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El 'thriller' sueco mata a la gallina de los huevos de oro
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ESTRENO DE 'EL HIPNOTISTA', ADAPTACIÓN DE LA NOVELA SUPERVENTAS HOMÓNIMA

El 'thriller' sueco mata a la gallina de los huevos de oro

Lo macabro, si sueco, un poquito más macabro. Y es así por cuanto Suecia tiene de punta de lanza o de canon, si se prefiere, del

Foto: El 'thriller' sueco mata a la gallina de los huevos de oro
El 'thriller' sueco mata a la gallina de los huevos de oro

Lo macabro, si sueco, un poquito más macabro. Y es así por cuanto Suecia tiene de punta de lanza o de canon, si se prefiere, del mundo civilizado. A efectos retóricos, el asesino que asesina –sin más– puede resultar más o menos impactante, pero el asesino que asesina y además es sueco suma, además del impacto, la propiedad del contraste, porque lo que nadie se espera de los suecos –que tanto reciclan y tan bien hacen las colas– es que maten a nadie y menos de según qué modo. Son estereotipos, claro, y prejuicios, aunque sean para bien. En realidad los suecos no son fundamentalmente distintos de cualquier otro ciudadano del mundo. En realidad, claro. Cosa bien distinta es la ficción.

El Hipnotista, la película de Lasse Hallström que este viernes se estrena en España, tiene uno de esos principios sencillotes y facilones que en cualquier otro género decepcionan pero en el thriller, prometen, ya que son –o deberían ser, y he aquí la primera pista– la antesala de un crescendo espectacular. En un polideportivo de Estocolmo el entrenador de un equipo de fútbol juvenil es asesinado a cuchilladas. Cuando el detective de la policía Joona Linna –Tobias Zilliacus– llega a la casa del finado se encuentra con que también han sido asesinados su mujer, su hija y su hijo adolescente. O eso parece, porque en realidad el chico vive. Está grave, apuñalado por todas partes e inconsciente, pero vive.

Es ahí cuando entra en acción el hipnotista en cuestión, el doctor Erik Maria Bark –Mikael Persbrandt–, que tiene la capacidad de hipnotizar a pacientes en coma y hacerles recordar, aunque en este caso la voz trémula del chico no llega a verbalizar nada acerca de su agresor, con toda certeza porque no llegó a verlo. La investigación –creámonoslo y llamemos a esto investigación– parece haber llegado a un punto muerto, pero no. El detective Linna descubre que no toda la familia ha sido atacada, ya que la hija mayor fue entregada en adopción hace años, nadie sabe a quién. El hijo pequeño de Bark, por su parte, desaparece de su cama y el hipnotista recibe una carta amenazante en la que alguien le cuenta que la familia debe morir. No tardará en descubrir que, por ironías del destino, es por culpa suya. 


Antes que una película El hipnotista fue una novela –publicada en 2011 al calor del fenómeno Millenium de Stieg Larsson– de Lars Kepler, un pseudónimo que oculta el nombre de dos autores: Alexander Ahndoril y Alexandra Coelho. Este matrimonio, de hecho, pretende con El hipnotista arrancar una serie de libros protagonizada por el detective Linna, un investigador carismático que se ajusta punto por punto al perfil protagonista en la literatura policiaca  clásica: es obstinado, es frío y es un hombre atormentado por su pasado. Pese a su falta de singularidad, en cambio, lo más probable es que Ahndoril y Coelho, tanto monta monta tanto, consigan hacer carrera con él. En 2011 El hipnotista fue un fenómeno de ventas en su país que hoy ya ocupa las estanterías de bestsellers de los centros comerciales de media Europa.

Eso es fundamentalmente El hipnotista, la película: un bestseller que aspira a convertirse en blockbuster caminando por las huellas que dejaron tras de sí el famoso hombre que no amaba a las mujeres, la chica, después, que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y, finalmente, la reina en el palacio de las corrientes de aire. Mucha Suecia –en este caso, mucho Estocolmo–, mucho plano del sol tenue que calienta pobremente estas latitudes del mundo –no acaba de estar claro si la meteorología es aquí un elemento folclórico o retórico, pero algo es– y mucha inspección en los problemas presuntamente trascendentales de los protagonistas, gente lastrada emocionalmente que toma pastillas para dormir y excitantes para despertarse y que no consigue entablar relaciones funcionales con aquellos que les rodean.

Y todo eso aderezado, claro, con mucha sangre, estallidos de violencia primaria y brutal y personas con graves, graves desviaciones en sus apetencias sexuales, filón ulterior del boom del thriller escandinavo que en El Hipnotista llega al extremo mismo de la obviedad visual, como quien cocina un pollo insípido y confía en mejorarlo poniéndole picante a puñados. El valor de la cinta, así, reside principalmente en la intriga policíaca que se desarrolla en torno al asesinato, que comienza a desenredar un espectacular árbol de relaciones insospechadas, flashbacks e improbables conexiones entre unos y otros personajes para volver a enmadejarse poco a poco y alcanzar un final, uno único, espectacular. Espectacular, claro, no en sí. Espectacular por el increíble embrollo del que es desembocadura.

El hipnotista

Dirección: Lasse Hallström

Género: Thriller

País: Suecia

Duración: 122 minutos

Reparto: Mikael Persbrandt, Tobias Zilliacus, Lena Olin, Helena af Sandeberg, Oscar Pettersson, Anna Azcarate, Jonatan Bökman.

Lo macabro, si sueco, un poquito más macabro. Y es así por cuanto Suecia tiene de punta de lanza o de canon, si se prefiere, del mundo civilizado. A efectos retóricos, el asesino que asesina –sin más– puede resultar más o menos impactante, pero el asesino que asesina y además es sueco suma, además del impacto, la propiedad del contraste, porque lo que nadie se espera de los suecos –que tanto reciclan y tan bien hacen las colas– es que maten a nadie y menos de según qué modo. Son estereotipos, claro, y prejuicios, aunque sean para bien. En realidad los suecos no son fundamentalmente distintos de cualquier otro ciudadano del mundo. En realidad, claro. Cosa bien distinta es la ficción.