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borja cobeaga vuelve a la carga con 'negociador'

ETA, el musical

El guionista de ‘Ocho apellidos vascos’ estrena una comedia seca sobre las negociaciones entre el Gobierno y la banda terrorista

Foto: Fotograma del nuevo filme de Cobeaga
Fotograma del nuevo filme de Cobeaga

Hipótesis: el fin (cultural) de ETA empezó el día en que Vaya semanita se convirtió en un hito de la ETB a golpe de sketch cómico sobre el conflicto vasco. O no. Lo que parece innegable es que, en este caso, el deshielo cultural ejerció de vanguardia/anticipo del deshilo político. ETA dijo luego adiós a las armas, y el mainstream cultural español dio un paso al frente: Ocho apellidos vascos convirtió el chiste sobre etarras en fenómeno cañí de masas. La madre de todos los tabúes había mutado de pronto en millonario entretenimiento de barraca de feria.

A este ritmo, no sería extraño ver pronto un musical sobre ETA en la Gran Vía. Si eso llega a ocurrir, ya saben ustedes a quién echar la culpa: a Borja Cobeaga, guionista de Vaya semanita y Ocho apellidos vascos (junto a Diego San José) y director de Pagafantas y Negociador, comedia sobre las negociaciones ETA/Gobierno que se estrena el viernes tras pasar por el Festival de San Sebastián.

Negociador es una versión libre de las fallidas negociaciones lideradas por el socialista Jesús Eguigurenen 2005. Un asunto que en su día generó una enorme polémica política, pero que ahora, abandonada la lucha armada, no da ni para media controversia. No obstante, una cosa es que el tema ETA genere ya más risas que lágrimas, y otra que a todos les haga gracia por igual. Alguien dijo una vez que el humor es como el sentido común bailando, una de esas citas que todo el mundo suscribe… hasta que el chiste en concreto te toca las narices.

Ejemplo: Hay quien piensa que Cobeaga se burla de Eguiguren en el filme. Para este cronista, por el contrario, Eguiguren es el héroe de la película. ¿Ni una cosa ni la otra?

Negociadorno tiene una ideología explícita. Es una película más costumbrista que política: me interesan más los personajes que los políticos. Cada uno puede hacer la interpretación que quiera… en función de su predisposición. Yo no pretendo convencer a nadie de nada en concreto. Ramón Barea le ha puesto mucha humanidad al personaje de Eguiguren. Quizá el problema sea que hemos creado un personaje torpón para ajustarnos al tono melancólico del filme. Una cosa sí puedo decir: Eguiguren tenía la voluntad férrea de arreglar el principal problema de este país durante las últimas décadas. Era un hombre con una misión, estaba obcecado, y eso sí que quise plasmarlo. ¿Le he caricaturizado? Mi intención no era esa, aunque tampoco quería hacer una imitación de un personaje real, sino más bien distanciarme”, contó Cobeaga a El Confidencial en San Sebastián.

'No tiene una ideología explícita. Es una película más costumbrista que política: me interesan más los personajes que los políticos'

El tema importante aquí es la palabra “costumbrista”. A Cobeaga no le interesan tanto los detalles de la negociación como lo que ocurría cada vez que una de las dos partes se levantaba de la mesa para ir a mear o a comer un bocadillo. Lo cual no quita para que Negociador sea una película tan política como cualquier otra. O incluso más: “Mi intención no era tanto retratar la negociación como reflejar lo que había vivido todos estos años en Euskadi: cómo dividíamos a la gente en función de que saludaran con ‘buenos días’ o con ‘egun on’ o que dijeran 'Euskal Herria' o 'País Vasco'. Antes de comenzar a negociar en serio se pasaron varias semanas discutiendo esos pequeños detalles del lenguaje. Las negociaciones, por tanto, fueron una versión a pequeña escala de lo que había pasado en Euskadi, con todo el mundo pendiente de qué pie cojeaba el otro, esos años en los que todos nos volvimos locos al dar demasiada importancia al lenguaje”.

Risas, las justas

La paradoja es que Negociador tiene algo de anticomedia. Aunque Cobeaga se ha especializado en sacarle punta cómica al conflicto vasco, está aún lejos de encasillarse. ¿La clave de que casi siempre haga gracia? Quizá que es capaz de tocar todas las teclas del humor. A veces lo sirve grueso y a veces lo sirve fino. Si alguien va a ver Negociador pensando en una comedia desenfrenada o en un festival del chiste, palos que Cobeaga ha tocado antes con acierto, se equivoca de película.

“No quería que Negociador empezara como una comedia. La idea era que el espectador se fuera familiarizando con los personajes, y el humor surgiera más adelante, pero no de los chistes sino de las situaciones… absurdas. Más allá del tema político, me obsesionaba el tono del filme: una comedia triste/tragicomedia. Al fin y al cabo es la crónica de un fracaso, dado que las negociaciones no salieron adelante, aunque fueran un paso previo a la solución”.

Si alguien va a ver 'Negociador' pensando en una comedia desenfrenada o en un festival del chiste, se equivoca de película

Negociador es, por tanto, una comedia seca. O mejor dicho: una comedia seca política vasca, subgénero al que Cobeaga le ha cogido el tranquillo: suyo es también (y de Diego San José) el piloto televisivo de Aupa Josu, comedia melancólica sobre un político vasco dispuesto a ir más allá del ridículo para solucionar el conflicto vasco (y ya de paso su carrera).

Aupa Josu y Negociador en dos palabras: canela fina. Tras el desparrame mainstream de Ocho apellidos vascos, Cobeaga se ha puesto de lo más sofisticado. El musical bufo sobre ETA tendrá que esperar.

Hipótesis: el fin (cultural) de ETA empezó el día en que Vaya semanita se convirtió en un hito de la ETB a golpe de sketch cómico sobre el conflicto vasco. O no. Lo que parece innegable es que, en este caso, el deshielo cultural ejerció de vanguardia/anticipo del deshilo político. ETA dijo luego adiós a las armas, y el mainstream cultural español dio un paso al frente: Ocho apellidos vascos convirtió el chiste sobre etarras en fenómeno cañí de masas. La madre de todos los tabúes había mutado de pronto en millonario entretenimiento de barraca de feria.

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