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Paquita Salas ya es Paquita de España: la nueva heroína cañí regresa a Netflix
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cinco capítulos de alrededor de 30 minutos

Paquita Salas ya es Paquita de España: la nueva heroína cañí regresa a Netflix

La serie de 'los Javis' sobre las andanzas de la representante de actores más irreverente y entrañable estrena su segunda temporada este 29 de junio

Foto: Ana Obregón y Brais Efe en 'Paquita Salas'. (Netflix)
Ana Obregón y Brais Efe en 'Paquita Salas'. (Netflix)

Paquita Salas es ya Paquita de España. Tiene, incluso, algo de galdosiana. Aunque suene rancio, piensa una en 'La de Bringas', en los pasillos del Palacio Real por los que pululan los que estuvieron, los que sueñan con estar y los que ahora mismo están en la pomada. En el ascenso y el descenso, en la necesidad de guardar las apariencias por pura supervivencia, en el folletín, en el quijotismo femenino. Paquita es la heroína cañí que lucha por no despeñarse en el olvido en un país que entierra por pasatiempo, es la combinación perfecta del jeta y y el escudero noble, es un cardado que guarda toda la sabiduría ancestral de madres y abuelas. Paquita es Galdós y es la movida. Es, a la vez, la España de copazo de Larios, torreznos y sofá de skay y la de las noches del Ochoymedio, del arte 'cooltureta' y precario y del no a las guerras, así en general. Una reivindicación de lo cutre con el desparpajo y la liviandad del moderneo malasañero.

Paquita de España vuelve en su segunda temporada ya internacionalizada —cinco capítulos de alrededor de treinta minutos—, pero con las mismas tribulaciones con las que nos dejó: la falta de 'cash', que diría Carmen Lomana —un personaje muy Paquita, por otro lado—, y de perspectivas de volver a primera división. A cada paso que da, la representante de actores, se encuentra con que la realidad le pone un tope. Si su sueño era salir de Navarrete y llegar a Hollywood —o al menos a la 'Seminchi', así pronunciado—, ahora tiene que conformarse con que no le cierren el chiringuito.

En esta segunda temporada, Paquita Salas lucha para que no le cierren el chiringuito

Para reflotar su empresa necesita otro joven talento, una actriz 360º con la que volver a la primera línea de acción, porque a Paquita y a su ayudante Magüi (Belén Cuesta) les comen las deudas y no consiguen colocar a ninguno de los actores que tienen en cartera. Y el salvavidas de Paquita se llama Belén de Lucas (Anna Castillo), una ex camarera que ha rechazado un protagónico en un corto de la ECAM para hacer de muerta en un 'thriller' de gran presupuesto: confiemos en el mantra de "no hay papeles pequeños", que se duele decir.

placeholder Belén Cuesta y Brais Efe en la segunda temporada de 'Paquita Salas'. (Netflix)
Belén Cuesta y Brais Efe en la segunda temporada de 'Paquita Salas'. (Netflix)

Aunque mantienen el aire fresco y desenfadado de la primera temporada, los nuevos episodios traslucen un tono más maduro y una puesta en escena mucho más cuidada. Se notan los medios y se nota que los Javis han encontrado el camino para subrayar su 'leitmotiv' vital que han convertido en la espina dorsal de cada uno de sus proyectos: "ten el valor de ser tú mismo, de encontrar tu camino y, pese a quien le pese, ser quien tú quieras ser", que dijeron en su discurso de los Premios Feroz.

El 'leitmotiv' de Paquita —de los Javis— es "ten el valor de ser tú mismo, de encontrar tu camino y, pese a quien le pese, ser quien tú quieras ser"

Puede que sea un discurso naíf y que, bien pensado, llevarlo hasta las últimas consecuencias generaría una sociedad de ególatras insoportables —y ciertamente insostenible—, pero también es verdad que el ideario de los Javis es accesible —más allá de las referencias generacionales— y tiene un afán integrador, lúdico y bienintencionado, alejado del descreimiento y la causticidad de la cultura pop de las últimas tres décadas. Un reflejo de un cambio de tendencia que ya empieza a imponerse entre los millennials. Porque la vida no tiene por que ser lamentación y encabronamiento perpetuos.

placeholder Otro momento de la segunda temporada de 'Paquita Salas'. (Netflix)
Otro momento de la segunda temporada de 'Paquita Salas'. (Netflix)

Lo que es seguro es que con esta segunda temporada los Javis van a afianzar tanto sus filias como sus fobias: quienes aplauden un beso de bigote contra bigote frente a una cámara o cagarse en España sin formar un drama seguirán siendo fans de la serie y a quienes les soliviante la falta de 'valores tradicionales' y la exaltación del universo petardo —siempre en el buen sentido— de Paquita Salas no podrá más que seguir rabiando. Incluso, los Javis doblan la apuesta y se meten con el patriotismo inquisidor de hoguera al canto a la menor disidencia, era vergüenza nuestra tan idiosincrásica.

La nueva temporada de Paquita se mete con el patriotismo insquisidor

¿Se acuerdan de la concatenación de boicots por antiespañolismo que parecían sucederse cada semana contra el cine nacional hace unos años? Paquita Salas nos enseña la perspectiva del linchado para ponerles el espejo a las masas que piden cabezas porque no toleran la mínima disonancia ideológica. Una actriz que ha conseguido su sueño de hacer una película después de ser rechazada en mil 'castings', una obrera del cine que ha llegado donde está a base de esfuerzo y sacrificio y a la que todo se le puede derrumbar en un momento por un "me cago en España" en público. No todo vale, "no a cualquier precio", vienen a decir, y menos la libertad de decir lo que a uno le dé la gana.

placeholder Cartel de 'Paquita Salas 2'
Cartel de 'Paquita Salas 2'

Por otro lado la serie vuelve a incidir en esa dicotomía que viven la mayor parte de los artistas, de la realidad que se vive cuando se apagan los focos y no se llega a fin de mes a pesar de llevar un vestido —prestado— del diseñador de moda de turno —¡lo que se ha perdido Galdós!—, historias muy pegadas a las experiencias propias de los creadores. Tan propias como el abanico de referentes y 'viejas glorias' que recuperan —con mucho cariño— a cada capítulo y que forman parte de la memoria televisiva de la infancia de los Javis: Belinda Washington, Ana Obregón... aunque ninguna como el inefable inefable Andrés Pajares de la temporada anterior.

Y vale que la fórmula ya la inventaron 'The Office', 'Extras' o 'Qué fue de Jorge Sanz', pero Paquita tiene ese ímpetu juvenil, ese descaro de los que todavía están de ida y ese espíritu colaborativo tan de esta época —pero en una versión bien entendida— en el que todos se han ayudado a modo de tribu. Brays Efe se define a sí mismo en su Twitter "entre el underground y el mainstream", y ese es exactamente el lugar en el que se puede encuadrar (casi) todo lo que hace la gente de 'Paquita Salas'. Y que ahí resistan por mucho tiempo: que Brays Efe siga transmutándose en una mujer de mediana edad de laca y pieles falsas —alejándose de la parodia, siempre con dignidad— y que Belén Cuesta continúe siendo su fiel escudera Sancha y Lidia San José creciendo en su papel, merecidísimo, y Anna Castillo y Mariona Terés apuntalando un proyecto en el que, sin duda, confluyen todas las Españas.

Paquita Salas es ya Paquita de España. Tiene, incluso, algo de galdosiana. Aunque suene rancio, piensa una en 'La de Bringas', en los pasillos del Palacio Real por los que pululan los que estuvieron, los que sueñan con estar y los que ahora mismo están en la pomada. En el ascenso y el descenso, en la necesidad de guardar las apariencias por pura supervivencia, en el folletín, en el quijotismo femenino. Paquita es la heroína cañí que lucha por no despeñarse en el olvido en un país que entierra por pasatiempo, es la combinación perfecta del jeta y y el escudero noble, es un cardado que guarda toda la sabiduría ancestral de madres y abuelas. Paquita es Galdós y es la movida. Es, a la vez, la España de copazo de Larios, torreznos y sofá de skay y la de las noches del Ochoymedio, del arte 'cooltureta' y precario y del no a las guerras, así en general. Una reivindicación de lo cutre con el desparpajo y la liviandad del moderneo malasañero.

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