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Apúntate al gran reto veraniego: leer la 'Odisea' sin abrir el libro
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Apúntate al gran reto veraniego: leer la 'Odisea' sin abrir el libro

Daniel Mendelsohn nos ofrece, junto a su padre, un análisis extraordinario del clásico de Homero en 'Una Odisea', volumen donde mezcla autobiografía, erudición y literatura de viajes

Foto: 'Ulises y las sirenas' (John William Waterhouse, 1891).
'Ulises y las sirenas' (John William Waterhouse, 1891).

Rafael Reig, el hombre que inventó Cercedilla, me recomendó en su propia librería de aquel municipio una novedad que se me había pasado por alto. “La portada es disuasoria y la foto del autor es como para llamar a la policía”, me dijo, “pero yo me leí las primeras 100 páginas de un tirón ahí mismo”. Y me señaló la mesita donde cobra los libros, atiborrada de marcapáginas, bolígrafos, tijeras, papelitos y un cenicero siempre en acto de servicio. El libro se titulaba 'Una Odisea' (Seix Barral), y lo firmaba Daniel Mendelsohn. Ya en Madrid, me lo leí en dos días y medio, lo que nos aboca a una situación poco habitual en esta columna de crítica literaria. Esa situación se llama felicidad.

placeholder 'Una Odisea'. (Seix Barral)
'Una Odisea'. (Seix Barral)

Porque todo es feliz aquí. Reig ha disfrutado de un libro que no deja de recomendar, haciendo así feliz a más gente. “Ya es un 'best seller' en Cercedilla”, me aseguró. Yo lo he leído con tanta admiración y placer como trataré de transmitirles a continuación, de manera que no puedan vivir sin leerlo. El autor seguramente ya era feliz, pero imagínenlo ahora, sabiéndose imprescindible en Cercedilla. La editorial se frota las manos porque, entre el poder de convicción de Reig y los lectores de El Confidencial, vamos a agotar 12 ediciones antes de noviembre. Todo el sistema editorial de premios y traducciones y reconocimientos —normalmente infames— queda validado también en este caso, pues Mendelsohn escribe en 'The New Yorker' y en 'The Paris Review', ha sido profesor en Princeton y ha ganado el National Book y también el Prix Médicis Étranger en Francia y no sé qué otra cosa en Italia. Es decir, todo encaja y es estupendo y, a la traílla de Jorge Guillén, podemos exclamar: "El mundo está bien hecho".

Autoficción culta

'Una Odisea' se inscribe en el subgénero de autoficción culta que nos ha dejado ya libros tan fascinantes como 'La liebre con ojos de ámbar' (Acantilado), de Edmund de Waal, o 'La caída' (Anagrama), de Diogo Mainardi. En este tipo de autoficción se pone en igualdad de condiciones la intimidad y la Historia con mayúsculas, y suelen salir buenos libros cuando lo íntimo le resulta al lector tanto o más interesante que lo histórico. Su lectura, además, resulta muy placentera porque, por la parte erudita, sentimos que aprendemos algo y que tocamos con la punta de los dedos asuntos cruciales de la civilización.

placeholder Daniel Mendelsohn. (Séix Barral)
Daniel Mendelsohn. (Séix Barral)

En el caso de Mendelsohn, los pasajes altivos de su libro se refieren a la 'Odisea' y a la historia de la filología. Ya en el íncipit el autor da con la fórmula para entreverar vida familiar y erudición: “A última hora de una tarde de enero, hace unos años, cuando estaba a punto de iniciarse el semestre universitario de primavera durante el cual yo iba a dirigir un seminario sobre la 'Odisea', mi padre, investigador científico retirado, que a la sazón tenía ochenta y un años, me preguntó, por motivos que entonces creí comprender, si podía él asistir al curso; y le dije que sí”.

Esta primera frase, de aliento tan centroeuropeo (Sebald o Bernhard apenas le cambiarían una coma), pedante para bien y enormemente efectiva, no solo nos ubica en la historia y despliega la práctica totalidad de los elementos que aparecerán en las 400 páginas siguientes, sino que sugiere, muy sutilmente, un conflicto, el que se debe producir entre un profesor de filología clásica y su padre cuando este se convierte en alumno suyo; es decir, el conflicto de un hombre cuya posición, quizá por primera vez en su vida, prevalece sobre la de su progenitor.

Cualquiera con experiencia en talleres literarios sabe que no hay peor alumno que un amigo, familiar, novia y no digamos el jefe directo

Cualquiera con experiencia en talleres literarios o en dar clase de un tipo u otro sabe que no hay peor alumno que el amigo, el familiar, la novia y no digamos el jefe directo de la escuela de escritura creativa o similar donde impartes las clases. Hay algo en la confianza adquirida durante años que lleva, inevitablemente, a sabotear una clase si la da alguien con el que fluyen los afectos.

Así, el padre de Mendelsohn interrumpe a su hijo, cuestiona sus ideas, cuestiona la 'Odisea' misma y la condición de héroe de Odiseo. ¿Cómo va a ser un héroe este payaso si todo lo solucionan por él los dioses o la suerte?, clama el padre, veterano de guerra. Este padre, especie de cuñado en versión Staten Island, resulta entrañable en su pragmatismo y en sus básicos principios morales: no mentir, ser leal y ser fiel. Un poco como el padre de Philip Roth en 'Patrimonio' (Seix Barral).

Filología

Mendelsohn nos narra su seminario sobre la 'Odisea' con tanto detalle que acabamos leyendo un resumen de la 'Odisea' de extensión mayor que el propio poema de Homero. De hecho, si me preguntaran mañana cualquier cosa sobre la 'Odisea', que leí hace muchos años, me sentiría legitimado para contestar como si la hubiera acabado de leer ayer mismo, a tal grado de cercanía llega este libro respecto de la epopeya que escolia y analiza. A la manera del 'Quijote' 'traducido' del español al español por Andrés Trapiello, casi les recomendaría leer antes 'Una Odisea', de Daniel Mendelsohn, que la propia 'Odisea' de Homero.

Este libro, en principio arduo, se lee de corrido y con la adicción propia de un 'best seller'

La cantidad de comentarios filológicos apasionantes que nos regala Mendelsohn (desde los nombres de Odiseo o Antinoo a 'nostos' o 'mentor'), así como la condición coral que consigue para ese comentario en principio muy personal sobre la obra (hablan constantemente sus alumnos, entre otras personas) y la habilidad para las transiciones entre las escenas del taller y las distintas etapas de su relación con su padre (incluido un divertido crucero por los lugares donde se emplaza la historia de Odiseo), hacen que este libro, en principio arduo, se lea de corrido y con la adicción propia de un 'best seller'.

A ello ayuda mucho la traducción española, a cargo del siempre admirable Ramón Buenaventura ('Las correcciones', 'Operación Shylock'...), que no puede evitar que sus versiones compitan de tú a tú con cualquier otra obra escrita originalmente en castellano, de lo ricas y nada subsidiarias que le quedan: “(...) muchos de los cientos de libros que empandaban las estanterías metálicas...”. Anda y ve tú a buscar qué palabra inglesa ha traducido Buenaventura por 'empandar'.

Y, de fondo, el paralelismo ético esencial, que Mendelsohn verbaliza muy avanzado su libro: "La buena enseñanza es como la buena paternidad".

Una maravilla.

Rafael Reig, el hombre que inventó Cercedilla, me recomendó en su propia librería de aquel municipio una novedad que se me había pasado por alto. “La portada es disuasoria y la foto del autor es como para llamar a la policía”, me dijo, “pero yo me leí las primeras 100 páginas de un tirón ahí mismo”. Y me señaló la mesita donde cobra los libros, atiborrada de marcapáginas, bolígrafos, tijeras, papelitos y un cenicero siempre en acto de servicio. El libro se titulaba 'Una Odisea' (Seix Barral), y lo firmaba Daniel Mendelsohn. Ya en Madrid, me lo leí en dos días y medio, lo que nos aboca a una situación poco habitual en esta columna de crítica literaria. Esa situación se llama felicidad.

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