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Trece casas, tres asesinatos y un tesoro. Tor: bienvenidos a la Cataluña profunda
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Trece casas, tres asesinatos y un tesoro. Tor: bienvenidos a la Cataluña profunda

Un documental, un ensayo y ahora un podcast. El periodista Carles Porta lleva 20 años investigando quién mató al dueño de la montaña más salvaje del Pirineo

Foto: El pueblo de Tor (Jordi Domènech/Wikipedia)
El pueblo de Tor (Jordi Domènech/Wikipedia)

El caso Tor es tan extraño, macarra y disparatado que la mejor manera de entrarle es con una sucesión de cifras y hechos fríos:

1) Tor es el nombre de un pueblo del rincón más aislado del Pirineo leridano. Tiene 13 casas (entre habitadas y abandonadas) y un puñado de habitantes: 19 censados en 2010, aunque Tor -a 1.650 metros de altitud- suele quedarse aislado y vacío en lo más crudo del invierno. Sus vecinos están acostumbrados a vivir sin electricidad y sin agua corriente.

2) La montaña del pueblo también se llama Tor: 2.300 hectáreas de paraje virgen junto a la frontera andorrana. No solo está pegada a las estaciones de esquí del Principado, sino que es un lugar clave de la ruta del contrabando (tabaco y otros) entre Andorra y Cataluña.

3) En 1896, 13 familias de Tor se convirtieron en los dueños colectivos de la montaña; pero un siglo después, en 1976, tres de los clanes – liderados por Josep Montané, alias Sansa- maniobraron para hacerse con la propiedad, vendérsela a un promotor andorrano (Rubén Castañé) y construir una estación de esquí, un hotel y un centro comercial. La disputa convirtió a Tor en una olla a presión. Algunos vecinos contrataron guardaespaldas (hippies y leñadores de la zona) por lo que pudiera pasar. El 3 de julio de 1980, dos de los guardaespaldas de un vecino (conocido como el Palanca) fueron asesinados por hombres vinculados al conseguidor Castañé.

4) En febrero de 1995, un juez otorgó la titularidad única de la montaña a Sansa. Seis meses después, y cuando estaba a punto de cerrar la venta del monte a un grupo inversor europeo, Sansa apareció muerto en su casa de Tor con un cable enrollado al cuello. Dos buscavidas de la zona fueron acusados del crimen, pero tras pasar 14 meses en prisión, fueron exonerados.

Cataluña tiene 1.000 años. Tor ya estaba

5) ¿Quién mató a Sansa? He aquí la pregunta que lleva haciéndose el periodista Carles Porta (Lleida, 1963) desde hace veinte años. En 1997, dirigió un documental sobre Tor para el programa ‘30 minuts’ de TV3. En 2006, escribió un libro (‘Tor, la montaña maldita’) cuya edición catalana fue un éxito (50.000 ejemplares vendidos). Porta ha actualizado el caso este verano en un podcast que ha arrasado en Catalunya Rádio.

6) Alguien colgó hace años este cartel en un huerto de Tor: “Cataluña tiene 1.000 años. Tor ya estaba”.

7) “Yo creo que la Justicia llega a todas partes, pero a veces es lenta y Tor está muy lejos” (Joaquín Hortal, abogado).

Hasta aquí los datos; ahora vamos con la demencia…

placeholder Imagen promocional del podcast sobre Tor de Catalunya Rádio
Imagen promocional del podcast sobre Tor de Catalunya Rádio


Una hipótesis caliente

La casa donde apareció muerto Sansa es ahora un refugio rural para turistas atraídos por la leyenda de pueblo maldito. Anunciada bajo el nombre de Tor Experience, se alquila como una oportunidad única para “descubrir el lado salvaje de Andorra”, y no les falta razón, porque en 2018 seguimos sin saber quién mató a Sansa. ¿Lo asesinó uno de los vecinos que siguen afincados en el pueblo? Bienvenidos al Cluedo versión Cataluña profunda.

En los últimos años, el monte volvió a las manos de todas las familias del pueblo por decisión judicial, aunque siguen sin funcionar como colectivo: las discrepancias y los odios están vivos. Tampoco han llegado a buen puerto los intentos oficiales de mejorar los accesos al lugar.

Cada vez que visitó el pueblo, la primera reacción es siempre: ‘Ya está aquí otra vez el hijoputa este’… Luego pasan los días, hablan contigo y son simpáticos

Y es que, el aislamiento es una de las claves de la historia: los habitantes de Tor se quejan de que las autoridades nunca hicieron nada por ellos; aunque estar dejados de la mano de dios tenía sus ventajas... a la hora de meterse en determinados negocios.

Esta tensión económica -entre vender la montaña al mejor postor inmobiliario y vivir libres y fuera de la ley- podría ser el móvil de fondo del asesinato de Sansa. Si en su libro de 2006 Carles Porta aseguraba tener 14 hipótesis diferentes sobre el crimen, la cifra se ha reducido ahora sustancialmente. Porta tiene serias sospechas sobre la identidad del asesino, aunque no va a soltar nombres a lo loco. No obstante, al hablar de los móviles del asesinato, deja buenas pistas: “El cambio de titularidad de la montaña tuvo que ver, pero también que dicho cambio pudiera acabar con las rutas de contrabando”, cuenta Porta a este periódico.

Comité de bienvenida

La desconfianza y los recelos hacia los forasteros son constantes en Tor. Donde "forastero" puede ser desde el periodista de Barcelona que pregunta demasiado al técnico de la Generalitat que vienen a arreglar un puente... y le reciben a pedradas. La lucha de los habitantes de Tor es una doble lucha: entre ellos y contra el mundo.

placeholder La edición catalana de 'Tor'
La edición catalana de 'Tor'

“Palanca no se arrugaba ni delante de los Mossos, que, conscientes de que podían producirse incidentes, escoltaban a los delegados de la Generalitat que visitaban la zona. Gabriel Balcells, responsable de Agricultura, vio cómo Palanca le aplastaba con una piedra el capó del coche con el que había subido a Tor, mientras le insultaba y le amenazaba”, escribe Porta en su libro.

En ese contexto, no es extraño que algunos vecinos tiren de teorías de la conspiración para explicar los asesinatos en el pueblo. “Son obra de terroristas del Gobierno que vienen a robarnos la montaña”, recoge Porta en su libro.

La otra explicación vecinal clásica al asesinato de Sansa es aún más cruda: si se lo han cargado, algo habrá hecho. “A Sansa lo mataron porque era un hijo de puta que creía que era el dueño de todo. ¡Él se lo buscó y tú deberías aprender la lección”, espetó un vecino a un perplejo Porta cuando empezó a investigar el caso.

En Tor, en definitiva, a uno siempre le espera un comité de bienvenida con alquitrán y plumas, aunque el roce hace el cariño. “Cada vez que visitó el pueblo, la primera reacción es siempre: ‘Ya está aquí otra vez el hijoputa este’… Luego pasan los días, hablan contigo y son simpáticos”, cuenta Carles Porta.

Tor es una mezcla entre la comunidad cerrada de ‘Twin Peaks’ y los habitantes de ‘Fargo’, personajes cómicos envueltos en situaciones trágicas

Tor es un poco el Salvaje Oeste. Un Far West en el que los de fuera son los vaqueros, y los de Tor, los indios. Se sienten amenazados, no se fían. Tor sería una mezcla entre la comunidad cerrada de ‘Twin Peaks’ y los habitantes de ‘Fargo’, personajes cómicos envueltos en situaciones trágicas”, añade el periodista.

Uno de los puntos fuertes del libro de Porta es su descripción de la fauna y flora local: sesentones rurales hechos a sí mismos que cortan el bacalao y dan miedito, hippies descarriados, buscavidas ebrios y hasta abogados franquistas dispuestos a pleitear por la propiedad de la montaña. Todos gritan mucho y todos están algo tronados. Una última frontera donde conviven los nativos y los invitados de lujo...

El cambio de titularidad de la montaña tuvo que ver con el asesinato, pero también que dicho cambio pudiera acabar con las rutas de contrabando

“De fugitivos de la justicia hasta perdularios sin rumbo, pasando por drogadictos en busca de un cambio de aires o de cualquiera que un día, harto de todo, se marchara de la ciudad sin rumbo y el viento le trajera hasta ese rincón del mundo. Seguramente porque Tor es el último lugar donde irías a buscar a alguien y porque, durante muchos años, la policía prácticamente no ha puesto los pies en la zona. A todos los recién llegados, los del lugar los llamaban hippies pensaran lo que pensaran, vistieran como vistieran y fumaran lo que fumaran. Malvivían como podían y apenas trabajaban para poder comer. La mayoría de las veces era el mismo Sansa o Palanca, quien les invitaba a quedarse en sus cabañas de piedra porque así les hacían compañía. Ni uno ni otro tenían mucha relación con la gente del lugar, y aquellos grupitos de hippies se convertían en acólitos de su causa a cambio de un rincón y un poco de carne o bebida de vez en cuando. La razón profunda de esa hospitalidad era, sin embargo, que así tenían a alguien que les mantenía el fuego encendido y podían decir que la casa estaba abierta, hecho que equivalía a conservar los derechos de la montaña”, escribe Porta.

Ni ley ni orden

placeholder Portada del libro
Portada del libro

Tor es otro mundo. Allí no hay ley. Si no vas armado no eres nadie. Allí se respiraba sangre”, le contó a Porta un albañil que, cuando trabajaba en el pueblo, llevaba siempre la escopeta a la espalda.

Resumiendo: ‘Tor, la montaña maldita’ es un ensayo periodístico notable: sin filigranas, al grano y con mucha chicha informativa. No solo ha envejecido bien, sino que ha rejuvenecido con los años: en pleno boom mundial de la no ficción criminal, Tor está pidiendo a gritos que Netflix financie un serial sobre el pueblo.

PD: Una de las teorías más folclóricas del caso es que Sansa llegó a cobrar dinero de los promotores inmobiliarios cuando intentó vender la montaña antes de ser asesinado. 600 millones de pesetas que, según la leyenda, estarían enterrados bajo su domicilio, porque Sansa odiaba los bancos. ¿Mataron a Sansa para hacerse con el tesoro? He aquí una teoría tan dudosa como golosa. Consejo para los próximos visitantes de la casa rural de Tor: yo que ustedes me llevaría unas palas. De nada.

El caso Tor es tan extraño, macarra y disparatado que la mejor manera de entrarle es con una sucesión de cifras y hechos fríos:

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