La gloriosa resaca de Rafael Sánchez Ferlosio
Se encerró 15 años para estudiar gramática e hincharse a anfetas. El resultado se reúne ahora en uno de los libros del año: 'Altos estudios eclesiásticos', el primer tomo de sus ensayos completos
"No quiero ni pensar en lo que pueda haber quedado en aquellas decenas de millares de páginas de apuntes, probablemente crípticos hasta para el mejor y más voluntarioso entendedor". La historia es conocida. A finales de 1954, y avergonzado por el éxito de un libro -'El Jarama'- que repudió apenas escribió su última línea, Rafael Sánchez Ferlosio se borró del mapa. Los siguientes quince años los pasó enclaustrado, aplicado a sólo dos actividades aparentemente refractarias: el consumo impulsivo de anfetaminas y los estudios no menos arrebatados de gramática iniciados tras la lectura admirada de la 'Teoría del lenguaje', de Karl Bühler. Lo mejor de aquellas decenas de millares de apuntes lo cosecha ahora el primer volumen de sus ensayos completos que acaba de publicar el sello Debate con el arriesgado título de 'Altos estudios eclesiásticos'. ¿La razón? El propio Ferlosio lo explicaba en 'La forja de un plumífero' (1998), uno de sus raros escritos autobiográficos.
Los siguientes quince años los pasó enclaustrado, aplicado a sólo dos actividades: el consumo compulsivo de anfetas y los estudios arrebatados de gramática
"Cuando un clérigo da lugar a algún escándalo, la discretísima Iglesia Católica, experta en tales trances, lo retira rápidamente de la circulación, y al que pregunta por él, tras haber advertido su ausencia, se le contesta indefectiblemente: 'Oh, el padre Ramoneda se ha recogido para dedicarse a altos estudios eclesiásticos'; a mí no me hizo falta ningún obispo que me retirara sino que me bastó con el inmenso genio de Karl Bühler y la irresistible sugestión teórica y expositiva de su obra -y quizás algo de horror o repugnancia por el grotesco papelón de literato que, tras el éxito de 'El Jarama', se cernía como un cuervo sobre mi cabeza- para retirarme de la circulación y consagrarme a 'altos' (o bajos) estudios gramaticales durante quince años".
¿Qué encontrará el lector en estos anfetamínicos ensayos gramaticales editados bajo el cuidado de Ignacio Echevarría de un Ferlosio que hoy frisa los 90 y que, según Miguel Delibes, es el único escritor español de postguerra que merece "la inmortalidad literaria"?
Vicio e hipotaxis
La hipotaxis, o subordinación, brinda en estos ensayos la técnica para urdir auténticos laberintos de palabras que se adentran en territorios desconocidos de la lengua. Ferlosio aspira a dotar de volumen a una escritura edificada en tres dimensiones que refleje el esfuerzo, según le escribe en una carta a Josep Maria Castellet, "por romper con las arcaicas inercias verbales, en busca de un estilo cuya complejidad y sutileza estén a la altura de las difíciles cosas que es preciso decir". Pero cuando esto escribe, transcurridos ya ocho años de anfetas y emborronamiento de papeles, el escritor hipotáctico admite a su interlocutor que aún no ha conseguido acercarse "a un estilo expositivo mínimamente viable".
Tras ocho años de anfetas y emborronamiento de papeles, el escritor hipotáctico admite que aún no ha conseguido acercarse “a un estilo expositivo mínimamente viable“
"La hipotaxis es muy viciosa". Ferlosio era capaz de dedicarle una jornada completa a una sola frase y, pese a que no lograba resultados concluyentes en su investigación, tampoco podía abandonarla. Cada día ensayaba nuevas frases circunstanciadas y poliarticuladas, "de muy largo aliento", que imagiaba poderosos y multiarbolados galeones de gran prosa barroca que, sin embargo, no lograrían pasar "el cabo de Hornos". Pese a los "catastróficos naufragios", aquel era "el gran camino de la lengua" para superar la sintaxis ramplona de los escritores de la época.
Podríamos decir hoy que sí, que al fin de aquellos desaforados quince años "el furor de la galerna" acabó por desarbolar el proyecto. Pero los restos de un naufragio fueron siempre tan bellos...
Los restos del naufragio
'Altos estudios eclesiásticos' ordena cronológica y temáticamente los restos del naufragio en un gozoso museo desplegado a lo largo de dos partes, o "salas", en cuyo recorrido asistimos, según explica Ignacio Echevarría, "a la fragua de un pensamiento y un estilo que, con formidable acopio de recursos y de energía, así como de saberes de todo tipo, habían de desplegarse espectacularmente en las décadas siguientes".
La primera de estas salas -'Antigüedades'- ocupa la mitad del volumen y rescata casi todo cuanto el propio Ferlosio salvó de sus años de dedicación exlusiva a la gramática que más tarde recordaría con nostalgia: "Nunca me lo he pasado mejor". Ensayos intrigantes en torno a la infantilidad y la feminidad como 'Personas y animales en una fiesta de bautizo' o 'Músculo y veneno', textos célebres tan técnicos e hipnóticos como 'Guapo y sus isótopos', y ese extenso, inclasificable y bárbaro tratado de narratología titulado 'Las semanas del jardín' en el que las subordinadas despliegan sus adictivos encantos ante un lector que se juega el resuello en cada frase sin ser capaz de abandonarla. Porque la hipotaxis es tan "viciosa" para el calafateador de palabras como para el pasajero lector abrumado y fascinado a partes iguales por la travesía.
La hipotaxis es tan “viciosa“ para el calafateador de palabras como para el pasajero lector abrumado y fascinado a partes iguales por la travesía
La segunda y última sala -'Diversiones'- avanza temporalmente para acoger ensayos muy posteriores pero conectados con los primeros. En el que titula 'El castellano y la Constitución' nos topamos de pronto con el relato de cómo concluyeron abruptamente aquellos quince años de gramática y anfetas, "no por otra cosa, tras millares de noches y cientos de cuadernos, que por mi salud mental". Y es que en algún momento de finales de los 70 Ferlosio abandonó el consumo de unas sustancias cada vez más difíciles de conseguir que le habían sumido además en "el desorden y la dispersión". Tocaba madurez y mayor serenidad. Arrancaba su frucífera etapa como articulista de periódicos sobre temas de política e ideología.
Pero "ni mú" ya sobre lenguaje.
"No quiero ni pensar en lo que pueda haber quedado en aquellas decenas de millares de páginas de apuntes, probablemente crípticos hasta para el mejor y más voluntarioso entendedor". La historia es conocida. A finales de 1954, y avergonzado por el éxito de un libro -'El Jarama'- que repudió apenas escribió su última línea, Rafael Sánchez Ferlosio se borró del mapa. Los siguientes quince años los pasó enclaustrado, aplicado a sólo dos actividades aparentemente refractarias: el consumo impulsivo de anfetaminas y los estudios no menos arrebatados de gramática iniciados tras la lectura admirada de la 'Teoría del lenguaje', de Karl Bühler. Lo mejor de aquellas decenas de millares de apuntes lo cosecha ahora el primer volumen de sus ensayos completos que acaba de publicar el sello Debate con el arriesgado título de 'Altos estudios eclesiásticos'. ¿La razón? El propio Ferlosio lo explicaba en 'La forja de un plumífero' (1998), uno de sus raros escritos autobiográficos.
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