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Pulpo, arena y 200 horas de música: el Noroeste crece como el festival urbano total
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31 edición del festival

Pulpo, arena y 200 horas de música: el Noroeste crece como el festival urbano total

Más 100 artistas y 90 conciertos han convertido A Coruña en un parque temático sonoro. Kaiser Chiefs, Iván Ferreiro y The Jesus and Mary Chains cerraron seis días de música

Foto: Kaiser Chiefs en su actuación en el Festival Noroeste (Concello da Coruña)
Kaiser Chiefs en su actuación en el Festival Noroeste (Concello da Coruña)

Mientras Spiderman escala el Obelisco, en la puerta de un convento de clausura cientos de personas braman '¡Nuclear, sí! por supuesto' al ritmo de Aviador Dro. Mortadelo y Filemón posan frente al puerto y en una fundación de arte contemporáneo resuena mágico el minimalismo de Valgeir Sigurosson. En un cruce entre dos calles, con olor a pulpo, zamburiñas y empanada, Druso hace que bailen la pareja de hipster y menee la cabeza el abuelo con su bastón. A escasos metros del imperio de Amancio Ortega, resuenan con fuerza las guitarras de Los Bengala mientras un matrimonio se mete entre pecho y espalda unos mejillones tigre alabando el acompañamiento musical. Y en la playa, con un atardecer de postal, el Festival Noroeste Estrella Galicia explota ante más de 20.000 personas porque A Coruña es música (y cómic) por cualquiera de sus rincones.

El festival cerró anoche su edición número 31 tras seis días de conciertos en escenarios tan dispares y especiales como el Castillo de San Antón del siglo XVI, la casa museo del presidente Casares Quiroga, la Fundación Luis Seoane, plazas como la de las Bárbaras frente a un convento del siglo XV, cruces de calles repletas de bares y la playa de Riazor. Han sido más 100 artistas y 200 horas de música gratis, 90 conciertos y 15 escenarios, pero sobre todo la confirmación de que hay otros festivales más inclusivos que miran a todos, y todos son niños en carritos o sobre los hombros de sus padres, chavales con abuelos, modernos, rockeros, mods, poperos, jóvenes, padres, bandas locales, bandas emergentes, bandas desconocidas (ahora menos), (viejas) glorias y supergrupos internacionales. Ese es el gran acierto del Noroeste: un festival público (con un presupuesto de 400.000 sufragado por el Concello da Coruña más un importante patrocinio de Estrella Galicia) tan amplio y rico como especial.

Foto: Concierto de Kaiser Chiefs (Efe)

"Qué lujazo ver este concierto aquí", le decía la noche del sábado un chaval con el pelo plateado a su amigo de bigote. Está en una abarrotada playa de Riazor y se refiere a Kaiser Chiefs. Acaba de atardecer en el concierto de Surfin' Bichos, una actuación con la que los albaceteños han conmemorado los 25 años de su disco 'Hermanos carnales' con todo el público coreando 'Fuerte'. Antes abrieron fuego los locales The Riggos y Cia Campillo, pero son los británicos, en su único concierto en España del verano, los que han congregado a 20.000 personas sobre la arena y el paseo marítimo ataviados, casi como en una peregrinación, con sus cubos con hielo y cervezas y viandas.

Kaiser Chiefs sigue viviendo de las rentas de lo que fue. Aunque el año pasado publicaron 'Stay Together', los de Leeds saben que tienen en sus dos primeros trabajos, 'Employment' (2005) y 'Your truly, angry mob' (2007), los hits que todo el mundo quiere escuchar. Comenzaron con ellos, con 'Everdyday I love you less and less', y fueron dosificándolos en un actuación con muchos altibajos a pesar de que su vocalista, Ricky Wilson, se empleó a fondo (hasta perder el resuello) por animar al público diciéndoles dos palabras en español, dando carreras como si no hubiera un mañana, jugando con el pie y el micro y subiéndose a los bafles continuamente. Una auténtica clase de crossfit para todo un showman que suple con pasión sus manifiestas carencias vocales.

Así se sucedieron 'Na Na Na Na Naaa', 'Ruby', 'I predict a riot', 'Oh my god' o 'Never miss a beat' mientras entre el público una madre acompañaba a su hija, la auténtica fan que no paraba de corear cada canción, los camareros del bar con mirador de cristal sobre la playa curioseaban el concierto al igual que sus clientes, una señora bailaba apasionada su estilo setentero y un abuelo y su nieto aplaudían un tanto incrédulos a los botes del respetable. "Me gusta todo si suena bien... menos el reguetón. Eso no es música", proseguía el chico del pelo plateado quejándose de que "ya había cantado todos los temazos". Era cierto. El abuelo y el nieto ya habían desparecido de la arena batida con tanto salto y los bises quedaron un poco descafeinados... pero estamos en la playa y es pronto. Poco más de una hora después el Noroeste se estiraba hasta la madrugada con DJs como Marc, de Dorian.

El mismo escenario y la misma magia fue la que pusieron el sábado Iván Ferreiro y The Jesus and Mary Chain. El gallego jugaba en casa. Abarrotó Riazor (con otras 20.000 personas y mejor sonido que la noche anterior) y convirtió la playa en un lugar de entrega y pasión. Además de los temas de su último disco, 'Casa', Ferreiro desgranó una pléyade de éxitos tan queridos y coreados como 'Años 80', 'El equilibrio es imposible' o la traca final de la esperada (aunque asustó cuando dijo que no la iba a tocar) 'Turnedo'. Si ha habido un concierto en el Noroeste que ha unido a público y artistas ha sido sin duda el de Iván Ferreiro.

Le siguió el rock de los escoceses The Jesus and Mary Chain en un concierto en el que presentaron su álbum 'Damage and Joy', publicado en marzo. Han tenido que pasar dos décadas para que la banda, que en los ochenta firmaron con 'Psychocandy' (1985) uno de los grandes hitos del noise pop y fueron precursores del shoegazing, levante la mirada del suelo y deje la desgana de antaño para ofrecer uno esos show introspectivos y escrupulosamente aplicado en sonido y actitud. A pesar de ello, y como suele pasar en estas actuaciones masivas, no levantaron al público hasta que tocaron temas tan conocidos como 'Just like honey' (de la banda sonora de 'Lost in Traslation'), 'April Skies', 'Head On' o 'I hate Rock and Roll'.

Esto son los macroconciertos del Noroeste, con peregrinación familiar y saltos, pero el festival tiene su verdadero encanto en sus matinales y sus conciertos más íntimos. Hay que ver cómo unos abuelos miran atónitos desde un banco a unos tipos enfundados en unos monos de trabajo y hablan de nucleares, ciencia y frecuencias y dos modernos definen a centímetros la actuación de Aviador Dro como "brutal". Lo que estuvieran pensando las monjas de clausura del convento que hacía de decorado debe ser digno de una crónica en sí mismo. A dos minutos caminando se menean arriba y abajo las melenas con el heavy de Adrift y un día antes un castillo se convierte en el mejor escenario posible para escuchar el quejío hipster flamenco de Rosalía y Raül Refree.

Los contrastes en el Noroeste llegan al doblar cada esquina. Frente a un bar que despacha tercios de Estrella y tortilla sin parar, el moderneo coruñés despierta al día y al estómago con el buen rollo de Druso. Unas escaleras, terrazas y raciones son el decorado para el concierto de los gallegos Espiño, Terrier se hacen fuertes en una callejuela mientras Alien Tango conquista en la nueva plaza dedicada al cineasta José Sellier. Escenarios insólitos y únicos para vivir la música de cerca. De esa forma que se toca y se siente en la piel. Y para redondear, domingo de romería en el Mercado de la Cosecha con las actuaciones de Quique Escamilla, Vurro o Eladio y los Seres Queridos maridado con productos rurales gallegos. Porque en A Coruña y en el Noroeste se come la música y suena la tierra.

Mientras Spiderman escala el Obelisco, en la puerta de un convento de clausura cientos de personas braman '¡Nuclear, sí! por supuesto' al ritmo de Aviador Dro. Mortadelo y Filemón posan frente al puerto y en una fundación de arte contemporáneo resuena mágico el minimalismo de Valgeir Sigurosson. En un cruce entre dos calles, con olor a pulpo, zamburiñas y empanada, Druso hace que bailen la pareja de hipster y menee la cabeza el abuelo con su bastón. A escasos metros del imperio de Amancio Ortega, resuenan con fuerza las guitarras de Los Bengala mientras un matrimonio se mete entre pecho y espalda unos mejillones tigre alabando el acompañamiento musical. Y en la playa, con un atardecer de postal, el Festival Noroeste Estrella Galicia explota ante más de 20.000 personas porque A Coruña es música (y cómic) por cualquiera de sus rincones.

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