cargo presidencial—. En agosto de 2019, el 'Washington Post' calculó que 12.000 de sus afirmaciones pueden considerarse 'fake news'. "Trump no para de tocar el mismo son", advierten los autores, "y lo hace porque puede. Las 'fake news' se han consolidado bajo su presidencia y su mandato ha demostrado la dificultad de detener sus mentiras".

Y, precisamente por esta proliferación de noticias falsas, en los últimos años han aparecido numerosas iniciativas para detectarlas como la amenaza a la información veraz que son. Pero, la labor más importante recae en los ciudadanos, que ahora pueden hacer uso de decenas de programas encargados de confirmar o desmentir las noticias que circulan por los medios. Y en medio de una crisis sanitaria en las que cualquier infundio puede poner en riesgo la vida de miles de personas, todavía más.

El 11 de marzo, una web canadiense llamada 'Global Research' contestó a la pregunta que todo el mundo, confinado en una cuarentena forzosa, se estaba haciendo. ¿De dónde demonios ha salido el Covid-19, ese virus del que hace cuatro meses nadie había oído hablar y que ahora mantiene en jaque a millones de personas? Esa página, apenas conocida —y que actualmente no funciona—, afirmaba que el nuevo coronavirus había sido fabricado artificialmente en un laboratorio de Wuhan. Un periodista se hacía eco de la teoría en un programa local de la televisión madrileña. Y días después, su vídeo empezaba a circular de móvil en móvil.

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