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Lichtenstein, arte, pop y 'merchandising'
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SE INAUGURA EXPOSICIÓN EN LONDRES

Lichtenstein, arte, pop y 'merchandising'

Para un amante del arte hay pocas cosas tan irritantes como las tiendas de merchandising de los museos y exceptuando a Damien Hirst, que produce ‘obra’ 

Foto: Lichtenstein, arte, pop y 'merchandising'
Lichtenstein, arte, pop y 'merchandising'

Para un amante del arte hay pocas cosas tan irritantes como las tiendas de merchandising de los museos y exceptuando a Damien Hirst, que produce ‘obra’  pensada para ser consumida en esas tiendas (tiene una empresa dedicada a ello), es muy posible que muchos artistas se revolvieran en su tumba al ver en qué se transforman sus cuadros para ser digeridos y popularizados entre las masas (y para financiar los museos). Pero si fuera Roy Lichtenstein quien se paseara por la tienda de la Tate Modern de Londres, donde el jueves se inaugura una gran retrospectiva dedicada a su obra que podrá verse hasta el 27 de mayo, es posible imaginárselo sonriendo: al fin y al cabo, el grueso de su trabajo se centró en examinar cómo el mundo percibe y procesa las imágenes, cómo las consumimos intelectualmente. 

 

Cinco décadas después de que por primera vez él se sirviera del cómic y la publicidad para construir un universo artístico con el que trató de hacer un comentario crítico e inteligente sobre la mecanización de esas imágenes, la cultura del consumo ha sido capaz de rizar el rizo ofreciéndonos una nueva versión de ellas en productos ‘asequibles’ que se insinuarán ante el visitante del museo tras su visita a la exposición.

El pop fue un género que arrancó criticando la mecanización consumista pero que contribuyó a alimentarlaQuizás pueda resultar algo obsceno dejarse tentar por una cerveza en cuya chapa pone ‘Cerveza para punks’ y cuya etiqueta es una reproducción de la obra de Lichtenstein ‘Torpedo… LOS!’ O por una funda de iphone con una reproducción de ‘Oh Jeff, I love you, too… but…’ pero quizás por ser obras claves de la historia del arte pop, resulte menos doloroso que ver un rothko impreso sobre una taza de café. En el fondo el pop fue un género que arrancó criticando la mecanización consumista pero que a medida que se hizo célebre, contribuyó, con el tiempo, a alimentarla y a cebar la actual pasión por la iconografía.

Pero si prescindimos del merchandising, la retrospectiva de Lichtenstein, que primero hizo parada en el Art Institute de Chicago, es una concienzuda exploración de la carrera de este neoyorquino nacido en 1923 y fallecido en 1997, que inicialmente trató de seguir los pasos del expresionismo abstracto americano –hay toda una sala dedicada a esos frustrados intentos- pero que pronto entendió que su camino estaba en otro tipo de creación.

 La muestra de la Tate Modern , con 125 obras, arranca en una sala titulada ‘Pinceladas’, presidida por la obra ‘Little Big Painting’ (1965), donde Lichtenstein convierte en  protagonista el gesto esencial del artista, la pincelada, pero al mismo tiempo lo muestra como algo frío, lejano, casi automático. La ironía es que no es una recreación mecánica, si no que está pintada a mano. De hecho, según subrayaba durante la presentación de la muestra una de las comisarias, Iria Candela, “el trabajo de Lichtenstein es muy cerebral, muy intelectual, su pintura es sobre la pintura, y esas grandes pinceladas con las que arranca la exposición muestran la ambigüedad que impregna toda su producción, la dicotomía entre arte culto y arte popular, son pinceladas figurativas pero también abstractas”.

Esas pinceladas son el punto de arranque para poder entender lo que Lichtenstein había empezado a hacer en 1961, una fecha clave en su producción, cuando pintó ‘Look Mickey’, la que se considera su primera pintura pop y que no se mostró públicamente hasta 1982. Se trata de una reproducción de una viñeta del ratón Mickey con el pato Donald, con la que Lichtenstein se atrevía a desafiar al mundo del arte por primera vez proclamando ‘Esto es arte’ pero al mismo tiempo insinuando ‘quizás no lo sea’, un juego que continuó a lo largo de su carrera.

Es fascinante entrar en la sala que el museo Tate le dedica a sus obras en blanco y negro, concebidas entre 1962 y 1964 y donde experimentó reproduciendo objetos del día a día, como un cuaderno o una rueda y donde comenzó a trabajar con los puntos Bentley, que han definido toda su producción desde entonces.

Es sorprendente descubrir a través de esta muestra sus esculturas inspiradas en el art decó neoyorquinoEn la muestra están muchos de los clásicos con los que se le identifica, esos en los que las imágenes de cómics estereotipados dan el salto a su pintura como
en ‘Whaam! ‘ o ‘We rose up slowly’. Fue el galerista Leo Castelli quien primero se atrevió a apostar por ellos y pese a que hubo quien le criticó con dureza, el público enseguida lo aplaudió, convirtiendo a Lichtenstein en uno de los artistas más populares de los sesenta. Un ‘blockbuster’ del arte.

Es sorprendente descubrir a través de esta muestra sus esculturas inspiradas en el art decó neoyorquino (muy poco conocidas) y es interesante revisitar todas esas obras que realizó basadas en cuadros de otros artistas, alimentando el diálogo con el pasado. ‘La Femme d’Algers’ de Picasso (a su vez basado en un cuadro de Delacroix) tiene su ‘versión linchenstein’, igual que la serie de Monet ‘Rouen Cathedral’ y una veintena de obras más.

En medio de la exposición hay un grupo de pinturas dedicadas a paisajes y puestas de sol concebidas a mediados de los sesenta que parecen precursoras de las que pintaría cuarenta años más tarde. Reunidas en la sala dedicada a los Paisajes Chinos, con la que se cierra la muestra, estas últimas piezas son obras serenas, sofisticadas, inspiradas en paisajes de la dinastía Song, por los que se interesó en los últimos años de su vida y donde los contornos y las formas comienzan a difuminarse para dar paso obras donde ya nada se subraya, todo se sugiere. Es el broche de oro a una carrera en constante evolución que seguramente aún hubiera dado sorpresas si el artista no hubiera fallecido a los 73 años. Quedan sus obras. Y en formatos aptos para todos los públicos, sus imágenes más iconográficas en forma de merchandising.

Para un amante del arte hay pocas cosas tan irritantes como las tiendas de merchandising de los museos y exceptuando a Damien Hirst, que produce ‘obra’  pensada para ser consumida en esas tiendas (tiene una empresa dedicada a ello), es muy posible que muchos artistas se revolvieran en su tumba al ver en qué se transforman sus cuadros para ser digeridos y popularizados entre las masas (y para financiar los museos). Pero si fuera Roy Lichtenstein quien se paseara por la tienda de la Tate Modern de Londres, donde el jueves se inaugura una gran retrospectiva dedicada a su obra que podrá verse hasta el 27 de mayo, es posible imaginárselo sonriendo: al fin y al cabo, el grueso de su trabajo se centró en examinar cómo el mundo percibe y procesa las imágenes, cómo las consumimos intelectualmente.