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Cien artistas en pie de guerra
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EL MUSEO GUGGENHEIM MUESTRA 500 OBRAS DE ARTE CREADAS DURANTE EL RÉGIMEN DE VICHY

Cien artistas en pie de guerra

Los sótanos de casas que han pasado por una guerra se llenan de historias, paciencia, desesperación y espíritu de resistencia. La Ocupación nazi en Francia durante la

Los sótanos de casas que han pasado por una guerra se llenan de historias, paciencia, desesperación y espíritu de resistencia. La Ocupación nazi en Francia durante la Segunda Guerra Mundial puso a prueba ese espíritu, pero no consiguió acabar con el arte de unos pocos que dedicaron sus esfuerzos, desde la clandestinidad, a rebelarse e inventar nuevas formas de expresión artística. París, 1940. El arte “degenerado” de Pablo Picasso -como era considerado por el régimen colaboracionista de Vichy- vivió sometido a la persecución que sufría el malagueño por la Gestapo. Desde el mismo taller donde pintó el Guernica, en 1937, se revolvía contra la autocensura que aniquilaba al arte parisino de la época. Y como él tantos otros. 

Gran parte de esa obra desarrollada en la France de la Segunda Guerra Mundial sale ahora de sus escondites y se expone en Arte en Guerra, Francia, 1938-1947: de Picasso a Dubuffet. La muestra, que podrá visitarse en el Museo Guggenheim de Bilbao hasta el 8 de septiembre -organizada también por el Musée d’Art moderne de Paris, Paris-Musées-, recoge más de 500 obras de un centenar de artistas, incluyendo documentos, fotografías y películas inéditas. Son composiciones que reflejan el plante con el que sus autores hicieron “guerra a la guerra”.

Nuevo país, vieja nación

“Nunca esos artistas han demostrado tan claramente la función catártica del arte, y su manera tan particular de hacer la guerra a la guerra mediante las formas y los materiales, mientras las condiciones de la cultura se tornaban cada vez más inciertas”, explican las comisarias de la exposición. Jacqueline Munck y Laurence Bertrand Dorléac reflejan la “necesidad imperiosa” que nació de retratar lo invisible en esta muestra, de presentar a “quien no fue” en una época difícil que arranca en los acuerdos de Múnich y llega a los inicios de la Guerra Fría, como queda claro en el catálogo de la muestra, editado por el Museo Guggenheim y La Fábrica.

“Francia entregada, Francia saqueada, Francia sometida”. El general De Gaulle reprendía de esta manera, el 26 de junio de 1940, al mariscal Pétain. Y es que con la crueldad de la guerra y el Régimen de Vichy el país galo abandonó el arte moderno o “degenerado” y volvió a un modelo oficial que recuperaba la “grandeza” del arte tradicional francés. “La vida artística continuó pese a todo”, remarcan las comisarias, pero bajo un Estado colaboracionista con el Tercer Reich.

En esa vuelta a lo clásico no cabían artistas como Jeanne Bucher, una alsaciana nacida en 1872 que abrió su discreta galería sin apenas medios económicos. En los dos primeros pisos de un pequeño edificio en el bulevar Montparnasse, Bucher dio cabida al arte marginado por la Ocupación, un amplio espectro de artistas que recoge nombres como André Bauchant, Francisco Bores, Louis-Auguste Dechelette, Max Ernst o Maria-Elena Vieira da Silva. Su espíritu altruista se dedicaba no sólo a apoyar el arte, sino también a ayudar a los hijos de españoles exiliados en 1939 o a los extranjeros retenidos en los campos de internamiento, enviándoles libros y víveres.

Arte en los campos de concentración

La historia del arte de Myriam Lévy es efímera pero “legitima por sí sólo esta exposición”, según explican sus comisarias. De Lévy no se sabe nada salvo que fue exterminada en un campo. De su obra ha quedado su dama de picas con el rostro partido en dos por la pared de piedra de una prisión, con un cuchillo clavado en el corazón, de donde mana un charco de sangre, pintura que recoge la muestra. Una trágica historia que comparte con otros artistas como Charlotte Salomon, Felix Nussbaum, Horst Rosenthal o Tita, exterminados en Auschwitz, o Freundlich, asesinado en el campo de Lüblin-Majdanek.

Unos restos de alambre encontrados cerca del Muro Atlántico representan el último período de la guerra. La liberación es el comienzo del fin de una época y de la propia muestra. Aunque el arte se desarrolló en clandestinidad. Después de Vichy llegó la depuración cultural, que juzgó con benevolencia a los artistas comprometidos con el nazismo, a partir del otoño de 1944. Esta estuvo dirigida por el partido comunista francés y liderada por Pablo Picasso.

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El artista malagueño fue presentado como “héroe de la resistencia” en el Salón de Otoño de 1944. Más que una exposición de arte, aquella muestra supuso un homenaje a todo el arte de tradición moderna y recuperó cerca de 100 obras creadas a partir de 1939. El Salón de Otoño mostró un mundo artístico paralelo, “libre y sin concesiones”, que se había gestado en las ‘catacumbas’ de un país sometido.

La exposición que ahora se inaugura en el Guggenheim de Bilbao es un acontecimiento único que servirá para desvelar “todo lo que quedó en la intimidad de las viviendas y de los talleres, de los refugios, de los campos de internamiento y de concentración, de las cárceles y de los hospitales psiquiátricos, a la sombra de la historia”, afirman Munck y Dorléac. 

Los sótanos de casas que han pasado por una guerra se llenan de historias, paciencia, desesperación y espíritu de resistencia. La Ocupación nazi en Francia durante la Segunda Guerra Mundial puso a prueba ese espíritu, pero no consiguió acabar con el arte de unos pocos que dedicaron sus esfuerzos, desde la clandestinidad, a rebelarse e inventar nuevas formas de expresión artística. París, 1940. El arte “degenerado” de Pablo Picasso -como era considerado por el régimen colaboracionista de Vichy- vivió sometido a la persecución que sufría el malagueño por la Gestapo. Desde el mismo taller donde pintó el Guernica, en 1937, se revolvía contra la autocensura que aniquilaba al arte parisino de la época. Y como él tantos otros.