30 millones de euros al año para un museo sin grandes éxitos populares

En plena caída a tumba abierta de turistas que llegan a España por motivos culturales, Patrimonio Nacional inaugurará en Madrid el Museo de las Colecciones Reales, “a finales de 2015 o principios de 2016”, para dar cobijo a las pertenencias reales y competir con el resto de centros de atracción, que ya se pelean entre sí por quedarse con algunas de las horas de los visitantes. El nuevo museo está llamado a competir incluso con el tráfico de turistas en el Palacio Real, una exigente visita que obliga a pasar entre cámaras durante más de hora y media. Según el último anuario de estadísticas culturales, publicado por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, en 2013 fueron 7.368 los extranjeros interesados en viaje cultural (un 12,2% del total de entradas), casi un 20% menos que en 2011, con 9.206, el mejor dato de la última década.

La vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, anunció ayer que el futuro museo contará con un presupuesto en 2015 de 30 millones de euros (El Prado recibirá 42,3 millones de euros y el Reina Sofía 35,7 millones de euros), aunque abrirá sus puertas, en el mejor de los casos, a finales de dicho año. La número dos del Gobierno ha declarado que “Patrimonio Nacional ha sabido adaptarse a los tiempos”, porque mantendrá la conservación y la difusión del legado histórico artístico. Asegura que gracias a un plan de actuación 2013-2016, le permite “reducir el gasto de personal y los gastos corrientes”, además de incrementar sus ingresos por tasas y entradas. Ha destacado que estos ingresos propios “liberan los fondos destinados a la inversión”.

Dada la caída de ventas y de ingresos propios, que han padecido absolutamente todos los museos de la ciudad en 2013, la afirmación de la vicepresidenta pasará como un brindis sin fundamento. De hecho, el secreto de la taquilla son los éxitos populares capaces de atraer masas. El Prado cuenta con referencias icónicas de primer orden como Las Meninas de Velázquez, las Pinturas Negras de Goya o El jardín de las delicias del Bosco o La mesa de los siete pecados capitales, también del maestro flamenco. Incluso El descendimiento de la cruz, de Roger Van der Weyden y El Lavatorio, de Tintoretto. Estas cuatro magníficas pinturas son las que Patrimonio Nacional reclama al Prado, desde el pasado mes de julio como contó El Confidencial, dado que se encuentran en depósito temporal, desde que entraron en 1936.

Basta un vistazo a la sección ‘obras maestras’ de la web de Patrimonio Nacional para comprobar el notable déficit de esas obras espectaculares a las que nos referimos –como Guernica de Picasso del Museo Reina Sofía- y entender la batalla que ha iniciado el presidente de la entidad monárquica, José Rodríguez-Spiteri Palazuelo, por recuperar lo que le pertenece. No en vano, después de 10 años de construcción, la inversión del Museo de Colecciones Reales asciende a 158 millones de euros.

Reforzar la presencia

Entre las once obras destacadas por Patrimonio aparecen tres de las cuatro que descansan en El Prado, las más valiosas. Un Greco, Martirio de san Mauricio y la Legión Tebana, un tierno Velázquez (La túnica de José), Martirio de san Lorenzo de Tiziano, Salomé con la cabeza del Bautisa de Caravaggio, Cristo con la cruz a cuestas del Bosco y, sobre todos, el portentoso y lastimado Calvario de Roger Van der Weyden, que curiosamente El Prado colabora en su restauración en estos momentos.

El propio director del Museo de las Colecciones Reales, José Luis Díez, en su primera entrevista en el cargo -tras abandonar El Prado-, reconocía a este periódico que Patrimonio Nacional “necesita reforzar su presencia”. En aquel encuentro aclaraba que con la creación del museo, la institución pasaba a la acción en su proyección cultural sobre los ciudadanos. ¿Qué había cambiado? “Se han dado cuenta de que el potencial cultural que tienen es extraordinario y que el perfil es único en España y en Europa”, porque el legado de la corona no se ha disgregado. “Patrimonio Nacional tiene hambre de museo”, sentenciaba.

Tres meses antes de que se desatara la polémica –de la que ya hemos comprobado parte de sus consecuencias, en Bernini-, este periódico le preguntaba a Díez por las piezas prestadas al Prado: “En tanto que las piezas funcionen para nuestro discurso será cuando descendamos al detalle de la selección de piezas. No me planteo ninguna actuación que no sea contar con las colecciones propias”.

Adelantó el diseño: la primera planta está dedicada a la casa Austria, en la segunda planta, Borbones. En la tercera irán las muestras temporales, con una sala de 1.600 metros cuadrados diáfanos. “Perfectas” para carrozas, falúas, tapices. Y cerrando todo, el famoso y nunca visto retrato de la familia real, pintado por Antonio López. 154.000 piezas, repartidas en 40.000 metros cuadrados. “El visitante recorrerá el mecenazgo de los reinados y, al tiempo, la Historia de España”. Ese legado cuelga de las paredes del Prado, sobre todo cuatro piezas que llevan la propiedad de PN.