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"A la ciudadanía no le molesta la corrupción, sino que no reaccionen contra ella"
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EL HISTORIETISTA ALEIX SALÓ LANZA 'EUROPESADILLA: ALGUIEN SE HA COMIDO A LA CLASE MEDIA'

"A la ciudadanía no le molesta la corrupción, sino que no reaccionen contra ella"

Sabe de lo que habla y se le nota, en particular cuando se interrumpe para advertir, como es propio de los que saben mucho, de que

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"A la ciudadanía no le molesta la corrupción, sino que no reaccionen contra ella"

Sabe de lo que habla y se le nota, en particular cuando se interrumpe para advertir, como es propio de los que saben mucho, de que en realidad él sabe muy poco. El historietista Aleix Saló (Barcelona, 1983) se permite pocas certezas pese a lanzar muchas preguntas y asegura que, a la hora de parir conclusiones, prefiere contradecir el refrán y pecar mejor por defecto que por exceso. "Bebo de una tradición, la de la sátira política y la viñeta editorial, que juega mucho al populismo", explica a El Confidencial. "El dibujo es algo simple y simplista por su propia naturaleza, por lo que hay que tener cuidado. A veces no te queda más remedio que decir una barrabasada y después ir puliéndola poco a poco".

Quizá por eso, porque deconstruir lo tosco empieza por mentarlo, su último libro, Europesadilla: alguien se ha comido a la clase media (Debolsillo, 2013), arranca con una reducción gruesa de la realidad económica a pie de calle –con una de las reconocibles figuritas de Saló buscando comida en un contenedor–, sigue invocando en bruto la perpetua batalla que enfrenta en el mundo a los buenos contra los malos –con un manifestante que porta una pancarta de Angela Merkel vestida como Adolf Hitler– y plantea la cuestión euroescéptica –con otra de sus figuras quemando una bandera comunitaria– antes de llegar al pastel, que es la del propio continente. "A la mayoría nos resulta complicado entender la situación actual de Europa –reza el libro en ese momento–. De hecho nos cuesta entender a Europa en sí misma".

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Ante esta dificultad, Saló propone empezar por estos lugares comunes que cualquier europeo reconocería y enunciar así su barrabasada para pulirla después durante casi 200 páginas dejándola al final, quién lo hubiera dicho al principio, en algo distinto de sí misma. "No creo que Merkel sea mala o sea buena", explica el autor cuando se le pregunta por ella. "Creo que es un personaje político muy complejo, que hace cosas bien, que hace cosas no tan bien... No he querido retratarla como el monstruo o como la salvadora de Europa, porque no creo que sea ninguna de las dos cosas". El lector, en otras palabras, no encontrará al final de su libro una propuesta en firme sobre la maldad o bondad de la canciller y sus medidas, únicos extremos a los que nos tiene acostumbrados, dice Saló, la celeridad del pensamiento en estos tiempos de consignas, tweets y eslóganes precocinados. Lo que Saló quiere de sus lectores es que conozcan mejor a Angela Merkel.

Y que lo hagan, a ser posible, divirtiéndose por el camino. Es el tono de Europesadilla, un libro que explica la erosión de la clase media europea ganando en complejidad didáctica respecto a sus aplaudidos antecedentes –Españistán: este país se va a la mierda y Simiocracia: crónica de la Gran Resaca Económica– y que mira ahora a escenarios y tiempos más vastos para preguntarse, empezando por Stonehenge y los fenicios, por temas como el europeísmo, la globalización, la desindustrialización o el FMI. Llega a lo macro con la retórica de lo micro, inconfundible sello de la casa, y adereza el intento con toneladas de esa pedagogía exacta, divertida y desacomplejada que tanto se le aplaude a Saló.

También se sirve en esta ocasión de un giro esencialista que le ha llevado a firmar un libro de viñetas sin viñetas propiamente dichas, ágil visualmente y con más texto que los anteriores. "Tengo muy poco respeto por los formatos y eso me hace raro en el mundo del cómic español, que es muy conservador para esto del lenguaje", se excusa. Y añade que sus motivaciones no han sido en este punto tan líricas como sí funcionales. "Creo que debe haber una armonía entre formato,contenido y precio", sentencia. "El hecho de que este libro salga en bolsillo a 9,95 euros ya 2,95 en digital ya es una declaración de intenciones. Le estás diciendo al lector que lo que importa es el mensaje, que no es algo bonito y de colección que haya que guardar, sino que lo esencial en él es el contenido".

Eurocentrismo en el microscopio

Porque en Saló, el contenido exige concentración. En Europesadilla, como en sus anteriores trabajos, el historietista hilvana un itinerario pedagógico que se bifurca y entrecruza como las ramas de un árbol, de modo que los temas y conflictos que florecen en su discurrir nunca lo son en sí, sino siempre, como dijo el filósofo, en sus circunstancias. De este modo, Saló se deja llevar poco por la pasión por difícil que resulte en el escenario en el que vivimos, asegura, donde a veces lo más fácil es concluir el color blanco o negro de las cosas y hacerlo a través de la ideología, que es más rápida y alivia mejor el enfado nuestro de cada día.

Europesadilla pone al eurocentrismo en su sitio –por lo visto no tan central como su propio nombre indica– y tira de las orejas a los ciudadanos, no solo a los políticos. "En España tenemos pendiente el debate de la libertad del individuo y de su responsabilidad", ejemplifica. Aun así aquí de culpas no se libra nadie, puestos a repartirlas, y la prudencia no impide a Saló concluir lo mismo que tantos otros, aunque él por un camino distinto. El autor sostiene, por ejemplo, que los políticos no son todos iguales, pero entiende más a quienes incurren en la generalización que a quienes la sufren. "Si cada vez que hay un escándalo movilizas a todo el partido para proteger a los implicados, incluso a politicuchos insignificantes, incluso en caso ridículamente pequeños, no puedes culpar a la opinión pública y acusarla de que sea injusta contigo: eres tú quien le estás diciendo a la opinión pública que sois todos iguales, ya que dispensas el mismo trato al que es íntegro y al que es corrupto".

Cuestión de comunicación, sostiene Saló, y de parecer, además de serlo, la mujer del césar. "Lo que no entienden es que la ciudadanía acepta con más naturalidad la corrupción, que en cierto grado es inevitable, que su reacción contra la corrupción. Todos tenemos sentido común, todos sabemos que cuando se descubre un caso afecta a unas personas, pero no a todo el partido. ¿Por qué no se deshacen del corrupto? ¿Por qué le amparan? Si alguien compareciese, pidiese disculpas en nombre de su partido y cercenase al corrupto, se convertiría incluso en un plus. Podrían sacar un beneficio político. Pero lo hacen de una manera tan torticera, tan chapucera y tan opaca que al final es todo lo contrario". 

Sabe de lo que habla y se le nota, en particular cuando se interrumpe para advertir, como es propio de los que saben mucho, de que en realidad él sabe muy poco. El historietista Aleix Saló (Barcelona, 1983) se permite pocas certezas pese a lanzar muchas preguntas y asegura que, a la hora de parir conclusiones, prefiere contradecir el refrán y pecar mejor por defecto que por exceso. "Bebo de una tradición, la de la sátira política y la viñeta editorial, que juega mucho al populismo", explica a El Confidencial. "El dibujo es algo simple y simplista por su propia naturaleza, por lo que hay que tener cuidado. A veces no te queda más remedio que decir una barrabasada y después ir puliéndola poco a poco".