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Michel Houellebecq:"A los españoles os encanta criticar a España"
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ENTREVISTA CON EL ESCRITOR FRANCÉS

Michel Houellebecq:"A los españoles os encanta criticar a España"

El 'enfant terrible' de las letras francesas analiza las claves de su conversión en actor en un filme paródico donde simula su propio secuestro

Foto: Michel Houellebecq, ayer, en Madrid (EFE)
Michel Houellebecq, ayer, en Madrid (EFE)

Llamar a una compañía telefónica para hacer cualquier gestión que no sea darse de alta es, sin duda, una de las experiencias más dolorosas de la vida de un hombre. Todos hemos pasado por el infierno de intentar arreglar la conexión a internet vía telefónica. El drama suele arrancar con una voz robótica dando instrucciones absurdas: "Si tiene usted problemas para resetear los puertos del router, pulse uno. Si tiene usted problemas con la máscara de subred, pulse dos. Si tiene usted problemas para entender esta conversación, pulse tres. Para cualquier otra gestión, váyase a la mierda". Dos horas después, estará usted sollozando y tratando de ahorcarse con el cable del teléfono… y sin conexión a internet.

Algo parecido le sucedió al escritor francés Michel Houellebecq (1958) en 2011. Durante uno de sus habituales retiros en las playas de Almería, se le estropeó la conexión a telefónica: "Pese a mis múltiples llamadas, nunca vino nadie a arreglarla", cuenta entre risas.

Y es que no le faltan motivos para descojonarse retrospectivamente: Houellebecq se pasó varios días sin poder responder los mails... y estalló la histeria en Francia: se llegó a publicar que había sido secuestrado por Al Qaeda (lo cual, aparte de disparatado, tenía algo de lógica sucesión de acontecimientos: solo hay algo peor que intentar cambiar de compañía telefónica: que te secuestre Al Qaeda).

El falso secuestro era un material satírico de primera, como demuestra El secuestro de Michel Houllebecq, película cómica que fantasea con la posibilidad de que el escritor (que se interpreta a sí mismo) hubiera sido raptado de verdad. Houllebecq y el director Guillaume Nicloux pasaron ayer por Madrid para presentar la película, que se estrena el viernes.

Reírnos de los medios de comunicación era una de las ideas originales del filme. La cobertura del falso secuestro de Michel [Houellebecq] fue tan estúpida como risible. Debido a la competencia de internet, los medios se han visto obligados a buscar todo el rato la instantaneidad, con el riesgo informativo que ello supone”, critica el director. No obstante, Nicloux matizó las intenciones de una obra meramente cómica: “No es una película intelectual cuyo objeto sea hacer reflexionar”.

Antes de seguir, es importante aclarar las circunstancias de la entrevista, en la que participaron el escritor, el director, el traductor y tres periodistas: Houellebecq, que apareció vestido como si acabara de salir de una rave de tres días en una okupación, se pasó todo el rato mirando a los reporteros como si les fuera a estrangular en cualquier momento. Haciendo honor a su leyenda de hombre huraño con problemas para vivir en sociedad, algo que él ha admitido en varias ocasiones, el escritor acompañó cada pregunta con ostensibles muecas de aburrimiento y hastío. A medida que avanzaba el cuestionario, el enfant terrible iba hundiéndose en la silla en pose desganada, como un adolescente obligado a pasar por el despacho del psicólogo escolar, quién sabe si preguntándose: “¿Quién demonios será este periodista cretino y por qué me preguntará estas gilipolleces”.

Pero resulta que esa es precisamente la gracia de Michel Houellebecq, su pose malencarada y quejosa, convertida en arma cómica en el filme... y en la entrevista.

Uno de los hitos satíricos del filme son las explosivas discusiones literarias entre Houellebecq y sus secuestradores. Como si el escritor fuese incapaz de controlar su ira cuando alguien dice una tontería (en su opinión) sobre un libro (aunque ese alguien pueda pegarle un tiro si se pasa de listo). Como si la literatura fuera tan importante que uno estuviera dispuesto a arriesgar su vida por ella.

Por una de esas casualidades cósmicas del destino, la llegada del filme a España ha coincidido en el tiempo con la siguiente noticia: una discusión sobre géneros literarios entre dos rusos acaba en puñalada mortal.

Al comentarle el asesinato a Houellebecq, el escritor sale en defensa de tomarse la literatura tan en serio como haga falta: “La noticia no me sorprende, la verdad. La literatura es uno de los pocos gremios donde subsisten los duelos y las peleas, al menos hasta el siglo pasado. Por otro lado, nada de lo que pueda pasar en Rusia me extraña lo más mínimo: se toman estos asuntos muy en serio. He visto cosas muy extrañas en Rusia…”.

¿Qué cómo de extrañas son las cosas que suceden en Rusia? Quizás era mejor no haber pedido al escritor que aclarara el enigma, pero ahí va. Atentos a la conversación a tres bandas:

Periodista: ¿Qué clase de cosas raras?

Periodista: ¿Le echó un vaso por encima?

Houellebecq: No, un biberón. Los de seguridad le redujeron pensando que era un demente...

Nicloux: ¿Estás completamente seguro de que no era esperma?

Houellebecq: Sé diferenciar perfectamente entre el esperma y la leche materna...

Dado que la conversación había entrado en una espiral delirante, instamos a Houellebeck a reconducirla con alguna reflexión sesuda sobre sus largas estancias en España, que han dado tanto para su célebre desaparición en Almería como para escribir un librito ácido llamado Lanzarote, que no era precisamente una guía turística sobre la isla, aunque Houellebecq asegure con sorna que sí lo era porque "tenía muchas fotografías". "He pasado ya tanto tiempo en España que ya no me considero un turista", afirma. ¿Alguna idea pues sobre el país como visitante veterano? Tras pensárselo durante unos cuantos segundos, espeta: "A los españoles os encanta criticar a España. Me resulta chocante...".

Llamar a una compañía telefónica para hacer cualquier gestión que no sea darse de alta es, sin duda, una de las experiencias más dolorosas de la vida de un hombre. Todos hemos pasado por el infierno de intentar arreglar la conexión a internet vía telefónica. El drama suele arrancar con una voz robótica dando instrucciones absurdas: "Si tiene usted problemas para resetear los puertos del router, pulse uno. Si tiene usted problemas con la máscara de subred, pulse dos. Si tiene usted problemas para entender esta conversación, pulse tres. Para cualquier otra gestión, váyase a la mierda". Dos horas después, estará usted sollozando y tratando de ahorcarse con el cable del teléfono… y sin conexión a internet.

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