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"No quiero ver esa película: debió llamarse Violenta Parra"
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ÁNGEL PARRA HABLA SOBRE SU MADRE ANTE EL ESTRENO DE 'VIOLETA SE FUE A LOS CIELOS'

"No quiero ver esa película: debió llamarse Violenta Parra"

Compuso auténticos himnos de la protesta latinoamericana, se codeó con Neruda, Jara, Mistral y Huidobro y fue la primera artista del continente en exponer en el

Foto: "No quiero ver esa película: debió llamarse Violenta Parra"
"No quiero ver esa película: debió llamarse Violenta Parra"

Compuso auténticos himnos de la protesta latinoamericana, se codeó con Neruda, Jara, Mistral y Huidobro y fue la primera artista del continente en exponer en el Louvre, entre otros méritos, pero para él Violeta Parra fue, ante todo, su madre. Ángel Parra (Valparaíso, 1943), el benjamín de una histórica familia de genios, visita Madrid para presentar Violeta se fue a los cielos, la película de Andrés Wood que adapta su libro homónimo sobre su madre y que se estrena este viernes en los cines de España. El Confidencial se entrevista con él en la capital para hablar de su madre, de su familia y de un país, Chile, que lleva a la estirpe de los Parra grabada a fuego en sus mismos genes históricos.

¿Estamos ante una biografía cinematográfica al uso?

No, al uso no. Yo diría que es un instante del espíritu de Violeta captado por Andrés Wood a través de la lectura de mi libro (Violeta se fue a los cielos, Ed. Catalonia, 2006). Su deseo es más bien poner de relieve los valores por los que ella luchó.

¿Y qué valores son esos?

Su feminismo, por ejemplo. Era una mujer que respondía a los hombres mirándolos a los ojos, y en esta sociedad machista eso es insoportable para muchos. También su internacionalismo, su actitud revolucionaria y militante en la vida cotidiana, sin necesidad de comités centrales ni nada de eso... Era una mujer con un norte, con un objetivo.

¿Así que la suya es una historia política?

Si uno revisa sus canciones y sus textos podríamos llamarla una mujer política, sin duda. Hasta le dedicó unos versos a Julián Grimau, comunista español, cuando supo de su muerte, y en otra canción, titulada Un río de sangre, habla de Zapata.

En todo caso, corríjame si me equivoco, su principal interés era la música popular.

El folclor, sí. Aquello que muchos intelectuales desprecian y tratan con condescendencia era un tesoro para mi madre. No solo por la música o porque sea bonita, sino porque es ahí, en el folclor, donde se atesora toda la sabiduría del pueblo. La sabiduría no traficada ni adulterada por las empresas o por la publicidad.

Hablando de no hacer publicidad: en la película no se hacen concesiones. Su madre aparece retratada con una gran naturalidad, incluso poco amablemente en algunos puntos. ¿Han querido rehuir la apología rendida?

Sí, totalmente. En ningún momento hemos querido pintarla como la Dolores Ibárruri de Chile simplemente porque no lo era. Fue una mujer del pueblo y con las ideas muy claras, pero ya. No una mártir, no una figura con el puño en alto ni nada de eso. Ya hay mucha gente que ha escrito sobre su madre en Chile, gente que no la conoció, que pidió información por aquí y por allá y que se equivocó, en algunos casos, y que no dice la verdad en otros.

¿Estamos intentando enmendar esas experiencias, entonces?

No enmendar, sino contar la verdad sobre su vida de forma sincera y modesta, con cariño y sin grandes aspavientos. En mi caso la verdad que yo conozco, a la que asistí, que no es toda, claro. Mi hermana (Isabel Parra) tiene otra porción, mi tío (Nicanor Parra) tiene otra, y cada uno puede hablar mejor de una parte de la vida de mi madre.

Me llama la atención la ausencia precisamente de su tío Nicanor, premio Cervantes en 2011, hermano mayor de Violeta. Seguramente sería una de las personalidades más reconocibles para el público general.

Yo lo adoro y tengo muy buenos recuerdos de él durante mi infancia, pero tampoco aparece mucho porque él vivía en su casa, en un cerro, y pasaba por la nuestra de vez en cuando, pero nada más. Sí tuvo un rol muy importante para mi madre, siempre siendo su consejero y el primero que oía sus canciones. Eran amigos entrañables además de hermanos.

¿Ha visto la película?

No, no ha querido verla. Está muy viejito ya, con casi 100 años, pero aun así dijo, siempre recurriendo al antipoema: "No quiero ver esa película porque debió llamarse Violenta Parra" (ríe).

Tampoco vemos a Víctor Jara o Pablo Neruda.

Ni a Gabriela Mistral, ni a Vicente Huidobro... Ni a tantos. No, no queremos hacer una galería de padres de la patria. Que lo eran, cuidado. Pero es que quien se levanta por la mañana a hacer el pan o conducir el autobús también es padre de la patria, y Violeta, mi madre, así lo veía, aunque viviera rodeada de toda esta gente.

¿No era consciente de formar parte de los círculos intelectuales del país?

No es que no fuera consciente, sino que no le daba importancia. A ella que alguien, quien fuera, escribiera tal o cual libro, era lo mismo: lo valoraba, pero ya está. Aquellos para los que cantaba, a los que hablaba y entre quienes se movía, eran las personas, el pueblo. Le interesaba más formar parte de eso que de cualquier círculo cerrado.

Por eso regresó a Chile tras su exitosa vida europea y se instaló en el campo, imagino.

Sí. Mi madre expuso su obra plástica en el Louvre, alcanzando así lo máximo, digamos, en cuanto a reconocimiento, y después decidió regresar a Chile y hacer una carpa de música popular montada sobre el suelo desnudo, pisando la tierra. Es un gesto que habla por sí mismo.

Por el contrario vemos mucho a Gilbert Favre, músico y antropólogo suizo y el gran amor de Violeta, por el que muchas veces se pasa deprisa, quizá eclipsado por los otros grandes nombres de los que ella se rodeó.

Claro. Estos son mis recuerdos de infancia y adolescencia y yo tuve una gran conexión con él. Era un hombre muy sencillo, en contra de lo que algunos dicen acusándole de pomposo. ¡Pero cómo va a ser pomposo, si antes de irse a Chile estuvo viviendo con gitanos de Granada en las cuevas de Sacromonte!

¿Qué tal la película en Chile? ¿Ha gustado?

Mucho, sí. Ha tenido más de 400.000 espectadores en cine y la versión extendida para televisión, de cuatro capítulos, tuvo casi cinco millones y medio. El interés por la música de madre se ha disparado a raíz de la cinta, lo que demuestra su conexión y la de su música con las nuevas generaciones, con la gente joven que no vivió su tiempo. De eso quizá tiene más responsabilidad el propio tiempo, que no ha cambiado mucho.

Hombre, son casi 50 años los que han pasado desde su muerte en 1967.

Sí, pero pensemos en lo que está ocurriendo en Brasil: ¡el gigante se despertó en un día! Y en Chile, ¿por qué los estudiantes están hoy en la calle? ¿Por qué hay un millón de personas reclamando educación laica, obligatoria, gratuita y de calidad? Porque todo lo que nos está ocurriendo no es nuevo, porque viene de atrás y tiene que ver con la dictadura económica, que es la que nunca se ha ido. Violeta y muchos otros ya luchaban para acabar con eso hace muchos años.

¿Hablamos de hacer la revolución?

¡No, en absoluto! Desde luego no mi madre. No se trata de eso, sino de restaurar lo que hemos perdido sin banderas, sin revoluciones y sin recurrir a la fraseología.

¿Tanto bueno hemos perdido?

Compuso auténticos himnos de la protesta latinoamericana, se codeó con Neruda, Jara, Mistral y Huidobro y fue la primera artista del continente en exponer en el Louvre, entre otros méritos, pero para él Violeta Parra fue, ante todo, su madre. Ángel Parra (Valparaíso, 1943), el benjamín de una histórica familia de genios, visita Madrid para presentar Violeta se fue a los cielos, la película de Andrés Wood que adapta su libro homónimo sobre su madre y que se estrena este viernes en los cines de España. El Confidencial se entrevista con él en la capital para hablar de su madre, de su familia y de un país, Chile, que lleva a la estirpe de los Parra grabada a fuego en sus mismos genes históricos.