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Houellebecq y Depardieu, la decadencia del hombre occidental
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67 EDICIÓN DEL FESTIVAL DE SAN SEBASTIÁN

Houellebecq y Depardieu, la decadencia del hombre occidental

Cinco años después de su 'secuestro', Houellebecq decide iniciar un tratamiento en un balneario. Allí se encuentra a Gérard Depardieu y filosofan sobre el sexo, la muerte y Dios

Foto: Michel Houellebecq y Gérard Depardieu en 'Thalassos'.(Wild Bunch)
Michel Houellebecq y Gérard Depardieu en 'Thalassos'.(Wild Bunch)

"¿Es usted Michel Houellebecq?", pregunta uno de los residentes del balneario de talasoterapia de Cabourg, al norte de Francia. "Y usted es Gérard Depardieu, ¿no?", continúa, mientras sus ojos pasan del escritor al actor y del actor alescritor. Ambos asienten, probablemente a la espera de algún cumplido, de la petición de un autógrafo. Pero en vez de eso, el hombre les espeta vehemente: "Ustedes dos son la vergüenza de Francia". Y es que si hay dos artistas franceses controvertidos que causen las reacciones más virulentas en el país vecino son Houellebecq y Depardieu; el primero por sus ideas reaccionarias y la radicalidad de su pensamiento, el otro por su falta de filtros, su apoyo a Putin y por convertirse en ciudadano ruso con la intención de esquivar impuestos.

Desde que en 1994 publicó su primera novela, 'Ampliación del campo de batalla', Houellebecq se convirtió en una de las voces más representativas de la literatura francesa contemporánea: sus leitmotivs son la frustración sexual, la apatía, la insipidez de la existencia. Además de narrador, Houellebecq se convirtió a sí mismo en personaje de ficción con 'El mapa y el territorio', donde, con el humor ácido que le caracteriza, se autoparodiaba describiéndose como un alcohólico maloliente y caprichoso. Por ello, más temprano que tarde Houellebecq estaba destinado a convertirse también en una ficción cinematográfica.

placeholder Depardieu y Houellebecq en otro momento de 'Thalasso'.(Wild Bunch)
Depardieu y Houellebecq en otro momento de 'Thalasso'.(Wild Bunch)

Lo hizo en 2014 en 'El secuestro de Michel Houellebecq', de Guillaume Niclox, quien ahora recupera al Houellebecq personaje en una secuela en la que lo reúne con el actor de 'Cyrano de Bergerac' y que no llega a la altura cómica de su predecesora. La apuesta fuerte de 'Thalasso', que se ha proyectado este martes en el Festival de San Sebastián y que compite por la Concha de Oro, se limita a seguir a Houellebecq, enclenque y envejecido, a través de una serie de tratamientos que para el escritor resultan entre la tortura y la humillación. El humor está en el sempiterno rictus de perplejidad de un hombre que ha dejado de entender el mundo que lo rodea y que le arrebata los derechos y placeres adquiridos. Y encima pagando por ello.

Houellebecq pasea por las instalaciones en albornoz mientras los empleados le someten a un tormento de prohibiciones

Houellebecq pasea por las instalaciones en albornoz mientras los empleados le someten a un tormento de prohibiciones: no puede fumar ni beber alcohol, ni siquiera comer algo que no sea verde y depurativo. Sin embargo, el escritor encuentra consuelo cuando, fortuitamente, se encuentra a Gérard Depardieu fumándose un cigarrillo a escondidas. 'Thalasso' se convierte entonces en una 'buddy movie' en la que dos ácratas alternan conversaciones existenciales y gamberrismo senil. Houellebecq y Depardieu funcionan a la manera de unos Laurel y Hardy posmodernos: el escritor se muestra más frágil e introspectivo, mientras el actor es una fuerza hedonista e irreverente. Como en la vida real, Depardieu habla sin tapujos de un supuesto pasado de actor porno, de su alcoholismo no aceptado, y da los nombres de algunas de las actrices francesas con las que se ha acostado. Si es realidad o ficción, da igual. Como resumen de brocha gorda: 'Thalasso' es el Gordo y el flaco en 'La juventud' de Sorrentino, pero sin el espectáculo de Madalina Ghenea falta de ropa y pudor, y en su lugar enseñando las carnes blandas de dos señores decrépitos.

placeholder Michel Houellebecq en un momento de 'Thalasso'.(Wild Bunch)
Michel Houellebecq en un momento de 'Thalasso'.(Wild Bunch)

"Lo peor de envejecer es seguir sintiéndose joven", se lamenta en un momento la película. Porque los personajes de Houellebecq y Depardieu se niegan que les impongan el retiro de los que fueron, el castigo de la irrelevancia. 'Thalasso' es la decadencia del hombre occidental: dos de los artistas más famosos de Francia acaban tratados como menores de edad y su opinión parece importarles sólo a ellos. Hablan casi siempre del pasado y del futuro sólo parece interesarles la muerte. Houellebecq se resiste: "La muerte no existe".

Niclox relaciona este film con 'El secuestro de Michel Houellebecq' a través de una subtrama que resta y enlentece la trama y que recupera a los secuestradores, que sólo existen para desencadenar un final desbarrante en el que interviene el doble de Sylvester Stallone (Jade Roberts) en el papel de Sylvester Stallone. Lo más interesante radica en las disertaciones existenciales de los protagonistas: el personaje de Houellebecq cree en Dios depende del día, también en la reencarnación de manera literal, se niega a sumir la existencia de la muerte y sólo le gusta hacer el amor mirando cara a cara y uniendo boca con boca. El de Depardieu confiesa, por el contrario, que se ha acostado con hombres y mujeres sólo por el placer de hacerlo y discute las creencias de Houellebecq sobre la divinidad y la muerte.

placeholder Otro momento de 'Thalasso'. (Wild Bunch)
Otro momento de 'Thalasso'. (Wild Bunch)

'Thalasso' es lo entretenida que puede ser ver a un Houellebecq consumido y sin dientes superiores y a un Depardieu excesivo y rebosante en un 'tête-à-tête' de dos chicos malos, de dos rebeldes que quieren seguir siendo relevantes. Beben, comen, hablan y se dan masajes con barro del mar muerto, y ninguno de los dos sabe qué significa la realidad del ahora. Y mientras el primero se deja llevar por el pasmo y la melancolía, el otro se revuelve vehemente. Ya no son inmortales y las mujeres, por mucho que tengan 80 años, están reivindicando una libertad que les deja de lado. El fin del hombre occidental ha empezado en un balneario de Francia.

"¿Es usted Michel Houellebecq?", pregunta uno de los residentes del balneario de talasoterapia de Cabourg, al norte de Francia. "Y usted es Gérard Depardieu, ¿no?", continúa, mientras sus ojos pasan del escritor al actor y del actor alescritor. Ambos asienten, probablemente a la espera de algún cumplido, de la petición de un autógrafo. Pero en vez de eso, el hombre les espeta vehemente: "Ustedes dos son la vergüenza de Francia". Y es que si hay dos artistas franceses controvertidos que causen las reacciones más virulentas en el país vecino son Houellebecq y Depardieu; el primero por sus ideas reaccionarias y la radicalidad de su pensamiento, el otro por su falta de filtros, su apoyo a Putin y por convertirse en ciudadano ruso con la intención de esquivar impuestos.

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