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El mayor error de Churchill: nieve y sangre en los fiordos noruegos
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'El instante más oscuro'

El mayor error de Churchill: nieve y sangre en los fiordos noruegos

Ahora una película recupera el momento en el que el político lideró al pueblo británico, pero oculta su errático comportamiento en el comienzo de la guerra

Foto: Imagen de 'El instante más oscuro'
Imagen de 'El instante más oscuro'

En el extremo norte de las Highlands escocesas el puerto de Scrabster se erige solitario apenas rodeado por cuatro o cinco casas. El Mar del Norte se abre en el horizonte. Desde allí se puede coger ahora un ferry hasta las Islas Orcadas, un archipiélago inhóspito barrido por el viento y la lluvia incluso en verano, en el último confín de Gran Bretaña. Del embarcadero de Stromness, parte una carretera de parajes desolados, que tras dejar atrás el fantástico anillo neolítico de Brodgar, llega a la capital, Kirkwall, la puerta a la bahía de Scapa Flow, el final del camino. Rodeado de agua gélida, completamente aislado, es la definición de un lugar recóndito.

Allí llegó el 14 de septiembre de 1939, Winston Churchill, recién nombrado primer Lord del Almirantazgo -ministro de Marina- 30 años después de haber ocupado el mismo cargo durante la Primera Guerra Mundial. Viajó para supervisar la que entonces era la mayor base naval de Reino Unido. Estaba intencionadamente situada en el lugar más lejano posible. Hitler ya había invadido Polonia y se esperaba impacientemente su siguiente movimiento. De momento, seguían inmersos en lo que la prensa había denominado la “guerra ilusoria” librada principalmente en el Atlántico. Pero ni siquiera la lejana base quedaba fuera del alcance del Tercer Reich.

Foto: Churchill sale de una reunión del gabinete británico en mayo de 1940.

En Scapa Flow el Lord del Almirantazgo anotó: “Me pareció que yo era el único que sobrevivía en el mismo lugar que ocupé hacía tanto tiempo. Pero no, los peligros también eran los mismos. El peligro bajo la superficie más grave, porque los submarinos eran más potentes, el peligro desde el aire, no sólo de que descubrieran donde estabas escondido, sino de un ataque fuerte y tal vez destructivo (…) Si de hecho estábamos repitiendo el mismo ciclo otra vez ¿volvería a tener que soportar el dolor de la destitución?” (Winston S. Churchill, 'La Segunda Guerra Mundial. Volumen I'. La Esfera de los Libros, 2005).

La redención de Gallípoli

El recuerdo de la batalla de Gallipoli en 1915 había ensombrecido la mente de Churchill. Entonces su desastroso plan de desembarco en el estrecho de los Dardanelos le costó el cargo. Pero desde Scapa Flow, Churchill era capaz de vislumbrar en el otro extremo del Mar del Norte la costa de Noruega como el mayor peligro contra el Tercer Reich. Y en su visión, un nuevo desembarco. Ahora la película 'El Instante más oscuro’' recupera el momento en el que el político lideró al pueblo británico, pero fue su errático comportamiento en el comienzo de la guerra lo que tumbó al gobierno de Neville Chamberlain.

Churchill quería tomar la iniciativa, tal y como expresaría en sus memorias. Según muchos de los altos oficiales quería resarcirse: “el entusiasmo más dirigido de Churchill estaba influenciado por un deseo secreto de borrar el recuerdo de su campaña en los Dardanelos” (Anthony Beevor, 'La Segunda Guerra Mundial', Pasado & Presente, 2012). Diseñó entonces la 'Operación Wilfred' para invadir Noruega, prácticamente una repetición de su error en la Primera Guerra Mundial y el primer gran desastre de los Aliados contra Hitler. Antes de las playas de Dunkerque, se interpusieron los fiordos noruegos.

Foto: 'Dunkerque' Opinión

El Primer Ministro, Neville Chamberlain y Lord Halifax, ministro de Exteriores se opusieron en un principio. Halifax escribió que “más que un plan, la idea de Churchill era una dolor de cabeza” (Nicholas Shakespeare, 'Six Minutes in May', 2017). Pero al final Chamberlain daría luz verde al plan en abril de 1940. La fallida campaña de Noruega, que terminó con el reembarco de 10.000 soldados británicos y franceses tras unas sangrientas perdidas de unos 4.000 hombres provocó la crisis de gobierno en Gran Bretaña que acabaría con la presidencia de Neville Chamberlain un mes después. Sorprendentemente, en su instante más oscuro, el máximo responsable del fracaso, Winston Churchill, no sólo no fue destituido, a diferencia de 1915, sino nombrado Primer Ministro, cambiando para siempre el curso de la Guerra.

Gobernar a toda costa

Churchill se había obsesionado especialmente con el lejano puerto de Narvik en el norte de la península escandinava. Desde su cargo como primer Lord del Almirantazgo tenía una posición privilegiada en el mando de la guerra, ya que presidía el Comité de Coordinación Militar, aunque en sus memorias matizara su responsabilidad: “Me encargué de presidir esas reuniones que se celebraron todo s los días. Por tanto tenía una responsabilidad excepcional aunque sin el poder de dirigir efectivamente”. En realidad, ya en abril lo único que se interponía entre él y la dirección total de la guerra era el cargo de primer ministro: “Como primer Lord del Almirantazgo presidía el Comité de Coordinación Militar, excepto cuando estaba el propio Chamberlain, que era lo menos habitual, especialmente a partir de abril de 1940” (Gerri Haarr, 'The Battle of Norway: April-June 1940').

placeholder Batalla de Narvik (Noruega, 1940)
Batalla de Narvik (Noruega, 1940)

Antes, se empecinó en llevar la cuestión de Narvik al Gabinete de Guerra. Desde septiembre de 1939 tenía en la cabeza la 'Operación Wilfred', la invasión de una serie de puertos en la costa escandinava desde donde tener una posición estratégica contra Alemania y para cortar el suministro de hierro. Chamberlain y Halifax se oponían, básicamente porque suponía la agresión a dos países neutrales: Noruega y Suecia. Además, Halifax señaló que no habían partido barcos con cargamentos de hierro de Narvik desde el principio de la guerra. Una y otra vez, Chamberlain desestimó los planes del Almirantazgo, que presentó su propuesta final en diciembre y que fue rechazada por el Gabinete de Guerra en enero (Nicholas Shakespeare, 'Six Minutes in May', 2017).

Mientras, sin saberlo, el único que compartía la obsesión por Narvik no era otro que el almirante Erich Raeder, su homólogo alemán en el Tercer Reich. Raeder, al igual que Churchill, trataba de convencer a Hitler de la importancia de Noruega con la misma argumentación: la importante ruta marítima que suponía para suministrar el hierro de los países escandinavos (Anthony Beevor, 'La Segunda Guerra Mundial', Pasado y Presente, 2012).

La obsesión de la Marina

No era casual que fueran dos hombres con responsabilidades en la marina los que se obsesionaran con Narvik, que era un puerto. La diferencia sería que, mientras Raeder diseñó la ‘Operación Weserübung’ con un concepto de guerra novedoso, involucrando por primera vez en la historia militar a todos los cuerpos de guerra para una operación conjunta de tierra, mar y aire. Churchill en cambio seguía pensando como en 1915. En cualquier caso, ambos se equivocarían: con la inminente invasión de Bélgica y Francia, el suministro de las minas de la región de la Lorena y el Sarre convertía en un objetivo menor la ruta escandinava (Gerri Haarr, ‘The Battle of Norway: April-June 1940’).

El general alemán Von Falkenhorst tuvo que comprarse una guía de viaje de bolsillo para conocer Noruega

Nadie sabía muy bien cómo era Noruega. Churchill no había estado nunca allí, aunque su sobrino Giles Romilly se encontraba en Narvik como corresponsal del Daily Express y sería mas tarde apresado por los nazis. En Alemania, el general Von Falkenhorst, encargado de la misión de tierra, tuvo que comprarse una guía de viaje de bolsillo para conocer los puntos básicos del país (Gerri Haarr, ‘The Gathering Storm’). Sin embargo, hacia diciembre, Raeder tenía ya un plan elaborado para el desembarco que presentó al Führer.

En sus memorias, Churchill, justifica que su determinación era correcta porque como más tarde supo “el tres de octubre el almirante Raeder, jefe del Estado Mayor de la Armada presentó un plan a Hitler una propuesta titulada ‘La adquisición de las bases en Noruega’”. No obstante, éste se quedó en el cajón. Hitler desestimó la idea mientras se ultimaban los preparativos para su siguiente y previsible movimiento: la invasión de Bélgica, Holanda y Francia, el verdadero objetivo militar.

Mientras, como un león en su jaula, Churchill se revolvía en las tediosas, exasperantes y repetitivas reuniones y comités que presidía, sin poder tomar la decisión final. “El Comité de Defensa se reunía casi todos los días para analizar los informes del Comité de Coordinación Militar y los de los jefes de Estado Mayor y sus conclusiones o sus divergencias se volvían a enviar a las frecuentes reuniones del gabinete. Todo se tenía que explicar una y otra vez”.

Según su criterio, la marina tenía que hacer algo y se interponía en todos los temas de guerra que podía, hasta enfrentarse incluso con el ministro de Exteriores Halifax por la política de comunicación de la BBC. Churchill pedía a Halifax que no se informara de cada convoy hundido para no minar la moral, en contra del criterio del ministro de exteriores, que argumentaba que la credibilidad de las informaciones del gobierno debía permanecer intacta o los ciudadanos desconfiarían de sus noticias. (National Archives. Correspondencia de Lord Halifax).

Las triquiñuelas del león

Finalmente, dio con la clave en febrero de 1940. El buque alemán ‘Altmark’, encargado de suministrar al acorazado alemán Graf Spee se encontraba en el Mar del Norte y albergaba prisioneros de guerra ingleses. Convencido ya de la importancia de los golpes de moral en la población diseñó un rescate del barco a cargo del destructor británico ‘Cossak’, que resultó un éxito (Anthony Beevor, ‘La Segunda Guerra Mundial’, Pasado y Presente, 2012).

placeholder Retrato de Winston Churchill
Retrato de Winston Churchill

El golpe contra Hitler en el Mar del Norte alertó repentinamente a éste de la amenaza y resultó definitiva para sacar del cajón el plan de Raeder de invadir Noruega. El 7 de marzo de 1940, Hitler dio la orden para iniciar la Operación Weserübung a principios de abril. Irónicamente fue la operación de Churchill la que detonó el ataque nazi y no que ésta estuviera prevista desde octubre de 1939, como defendería en sus memorias. Anthony Beevor calificó el el el incidente del ‘Altmark’ como un “riesgo calculado” por parte del Lord del Almirantazgo.

Los franceses se habían sumado a la preocupación de Churchill y después de una serie de planes para evitar la invasión de Finlandia por parte de la URSS, que efectivamente se produjo el en noviembre de 1939, se decidió estudiar la cuestión de Escandinavia. Finalmente un memorándum del Gabinete de Guerra del 27 de marzo desbloqueaba por fin a la Operación Wilfred (National Archives, War Cabinet Memorandum, 27 de marzo de 1940. CAB 66_6_42).

El consejo supremo de guerra dio luz verde definitivamente el día 5 y se planeó para el 8 de abril. Entonces llegó la sorpresa

Churchill estaba exultante, había vencido las reticencias de Chamberlain y Halifax, que fue quien redactó el memorándum, incidiendo en que los países neutrales de Noruega y Suecia serían advertidos en el momento de ser inexcusable la acción británica. El consejo supremo de guerra dio luz verde definitivamente el día 5 para proceder a minar el puerto el 8 de abril. Entonces llegó la sorpresa.

A las 6:37 de la mañana del 7 de abril, el almirantazgo recibió los primeros informes de los movimientos marítimos alemanes, entre ellos dos cruceros y tres destructores que se dirigían hacia Noruega. En Scapa Flow, donde Churchill había rememorado su fracaso de 1915, recibieron un telegrama a las 14:00 en el que el propio Lord del Almirantazgo alertó que se trataban de noticias de dudosa fuente. No podía creer que se le hubieran adelantado, (Nicholas Shakespeare, ‘Six Minutes in May’, 2017)-. La confusión en Londres fue total durante unas horas, tratando de confirmar la operación a gran escala del Tercer Reich.

El principio del desastre

La realidad era que tal y como relata el historiador noruego Gerri Haarr, en 48 horas la Wehrmacht se había hecho con todos los puertos importantes del país incluyendo Narvik y la capital, Oslo. Habían enviado buques, paracaidistas y a la aviación siguiendo el plan de Raeder. Churchill en cambió se limitó a enviar a toda prisa a su flota el día 9 a Narvik para neutralizar a los alemanes, pero ya habían perdido la iniciativa.

Los noruegos no se rindieron en contra de los cálculos de Berlín. Opusieron resistencia y hundieron varios buques alemanes. Cuando llegó la flota inglesa se produjo un combate naval en Narvik los días 10 y 13 en la que fueron hundidos cinco destructores de la Kriegsmarine.

La aviación alemana resultó crucial. El 28 de abril la situación para los Aliados era desastrosa

Durante los días siguientes, a pesar de todas las adversidades, se desarrolló el plan Wilfred, el desembarco aliado en Noruega previsto por Churhill, pero ahora se enfrentaba a un ejército entrenado y preparado para la batalla, que había llegado antes. La aviación alemana resultó además crucial. Aunque la Kriegsmarine perdió numerosos destructores, el 28 de abril la situación para los Aliados era desastrosa. Según Beevor “la impaciencia de Churchill, que constantemente cambiaba de idea e interfería en las decisiones operacionales para exasperación del general Ironside y de la Armada Real, no ayudó a mejorar la situación”.

Chamberlain se sometió a una sesión de control en el parlamento el día 7 de mayo acuciado por la opinión pública, la oposición e incluso un sector de su partido conservador. El denominado ‘Debate Noruego’ como consecuencia de las derrotas aliadas en Escandinavia provocó duras críticas. Además del líder laborista Clement Attlee, se sumaron Lloyd George, antiguo Primer Ministro y Harold MacMillan de su propio partido. La sesión terminó el día siguiente con una moción de confianza. Chamberlain ganó sólo por 81 votos cuando tenía una mayoría abrumadora. Era una derrota política.

En la Derrota: Resistencia

Durante el debate, Winston Churchill defendió encendidamente a Chamberlain, cuando la posición de este había quedado ya tocada de muerte. El Primer Ministro, para salvaguardar el cargo propuso a los laboristas un gobierno de coalición, pero Attlee lo condicionó a que Chamberlain saliera del gobierno -Winston S. Churchill, ‘La segunda guerra Mundial. Volumen I.’ La Esfera de los Libros (2005)-. En la reunión estaban presentes además de Chamberlain, Halifax que se había opuesto inicialmente a la invasión de Noruega y Churchill, su responsable. Ante la negativa de Attlee, Chamberlain puso su cargo a disposición del rey el día 10. Halifax, el sucesor natural se auto eliminó como candidato y el cargo recayó apenas, seis horas después de la dimisión de Chamberlain, precisamente en Winston Churchill, que aceptó de inmediato.

Hitler ganó en Escandinavia, pero perdió casi a la mitad de su marina y le obligó mantener valiosas tropas de ocupación

Ese mismo día Hitler inició la invasión de Holanda, Bélgica y Francia. El 24 de mayo sólo dos días antes de que comenzara la Batalla de Dunkerque, se ordenó la retirada y reembarco de las tropas aliadas en Noruega. Regresaron 10.000 hombres y perdieron la vida 4.000. Hitler ganó en Escandinavia, pero perdió casi a la mitad de su marina y le obligó mantener valiosas tropas de ocupación. No volvería a ser un escenario de guerra relevante.

Con la Batalla de Francia llegó el gran momento político de Churchill. El 18 de mayo en su discurso ‘Their Finest Hour’ expresó: “Si fallamos y entonces el mundo entero, incluyendo Estados Unidos, todo lo que hemos conocido y hemos protegido se hunde en el abismo de una nueva era oscura (…) Por lo tanto, preparémonos para nuestros deberes, y de esta manera aseguremos que el Imperio Británico dure mil años, entonces los hombres dirán: "Esta fue su mejor hora”.

Al igual que Hitler, Churchill recurrió al sueño imperial de los mil años. El Tercer Reich solo llegó a cinco, con el desplome de Alemania en 1945 y el suicidio de Adolf Hitler en el búnker de la cancillería. El británico, a siete, tras el comienzo de su desintegración con la independencia de la India y Pakistán, concedida en 1947. Para entonces, el gran líder de la victoria contra el Tercer Reich, Winston Churchill, había perdido la confianza de los votantes, y tuvo que conformarse con la oposición en favor del laborista Clement Attlee. Fiel a su lema: “En la derrota: resistencia”, se presentó de nuevo en 1950 y ganó. A diferencia de 1940, su retorno al número 10 de Downing Street fue en las urnas, pero ya no quedaba imperio.

En el extremo norte de las Highlands escocesas el puerto de Scrabster se erige solitario apenas rodeado por cuatro o cinco casas. El Mar del Norte se abre en el horizonte. Desde allí se puede coger ahora un ferry hasta las Islas Orcadas, un archipiélago inhóspito barrido por el viento y la lluvia incluso en verano, en el último confín de Gran Bretaña. Del embarcadero de Stromness, parte una carretera de parajes desolados, que tras dejar atrás el fantástico anillo neolítico de Brodgar, llega a la capital, Kirkwall, la puerta a la bahía de Scapa Flow, el final del camino. Rodeado de agua gélida, completamente aislado, es la definición de un lugar recóndito.

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