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Queipo ‘Campeador’, el nuevo héroe del ‘Diccionario Biográfico Español'
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el perfil evita las sangrías en andalucía

Queipo ‘Campeador’, el nuevo héroe del ‘Diccionario Biográfico Español'

La rectificación histórica desemboca en hazañas, desenfunda pistolas, blande sables, salva vidas y convierte a los más despiadados personajes del pasado en héroes de moral indestructible.

Foto: El militar Queipo de Llano, junto a las autoridades religiosas.
El militar Queipo de Llano, junto a las autoridades religiosas.

La rectificación histórica desemboca en hazañas, desenfunda pistolas, blande sables, salva vidas y convierte a los más despiadados personajes del pasado en héroes de moral indestructible. Es el género preferido del Diccionario Biográfico Español, de la Real Academia de la Historia (RAH), alterar, reparar y modificar investigaciones, documentos y testimonios aportados por la comunidad científica histórica. El nuevo ejemplo –que va a traer nuevos quebraderos de cabeza a Gonzalo Anes, el director de todo este tinglado de siete millones de euros públicos– de expiación ejecutada por los académicos es la vida del militar Gonzalo Queipo de Llano (1875-1951), aparecida en los tres nuevos volúmenes publicados (faltan siete para los cincuenta).

El autor de la entrada es Rafael Casas de la Vega (1926-2010), un militar falangista, muy vinculado al franquismo, que alcanzó el grado de general de Estado Mayor y fue especialista en el estudio de las tácticas militares de los primeros años de la Guerra Civil. Con su elección, la RAH volvía a hacer saltar por los aires el criterio de objetividad e independencia que ya obvió al encargar a Luis Suárez la vida de Francisco Franco.

Casas de la Vega cumplió con un relato a diez columnas (Rajoy tiene cinco y Rato, cuatro) dedicadas en su mayoría a la formación del pequeño militar y las hazañas bélicas en Cuba y Marruecos. Y en la columna final resume su participación en el golpe militar y la Guerra Civil. En esta parte se aclara que “contribuyó de una manera decisiva al triunfo de las armas nacionales frente a las republicanas”. Y añade que “sin él hubiera sido muy difícil, quizá imposible, que las fuerzas sublevadas en África pasaran a la Península”, y que “sin ellas, la marcha hacia Madrid y el mantenimiento de Andalucía en manos nacionales no se podría haber realizado”.

Cruel guerrero

El historiador Juan Carlos Losada escribe en El combate por la historia (Pasado y Presente) que entre los militares golpistas había diferentes opciones políticas: “Los había claramente decididos, convencidos de dar el golpe, a ser protagonistas, a jugarse el todo por el todo sin importarles el precio a pagar o a cobrar a los demás, dispuestos a desatar una matanza de todos aquellos elementos que consideraban nocivos para España. Era el grupo de la Unión Militar Española (UME), de Mola, de Queipo de Llano y de muchos de los africanistas forjados en las crueles guerras de Marruecos o en la represión de Asturias, como el mismo Franco”.

De ahí que las mayores críticas al trabajo de Casas de la Vega vengan por la ausencia de mención al baño de sangre de Andalucía. Por ahí y por esta visión de la brutal represión a la que sometió a la población: “Con valor, impuso su autoridad personal, haciéndose cargo del mando militar, dominando al gobernador civil y las fuerzas de seguridad a su cargo y enfrentándose a las masas sindicales armadas que se le resistieron en algunas zonas, como el barrio de Triana, hasta el día 23”.

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Evita el historiador y militar hablar de las decenas de miles de muertos, civiles no “masas sindicales”. José Luis Ledesma, historiador y profesor en la Universidad de Zaragoza, traza un rápido perfil de Queipo de Llano muy diferente al que dibuja el presentado por el Diccionario: “La mayor carnicería de la Guerra Civil se produjo en Andalucía y eso es imputable más por acción que por omisión a este señor”. A ese “valor” al que se refiere Casas de la Vega, otros lo llamarían “sangría”.

Adelantado de la radiodifusión

También el historiador Francisco Espinosa hace repaso a la figura del militar en el libro La justicia de Queipo, en la que relata la columna de 500 mineros de Huelva que se desplazó el 19 de julio de 1936 a Sevilla para contener los planes del golpista y cómo fue la venganza: 25 personas mueren en el momento, 68 son fusiladas tras un Consejo de Guerra y 6.000 asesinados en toda la provincia de Huelva. Sólo la masacre de Badajoz, dirigida por el general Yagüe y de la que se estiman entre 1.800 y 4.000 muertos, es similar a las acciones de Queipo.

Sin embargo, Casas de la Vega resuelve la participación en un escaso párrafo y traza una polémica interpretación sobre el uso de la radio que hizo Queipo de Llano para comunicarse con los soldados partícipes en el Golpe: “Es de destacar su importancia en la utilización de la radio para movilizaciones y arengas. Puede decirse de él que fue el primero que utilizó la radio eficazmente como arma de guerra”, escribe el militar sobre el otro militar. Es cierto, puede destacarse su carácter innovador, pero no estaría de más señalar que a través de este medio llamó a violaciones masivas.

“Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre.Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres de verdad y no milicianos maricones. No se van a librar por mucho que berreen y pataleen”, radió en uno de sus más famosas aportaciones a la masacre.

La violencia incontrolada en la zona republicana fue condenada por los dirigentes de la República, empezando por su propio presidente. “Aunque pecaran de timoratas y no siempre se fuera o se pudiera ir del dicho al hecho, esas condenas públicas marcan una diferencia inconmensurable con lo sucedido al otro lado de las líneas del frente. Media un abismo entre, pongamos por caso, los discursos radiados de Prieto y Azaña (“no los imitéis” y “paz, piedad y perdón”) y las poco católicas arengas a la caza de los rojos y violación de rojas de Queipo de Llano. Es imposible menospreciar el influjo que unos y otras hubieron de tener en aquel irrespirable clima bélico”, cuentan Francisco Espinosa y José Luis Ledesma también en El combate por la historia (Pasado y Presente).

Libertinaje de cátedra

Esta es una de las críticas más recurrentes a una obra que con cada entrega devalúa su importancia y el dinero con el que los españoles siguen subvencionándolo. A Millán Astray y Mola se los dibuja como esforzados intelectualesy todo bajo la justificación de “libertad de cátedra” en la que se escuda Gonzalo Anes.

Hace unas semanas, este periódico pudo hablar con Juan Pablo Fusi, uno de los dos historiadores independientes de rectificar las voces más polémicas. De su trabajo nadie sabe nada. Pero Fusi reconoció a El Confidencial que la libertad de cátedra había “fallado” en este diccionario.

También ha hecho referencia al tono represor de Queipo el hispanista Paul Preston al hilo de la primera bandera de Franco en el Tercio de Extranjeros en Marruecos. “Los años pasados entre la inhumana barbarie de la Legión contribuyeron a deshumanizar a Franco. No se sabe si llegó a África tan falto de las reacciones emocionales normales como para que no le afectase la brutalidad que le rodeaba. Gonzalo Queipo de Llano, que no destacaba precisamente por su sensibilidad, se quedó impresionado ante la imperturbabilidad y la satisfacción con que Franco presidía la cruel violencia de los castigos a las tropas moras, incluso por faltas menores”.

Hazañas por historia

El resto de la biografía trazada por Rafael Casas de la Vega es un intento por encumbrar la trayectoria militar de Queipo. Vemos al militar a los 16 años, tratando de ingresar en la Academia militar dos años antes de lo permitido. En esta primera parte Casas sí entra en el detalle y se recrea en los gestos, deseos y ambiciones del joven Queipo de Llano. “Se paseó varias veces por las inmediaciones del cuartel y observó repetidas veces a los que habrían de ser sus compañeros de trabajo y la ocupación le pareció razonable”, cuenta el historiador con un notable desarrollo de los sentimientos del infante.

Pero es en su participación en la guerra de Cuba el motivo que más atención merece la redacción de Casas de la Vega, destacando hazañas y cerrando la puerta a cualquier duda sobre sus dotes en la instrucción de campo. “Aunque el joven cadete gozaba con la instrucción en campo abierto, quedaban algunos rescoldos de estudios memorísticos que le gustaban poco, lo que le impidió aprobar el curso en julio”. Alumno de septiembre, guerrero de matrícula.

Sobre su “excelente preparación para el combate” destacamos estas perlas panegíricas extraídas de la hoja de servicios: “En esta acción se cita como distinguidos a los tenientes Queipo, Sáez y Ruiz, especialmente el primero, el que, habiéndole matado su caballo, echó pie a tierra y dio muerte a su contrario con el sable”. Más: “Queipo con su unidad tomó parte en once combates a caballo. En todos ellos, se jugó la vida con valor recibiendo en dos de ellos justa recompensa”. Más: “Se hicieron al enemigo más de 60 muertos al arma blanca habiendo merecido ser propuesto [para una nueva condecoración] por su comportamiento cargando a la cabeza de su regimiento”. Queipo, el héroe indestructible: “El 4 de febrero sufrió una herida de bala, tan leve que ni siquiera echó pie a tierra”.

El historiador cuenta cómo, una vez regresó de Cuba, atravesando con su escuadrón en 1908 el río Henares, un soldado, derribado por el caballo que montaba, cayó al agua: “Y era arrastrado por la corriente con el riesgo de perecer ahogado. El capitán, al verlo, se tiró al río desde su montura y le salvó la vida con gran riesgo de la suya”. Un héroe.

La rectificación histórica desemboca en hazañas, desenfunda pistolas, blande sables, salva vidas y convierte a los más despiadados personajes del pasado en héroes de moral indestructible. Es el género preferido del Diccionario Biográfico Español, de la Real Academia de la Historia (RAH), alterar, reparar y modificar investigaciones, documentos y testimonios aportados por la comunidad científica histórica. El nuevo ejemplo –que va a traer nuevos quebraderos de cabeza a Gonzalo Anes, el director de todo este tinglado de siete millones de euros públicos– de expiación ejecutada por los académicos es la vida del militar Gonzalo Queipo de Llano (1875-1951), aparecida en los tres nuevos volúmenes publicados (faltan siete para los cincuenta).

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