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Amnésicos: quizás eres culpable de lo que le ocurre a Europa y lo has olvidado
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uno de los ensayos de la década

Amnésicos: quizás eres culpable de lo que le ocurre a Europa y lo has olvidado

La periodista Géraldine Schwarz es sensacional por hilvanar la trayectoria de los miembros de su clan con la Historia con h mayúscula, una historia de oportunismo, horror y desmemoria

Foto: Los amnésicos
Los amnésicos

El domingo 1 de septiembre de 2019 se cumplieron 80 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Durante la conmemoración del aniversario Frank Walter Steinmeier, presidente de Alemania, pidió perdón a las víctimas del ataque germánico a Wielun mientras calificaba la acción como un acto terrorista a no repetir jamás. Por la tarde los nubarrones se despejaron sólo un poco con los resultados electorales en dos Estados del Este teutón, reunificado al resto de la locomotora europea el 3 de octubre de 1990. En Brandemburgo, el Partido Socialdemócrata obtuvo la victoria con el 26,5% de las papeletas, mientras en Sajonia el triunfo correspondió al CDU con un 33% de respaldo. La suerte del escrutinio sirvió a cierta prensa para titular cómo los partidos tradicionales habían impedido el ascenso de la extrema derecha, pero si se analizan sus porcentajes es fácil desmentirlo. La AfD obtuvo en Brandemburgo el 24% de los sufragios y en Sajonia un nada desdeñable 28,1% de los mismos.

Solemos asociar este ascenso el apogeo de la oleada de inmigrantes provenientes de distintas latitudes orientales. Angela Merkel calificó ese flujo histórico como una gran oportunidad para el país, quizá por ser muy consciente de la Historia pasada, cuando 1945 devino un escalofriante año cero con millones de alemanes medio perdidos por el centro del Viejo Mundo a la espera de ser acogidos para remediar su inmensa tragedia entre expulsiones de sus sitios ancestrales, deambulares de impotencia y caos tras la Rendición incondicional.

La amnesia no os hará libres

La cuestión migratoria ha sido tratada estos últimos años con escasas menciones al pasado compartido europeo en materia de huidas y éxodos, con la primera mitad del siglo XX como colofón para muchas naciones, entre ellas España, donde la cifra de republicanos encaminados a duras penas hacia los Pirineos rebasó el medio millón en el dramático invierno de 1939, aunque en Francia se dieron números similares con la invasión nazi durante la primavera de 1940. Nadie duda de cómo una de las grandes problemáticas de nuestro tiempo ayuda a situar el ascenso de fuerzas ultras en todo el panorama continental. Lo sorprendente es ese olvido sobre hechos pretéritos, como si nunca nuestros territorios hubieran sido lugar de paso para múltiples civilizaciones.

La cuestión migratoria ha sido tratada estos últimos años con escasas menciones al pasado compartido europeo en materia de huidas y éxodos

Dentro de los guardianes del recuerdo suele discutirse cuál es el instante fundacional para reivindicar políticas de memoria histórica para dar a la ciudadanía una visión de los acontecimientos cívica y con un contenido objetivo reacio a la manipulación. Llegados a estas alturas es bien sabido cómo en muchos países de nuestro entorno esta apuesta sigue siendo fallida al ser la clase dirigente quien ha optado por enarbolar el dichoso relato sin considerar ni siquiera una pizca al cuerpo de historiadores, hombres y mujeres preparados para esa misión y desdeñados por no adaptarse a las proclamas de mandamases empeñados en tergiversar lo acaecido desde el populismo más descerebrado, aunque quizá aquí sobre el adjetivo por motivos obvios.

Podrían pensar en Cataluña, Inglaterra, Italia, Rusia, Hungría y muchos otros protagonistas de radical actualidad. No errarían su tiro, aunque estos mecanismos no son contemporáneos, se han empleado desde siempre y conducen a sendas irresueltas por actitudes atribuibles a todos y cada uno de nosotros.

Cuando los funcionarios eran Dios

Hubo un momento no muy lejano donde los funcionarios eran Dios. En ellos reside buena parte de la clave interpretativa de 'Los amnésicos' (Tusquets), sin duda uno de los ensayos de la década. Su autora, Géraldine Schwarz, tiene la fortuna de ser hija de padre alemán y madre francesa, con su núcleo familiar condensando demasiadas tensiones y preguntas como para no buscar respuestas en la edad adulta.

placeholder 'Los amnésicos'. (Tusquets)
'Los amnésicos'. (Tusquets)

El libro de la periodista residente en Berlín es sensacional por hilvanar la trayectoria de los miembros de su clan con la Historia con h mayúscula al estar conectadas sin solución de continuidad, de ahí su clarísima condena a todos aquellos que se dejan llevar, los Mitlaüfer, oportunistas de primera escudados bajo un falso apoliticismo para sacar réditos de cualquier situación, y si no tienen el placer de identificarlos, son camaleónicos y se adaptan a las circunstancias con pasmosa facilidad, pueden visionarlos en 'La caída de los Dioses' de Luchino Visconti o leerlos, así a bote pronto, en 'Il conformista' de Alberto Moravia, trasladado a la gran pantalla por Bernardo Bertolucci.

Como empecé con los servidores del Estado proseguiré con las razones de su trascendencia. Al terminar la Segunda Guerra Mundial los aliados quisieron emprender un proceso de desnazificación para educar al pueblo alemán sobre lo sucedido durante el Tercer Reich, con especial hincapié en aspectos ideológicos además de las famosas visitas a los campos de concentración por eso de no sabíamos nada, no podíamos imaginarnos algo tan terrible. No debieron durar mucho esos recorridos infernales, pues hasta mediados de los años setenta, y la culpa fue de una serie televisiva estadounidense, siquiera conocían el significado del vocablo Holocausto.

En otro filme norteamericano, 'El buen alemán', de Steven Soderbergh, contemplamos pasillos infinitos con estanterías repletas de archivos para apuntalar el proceso de librar a la sociedad de la posguerra del virus hitleriano. Al final todo quedó en agua de borrajas ante el nuevo contexto internacional y la voluntad de los aliados occidentales de generar en sus tres sectores de ocupación la República Federal Alemana para integrarla en el hemisferio occidental de la Guerra Fría.

Adenauer no pestañeó en dar cargos a viejos asesinos como Oberlaender, quien mató con sus propias manos a judíos en el Frente Oriental

Y para ello eran imprescindibles aquellos a sueldo del Estado por su experiencia en el funcionamiento de la gran maquinaria. Adenauer quedaba maravilloso en la cúspide por su expediente contrario al nazismo, pero el Canciller no pestañeó en dar cargos a viejos asesinos como Theodor Oberlaender, quien además de matar con sus propias manos a judíos en el Frente Oriental también coordinó ejecuciones atentatorias contra el derecho internacional entre 1941 y 1942, sin que ello fuera impedimento para ser ministro de Expulsados, Fugitivos y Damnificados de Guerra entre 1953 y 1960.

El caso alemán centra un trecho esencial del volumen escrito por Géraldine Schwarz, quien poco a poco desmonta toda la suciedad en esas estanterías. En 1956 SS y Campos de concentración no aparecían en diccionarios de Historia. En los años sesenta debieron ser los jóvenes del baby boom quienes acusaran esa continuidad entre dictadura y democracia tras la designación como Canciller de Kurt Georg Kiesinger, con su currículum manchado al haberse afiliado al NSDAP incluso antes del estallido bélico.

¿Quién escribe la Historia?

Los habitantes de la RFA no se torturaban con los crímenes cometidos por las tropas, sino en torno al por qué no volvieron victoriosas. Esa era la gran duda. En Italia ni siquiera se la plantearon y propusieron un borrón y cuento nueva pertrechado a partir de dos fechas. El 25 de abril y el 2 de junio quedarían como jornadas nacionales. La primera por ilustrar la Liberación del norte desde los partisanos, mientras la segunda remite a la fecha del referéndum de 1946, cuando se dirimió si la Bota sería Monarquía o República. La derrota de los Saboya en el plebiscito se unía a otra imagen redentora, la de Mussolini colgado como San Pedro en una gasolinera milanesa junto a su amante Clara Pettacci el 28 de abril de 1945, dos días antes del suicidio de Adolf Hitler.

Todos estos componentes hicieron de Italia un país donde carecía de sentido una pedagogía de la memoria. A diferencia de otros países se mantuvieron los edificios muchos edificios del régimen fascista y, si bien la Constitución se redactó pensando en impedir la resurrección del monstruo, hasta los gobiernos de la Democracia Cristiana reactivaron algunas de sus reformas urbanísticas. Por lo demás en clase nunca se llegaba al fascismo, y lo mismo sucedía en Alemania con el nazismo o en Austria con el Anschluss de 1938, eximente de toda culpabilidad por ser otros los causantes de tanta muerte y destrucción.

En Italia en clase nunca se llegaba al fascismo y lo mismo sucedía en Alemania con el nazismo o en Austria con el Anschluss de 1938

En todos estos países el silencio se rompió mediante la cultura o la presión de la sociedad civil, con el caso alemán como paradigma después de la Reunificación, cuando se han emprendido medidas de altísimo calibre desde el debate sin imposiciones al juzgar que la memoria es una misión que concierne a toda la ciudadanía y no puede ser impuesta desde la jerarquía, y esa es la crítica de Géraldine Schwarz a Francia en este sentido, pues la República emanará una serie de valores muy positivos, pero no deja de ser en su aire una construcción con ciertos rudimentos monárquicos desde lo piramidal de todas sus estructuras, empezando por la Presidencia.

En Francia se hicieron oídos sordos a Marcel Aymé con su 'El camino de los escolares' y no se suscitó una discusión pública hasta la 'Trilogía de la Ocupación' de Patrick Modiano, quien asimismo coescribió el guion del filme 'Lacombe Lucien', de Louis Malle, imprescindible para mover el árbol en consonancia con 'La tristeza y la piedad' de Marcel Öphuls, estrenada en 1981 tras ser vetada por la censura un decenio antes, y no fue hasta 1995 cuando el estado francés admitió el colaboracionismo. Hasta entonces Mitterrand, de quien podríamos escribir muchos artículos, se contentaba con afirmar eso de "La France n’est pas Vichy".

El miedo al olvido

Como no les interesa casi nadie en Italia habrá leído 'Gli uomini di Mussolini', de Davide Conti, donde analiza la impunidad de los fascistas responsables de crímenes de guerra. Como después de la misma el anticomunismo cotizaba al alza ocuparon altos cargos en ministerios, comisarías y cuerpos del ejército.

En ''Mi lucha Adolf Hitler dejó escrito lo siguiente: “La capacidad de absorción de las masas es muy limitada y la comprensión, reducida; pero, en contrapartida, su capacidad de olvidar es muy grande. Sobre la base de estos hechos, una propaganda eficaz debe limitarse a muy pocos puntos, a repetir a la manera de un eslogan hasta que todos estén convencidos de haber querido siempre esto y no otra cosa.”

¿Les suena? Goebbels afinó más el párrafo con sus once puntos de propaganda. Consúltelos. Tienen demasiado tufo a presente. Giulio Andreotti quería los trapos sucios lavados en casa. No lo afirmaba con relación al tema de este artículo, pero si de algo avisa 'Los amnésicos', de Géraldine Schwarz, es de la imperiosa necesidad de formular políticas de memoria ajustadas a la verdad para enhebrar un equilibrio entre el poder y la sociedad civil. De no conseguirlo corremos el riesgo de vernos engullido por la perversión suprema de abrazar el pasado como un juguete manoseado y con sus pilas trucadas.

El domingo 1 de septiembre de 2019 se cumplieron 80 años del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Durante la conmemoración del aniversario Frank Walter Steinmeier, presidente de Alemania, pidió perdón a las víctimas del ataque germánico a Wielun mientras calificaba la acción como un acto terrorista a no repetir jamás. Por la tarde los nubarrones se despejaron sólo un poco con los resultados electorales en dos Estados del Este teutón, reunificado al resto de la locomotora europea el 3 de octubre de 1990. En Brandemburgo, el Partido Socialdemócrata obtuvo la victoria con el 26,5% de las papeletas, mientras en Sajonia el triunfo correspondió al CDU con un 33% de respaldo. La suerte del escrutinio sirvió a cierta prensa para titular cómo los partidos tradicionales habían impedido el ascenso de la extrema derecha, pero si se analizan sus porcentajes es fácil desmentirlo. La AfD obtuvo en Brandemburgo el 24% de los sufragios y en Sajonia un nada desdeñable 28,1% de los mismos.

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