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El cambio climático como (última) oportunidad económica
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El cambio climático como (última) oportunidad económica

“En una Tierra caliente, plana y abarrotada, donde la energía, el agua, la tierra, los recursos naturales y los recursos energéticos están sobre explotados, todo el

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El cambio climático como (última) oportunidad económica

“En una Tierra caliente, plana y abarrotada, donde la energía, el agua, la tierra, los recursos naturales y los recursos energéticos están sobre explotados, todo el mundo, todo el tiempo, tendrá que pagar el verdadero coste de la energía que está usando, del cambio climático que está causando, de la pérdida de biodiversidad que está provocando, de las petrodictaduras que está financiando, y de la pobreza energética que está manteniendo” (p. 265). Desde un enfoque tan ecológico como económico el prestigioso columnista de The New York Times Thomas L. Friedman describe en este voluminoso ensayo el estado de nuestros ecosistemas naturales y financieros, advierte del peligro en que se encuentran los primeros -los segundos ya reventaron- y señala el camino hacia la superación que, lejos de ser “el movimiento ecologista del abuelo” es, en palabras de John Gardner, “una serie de grandes oportunidades disfrazadas de problemas insolubles”.

 

Friedman no es un político frustrado, ni un científico loco, ni un hippy. Es un respetado e influyente periodista económico, que ha explicado con acierto los mecanismos y beneficios de la globalización y que ahora pretende explicar por qué el mundo necesita una “revolución verde”. Su reflexión ecologista parte de la recesión mundial de 2008, de sus causas y consecuencias y las lecciones que de ella podemos extraer a nivel sistémico. Podríamos señalar, con James Carville, “la economía, estúpido”, pues Friedman ve el momento crítico presente como una oportunidad sin precedentes para lograr un nuevo modelo económico -¿la última fase del capitalismo?- más limpio, más eficiente y más justo. ¿Alguien da más?

Un mundo verde, más eficiente ecológica y energéticamente es también un mundo más eficiente económicamente. Cuando se unen lo caliente -la anomalía climática-, lo plano -la globalización, que permite competir a muchos más agentes- y lo abarrotado -el imparable crecimiento demográfico- nos encontramos ante una conjunción peligrosa que amenaza con arrasarlo todo; el acceso a los recursos se fragmenta y la pugna se intensifica. Por ello, la próxima gran industria global serán las energías limpias y la eficiencia energética.

EEUU, el mesías del cambio

¿A quién señala Friedman como protagonista de tal revolución? Sin timidez, a su propio país. El carácter mesiánico de la nación yanqui emerge de un texto que declara que “Son pocas las cosas buenas que ocurren a escala global sin el liderazgo norteamericano” y que considera acuerdos globales como el Protocolo de Kioto como una “coacción”. Por un lado, empujar a los estadounidenses hacia una revolución verde sin comprender y explotar su psicología nacional es un ejercicio de futilidad; pero, por otro algunas expresiones se me hacen sospechosas. ¿Es un problema estadounidense o es un problema global? ¿Es esta una tarea estadounidense o una tarea global?

Siendo aún la primera potencia mundial está claro que parten con ventaja, aunque hasta ahora hayan hecho menos que nadie, pero la revolución verde debe ser una empresa global que deje de lado conceptos gastados como el de “liderazgo” -en el sentido que emplea Friedman-, porque el líder sólo empuja de verdad cuando es uno más del equipo, como descubrió Guardiola con Messi. Friedman es realista en cuanto a las posibilidades estadounidenses de liderazgo, y advierte que, si no son ellos, China o India tomarán la delantera. ¿Y Europa? Nadie cuenta con el viejo y agotado Prometeo, que ya sólo puede aspirar a parque temático global.

Si obviamos el mesianismo, este es un gran libro para entender lo que está pasando y lo que va a pasar, y aprovechar así la gran oportunidad que se nos presenta para vivir en un mundo mejor y más justo. Friedman, en la mejor tradición del periodismo anglosajón, siembra el texto de lemas sonoros e impactantes -muchas veces prestados-, de ejemplos y anécdotas llamativas, todo ello sostenido por un torrente de datos y referencias que le permiten responder a la mayor parte de preguntas que la lectura vaya sugiriendo. Quizá debería haber incidido más sobre la parte de “abarrotada”, ya que según el director de la CIA, “la evolución más preocupante en el mundo actualmente no es la del terrorismo sino la de la demografía” (p. 88). Pero señala lo más importante: que hay que actuar ya, que la gente a la que estábamos esperando está aquí, y somos nosotros. Y que el que golpee primero la piñata de la innovación en energías eficientes y limpias, se llevará el gato al agua de la prosperidad en este siglo.

“En una Tierra caliente, plana y abarrotada, donde la energía, el agua, la tierra, los recursos naturales y los recursos energéticos están sobre explotados, todo el mundo, todo el tiempo, tendrá que pagar el verdadero coste de la energía que está usando, del cambio climático que está causando, de la pérdida de biodiversidad que está provocando, de las petrodictaduras que está financiando, y de la pobreza energética que está manteniendo” (p. 265). Desde un enfoque tan ecológico como económico el prestigioso columnista de The New York Times Thomas L. Friedman describe en este voluminoso ensayo el estado de nuestros ecosistemas naturales y financieros, advierte del peligro en que se encuentran los primeros -los segundos ya reventaron- y señala el camino hacia la superación que, lejos de ser “el movimiento ecologista del abuelo” es, en palabras de John Gardner, “una serie de grandes oportunidades disfrazadas de problemas insolubles”.

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