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La Academia hace las paces con Mengs casi tres siglos después
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Exposición de vaciados de esculturas clásicas

La Academia hace las paces con Mengs casi tres siglos después

“Como tenemos evidentes pruebas de que las grandes ocupaciones de Mengs y su genio no le dan tiempo ni voluntad para instruir nuestra juventud, nos quedamos

“Como tenemos evidentes pruebas de que las grandes ocupaciones de Mengs y su genio no le dan tiempo ni voluntad para instruir nuestra juventud, nos quedamos sin él muy tranquilos”. De un plumazo solucionaba el enfrentamiento entre la dirección de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el artista, que había sido nombrado director honorífico en 1763 y de la que dimite seis meses más tarde por severas discrepancias.

Las actas de las reuniones le describen como un genio propenso a mover incidentes desagradables, con más mano dentro de Palacio que fuera de él, con falta de tino y exceso de altanería en su intención de reformar la Academia. La institución utiliza toda la ironía para despedirse del pintor: “Será muy justo se contente con los honores y emolumentos que merece su pericia y el rey le da con tan larga mano”. Pero ese no era el final de las discordias.

Quería modernizar el organismo regulador de las bellas artes, hacer de ella una institución donde se discute de pintura y de estilos, en el que se marcan las directrices a seguir. Pero Mengs era un alemán colonizador en una tierra yerma, en la que ya no quedaba nada de aquella cadena genética de genios de la pintura. Era un pintor ambicioso que deseaba marcar el cambio de gusto, un pintor neoclásico en una corte barroca, un artista con voz y voto que quiere ir más allá de sus pinceles.

Mengs exposiciónMengs pide perdón a los académicos y retira su dimisión. Regresa con ellos, quiere hacer y deshacer y meter mano con impunidad en las colecciones a las que tiene acceso, empezando por la real, de quien es primer pintor de cámara. Altera y ordena el Palacio Real. La Junta General de la Academia de San Fernando traga por su influencia sobre Carlos III, aunque le vuelve a advertir que no esperan de él, ni de otro profesor extranjero, que instruya con amor a los españoles, ni siquiera que “corrija sus inconsideradas expresiones”.

El legislador de las artes

Así siguieron de tensas las relaciones hasta la lectura que hizo Gaspar Melchor de Jovellanos, en la Academia, en defensa del pintor, muerto dos años antes. Un recargado panegírico, en el que el ilustrado apunta que su nombre no morirá, que vivirá en la posteridad, en sus profundos éxitos y en sus divinas obras, en “el tesoro de inestimable doctrina que se puede llamar catecismo del buen gusto”. A la sesión asiste uno de los miembros más relevantes, Francisco de Goya y Lucientes.

Para entender de lo que hablamos, Mengs se atreve a poner fallas a La rendición de Breda (1635), que, dice, contiene toda la perfección de la que era susceptible el asunto, exceptuando las astas de las lanzas, “que no están expresadas con el mayor magisterio”. Y acaba por descubrir cuál es el problema de los pintores sevillanos: “No conocieron la belleza ni estudiaron a los antiguos griegos, ni reconocieron la superioridad de la escuela italiana resucitada entonces por Carracci”. Afortunadamente.

Dos siglos y medio después, la Real Academia de Bellas Artes, con la ayuda de la Fundación Mapfre, organiza la primera exposición retrospectiva dedicada al “legislador de las artes”, para unos, “dictador”, para otros: Anton Raphael Mengs y la Antigüedad (hasta el 26 de enero). Es un recorrido por la colección del académico de vaciados de yeso –copias- de las esculturas más notables de referencia a la Antigüedad clásica. Antes de esta, sólo hubo otra muestra dedicada a sus dibujos, en El Prado, en 1980.

Mengs exposiciónLa comisaria Almudena Negrete cree que Mengs no se merece este olvido. “He tratado de resaltar otras facetas distintas a la pintura, pero muy interesantes, como su papel como teórico, pedagogo, arqueólogo, estudioso de la Antigüedad. Su colección de vaciados refleja estas ideas”. De hecho, empeñó todo su dinero en copiar y copiar, hasta que reunió todas y las trajo en barco desde Italia al Palacio para donárselas al rey. Es el corazón de sus intenciones y estaban en el almacén de la Academia, restaurada a lo largo de doce años y a la espera de un poco de atención.

Más que copias

“Son documentos históricos”, explica Negrete. Muchos originales de estos vaciados se han perdido, otros fueron mal restaurados en el siglo XVIII y desvirtuados. En la primera parte del recorrido, aparecen los dibujos y bocetos para los frescos del Palacio Real de Madrid. En ellos ya se observa el reflejo de los antiguos como camino a la belleza, tal y como apuntaba Johann Joachim Winckelman, el arqueólogo y filósofo más influyente en el gusto de mediados del siglo XVIII en Europa, con sus Reflexiones sobre la imitación del arte griego en la pintura y la escultura.

El más fiel a sus recreaciones sobre la nobleza y la serenidad fue Mengs, que ayuda a difundir las ideas de su amigo por el sur de Europa. Primero en Roma, luego en Nápoles y posteriormente en Madrid, como pintor de cámara de Carlos III. Los expertos resumen su rígido posicionamiento teórico en esta fórmula: el Mengs que pinta es esclavo del Mengs que piensa.

Casi 60 piezas fundidas sobre fondo azul, en un trayecto que el director de la Academia, Antonio Bonet Correa, ha calificado como “extraordinaria”, ya que “la Antigüedad siempre está ahí y no podemos prescindir de ella”. “Pero no es una exposición arqueológica, ya que estéticamente todos los problemas son muy actuales”, añadió. Probablemente, una de las muestras más sofisticadas de esta institución.

El “catecista del buen gusto” tenía muy buenos contactos por todas partes “y llega a las mejores colecciones con las esculturas más célebres”. “Pero los propietarios tenían miedo por los desperfectos que pudieran ocasionar al original, porque para hacer el vaciado había que impermeabilizar con jabones y aceites”, explica la comisaria. En el itinerario hay una parada en la sala dedicada al transporte de los vaciados. “Se fletó un barco sólo para transportar los vaciados de Mengs, la mejor colección de Europa. Llegaron unas 75, en un pingue genovés. Acabaron con todo el serrín que había en Roma para proteger a las esculturas dentro de sus cajas”. El broche final lo ponen varios bustos, entre ellos alegorías de Los ríos, y el Apolo de Belvedere.

“Como tenemos evidentes pruebas de que las grandes ocupaciones de Mengs y su genio no le dan tiempo ni voluntad para instruir nuestra juventud, nos quedamos sin él muy tranquilos”. De un plumazo solucionaba el enfrentamiento entre la dirección de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y el artista, que había sido nombrado director honorífico en 1763 y de la que dimite seis meses más tarde por severas discrepancias.

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