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“El nacionalismo es una de las fuerzas más desgarradoras de nuestros días”
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Margaret MACMILLAN, experta en la Gran guerra

“El nacionalismo es una de las fuerzas más desgarradoras de nuestros días”

En 1914. De la paz a la guerra (Turner), la historiadora canadiense Margaret MacMillan retrata el camino que condujo a la destrucción de Europa tras un

Foto: La historiadora y catedrática de la Universidad de Oxford Margaret Macmillan
La historiadora y catedrática de la Universidad de Oxford Margaret Macmillan

En 1914. De la paz a la guerra (Turner), la historiadora canadiense Margaret MacMillan retrata el camino que condujo a la destrucción de Europa tras un siglo extraordinario de paz y progreso. En una visión panorámica de finales del XIX y los albores del XX, la distinguida catedrática en Historia Internacional analiza la prensa y literatura del momento, recupera diarios de la élite social y planes secretos de los militares y examina el juego de alianzas interestatales para comprender el trasfondo de las decisiones que provocaron la ruina del Viejo Continente. En su despacho del St. Anthony College, que antes ocupó el hispanista Raymond Carr, la rectora de esta institución de la Universidad de Oxford, y biznieta del primer ministro liberal británico Lloyd George, advierte sobre las similitudes entre la situación actual y el contexto previo a una contienda cuyo centenario se conmemora en unos meses.

¿Qué le llevó a explorar el escenario de la Primera Guerra Mundial, que aborda parcialmente en su anterior y galardonado ensayo París 1919: seis meses que cambiaron el mundo?

Para los historiadores la gran cuestión es ¿por qué estalló la guerra cuando Europa era tan próspera, poderosa y aparentemente pacífica? Nunca nos podremos de acuerdo, de ahí la montaña de libros sobre el tema. Tanto desacuerdo se debe a los numerosos factores y causas del puzle de la Gran Guerra: los aspectos económicos, la competencia por las colonias, disputas nacionalistas, la carrera armamentista, los distintos protagonistas… La Segunda Guerra Mundial es muy clara: los nazis querían guerra y estaban decididos a desbaratar el orden establecido. La guerra de 1914 no es clara y discutimos sobre los puntos importantes.

¿Parte de la premisa de que la guerra no era inevitable para indagar por qué se rompió la paz?

Europa llevaba prácticamente en paz desde 1815 (con el fin de las guerras napoleónicas) y muchos asumían que era el estado natural de las cosas

Sí, en la historia nada es inevitable. Nos olvidamos de que había mucha gente en contra de la guerra, con un fuerte movimiento pacifista, críticas a la carrera armamentista y un tribunal de arbitraje internacional para resolver las disputas entre Estados. Europa llevaba prácticamente en paz desde 1815 (con el fin de las guerras napoleónicas) y muchos asumían que era el estado natural de las cosas.

En el cuadro de opiniones y decisiones expuesto en el libro transmite la sensación de que todos los estamentos políticos, militares y sociales, incluido un sector de intelectuales, estaban preparándose a la guerra.

Había una creciente aceptación de la guerra como algo que pudiera ser beneficioso. Particularmente entre intelectuales inquietos por la sociedad moderna. El mismo éxito de la civilización europea- mejores perspectivas de vida- hizo temer por la degeneración de la sociedad. Les preocupaba que los jóvenes ya no se entregaban suficientemente a su país y que la modernidad ablandaba al individuo. Ocurre lo mismo ahora en China, con recelos de que la población se ha vuelto demasiado materialista.

¿La vieja aristocracia, que detentaba los puestos de poder, vio en la guerra una vía de salvación?

Sí, creyeron que ayudaría a reinstaurar el viejo orden. La guerra uniría al pueblo y todos estarían dispuestos a sacrificarse por el país. En Alemania se decía que la guerra serviría para aniquilar a los socialistas, romper a los sindicatos y retornar a una forma simple y tradicional de gobierno.

¿La guerra fue entonces una herramienta para acallar conflictos internos?

Había divisiones profundas en las sociedades europeas- ya sean nacionalistas o de carácter socioeconómico- y reunificar a la población bajo la bandera de la guerra fue un impulso fuerte. Los Gobiernos todavía utilizan la amenaza del enemigo externo como distracción de los problemas internos. Está ocurriendo en Argentina con la presidenta Cristina Kirchner reviviendo la cuestión de Las Malvinas y en España en torno a Gibraltar.

¿Se puede culpar a un mandatario o un país concreto de la I Guerra Mundial?

En Alemania se decía que la guerra serviría para aniquilar a los socialistas, romper a los sindicatos y retornar a una forma simple y tradicional de gobierno

Los historiadores no somos jueces aunque sí tratamos de descubrir quién o qué fue responsable de un evento. Para mí es un problema entrar en la cuestión de culpabilidad, porque siempre encuentro argumentos del otro bando. Uno quiere culpar a Alemania pero luego ha de considerar el papel de Rusia, que estaba reforzando sus fuerzas armadas a un ritmo acelerado. Rusia, por tanto, ha de asumir parte de la responsabilidad. Lo que sucedió en 1914 se asemeja a La Tormenta Perfecta, el libro de Sebastian Junger sobre un evento único en que todo sucede a la vez y no puede predecirse. En Europa se produjo una combinación de factores, con unos líderes en el centro que tomaron decisiones particulares, que jamás volverá a repetirse. Hay que entender en qué estaban pensando, cuáles eran sus recuerdos y las experiencias vividas. Europa había sufrido muchas crisis anteriores, que llevaron a la gente a hablar de una guerra general, pero se superaron los problemas. En 1914 muchos creyeron que esta nueva crisis también se solucionaría. Se confiaron demasiado dada la experiencia pasada.

¿El káiser Guillermo II, a quien describe con exquisito detalle, está entre los principales responsables del desastre mundial?

El Káiser contribuyó tanto por su peculiar personalidad, como por su enorme poder, al frente de un país poderoso. Era lo más parecido a una muy dramática estrella de rock. Arriba y abajo con sus brotes de entusiasmo y de depresión. Le gustaba probar diferentes personalidades y cambiar de aspecto. Hablaba en exceso, lo primero que le venía a la mente, avergonzando con frecuencia a su gobierno. Era un hombre muy complicado, sensible pero incapaz de comprender el efecto que causaba en otras personas. Era un matón y se sorprendía cuando caía mal a su interlocutor. Para ser justos debo decir que prefirió la paz a la guerra en las crisis previas pero en esta ocasión sucumbió a la presión. Sabía que oficiales de su Ejército le apodaban Guillermo el tímido y le criticaban de excesivamente pacífico. En 1914 dijo a un amigo: “Esta vez no me echaré atrás”. Temía aparecer débil frente a sus soldados.

El asesinato del archiduque Franz Ferdinand por nacionalistas serbios fue la chispa del conflicto. ¿Puede explicar el paralelismo que establece entre estos jóvenes y los islamistas radicales?

Hoy nos enfrentamos a gente similar, que recurre a la violencia y no desea dialogar ni aceptar compromisos. También tenemos la sensación, como ocurría entonces, de que estos terroristas son irreconocibles e invisibles

En esa época hubo en Europa muchos atentados terroristas de nacionalistas, anarquistas, nihilistas… Estaban dispuestos a matar como vía para alcanzar sus objetivos políticos. Hoy nos enfrentamos a gente similar, que recurre a la violencia y no desea dialogar ni aceptar compromisos. También tenemos la sensación, como ocurría entonces, de que estos terroristas son irreconocibles e invisibles, jóvenes corrientes como el del atentado de Boston. Tenemos miedo porque se mueven en nuestras sociedades pero no podemos distinguirles. Cunde el pánico y tendemos a sobreestimar su poder. Pueden hacer gestos muy dramáticos pero no van a hundir nuestra sociedad.

¿Sigue siendo el nacionalismo un peligro a la estabilidad internacional?

Todavía es un problema y una de las fuerzas más desgarradoras de nuestros días. Puede producir buenos resultados, pero crea trastornos. Podría abrir un conflicto entre China y Japón, lo cual es alarmante. El Mar del Sur de China es, como los Balcanes, una zona en que las disputas locales pueden arrastrar a las potencias externas. Oriente Medio y Siria son otros puntos peligrosos.

¿La fuga de poder hacia el Este ha complicado el tablero mundial?

Es peliagudo. China está recuperando la relevante posición en política internacional que tenía antes del XIX y comienza a utilizar su poder económico para convertirse en potencia militar. Para una fuerza dominante nunca es fácil gestionar la pérdida de poder, y Estados Unidos ya no es tan fuerte como antes. Gran Bretaña se vio ante el mismo problema con EEUU y con Alemania. Resolvió las diferencias y evitó la guerra con sus antiguas colonias, pero terminó en contienda armada con Alemania. Esperemos que EEUU y China sigan el ejemplo de Gran Bretaña y EEUU.

¿Qué se necesita para distender un foco de conflicto?

Coraje y firmeza contra las presiones. En 1914 los líderes civiles no se molestaron en averiguar los planes de sus militares. Fue un problema alarmante. Es como el escándalo del espionaje de las comunicaciones electrónicas: los gobernantes deberían saber lo que están haciendo las agencias de Inteligencia. Es su responsabilidad. El presidente Kennedy se distinguió de los líderes de 1914 por no sucumbir a las presiones de sus militares durante la Crisis de los Misiles. Le presionaban para que actuara contra Cuba aunque implicara ir a la guerra con la Unión Soviética. Se resistió y evitó un conflicto que hubiera supuesto el fin de todos.

En 1914. De la paz a la guerra (Turner), la historiadora canadiense Margaret MacMillan retrata el camino que condujo a la destrucción de Europa tras un siglo extraordinario de paz y progreso. En una visión panorámica de finales del XIX y los albores del XX, la distinguida catedrática en Historia Internacional analiza la prensa y literatura del momento, recupera diarios de la élite social y planes secretos de los militares y examina el juego de alianzas interestatales para comprender el trasfondo de las decisiones que provocaron la ruina del Viejo Continente. En su despacho del St. Anthony College, que antes ocupó el hispanista Raymond Carr, la rectora de esta institución de la Universidad de Oxford, y biznieta del primer ministro liberal británico Lloyd George, advierte sobre las similitudes entre la situación actual y el contexto previo a una contienda cuyo centenario se conmemora en unos meses.

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