"La resolución de Estrasburgo no abre otro escenario. ETA está derrotada y hundida"

Los ingredientes, sin duda, son poco comunes. La mezcla está compuesta por un inspector de Policía catalán, una historia ambientada en “los años más duros, en los que casi nos habíamos acostumbrado a hacer la digestión con un nuevo atentado cada día”, y el protagonismo absoluto de los niños. Los niños que “han sufrido el terrorismo desde todos los puntos de vista: desde el de las víctimas, pero también desde el de los hijos de los terroristas que mataban a otras personas”.

Como elemento de unión de esos niños, Rafael Jimenéz(Barcelona, 1962) recurre al fútbol que, a comienzos de los ochentay especialmente en Donosti, no podría ser representado de otra manera que con la Real Sociedad de Arconada –“El mejor portero del mundo”-, Satrústegui o Idígoras, el vikingo de Oñati con su melena y poblado bigote rubio.

En Incahurrondo Blues (Principal de Libros), aquel equipo doblemente campeón de Liga es el germen del combinado que integran hijos de Guardia Civiles que viven en el “cuartel más duro de todo Euskal Herria”, junto a muchachos que se apellidan Beguiristain, se llaman Arkaitz o cuyo padre busca la gloria patria a costa de la txakurrada.

“No debemos equivocar el discurso”

Para Jiménez, un barcelonés inspector del Cuerpo Nacional de Policía, ésta es su primera novela. El libro ve la luz apenas dos días después de que el Tribunal de Estrasburgo haya tumbado la ‘doctrina Parot’, “una sentencia que debemos acatar, solo faltaría” , apunta el autor del libro, pero que “no debe equivocar nuestro discurso”. “Parece que la resolución abre un nuevo escenario, y no es así. ETA ha sido derrotada policialmente, socialmente y democráticamente. ETA está hundida, no existe”.

No duda este enamorado de Donosti que las imágenes de etarras en libertad causarán dolor a muchas víctimas y apunta que en el regreso de los terroristas que sean liberados a sus pueblos, el Ministerio de Interior debe ser extremadamente cuidadoso para evitar situaciones como las del pasado, cuando “hubo quienaplaudió a los asesinos y también los asesinatos”.

“Hubo quien se giró y al ver pasar el cortejo fúnebre cerró los balcones, quizá para tapar su conciencia. Hubo quien simplemente dijo estos muertos son los nuestros y estos otros no. Hubo una diferenciación de muerte”, que también queda recogida en Inchaurrondo Blues.

Ahora, sin embargo, la situación ha cambiado, señala Jimenéz. Sólo falta que se produzca un “perdón sincero del hijo del hijo del terrorista” hacia “el hijo del hijo de la víctima”. Y cuando eso se produzca, juntos, “hijos de Guardia Civiles e hijos de vascos del Goiherri formarán un equipo que se llamará Racing de Inchaurrondo y que lucharán por vivir, que al fin y al cabo es lo único que importa”.