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Chanchullos, mitos y mentiras: el irresistible ascenso del señorito Jordi Pujol
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Chanchullos, mitos y mentiras: el irresistible ascenso del señorito Jordi Pujol

Dos polémicas bien aliñadas en la posverdad para ser más eficaces y triunfales permitieron la irrupción de un mártir: les presentamos a Jordi Pujol

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Jordi Pujol

Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, ninguno como inteligente, todos como lo que eran: señoritos de mierda. La célebre sentencia de Juan Marsé se refería sobre todo a los universitarios burgueses y revoltosos de 1956, donde no figuraba el protagonista de este artículo. Pese a ello el mundo académico y la literatura, aquí alambicados desde la visión negativa de la izquierda para con cierta resistencia antifranquista, tenían en Cataluña un capital simbólico muy importante, encarnado tanto por el historiador Jaume Vicens Vives como por el poeta Carles Riba.

En 1959 ambos empezaron a desaparecer del liderazgo y la existencia. Riba murió el 12 de julio y Vicens Vives enfermó de cáncer al cabo de pocos meses, falleciendo en Lyon el 28 de junio de 1960.

Aquellas defunciones marcaron y enmarcaron un cambio de rumbo en el catalanismo de posguerra, como bien cuenta Jordi Amat en su 'El llarg Procés' (Tusquets). A veces los relatos históricos se funden como por azar, y en este caso el adiós de los hombres de cultura supuso la irrupción de un mártir a partir de dos polémicas bien aliñadas en la posverdad para ser más eficaces y triunfales. Les presentamos a Jordi Pujol.

Galinsoga y el lenguaje

Eso afirman sin cesar Manuel Trallero y Josep Guixà, autores de 'Pujol, todo era mentira' (1930-1962), ensayo centrado en la primera etapa del sempiterno 'president', a quien dejan a la altura del betún entre su educación en la escuela alemana durante la Segunda Guerra Mundial, los turbios chanchullos de su padre, obsesiones religiosas, flirteos con el Opus Dei y mucha manga ancha del Estado tras su detención. Para llegar a este episodio conviene navegar otra vez por 1959, annus mirabilis para el joven licenciado en medicina, católico de pro y catalanista a ultranza. Nunca fue independentista, aquí eso sólo tiene relevancia póstuma. La clave radica en su puesta en escena.

placeholder 'Pujol, todo era mentira'. (Almuzara)
'Pujol, todo era mentira'. (Almuzara)

En marzo Florenci Pujol adquirió la Banca Dorca de Olot. La operación fue el embrión para Banca Catalana. En junio surgió la oportunidad para la ofensa. El ambiente venía revuelto por la reciente campaña de la 'P', consistente en pintar esa letra en las paredes. Protesta. Su artífice fue Josep Benet, siempre en todas las salsas desde su marxismo cristiano y una energía frenética para coordinar y dinamizar, hasta sin ayuda ajena, formas de resistencia. El 21 de junio se celebraba misa en la iglesia de Sant Ildefons, situada en la zona alta de Barcelona. Luis de Galinsoga salió del coche y dejó sus puertas abiertas. En el templo se celebraba una ceremonia en latín, con la homilía en catalán. El director de La Vanguardia Española desde 1939 se caracterizaba por su servilismo absoluto para con el Régimen y una total renuencia a cualquier atisbo de catalanidad. Por eso mismo se plantó a la sacristía para protestar, y justo antes de irse profirió algo similar a los catalanes son una mierda.

El director de La Vanguardia Española desde 1939 se caracterizaba por su servilismo absoluto para con el Régimen

Un cómic de los años ochenta, con el pujolismo en ciernes de extender todos sus tentáculos en la sociedad, narra la causa y consecuencia de la efeméride en dos viñetas para sellar la versión oficial y triunfalista hasta crear una trama aceptada, con toda Cataluña antifranquista, casi como un cuerpo unido al completo. El primer acto de la función muestra a Galinsoga levantándose de su asiento mientras alza el brazo y proclama su todos los catalanes son una mierda. En el siguiente recuadro un grupo de ciudadanos indignados queman ejemplares del principal periódico barcelonés, y con ese dibujo se exhibe la victoria de la manipulación de Jordi Pujol, redactor de los panfletos para boicotear a la Vanguardia, cancelar suscripciones, despedazarla en la calle, romper sus cristaleras y presionar a los anunciantes para no publicitarse en sus páginas.

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Cómic

Hasta octubre los intentos apenas tuvieron repercusión, pero durante ese otoño se avivó el fuego. Esto, junto a varias torpezas de Galisonga, quien negó todas las acusaciones, aceleraron su destitución, acordada por el Consejo de Ministros del 5 de febrero de 1960. Su sustituto fue Manuel Aznar.

Pujol había generado una bomba muy milimétrica mediante la elección de los términos precisos y el teatro perfecto para agitar la cólera hasta el estallido. En algún informe policial se cita lo extraño de la expresión usada por el turiferario del Caudillo, por juzgarla poco castellana, entre el todos y lo escatológico del conjunto. La maniobra fue la plataforma para otra vuelta de tuerca más ambiciosa.

La creación de un icono

A Pujol, lector de manuales norteamericanos con técnicas invencibles para este tipo de combate, la velocidad en echar a Galinsoga le supo a poco. En el primer volumen de sus dudosas 'Memorias' confiesa haber imaginado una mayor resistencia para alargar la campaña hasta exponerla contra la dictadura para dar a entender que el odio catalán contra la misma se encontraba en el mismísimo Franco.

Desde 1957 el dictador había dado pasos de acercamiento hacia el principado. El nombramiento de José María de Porcioles, un antiguo militante de la Lliga regionalista, como alcalde de Barcelona se concibió como un pistoletazo de salida para la Operación Cataluña. Mediante el patrocinio de Porcioles se otorgaría una vasta autonomía municipal a la ciudad condal, con la consiguiente autonomía del municipio, desastrosa entre corruptelas inmobiliarias y una innombrable planificación urbanística. Además de esto el castillo de Montjuic, de infausto recuerdo, pasaría a ser de la capital y se compilaría para el país el código civil catalán. Las medidas tenían su guinda en la conmemoración del centenario del poeta Joan Maragall.

Se otorgaría una vasta autonomía municipal a la ciudad condal entre corruptelas inmobiliarias y una innombrable planificación urbanística

Franco debía visitar Cataluña durante tres semanas, y claro, Jordi Pujol no podía desperdiciar el viaje. Inspirado y envalentonado como estaba por sus proezas en prosa contra Galinsoga escribió otro opúsculo, 'Us presentem al General Franco', con diversos puntos donde se le presentaba como un intrigante al contraponer las distintas tendencias dentro del poder, reprimir todas las libertades y ser, la guinda al pastel, un corruptor y un opresor. El manifiesto puede leerse con cierto tono profético, casi como si fuera una autobiografía del porvenir.

Los caprichos quisieran que el panfleto cayera sobre las cabezas de los asistentes en el Palau de la Música durante el concierto del Orfeó Català dedicado a Joan Maragall. Entre las composiciones a cantar figuraba, tras muchas discusiones previas, entre otras cosas por la presencia de tres ministros, El cant de la Senyera, himno alternativo en el imaginario colectivo por la prohibición dels Segadors. Justo cuando iba a entonarse se desató un altercado entre secretas y algunos espectadores del gallinero. Quizá ese es el instante captado por una fotografía, con pasquines volando hacia la platea.

placeholder Altercado en el Palau de la Música
Altercado en el Palau de la Música

Pujol no estaba en el recinto. En sus declaraciones sobre si era el responsable oscila entre una mera labor de soporte y el mover los hilos directamente. Tras los hechos del Palau muchos huyeron a resguardarse para evitar la detención. El aprendiz de banquero se quedó en casa, a la espera, apoyado por su mujer, abnegada por ser fanática de la causa. Fue torturado y encarcelado. Sería juzgado en un Consejo de Guerra.

Josep Benet leyó las circunstancias desde su rentabilidad. El maltrato policial a Pujol era la excusa para informar de cómo no sólo se apaleaba a comunistas. Se debía hablar de Pujol y metamorfosearlo en un nuevo líder para el pueblo. Así se parió el embrión de una identificación entre parte del país y el arrestado a través del dúo Pujol-Catalunya, pintada omnipresente en los muros del Principado hasta ocupar el espacio público como un mantra.

Cosas de señoritos

Entre las disidencias a Benet la del poeta Joan Oliver/Pere Quart es significativa. Le molestaba la reacción porque habían tocado un señorito, mientras antes se habían producido innombrables Consejos de Guerra contra mucha gente innominada, y en esas nadie había movido ficha. Trallero y Guixà elencan una serie de maniobras, algunas de ellas reconocidas por el mismo Pujol, como la reunión entre su abogado Casanovas Martí, futuro presidente del Banco de Barcelona, y el fiscal, quien había salvado su vida el 19 de julio de 1936 por intercesión de la Generalitat. La generosidad de antaño junto a la clase social y la fe del procesado surtieron el milagro de ver reducida la petición de pena de 15 a 7 años.

La generosidad de antaño junto a la clase social y la fe de Pujol surtieron el milagro de ver reducida la petición de pena de 15 a 7 años

El mismo día de la vista contra su hijo, lunes 13 de junio de 1960, Florenci Pujol fue recibido en la audiencia del capitán general de Cataluña. Por desgracia ignoramos la hora del encuentro, y aún así no deja de aturdir esta carambola justo en esa jornada. Durante esas mismas horas Jordi Pujol pronunciaba un alegato ante el tribunal donde comentaba pertenecer a una generación en ascenso, política por su misma evolución espiritual y mental, una generación de problemas colectivos opuestos y discordantes con la situación política.

La loa a la juventud, en cierto sentido para dominarla al haber inventado su portavocía, del padre de familia de treinta años no eximió la condena. Transcurrió poco más de un año. El 12 de octubre de 1961 Franco emitió un indulto general y Pujol, quien hace constar dos en su autorretrato, no vaciló ni un segundo en firmar la petición el 17 del mismo mes, con el enfado de Josep Benet, quien tras ser consultado por Marta Ferrusola consideró que un símbolo debía refutar la clemencia. Salió del penal de Zaragoza el 22 de noviembre. La broma tampoco había salido muy cara y el campo tenía todas las condiciones para ser sembrado hasta recoger la cosecha como magnate dispuesto a financiar el relanzamiento de ciertos sectores culturales para conseguir una clientela incondicional mientras su imagen ya no era una sombra, sino una realidad casi ineludible. En menos de un año el señorito devino una criatura mítica. Más tarde la reescritura de lo acontecido lo envolvió de santidad, hasta el desmorone.

Con el tiempo, unos quedarían como farsantes y otros como víctimas, la mayoría como imbéciles o como niños, alguno como sensato, ninguno como inteligente, todos como lo que eran: señoritos de mierda. La célebre sentencia de Juan Marsé se refería sobre todo a los universitarios burgueses y revoltosos de 1956, donde no figuraba el protagonista de este artículo. Pese a ello el mundo académico y la literatura, aquí alambicados desde la visión negativa de la izquierda para con cierta resistencia antifranquista, tenían en Cataluña un capital simbólico muy importante, encarnado tanto por el historiador Jaume Vicens Vives como por el poeta Carles Riba.

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