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A FAVOR DE LA PELÍCULA: 'NO HAY RECURSOS LACRIMÓGENOS EN 'LO IMPOSIBLE', NI UN ATISBO DE ELLOS'

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A veces, los premios cinematográficos recompensan muchas cosas, pero se olvidan de premiar, de reconocer al cine. Sí, hay muchísimas trayectorias, veteranías, compromisos y/o cambalaches políticos

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A veces, los premios cinematográficos recompensan muchas cosas, pero se olvidan de premiar, de reconocer al cine. Sí, hay muchísimas trayectorias, veteranías, compromisos y/o cambalaches políticos o corporativistas que acaban poniendo los laureles en la coronilla de los profesionales del cine. Sin embargo, a veces, acontece lo posible: que se premie simplemente al cine en estado puro. Es por eso que me alegro del reconocimiento institucional hacia Juan Antonio Bayona, alguien que sabe de cine, que ha visto cine y que ofrece cine a un público amplio, no a camarillas intelectualoides o a esa avinagrada crítica que arruga la nariz ante lo que no sea pedantería disfrazada de vanguardiaLo imposiblesu segunda (y hasta la fecha mejor) película, tiene mucho que ver con este Premio Nacional de Cinematografía que le acaba de ser concedido. ¿Ha sido solamente por sus números en taquilla, tanto aquí como en medio mundo? ¿Por lanzarle un honesto y cinéfilo salvavidas a una industria ahogada debido a una desidia –inquina- total de las clases dirigentes?... ¿Y qué si ha sido así? ¿Es el éxito algo malo? ¿Lo es acaso el fracaso? Pocos films tienen esa magia, ese poder de convocatoria transgeneracional como esa odisea positivista familiar post tsunami narrada con mano maestra en Lo imposible

Bayona no necesita forzar la máquina del melodrama para que su obra sea un melodrama. Le bastan pequeños gestos (los del niño rescatado que comparte árbol con Naomi Watts y Tom Holland en una de las más bellas escenas de la película), miradas y silencios mostrados a través de la cámara, de los movimientos de cámara. Si los lacrimales se nos irritan y se derraman no es porque el director nos meta el dedo en los ojos, sino porque ha conseguido que empaticemos con los personajes desde el minuto uno del metraje: se nos hace partícipes de sus miedos, de su amor a veces no expresado con palabras debido a la timidez o la rutina.

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No hay recursos lacrimógenos en Lo imposible, ni siquiera un atisbo de ellos. Hay algo mucho más poderoso que esa facilona pornografía de los sentimientos que suelen utilizar cineastas mediocres o incluso cineastas mayores (pienso en la manipuladora e irritante, al menos para el que esto escribe, Amour de Michael Haneke): hay algo que puede que no sea muy bien considerado en estos tiempos de posmodernidad y anatema de lo clásico porque sí, porque no es cool, y ese algo tiene el nombre de pudor. No confundir pudor con ñoñería, porque en el film de J. A. Bayona no hay ni un solo fotograma que pueda ser tachado de ñoño. Sí que hay pudor: en cómo nos es mostrada la catástrofe, el tsunami, y sus efectos. Nada de regodeo en la tragedia por muy espectacular y realista que sean las imágenes (un must de nuestros profesionales de efectos especiales, sin nada que envidiar a los de Hollywood; como nada tiene que envidiar Lo imposible a mucho de ese Hollywood). Ni un ápice de morbosidad en el dolor físico y humano de los personajes, de todos los personajes, aunque sea una película sobre eso, sobre el dolor… y también sobre la esperanza. 

Pocos directores son capaces de plasmar ese discurso sobre el pudor de una manera tan dura y, en el fondo, tan poética como en la secuencia en que el hijo ve el pecho mutilado de su madre. Porque esto lo ha rodado un chaval joven, un director cuasi novel (nada: unos cortometrajes, unos videoclips y una ópera primade género llamada El Orfanato), que si fuera al contrario, si nos llegara de alguien veterano, de un peso pesado o (sobre todo) del extranjero, muchos estarían todavía autosatisfaciendo sus egos con ejercicios de crítica onanista. Bayona lo hace de una manera natural, pese a que Lo imposible huye del cine naturalista para introducirse en esa zona del survival etno-espiritual más propia de Peter Weir (y no, no voy a mentar La última ola, 1977, porque no me hace falta, ni siquiera como cita ocurrentemente catastrófico-acuática). Espiritual porque esta es una historia asimismo profundamente religiosa de resurrecciones y renaceres (el flashback en la operación de Naomi Watts) que incluso permite una interpretación no creyente en esa especie de aceptación de la tragedia… o de rebeldía frente a ella…

No obstante, Lo imposible no divaga tanto como lo he estado haciendo yo: simplemente (¡simplemente!) explica una historia bigger than lifepero de esta life nuestra, real como la vida misma por muy de película que a muchos les haya parecido (les ha parecido, pero en el peor sentido de la acepción). ¿Qué nos recuerda al cine de Steven Spielberg? No, si al final será malo tener al autor de El imperio del sol (su trabajo más evidentemente influenciador en esta obra en concreto de Bayona: ahí están las secuencias en el hospital con Tom Holland, reflejo de las de Christian Bale en el campo de concentración japonés spilbergeniano) como referente. Es muy fácil quedarse en la clonación sin alma, en el producto comercial de laboratorio insípido y más preocupado por los estudios de mercado que por la historia. Lo contrario es lo que hace grande a un autor, y eso, eso que puede ser lo posible, que ha sido lo posible, es lo que Juan Antonio Bayona hizo con lo imposible.

Fausto Fernández

A veces, los premios cinematográficos recompensan muchas cosas, pero se olvidan de premiar, de reconocer al cine. Sí, hay muchísimas trayectorias, veteranías, compromisos y/o cambalaches políticos o corporativistas que acaban poniendo los laureles en la coronilla de los profesionales del cine. Sin embargo, a veces, acontece lo posible: que se premie simplemente al cine en estado puro. Es por eso que me alegro del reconocimiento institucional hacia Juan Antonio Bayona, alguien que sabe de cine, que ha visto cine y que ofrece cine a un público amplio, no a camarillas intelectualoides o a esa avinagrada crítica que arruga la nariz ante lo que no sea pedantería disfrazada de vanguardiaLo imposiblesu segunda (y hasta la fecha mejor) película, tiene mucho que ver con este Premio Nacional de Cinematografía que le acaba de ser concedido. ¿Ha sido solamente por sus números en taquilla, tanto aquí como en medio mundo? ¿Por lanzarle un honesto y cinéfilo salvavidas a una industria ahogada debido a una desidia –inquina- total de las clases dirigentes?... ¿Y qué si ha sido así? ¿Es el éxito algo malo? ¿Lo es acaso el fracaso? Pocos films tienen esa magia, ese poder de convocatoria transgeneracional como esa odisea positivista familiar post tsunami narrada con mano maestra en Lo imposible